sábado, 9 de junio de 2018

LA REVOLUCION LIBERAL EN LA EDUCACION MILITAR



Durante treinta o quizá cuarenta años, Eloy Alfaro estuvo al frente de las Montoneras Liberales, haciendo la guerra a los gobiernos reaccionarios y extendiendo por todo el litoral, desde su tierra nativa, Manabí, el grito unánime de ¡Viva Alfaro¡, expresión fácil y sonora para dar identidad a una revolución y representar el pensamiento del alma popular, hasta llegar a retumbar en los confines de la patria, como un trueno,  en el lenguaje del montubio, del chapulo y de la indiada, el sonoro grito de ¡Viva Alfaro, Carajo¡
“Alfaro era la Montonera-dice Lloret Bastidas-. La Montonera iba con él a todas y sin tregua, y los jefes montoneros que la comandaban se apellidaban Infante, Cerezo, Facundo Vela, Bowen, los Alfaro, los Andrade, Pedro Montero, Viteri, Coral.”[1] partes, de día y de noche, subiendo y bajando, bajando y subiendo, sin descanso
“Al año 78- dice Francisco Guarderas- , Alfaro no tenía sino treinta y seis años y ya era el Viejo Alfaro. Significativa es esa prematura prestancia que, por un apodo, le señalaba al respecto, la consideración y la obediencia de sus propias filas. Franco, Valverde, Vera, García, Abelardo Moncayo, unos con más, otros con menos, con poca diferencia de años, fueron sus contemporáneos; y, todos, entre ellos, se referían al Viejo, como si de él hubiesen sido la mesura, el cálculo y la ponderación de los años”.
El General de las Derrotas que decían los curuchupas, señalando las arrugas del Viejo Luchador, fruto de una campaña de tantos años, de enormes sacrificios, de constantes destierros derivados de sus derrotas, ve culminado su  objetivo, llegar al mando del país, en junio de 1895, impensadamente, porque su revolución estaba moribunda; sin embargo, sus cenizas se prendieron vertiginosamente el momento en que Plácido Caamaño y los vendedores de armas de la casa Flint, negociaron la bandera ecuatoriana.
La venta de la bandera desembocó en el pronunciamiento del 5 de junio de 1895, en el cual se nombra a Eloy Alfaro como Jefe Supremo de la República. Luego de 10 años de exilio y un caminar por toda América, Alfaro llegó a Guayaquil un 18 de junio, dispuesto a impulsar su revolución.
Grave debe haber sido la disyuntiva del general en cuanto a la reestructuración  del Ejército una vez alcanzado el triunfo de la revolución. Tenía treinta y más años de comandar a las montoneras nacidas en la Costa, machete en mano, sin más conocimientos que los que puede dar el agotador trabajo para subsistir. Como dejarlos de lado. Por otra parte, todo lo que olía a progresismo había que eliminarlo, de la misma forma en que Rocafuerte eliminó lo de Flores, García Moreno lo de Urbina y así sucesivamente hasta convertirse en una costumbre que perdura y que aniquila el progreso del país; la Institución Militar no es la excepción. Y así procedió; posiblemente se equivocó y tuvo que partir de cero en el  Ejército, con el agravante de que en su primer periodo no tuvo más tiempo que el de combatir con los seculares enemigos de la patria, aquellos que nunca están satisfechos de nada, que nunca proponen cosas nuevas y son expertos en criticar y denostar. Tuvo que luchar contra fuerzas organizadas, como las de Vega en Cuenca, las de Sarasti en el centro del país, en ese escenario de siempre para las luchas intestinas de la Patria. De esta manera, el Ejército liberal se forma inicialmente, alrededor de los montoneros, más las incorporaciones de liberales convencidos y de una gran parte de oportunistas que nunca faltan en estas especiales circunstancias de orden político.
LA EDUCACIÓN MILITAR ANTES DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL
La educación en la Institución militar; es decir, en el Ejército y en la Armada, en la segunda con menor presencia, tenía que ver fundamentalmente con la necesidad de  crear  institutos de formación de oficiales y tropa. La historia está llena de inauguraciones y cierres de estos centros de formación; unas veces por falta de dinero en las arcas fiscales, otras veces, por la inclinación ideológica de los presidentes de turno y muchas más por falta de liderazgo en la Institución.
Siendo el Ejército  el eje sobre el cual ha girado la historia nacional, muy a pesar de quienes quieren ver en esta Institución, solamente  la participación en el cuartelazo que permita poner a un mandatario en reemplazo de otro, hay pocos historiadores que  tratan y analizan a la Institución en cuanto a su formación académica y militar, en las diferentes etapas de la historia nacional.
Convencido Rocafuerte de la necesidad de formar los cuadros del Ejército en una escuela de alta moral y férrea disciplina, crea la primera Escuela Militar en Quito, en 1837. Las condiciones de ingreso apenas consideraban la necesidad de que los aspirantes sepan leer y escribir; sin embargo, las cualidades morales del candidato eran extremadamente rigurosas.
El 2 de abril de  1869, en la administración de Gabriel García Moreno y la presencia importante de Francisco Javier Salazar, se organiza una  Escuela Militar con el nombre de    Escuela Práctica de Cadetes, y se crea  la Escuela Reglamentaria de Artillería. Su organización y reglamentos están acordes con las necesidades profesionales. En el pensum de estudios asoma la táctica y el conocimiento de armas y tiro. Entre las materias de cultura general se cuentan la gramática, geografía, aritmética, sistema métrico decimal y reglas de urbanidad. Se complementa con el  estudio del  francés, historia universal, lógica y procesos militares. Para los artilleros, como especialidad, se imparte algebra, geometría, trigonometría esférica y cosmografía. La supervisión estaba en manos del general Francisco Javier Salazar y la impartición de clases, en manos de profesores de la Politécnica. La formación académica y militar tenía una duración de cuatro años. La graduación como oficiales obedecía a la rendición de exámenes ante un tribunal conformado por el decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central y rectores de colegios, a más de las autoridades militares.
En lo referente a la Marina Nacional, el Senado y Cámara de Diputados reunidos en Congreso decretan la reapertura de la Escuela Náutica en el año de 1867, en la ciudad de Guayaquil. En pocos meses se clausura. En junio de 1884 el Presidente J.M. Plácido Caamaño vuelve a crear la Escuela Náutica. Su pensum de estudios consideraba: algebra, geometría, trigonometría rectilínea y esférica, cosmografía, elementos de geografía física, artillería naval, ordenanza naval, derecho internacional marítimo, francés e inglés,  pilotaje, hidrografía, elementos de mecánica.
La preocupación de los mandos militares por la educación  llevaba, en algunas ocasiones,  a recomendar al gobierno de turno alternativas que iban más allá de la responsabilidad institucional; así por ejemplo, en 1884 se publicaba un decreto ejecutivo mediante el cual, los oficiales tenían que adquirir los reglamentos de táctica de sus armas, así como los referidos a guerrilla y esgrima de bayoneta. Se disponía que en cada unidad, los oficiales se reúnan diariamente, al menos dos horas y media, al mando del más antiguo, a fin de estudiar el código militar, la táctica del arma, la instrucción teórica de tiro de las armas de precisión, el modo de llevar los libros de mayoría y de compañía. Dentro de la parte académica se disponía una o más lecciones semanales de gramática castellana, ortografía, estilo oficial y geografía del Ecuador, de Colombia y del Perú. Los capitanes tenían la obligación de estudiar la historia de la Gran Colombia y la del Ecuador. Se incluía una hora y media semanal de matemáticas. Las escuelas de formación estaban cerradas.
En agosto de 1888, en el gobierno de Antonio Flores, el Congreso dispone la apertura de un curso de formación de oficiales, mal llamado Colegio Militar y de la Escuela Náutica. Se incluye en el  decreto ejecutivo las materias a dictarse: sistema penal, organización de los juzgados y tribunales militares, juicios militares, ley orgánica, organización y servicio de los estados mayores, táctica superior, guerra de montaña, fortificación de campaña, principios de logística, derecho constitucional, Constitución de la República.
Luis Cordero fue el último de los presidentes, antes de que asuma el mando  Eloy Alfaro, en reorganizar la Escuela Militar, dándole un local propio y más adecuados programas de instrucción y de estudios. Inicia la reorganización basado en el decreto ejecutivo de agosto de 1888; lo inaugura un 12 de octubre, en homenaje al descubrimiento de América, con la participación de las élites política y social de la Capital. El examen de admisión de los aspirantes a cadetes fue presidido por el presidente Cordero, quien en su discurso inaugural dirá: “Vivimos, señores, en una época en que el triunfo marcial no corresponde, como antes, al predominio de la fuerza, no a la magnitud del número. Las últimas campañas de América y Europa nos hacen conocer que ese triunfo es de la ciencia”[2]
Simultáneamente en Guayaquil, a bordo del “Nueve de Julio”, se reabre la Escuela Náutica, con la presencia de Plácido Caamaño, Gobernador de Guayaquil y Reynaldo Flores, Comandante de la guarnición, entre otras autoridades.
El 22 de mayo de 1893, se publica en el Diario Oficial, el reglamento del Colegio Militar; entre sus artículos se incluye el pensum de estudios: religión, moral y urbanidad, gramática y literatura castellanas, francés e ingles, geografía universal y patria, historia patria y elementos de historia universal, dibujo lineal, telegrafía, taquigrafía, matemáticas, legislación militar en todos sus ramos, táctica de las tres armas, instrucción de tiro, servicio de campaña, guerra de montaña, fortificación de campaña, castrametación[3], esgrima, gimnasia, nociones de derecho internacional y de gentes.
Con fecha 18 de septiembre de 1894, el Congreso emite el decreto por el cual se autoriza al Poder Ejecutivo mandar al exterior a cuatro jóvenes ecuatorianos de nacimiento, aptos para la carrera de las armas, y a otros cuatro de la Marina Nacional, a los Colegios Militares de Europa y a la Escuela Naval de cualquier nación extranjera, para que reciba instrucción teórica y práctica lo más completa posible. Entre los requisitos se incluyen: tener de 17 a 21 años de edad, buena salud, bachiller en filosofía o en ciencias, aprobar el examen de matemáticas en la Universidad Central, y en las provincias ante tribunal nombrado por el ejecutivo. El decreto es publicado en el Diario Oficial del 28 de septiembre 1894.
La Escuela Militar y la Escuela Náutica se mantuvieron hasta 1895, en que fueron clausurados por la Revolución Liberal. Hasta ese entonces, la Escuela  Militar había funcionado en forma interrumpida, veintiún años, es decir, un 30% del tiempo de vida de la República. La formación de los oficiales, si bien era una preocupación de los mandos militares de los diferentes gobiernos, no obedecía a una planificación de carácter institucional; era más bien, el traslado de los conocimientos adquiridos por algunos oficiales, en diferentes cursos o visitas realizadas a institutos de formación en el exterior, cuando llegaban a ocupar cargos importantes en el escalafón militar. En estos 21 años, las  materias militares que se habían mantenido en el pensum de estudios eran la táctica, conocimiento de armas, guerra de montaña y la fortificación de campaña[4]. En las materias complementarias, siempre se mantuvo el estudio de la historia y geografía del país y de los vecinos. No faltaron, de acuerdo a los documentos de la época, la inclusión de materias que buscaban adaptar la formación militar a las necesidades que muy a menudo surgían por la presencia de los militares en la administración civil, en la justicia, en el lugar de empleo de las tropas, en el tipo de armamento adquirido, en la edad y grado de conocimiento de los aspirantes a oficiales. Algunos ejemplos: reglas de urbanidad, sistema penal, juzgados y tribunales militares, derecho constitucional, religión, moral, guerra de montaña, derecho internacional, entre otras. De la educación de la tropa no se hace mención en ningún gobierno hasta esa fecha. El estudio del francés posiblemente era por la gran influencia de ese país en el mundo entero, tanto en la formación militar, como en las ciencias y en las artes.
En cuanto a las especialidades existentes a junio de 1895, la Artillería era la mejor dotada en armamento y en personal. Se pone especial énfasis a su formación académica, disponiendo que la enseñanza dure cuatro años y medio, en los cuales se dictaban nueve cursos, uno en cada semestre, contraídos a las materias siguientes: tratado elemental de artillería, gramática castellana, geografía, aritmética, algebra, geometría rectilínea y esférica, geometría practica e industrial, series, geometría analítica de dos y tres dimensiones, geometría descriptiva con aplicación al corte de madera y piedras, elementos de cálculo diferencial e integral, estática, dinámica, principios de hidrostática e hidrodinámica, elementos de química aplicada a la artillería, mecánica aplicada, traducción del francés, inglés y alemán, sombras y perspectiva lineal, artillería, fortificación permanente y de campaña, elementos de esgrima y de literatura. El currículo  es muy similar al que en 1936 regiría para la Escuela de Artillería e Ingeniería, al momento de su fusión con la Escuela de Oficiales Ingenieros. La malla curricular es digna de un tercer nivel de educación superior, pero innecesario para la conducción del tiro de Artillería.
En lo que corresponde a la formación de los oficiales de la Armada nacional, ningún establecimiento de educación militar habrá de atravesar jamás por clausuras y reaperturas tan sucesivas; se llamó escuela náutica, otras veces escuela naval, curso extraordinario de aspirantes marinos, escuela de especialistas en minas y torpedos; otras en fin, curso de cadetes ingenieros navales, hasta la última clausura del 23 de noviembre de 1916, cuando se llamaba Escuela de Ingenieros de la Armada, antes de que se establezca de forma definitiva la actual Escuela Naval.
El pasado educativo del Ejército tuvo momentos pequeños de lucidez, por el aporte individual de líderes militares y civiles (Rocafuerte, Urbina, García Moreno, Francisco Salazar) que al no tener  el aporte colectivo, no pudieron alcanzar los objetivos que se propusieron. Estos aportes ubicados en el escenario histórico se enfrentaron a las relaciones de poder y a las luchas ideológicas que llevaron al Ejército a su periódico empleo en el ámbito nacional.
Así llegaba la educación militar en los albores de la Revolución liberal, con enormes dudas respecto de su organización y de sus objetivos como Institución; la mayor parte del tiempo, el Ejército había permanecido en campaña, apagando los incendios causados por los políticos de turno, unas veces como “constitucionalistas”, otras como “regeneradores” en los campos de batalla. Desde Junio del 95 los centros de formación de oficiales estaban cerrados, tanto profesores como alumnos compartían las tiendas de campaña, en la lucha por consolidar la revolución de Alfaro. La plana mayor del alto mando liberal fue nombrada en 1897 y publicada en el Registro Oficial No 441 de 19 de julio, en reconocimiento a su actuación en la revolución; casi en su totalidad, no eran oficiales de carrera: Morales, Franco, Arellano, Plaza, Moncayo, como generales; Medardo Alfaro, Centeno, García, Mancheno, Zabando, Venegas, como coroneles, y un capitán de navío Andrés Marín García. De los contingentes de indígenas serranos que se unieron a las tropas alfaristas, como informantes, algunos de sus cabecillas obtuvieron grados  militares. Alejo Saes fue general, Manuel Guamán y Juan Morocho fueron coroneles.
Casi en seguida se ascendieron a otros militares tanto efectivos como graduados. Una gran cantidad de militares fueron asignados con el pase a funciones de administración pública, tanto en el país como en el exterior. En 1898 eran 64, en 1910 fueron 474. Los intereses del Ejército alfarista estaban orientados a la toma del poder político y económico, de allí que, al ocupar estos espacios administrativos, se alejaron de los cuarteles.
Quienes asumieron el mando de la Institución Militar no estuvieron a la altura del proceso revolucionario, al menos en el campo de la educación militar, que les lleve a romper los paradigmas existentes en sus miembros, expresados en la ruptura de los valores y compromisos que se venían arrastrando desde la fundación de la República, asunto que si sucedió con otros campos como la cultura, el arte, la ciencia.
LA INFUENCIA CHILENA EN  LA EDUCACION MILITAR
A pesar de que Chile no consta entre los países a los cuales llegó Alfaro después de sus derrotas, sus contactos desde la Presidencia de la República, aún cuando en su primera administración pasó el mayor tiempo fuera de la sede del Gobierno, le deben haber permitido buenos contactos con el  Gobierno de la Estrella Solitaria; a más de ello, su natural inclinación a la lectura, especialmente sobre el arte de la guerra, le habría acercado a la doctrina militar alemana y a su influencia en el Ejército de Chile.
En el ámbito sud americano, varios países estaban empeñados en la profesionalización de sus Fuerzas Armadas, para lo cual, hicieron contacto con los gobiernos europeos inicialmente,  y posteriormente con los Estados Unidos, para conseguir asesoría a través de misiones militares. La profesionalización de la carrera militar en Europa en el siglo XIX estaba liderada por Francia y Alemania, de allí que algunos países de la región optaron por la primera de las nombradas, que además lideraba otras ramas del conocimiento humano tales como las ciencias, el arte, la literatura y la moda, entre otras. Esta influencia francesa se mantuvo con mucha fuerza incluso después de su derrota en la guerra Franco-Prusiana en 1870.
En el caso de Chile, el modelo francés se mantuvo hasta el final de la guerra del Pacifico, sus resultados fueron satisfactorios en tanto en cuanto culminó con la ocupación de Lima y la firma del tratado correspondiente; sin embargo, en la evaluación realizada después de las operaciones, el mando militar concluyó que el conflicto dejó a la vista muchas deficiencias en la organización militar chilena, y optó por la contratación de instructores militares alemanes y el envío de oficiales chilenos a Alemania, a partir de 1880.
En el año 1885 con el entonces  Capitán Emilio Körner Henze a la cabeza, el Ejército de Chile recibe a treinta y un oficiales alemanes para que reorganicen el Ejército en su totalidad. Körner ingresó a la Academia de Guerra de Prusia en 1868. Allí tuvo por compañeros de estudio a Von Hindemburg y Meckel, quienes obtuvieron las tres primeras antiguedades de la Academia. Von Hindemburg alcanzó fama mundial, luego de su gran victoria de Tarmeberg (1914) siendo después nombrado Presidente de la República Alemana (1925) y reelegido en 1932. Meckel tuvo a su cargo la organización del Ejército imperial japonés y Körner fue comisionado por el Feld-Mariscal, Helmuth K.B. Conde de Moltke, para realizar importantes estudios en Francia, Italia, España y Rusia. La reputación de Körner fue suficiente para que recibiera la importante misión de reorganizar el Ejército chileno, tanto en materia de estudios como en la instrucción táctica de sus unidades de combate. La táctica se moderniza, se adquiere el material de guerra necesario y se inicia una época de poderosa influencia alemana, cuyas semillas se sienten y perduran hasta la presente fecha en el Ejército chileno.
Emilio Korner y el sargento mayor del Ejército de Chile Jorge Boonen Rivera fueron los encargados de redactar el proyecto para “las reformas que debían introducirse en el plan de estudios de la Escuela Militar y en la organización de un establecimiento de instrucción superior técnica, en el cual jóvenes tenientes y capitanes pudieran ir a completar sus conocimientos técnicos y prepararse para el profesorado en la Escuela Militar y para ser los propagadores de la enseñanza de los reglamentos modernos en sus respectivas armas”.[5]El proyecto serviría como modelo para su implementación por parte de Chile en Ecuador.
Para finales del siglo XIX la influencia de los alemanes en el Ejército chileno era muy notoria, así lo informaba el propio embajador alemán en Santiago, “el Ejército chileno en su organización interna y en su apariencia externa y equipamiento más y más se convierte en la copia en miniatura del Ejército alemán”.[6]
La importancia de la presencia alemana en Chile determina que algunos países sud y centro americanos  miren a este país como el más conveniente por su cercanía, para que sus oficiales sean entrenados en sus centros de formación, o que algunos gobiernos inviten o contraten misiones militares para este fin. Paraguay fue el primer país que envió a sus oficiales a Chile en 1897; El Salvador recibió una misión militar chilena en 1903, Colombia lo hizo en 1905, Venezuela  en 1910. Antes de la Primera Guerra Mundial, se dice que en las capitales de los países latinoamericanos, durante la conmemoración de las fiestas nacionales, las paradas militares ponían en evidencia para los diplomáticos, “en que países trabajaban misiones alemanas, chilenas o francesas”.[7] La influencia militar de Alemania y Chile se reflejaba también en el uso de reglamentos germano-chilenos, en su apariencia exterior, en cuanto a uniformes, en su forma de desfilar en las paradas, en el uso del casco de punta (Pickelhaube) por parte de los instructores.
El general Arancibia en su libro citado, al analizar las razones por las cuales los países miraban con buenos ojos la presencia de Chile nos dice: “El prestigio militar de Chile era increíblemente grande en América Latina. Los países de la región caribeña consideraban al Ejército chileno como modelo por una parte, porque mientras éstos se caracterizaban por su caótica situación política interna, en el lejano país andino las Fuerzas Armadas fueron garantía segura de la estabilidad interna y del orden; y desde el punto de vista de la política externa los soldados chilenos fueron el apoyo de la unánime voluntad de la nación chilena”.
Estas consideraciones llevan al general Arancibia a concluir: “Las repúblicas de América Central y los estados norteños de la América del Sur, tomando el modelo del Ejército chileno esperaron que mediante la profesionalización de sus ejércitos dejarían de ser utilizados en la lucha política de los partidos, y serían un apoyo seguro en la protección de su soberanía nacional contra los Estados Unidos”[8]
Desde otro punto de vista, la presencia chilena en Ecuador y Colombia afianzaba los lazos de amistad entre los dos países y de estos hacia Chile, en consideración a las relaciones siempre tensas con el Perú a raíz de la Guerra del Pacífico.
La participación de los Estados Unidos en la construcción del Canal de Panamá fue otro motivo de preocupación de Chile, especialmente cuando se enteraron de las propuestas recibidas por Ecuador en el año de 1895, con Eloy Alfaro como Jefe Supremo, para la compra del Archipiélago de Colón en cinco millones de libras esterlinas, y una segunda oferta posterior por 300 millones de francos. De estas propuestas Alfaro hizo conocer al Congreso Nacional de 1898 en forma reservada. “Lejos de mi el pensamiento de atribuirme ningún mérito en mi procedimiento, porque simplemente cumplía con mi deber, juzgando que, estando en poder de una poderosa Nación europea aquellas islas, constituía una amenaza para la autonomía de las Repúblicas de la América del Sur en la Costa del Pacífico”.[9] Para los chilenos la oferta venía de los Estados Unidos: “En Chile vieron un peligro especialmente grave en que desde 1903, durante casi una década, los Estados Unidos con diferentes métodos intentaban lograr que Ecuador les vendiera las Islas Galápagos, que según el modelo de la base de Guantánamo en Cuba, pudiera funcionar como vanguardia del Canal interoceánico”.[10] La apreciación estratégica de Chile contenida en un artículo titulado “La defensa nacional del país. Bases de operaciones para la Escuadra” decía: “La apertura del Canal de Panamá producirá una alteración completa en las condiciones estratégicas de nuestro país, por la cual cree que deberíamos entrar en arreglar con alguna nación amiga para obtener un punto de apoyo en el Pacífico equinoccial... Un punto en las Galápagos serviría admirablemente este propósito y nos ayudaría a ser más efectiva nuestra defensa en el Pacífico, aumentando nuestro radio de acción. La importancia comercial de ese puesto sería grande cuando lo hubiéramos convertido en el punto de recalada del tráfico que se hará a través del Istmo hacia la Oceanía. Sería el San Vicente de Cabo  Verde del Pacífico, a poco más de 2000 millas de nuestras minas de carbón."[11]
El análisis de este interesante asunto  concluye de la siguiente manera: “Chile a toda costa quería impedir que Ecuador vendiera las Islas a los Estados Unidos, por eso Santiago mantenía en Ecuador no solamente a una misión militar, sino a una de la Marina también. A base de las actas del "Admiralstab der Marine" se puede seguir muy bien la lucha - aunque formal - entre los Estados Unidos y Ecuador en la cuestión de las Islas. En realidad, detrás de la resistencia de Ecuador contra las aspiraciones de la Casa Blanca estaba La Moneda, y detrás de Chile estaban Alemania y Gran Bretaña”.
“A base de las Actas Galápagos alemanas se puede afirmar que las misiones militares y navales chilenas en Ecuador jugaban un papel clave en que la US Navy no pudiera apoderarse del Archipiélago. La misma Alemania también mostraba gran interés por las islas, estratégicamente tan importantes, pero no podía pensar en obtenerlas. Por eso apoyaba la intención chilena de establecer una base naval de guerra en las islas y mantener las misiones militares chilenas en Quito. Por parte alemana las Islas Galápagos fueron consideradas como una vanguardia y rompeolas -Wellenbecher- contra la rápida crecida de la influencia norteamericana”.[12]
Pero no era solamente la influencia de Chile en los países de la región; existía una política exterior alemana orientada a defender los intereses económicos de su país, en el campo de la defensa, evitando a todo trance que Francia pueda entrar en Ecuador, y asegurar para la industria alemana los pedidos de armamento que necesariamente tenía que realizar nuestro país, ante la arremetida permanente de los peruanos en la conflictiva frontera ecuatoriana-peruana. Es interesante transcribir parte de la correspondencia que mantiene el Cónsul alemán en Quito hacia Berlín. “En círculos profesionales de aquí se mantiene unánime la opinión según la cual franceses - como instructores del Ejército ecuatoriano - están fuera de cuestión por el antagonismo entre Ecuador y el Perú, el cual, como se sabe, ya hace bastante tiempo (desde 1896 - F.F.) trabaja con oficiales franceses. La invitación de oficiales chilenos tampoco tiene que suscitar inquietud en cuanto a los pedidos para armamento. En la compra de nuevos equipos de guerra naturalmente ellos serán los consejeros adecuados del Gobierno ecuatoriano, por cuanto Chile en el caso de una guerra contra el antiguo enemigo (Erbfeind) común para los dos, está interesado en que las armas y munición de las tropas ecuatorianas se ajusten a las chilenas no solamente en su calidad, sino también se amolden al uniforme armamento del Ejército chileno; como resultado de eso (Chile), con disimulo influirá en la concesión de los pedidos de Ecuador. Como el señor Eastman me aseguró de manera «estrictamente confidencial» (streng vertraulich), los oficiales de la Marina chilena, que actualmente hacen el servicio en Ecuador, de antemano siempre se informan en Santiago si deben hacer determinadas proposiciones al Gobierno ecuatoriano. Pues, como nuestra Misión Militar en Chile se preocupa de que haya un pedido de armamento alemán, así, por las razones arriba mencionadas los oficiales chilenos también intentan obtener armas alemanas. En la actual constelación política de la costa occidental con toda seguridad se puede afirmar que el débil (schwache) Ecuador pretende apoyarse en el más fuerte (stärkere) Chile: mientras Chile nos compre armas, presumiblemente Ecuador seguirá siendo nuestro comprador también. En esas condiciones, es decir, mientras el trabajo eficaz de los instructores alemanes aquí tenga perspectivas desfavorables, no tenemos ningún motivo para lamentar la planeada invitación de oficiales chilenos."[13]
Estos antecedentes y el análisis  de carácter político-estratégico que deben haber sido discutidos en los más altos estamentos del Gobierno nacional, lleva a Alfaro, en su deseo de reorganizar el Ejército, a la suscripción de un contrato de Arrendamiento de Servicios firmado el 2 de septiembre de 1899 (antes de que se emita el decreto de creación del Colegio Militar)  en Santiago de Chile, entre el sargento mayor del ejército de Chile, D. Luis Cabrera y el Cónsul de Ecuador D. Roberto Schumacher para ejercer el cargo de instructor en el Colegio Militar.[14] La presencia de Cabrera se  materializa  pocos días antes de que se publique el  decreto de creación.
Se hacen efectivas nuevas contrataciones de oficiales chilenos, ha  pedido del sargento mayor Luis Cabrera, en las personas del capitán Ernesto Medina y tenientes Luis Bravo y Julio Franzani, con fecha 10 y 28 de septiembre de 1901 respectivamente. Al respecto, el sargento mayor Cabrera, cuando remite el proyecto de Ley Orgánica Militar al ministro de Guerra y Marina dice: “Este trabajo pudo haber sido entregado a US, en época anterior; pero juzgué oportuno retardar su entrega hasta no recibir el concurso de los S.S. oficiales del Ejército de Chile, capitán Dn Ernesto Medina F y tenientes  Dn. Luis Bravo y Dn. Julio Franzani, que debían traerme, como era natural, las justas observaciones resultantes de la experiencia adquirida por mi país en el último bienio”[15]
Mediante Acuerdo firmado por el Presidente de la República se les da de alta en la Escuela de Clases, como instructores militares y de conformidad con las respectivas contratas celebradas.[16] De esta manera se conforma la Misión Militar chilena, la misma que tendrá bajo su responsabilidad la reorganización prevista por Alfaro para el Ejército y la Armada, a través de la Ley Orgánica Militar.
El 27 de junio de 1902, el sargento mayor Luis Cabrera,  como Presidente de la Misión Militar contratada por Eloy Alfaro, remite al Sr. Ministro de Guerra y Marina, general Flavio E. Alfaro, el proyecto de Ley Orgánica Militar que “abarca todos los ramos en que se funda la administración y el mando del ejército; y, llevado a la práctica revolucionará de un modo absoluto la institución militar ecuatoriana.”[17]
En lo que corresponde a la educación militar, el proyecto de Ley considera fundamentales para el Ejército, respecto a la preparación técnica y práctica que la institución debe proporcionar al personal: la Academia de Guerra, la Escuela Militar y la Escuela de Clases.
“El ejercicio práctico de la conducción de tropas es el arte de la guerra: el estudio teórico de esa conducción, deducida de la experiencia histórica, de la lógica y de los ramos auxiliares, es la ciencia de la guerra. A la enseñanza de esta ciencia está consagrado el instituto que llamamos Academia de Guerra.[18] Su creación reviste un carácter de urgente para los oficiales chilenos, “si se quiere iniciar de una vez la grande obra de preparar el cuerpo de oficiales para las tareas superiores de la conducción de tropas”. Pone especial énfasis en la enseñanza de la táctica aplicada: “El estudio de la táctica es para el oficial lo que el estudio del dogma para el sacerdote, de los códigos para el abogado, de la anatomía para el médico, de la ciencia del número para el ingeniero”[19]. Destaca con especial importancia la presencia de una cátedra denominada historia militar, a la cual le califica como “fuente única de que se deriva el concepto estratégico, o en otros términos, la sola base sobre la cual se puede edificar el aprendizaje de la conducción estratégica de las tropas”.[20] En cuanto a los “juegos de guerra” que los considera indispensables dice: “ se aprende a dirigir sobre la carta militar, grandemente ampliada, no solo las unidades inferiores de tropas, sino que también las superiores dentro y fuera del campo de combate. Acostumbra al oficial a las difíciles tareas de la concepción y ordenación militares”.[21]
Para complementar la formación de los oficiales en la Academia de Guerra, se añaden otras materias; entre ellas:  el estudio de la geografía militar como una herramienta que permita conocer  suficientemente el terreno propio y el de los posibles enemigos; la fortificación pasajera, provisoria y permanente para aprender a usar los medios que puedan trasformar el terreno en beneficio de las operaciones; y, la balística para conocer las armas en cuanto tiene relación con sus propiedades y el modo de aprovecharlas y comprobarlas.
En lo relacionado a cultura general, se propone el estudio de derecho público e internacional, la historia universal, las matemáticas en cuanto se relacione con la topografía aplicada a levantamientos de aplicación militar. Finalmente se propone el estudio del francés y el alemán para que los oficiales tengan la posibilidad de leer las obras clásicas militares, a más de que la influencia doctrinaria en la formación militar provenía de estas dos naciones. Propone finalmente,  que a los  cursos de este Instituto asistan desde capitanes a tenientes coroneles, con una duración de dos años, divididos en dos cursos.
En lo referente a la Escuela Militar, el proyecto lo analiza sobre el hecho cierto de que ya existe en la práctica; por ello, dice: “El Curso General de la Escuela forma oficiales de infantería; pero, consagra poca atención a la formación de oficiales  para las otras armas, por ello la necesidad de implementar los Cursos Especiales”.[22] Considera importante tomar en cuenta  la necesidad de observar la validez universal de los exámenes rendidos en la Escuela Militar, para el efecto de optar a títulos profesionales civiles, aspecto éste que hasta hace poquísimos años e incluso hasta ahora, respetando las diferencias de época, sigue siendo un problema a resolverse al interior del Ejército. “…es necesario que los estudios hechos en la Escuela Militar den opción no solo al título de subtenientes, sino también al título universitario, previa la prueba final del caso y como justa recompensa a una sólida instrucción, superior con mucho, a la que proporcionan los otros colegios civiles del estado”.[23]
En cuanto a la Escuela de Clases  destinada  a formar a los cabos y sargentos, y que al momento de presentarse el proyecto de ley, ya se encontraba en funcionamiento, dirigida además por los propios mentores del proyecto, decía: “Todo el sistema de instrucción individual, base única de la instrucción del recluta, descansa en la acción directiva de los clases[24]. Sin lugar a dudas, la visión era muy clara sobre la organización del pilar fundamental de un Ejército, la educación del personal de tropa. “Resulta así, que la instrucción toda del Ejército depende del alcance que haya tenido la preparación individual; y, como de lograr ésta se encuentran encargados los sargentos y cabos, se desprende, por si misma, la importancia de la misión de estos actores durante las labores de la paz”[25]
Al analizar la importancia de los Clases en la guerra, los autores afirman: “Todo el orden moderno de combate, sintetizado en el vocablo orden disperso, está fundado en la conducción del fuego de infantería, esto es, en la conducción de las líneas de tiradores, sin que por esto se deje de tener decisiva influencia la acción de las otras armas y particularmente de la artillería. Pues bien, la conducción de las líneas de tiradores será imposible, absolutamente imposible, si no impera permanente y enérgicamente  la acción de los Clases sobre la pequeña escuadra o sección que le corresponda mandar.”[26] Otros interesantes conceptos son esgrimidos para resaltar la importancia en la formación de la tropa. “Puede establecerse, sin incurrir en error, que de la energía, oportunidad y obediencia de los comandantes de escuadra depende en grandísima parte el avance acertado, oportuno y resuelto de las líneas de infantería, en el campo de combate”.[27] Recomiendan  que en su organización se consulte la imperiosa necesidad de formar clases para las cuatro armas, para lo cual, la base del Instituto la formen los cuadros de una compañía de infantería, un escuadrón de caballería, una batería de artillería y una compañía de ingenieros.
Culmina el capítulo VI del proyecto de  ley pidiendo la conformación de cursos especiales, a la enseñanza especial de tiro, de esgrima, de equitación, de veterinaria, de cirugía de guerra, de ingeniería militar, los mismos que no siendo urgentes, pueda la ley autorizar al Presidente de la República  implementarlos de acuerdo a las circunstancias.
Dentro de la organización del Ejército, capítulo VII, Administración y Mando del Ejército, se incluye  en su párrafo 5to la creación de la Dirección de Instrucción, con el propósito de que los establecimientos de enseñanza militar obren bajo la acción superior de un Jefe, que sea responsable del manejo de la enseñanza, fiscalice los sistemas que en ella se emplea, controle la administración interna  de esos establecimientos, se constituya en órgano de consulta de los directores de los Institutos, y sirva como delegado ante la autoridad superior del Ejército, para el ejercicio del mando y de la administración.
Al término de la presentación del proyecto, con mucha razón, el sargento mayor Luis Cabrera tiene entre otras las siguientes conclusiones sobre cómo se encuentra a esa fecha el ejército ecuatoriano:
“No hay disciplina, no hay satisfacción en la tropa, por ende, no puede haber independencia, aprecio, posesión del valor propio en los oficiales; no hay prestigio en los que mandan; no hay nada de lo que caracteriza el indomable orgullo militar, cuando los cuarteles no ofrecen una cama y una mesa al soldado, un cuarto independiente, un comedor, un salón a los oficiales. La comunidad de vida entre oficiales y soldados ¡Que digo!, entre clases y soldados, produce fatalmente una relajación monstruosa de la disciplina.”[28] La observación  tiene que ver con el momento en que se realiza el estudio para la organización del Ejército, la misma que va desde 1899, año de llegada del oficial chileno, hasta 1902, fecha de presentación del proyecto, periodo durante el cual, el Ejército se encuentra en campaña, no hay una escuela de formación en funcionamiento, una gran parte de los oficiales y tropa fueron  de las montoneras, y los mandos se concedieron como premio al comportamiento de los oficiales en la consolidación de la  Revolución liberal.
Tal como sucedió con los instructores alemanes en Chile, los oficiales chilenos en los diferentes países a los cuales llegaron (Ecuador, Colombia, Venezuela, El Salvador, Nicaragua) concentraron sus esfuerzos en la formación de los oficiales y suboficiales, ya a través de la modernización de la respectiva escuela, ya mediante la creación de cursos de estado mayor. Al mismo tiempo que elaboraban los textos y reglamentos necesarios, tomando como modelo los usados en Chile. En el caso ecuatoriano, la llegada del sargento mayor Luis Cabrera da lugar a la creación de los principales centros educativos a los cuales me he referido.
Luego de tres años (11 diciembre 1905) de haber permanecido en el Congreso, el Poder Legislativo decreta la Ley Orgánica Militar. No hay mayores variaciones respecto del proyecto remitido en junio de 1902.
La realidad de la Institución Armada desde esa época hasta 1941 y posteriormente a 1981 en que se fracasó en la conducción de las operaciones y en la organización misma de las Fuerzas Armadas, me lleva a concluir que no fuimos capaces de entender y poner en práctica oportunamente los lineamientos generales, no solo de la educación, sino también de la organización del Ejercito, lo cual nos llevó, dirigidos por políticos que tampoco entendieron a la organización militar, a descalabros como los citados.
Llama la atención el análisis que realizan algunos escritores militares sobre la presencia en el país de las Misiones Militares, tanto la chilena como la italiana, queriendo encontrar en ellas la causa inicial del desastre  en las operaciones militares.
La Misión Militar chilena, como se puede deducir de un análisis serio de la Ley Orgánica Militar de 1902, vino al país a organizar las Fuerzas Armadas, en todos los órdenes, definiendo inicialmente cuales son los elementos que lo constituyen y las grandes divisiones que lo caracterizan. Establece con claridad la jerarquía militar y la forma en que deben ser alcanzadas cada una de ellas, en base a disposiciones que privilegian la preparación para el desempeño del empleo inmediatamente superior. La División Territorial en Zonas Militares, que prevalecen hasta el día de hoy, concebidas en términos de descentralización que permita conocer y estudiar el territorio nacional en tiempos de paz, para los imprevistos de la guerra, y les capaciten a sus jefes a mandar las unidades combinadas. A esa época, el estudio del territorio nacional determinaba el resguardo de tres fronteras importantes: la norte, la sur y la occidental; es decir, aquellas que eran accesibles al enemigo, por ello no asoma una cuarta que relacione la seguridad de la región amazónica, la misma que hoy aún sigue siendo difícil de ser atacada por fuerzas enemigas; entonces, no hay razón para denostar contra los chilenos por no habernos enseñado a combatir en selva. Se quiere culpar del fracaso de las fuerzas gubernamentales en el gobierno de Leónidas Plaza que fueron derrotadas por los liberales de Concha, por el hecho de no haberlas entrenado los chilenos en este tipo de combate. Más aún, si las Fuerzas Armadas de Alfaro estaban constituidas por los montoneros, hombres de machete y duchos en el movimiento por zonas montañosas, no había razón para que fracasen en Manabí y en Esmeraldas.
“La campaña de Esmeraldas significó un terrible desangre para el país […] pero en cambio resultó ser un fabuloso negocio financiero para la  nueva oligarquía en el poder […], otorgándole préstamos al gobierno para sostener esa campaña militar”[29]
La poca o ninguna importancia que las élites políticas supieron dar a la región oriental hasta muy avanzado el siglo XX, fue determinante para que los mandos militares tampoco se preocupen de tan importante aspecto de Seguridad Nacional.
En la organización del Ejército impulsaron la conformación de las unidades con cuatro compañías, baterías o regimientos, según el arma, doctrina que por razones más económicas que profesionales fue dejada de lado por algunas ocasiones. Se crea el Arma de Ingenieros, su presencia es “de tal importancia que sin ellos, francamente, no es comprensible como pudieran ejecutarse operaciones militares con tropas regulares y contra fuerzas enemigas más o menos bien organizadas.”[30] La campaña del Cenepa lo demostró a la saciedad. Se propone la creación de los Servicios: Intendencia, Justicia, Sanidad y Religioso que persisten hasta el día de hoy, pero que en su implementación han tenido graves problemas organizativos. No fuimos capaces de crear, mantener y organizar adecuadamente las maestranzas, fábricas y talleres propuestos en el proyecto, que nos hubieran permitido conservar adecuadamente el armamento y fabricado munición, para no pasar apuros como los registrados en las diferentes confrontaciones con el Perú, incluido el Cenepa. Recién en 1972 con la creación de Dine, a pesar de la resistencia de muchos  militares, se logró de alguna manera impulsar las fábricas y maestranzas que este proyecto pretendía impulsarlos. La propuesta de que el Ejército se encargue de la provisión del rancho, como parte del servicio de intendencia, fue posiblemente un hecho innovador en beneficio del soldado.
No es muy clara la razón por la cual Alfaro se enemistó con el Jefe de la Misión Militar; posiblemente la influencia de Roberto Andrade pesó en esta decisión. Plaza había estrechado lazos de amistad con los oficiales chilenos residentes en Quito, a través del Plenipotenciario chileno Galo Irrazabal Zañartu, su amigo, quien falleció estando en funciones. Especial acercamiento había con Luis Cabrera, Director de la Escuela de Clases; por su parte, el general Plaza (despectivamente llamado Placita por Alfaro) fue duramente criticado por Andrade a lo largo de su vida política, y por su participación en el asesinato de Alfaro y sus generales. Parece ser que algunos incidentes se dieron entre el general Andrade y el Subdirector del Colegio Militar, el capitán chileno Ernesto Medina, por efecto de un castigo impuesto a su hijo cadete, lo que produjo un cruce de palabras que terminó con el capitán en el suelo; y, otro incidente entre este mismo oficial y el Subsecretario de Guerra, coronel Andrade que culminó con un duelo a sable. Ambos hermanos de Roberto, acusaban a los chilenos de desacreditar ante los oficiales ecuatorianos  las actuaciones de generales y coroneles del Ejército, por ser menos instruidos en la profesión militar que los chilenos. Recordemos que la mayor parte de los mandos del Ejército estaba en manos de oficiales que no eran de carrera, y que su conocimiento del arte militar dejaba mucho que desear. De Cabrera dice Roberto Andrade: “pertenecía a la hez del pueblo, a los que propiamente llaman rotos en Santiago, según me informaron en aquella capital; y en Quito vino a casarse con una dama aristocrática, gracias probablemente al mutuo auxilio a que, con juramento, se habían comprometido aquellos dos aventureros, pues Plaza obtuvo esposa en la misma clase social. Plaza convirtió a Cabrera en su Irrisari”[31] Cabrera-según el autor- escribió dos ampulosas biografías aparecidas en Santiago, la una en 1904 con hipérboles increíbles a favor de Plaza, y la segunda en defensa de Plaza ante los acontecimientos de Enero de 1912, a través de un libro denominado “Sangre ¿Quién la derramó¨? Posiblemente hubo conflictos entre oficiales chilenos y los Andrade, seguramente el cargo que ostentaban ambos, podían haber generado tensiones de mando y obediencia. De allí a tratar a los chilenos, en la forma que lo hace, parece ser  el producto de su odio visceral a Plaza. Los chilenos definitivamente estaban mejor preparados que los oficiales ecuatorianos, su falta de formación era real, habían pasado en guerras internas y procedían de una montonera muy valiente, pero poca conocedora del arte de la guerra; la conformaban varias facciones sociales que lograron agrupar a campesinos, artesanos, conciertos, montubios, militares dados de baja por razones políticas o profesionales, intelectuales radicales, entre otros.
La Ley Orgánica Militar es un trabajo que contiene aspectos importantes de formación académica y de organización de un Ejército, y muchas de sus normas y procedimientos superviven hasta la presente fecha.
En cuanto a la administración del Ejército se propone la creación del Estado Mayor General, como cabeza directiva de la Institución. El análisis de la política nacional daba suficientes argumentos para esta creación, a fin de impedir que la Institución dependa exclusivamente de la voluntad política del mandatario de turno. A más de ello, este organismo pasaría a ser el ente fiscalizador de todas las actividades de carácter administrativo y operativo de la fuerza. Otros aspectos de fundamental importancia que trata este proyecto se relacionan con los ascensos, el retiro, sueldos, gratificaciones, la movilización y concentración de fuerzas, reglamentos para las diferentes armas, etc. Su análisis llevaría mucho espacio, que no es precisamente el tema de este trabajo.
Darle meritos a la Misión Militar chilena únicamente por haber inculcado valores en el soldado ecuatoriano, significa que no se leyó o no se  entendió el contenido del proyecto de Ley Orgánica Militar. Cierto es que ésta Misión, a más de organizar adecuadamente la Institución Militar, especialmente el Ejército, inculcó una formación de orden prusiano, entendido como el de un Ejército nacional, presto a sacrificarse por su patria, obediente a la autoridad y con altos valores de honor, lealtad y espíritu de cuerpo, lo cual, ventajosamente, se ha mantenido a través del tiempo.
Respecto de la Misión Militar italiana, sería motivo de un análisis posiblemente más largo que el necesario para la Misión chilena, para llegar a valorar su presencia en el país y desvirtuar conceptos que buscan minimizar su trabajo, al afirmar que con ellos “solo se aprendió a redactar ordenes de operaciones, el empleo de las armas automáticas, historia militar europea, organización, estrategia, logística, táctica y fortificación.”[32]. Se insiste en que tampoco los italianos  nos enseñaron a combatir en selva. Yo diría que esta Misión Militar se caracterizó especialmente por la impartición de instrucción técnica en las diferentes armas del ejército, a más de ser los creadores de la  Escuela de Oficiales Ingenieros, hoy Escuela Politécnica del Ejército, del Servicio Geográfico Militar, hoy Instituto Geográfico Militar, verdaderos hitos en la educación técnica del país y en la cartografía nacional respectivamente.
El Jefe de la Misión Militar chilena vuelve al país en diciembre de 1911 bajo un nuevo contrato como instructor en los planteles militares y en los trabajos de organización e instrucción del Ejército, con una duración forzosa de dos años y luego como indefinida.[33] Respecto a este contrato, existieron terceros que estaban preocupados, puesto que había la posibilidad de que una Misión Militar alemana llegue al país. “Pero Alemania no se afligió por el hecho de que en 1911 (y después en 1913, cuando otra vez surgió el plan) no logró atraer a Ecuador bajo su directa influencia militar, porque con el papel de sustituto de Chile, mejor dicho, con la nueva contratación del mayor Cabrera en diciembre de 1911, que entre 1901-1905 ya había trabajado en Ecuador, vio asegurado allí no solamente los intereses chilenos, sino los alemanes también."[34] A raíz de este contrato, Luis Cabrera llegaría a ser  nombrado Jefe del Estado Mayor General del Ejército, en forme interina.

LA EDUCACION  MILITAR  DURANTE LA  REVOLUCION LIBERAL
Los últimos años del siglo XIX, en los cuales se incluye la Revolución liberal, y los comienzos del nuevo siglo, fueron en el mundo y también en el Ecuador, de intensa renovación ideológica y de consolidación de un pensamiento social revolucionario. De otro lado, en este mismo periodo, el auge del cacao había transformado la actividad comercial en el país.
Tendrían que ser los años ochenta del siglo decimonónico los que permitirían vislumbrar que un fenómeno comercial de grandes proporciones modificaría intensamente la historia económica del Ecuador desde 1880 hasta 1920. A pesar de que el ciclo de crecimiento cacaotero abarcó más de un siglo, el auge agroexportador del último cuarto de siglo modificó profundamente la economía regional de la Costa centro-Sur del Ecuador, la conformación urbano- comercial de Guayaquil y propició la reactivación productiva de la Sierra centro y norte mediante la construcción del ferrocarril.[35]
El escenario social estaba convulsionado con el odioso asunto del buque Esmeralda, y la pugna de poder, especialmente entre la Sierra y la Costa había alcanzado niveles de alta efervescencia.
“Convivían contradictoriamente dos realidades históricas contrapuestas: por un lado, una vieja sociedad aristocrática-terrateniente heredera del modo de producción y las formas de vida coloniales, asentada sobre la explotación de grandes masas de campesinos y esencialmente rural, y, por otro, una naciente sociedad burguesa, fundamentalmente urbana y constituida por estratos comerciales, bancarios e industriales”[36]
En este estado de cosas, el movimiento revolucionario de Alfaro, al frente de las montoneras se tiene que enfrentar a un Ejército constitucionalista, de corte conservador, hecho a imagen y semejanza del general Francisco Javier Salazar, fallecido pocos años antes, y empeñado en cambiar la doctrina militar española por la alemana, especialmente en el empleo de la Caballería. La educación militar, salvo poquísimas intervenciones había sido tratada con  la indiferencia propia de la política y de la ignorancia.
“Con la más absoluta indiferencia, a pesar de tal o cual alusión legislativa, que no ley o decreto en forma, fue tratada la educación del soldado hasta 1869. El 2 de abril de este año, levantado García Moreno a Jefe Supremo, después de derribado el presidente Espinosa, expidió un decreto en que fundaba una escuela de cadetes, poca cosa, en hecho de verdad, respecto de la importancia de la educación del soldado”.[37]
A partir de junio de 1895 los esfuerzos por reorganizar el Ejército se ven frenados ante la arremetida del Clero y de los conservadores para evitar que la Revolución liberal se consolide. El Ejército es declarado en campaña y así permanece prácticamente hasta cuando culmina el primer mandato de Eloy Alfaro. La Escuela Militar, único establecimiento educativo que venía funcionando  durante la permanencia de Luis Cordero en la Presidencia de la República es cerrado por la fuerza de las circunstancias. No existen actividades que tengan que ver con la educación militar; al menos, no se reflejan en los documentos oficiales, durante lo que resta del año 95, todo el año 96 y parte del año de 1897.
El 1 de septiembre de este año se establece mediante decreto ejecutivo, escuelas primarias en todos los cuerpos militares, para impartir enseñanza básica a los militares.[38]  En el mes de mayo de 1898, ante la falta de un Colegio Militar debidamente organizado, mediante decreto ejecutivo se establecen en Quito y Guayaquil, conferencias militares para la oficialidad que hace la campaña en dichas plazas. Se dispone además, que los jefes del Ejército en servicio activo, dicten  las materias correspondientes a la enseñanza militar, y un tercero quien puede no tener grado alguno en la milicia, se contraerá a las materias civiles accesorias.[39]  
Al finalizar 1898 se buscan alternativas orientadas a mejorar la formación militar; una de ellas, educar a los futuros oficiales en Escuelas Militares del exterior, escogiéndose a Chile por sus antecedentes.[40] Los becarios, de acuerdo a lo publicado en el año 1901 eran: José Ricardo Garzón, Leonardo Sánchez, Manuel Julio Silva y Luis Yacila. También viaja en este año el Sr. Ramón Mejía.[41] Estos nombres se constituyen en el primer paso que da la revolución en su acercamiento a Chile, durante la primera administración de Alfaro, a pesar de que se materializa durante el mandato de Plaza.
El 11 de diciembre de 1899 se emite el decreto por el cual se establece el Colegio Militar; es decir, más de cuatro años permaneció cerrada la institución educativa.[42]
“Llegó el 11 de diciembre de 1899. El Presidente era Alfaro, varón digno y de eficacia. Por atender a la pacificación de la República, y a reformas que consideraba más urgentes, no se dedicó, sino a los cuatro años de su triunfo, a la fundación de Escuelas Militares. Como Presidente Constitucional fundó un Colegio Militar, para todos los oficiales del Ejército. Un mes después decretó la fundación de una Academia de Guerra, para los dichos oficiales; y al día siguiente fundó una Escuela de Clases, para la instrucción de sargentos y cabos. Consiguió formar en la Escuela Militar 150 oficiales, y 300 entre sargentos y cabos, en la Escuela de Clases. A los Colegios Militares extranjeros se envió también cierto número de jóvenes, entre ellos, a dos de sus hijos.” [43] En realidad, no se puede hablar de una fundación del Colegio Militar, se trata más bien, de una reapertura de dicho Instituto bajo una óptica diferente en la formación de sus alumnos.
A inicios del año 1900, el Gobierno nacional establece en la capital de la República un Instituto militar que lo denomina como “Academia de Guerra”. En los considerandos del decreto establece la necesidad de este Instituto técnico militar, destinado a la instrucción de los oficiales del Ejército, relativamente a los conocimientos superiores del arte de la guerra, como complementario de las asignaturas del Colegio Militar.[44] Se convoca a un curso extraordinario con una duración de tres semestres, con la asistencia de oficiales en el grado de subtenientes a tenientes coroneles inclusive, en un número de veinte y cinco. Las materias de enseñanza: táctica, historia militar, fortificación, geografía militar del Ecuador y naciones fronterizas, historia y geografía general de América, balística, levantamientos rápidos y cartas militares, higiene, táctica y servicio de estado mayor, derecho público, estudio práctico de las fronteras ecuatorianas y ejercicios de campaña. Posiblemente la incorporación de oficiales hasta el grado de tenientes coroneles determinó que el pensum de estudios sea casi el mismo que el destinado a la formación de oficiales en el Colegio Militar, debido a que muchos de ellos no habían asistido al Instituto de formación de oficiales, sino incorporados como premio a su participación en las campañas revolucionarias de Alfaro.
Inmediatamente, esto es, en febrero de este año se decreta la creación, en la capital de la República, de una Escuela de Clases, destinada a la instrucción de cabos y sargentos[45]. Se dispone que cada curso escolar dure seis meses y asistan ochenta y cuatro alumnos: veinte y tres de artillería y sesenta y uno de infantería, elegidos por los comandantes de armas. El alumno que hubiere merecido votación de buen aprovechamiento, podrá a juicio del Ejecutivo, ingresar en el Colegio Militar, con el objeto de obtener la instrucción y el grado de oficial del Ejército. Para esta creación, al igual que la Academia de Guerra e inclusive para la reapertura del Colegio Militar se nota la presencia del sargento mayor Luis Cabrera, contratado por el Gobierno nacional en la República de Chile, conforme lo descrito en la parte que corresponde a la Misión Militar chilena.
El 13 de junio de 1900, a los seis meses de su creación, se publica en el Diario Oficial, el decreto mediante el cual se establece el Reglamento Interno del Colegio Militar[46]. En los aspectos importantes se destaca el enunciado de su misión: “instruir y educar, a fin de que los alumnos obtengan las bases suficientes  para cursar con provecho los estudios técnicos superiores en la Academia de Guerra”. Entre los requisitos de admisión constan el de tener no menos de trece años de edad y no más de dieciocho, con la excepción de que los hijos de los jefes podían  ser admitidos a los doce; rendir un examen sobre escritura, lectura, nociones de geografía, gramática y aritmética, hasta las cuatro operaciones, para ingresar al primer semestre del curso general, y haber rendido todos los exámenes correspondientes al bachillerato en Filosofía, para incorporarse al curso especial. La diferencia entre 12 y 18 años de edad debe haber sido muy complejo manejar en un internado, como era el Colegio Militar; sin embargo, era una edad muy fértil para cimentar la profesión militar.
Divide los estudios en un Curso General, con una duración de  ocho semestres, y un Curso Especial con seis semestres. Nada menos que siete años.  Esta disposición implica que en el Curso General se formaban los alumnos que pasaban al tercer curso de bachillerato, que obtenían el título de bachiller y que pasaban al Curso Especial por tres años más, previo a su graduación de subtenientes. Las materias contempladas  en el Curso General son : Lenguaje con gramática y composición, matemáticas, geografía, historia universal, higiene, dibujo lineal, francés, ingles, historia natural, literatura e historia literaria, historia y geografía de América, física, química, historia y geografía del Ecuador, geografía física, cosmografía, con un carga horaria de cuarenta horas semanales distribuidas entre materias de formación académica y ejercicios militares. En estos, el programa de estudios contemplaba evoluciones reglamentarias, conocimiento de armas e instrucción de tiro, esgrima, gimnasia, equitación, baile y educación social. En el Curso Especial se estudiaban las siguientes asignaturas: Topografía, dibujo militar, táctica, fortificación, historia militar, balística elemental, jurisprudencia militar, derecho internacional, derecho público, francés, ingles, geografía militar de Ecuador, Perú y Colombia, higiene, zootécnica. Se mantenía la misma carga horaria para lo que se denominaba ejercicios militares.
Las diferencias entre el Colegio Militar de Luis Cordero y éste, en cuanto a materias académicas son: eliminación de religión, moral y urbanidad, telegrafía, taquigrafía y legislación militar; sus aumentos se relacionan con higiene, historia natural, física, química, geografía física y cosmografía.
Los Cursos Especiales estaban dirigidos a las armas de Caballería, Artillería e Ingenieros; esta última arma no existía aún en el orgánico de la fuerza militar, por consiguiente, no existían alumnos. La mayor diferencia está dada en la formación de oficiales de Artillería, con un tiempo de seis meses, a diferencia del que regía antes de la revolución, que era de cuatro años y medio, y con un currículo totalmente técnico.
Promedios inferiores a tres de diez puntos posibles determinaban la baja del alumno, aunque podían optar por ser miembros de tropa. Los exámenes eran presenciados por autoridades del ministerio de Guerra y Marina. Los puntajes mayores a ocho pasaban a conformar los Cursos Especiales y podían elegir el arma; el resto pasaba a conformar el arma de Infantería. La antigüedad de los oficiales era determinada por el promedio de las notas alcanzadas. Un mes después se reforma el Reglamento Interno del Colegio, introduciendo cambios fundamentales en la organización administrativa. En el pensum de estudios no existen modificaciones. Se crean los cadetes supernumerarios.[47]
La urgencia del Gobierno por disponer de oficiales mejor preparados para afrontar los combates producidos por levantamientos contra revolucionarios, tanto del exterior, caso de Colombia (liderado por el general José María Almeida), como internos, producidos por los conservadores y el Clero, determina la organización de un Curso de Aplicación para oficiales en los grados de subteniente a sargento mayor graduado, el mismo que funcionará en la Escuela de Clases.[48]
“Había que atender a desbaratar conspiraciones, a pesquisar armamento, a impedir que la juventud enemiga saliera por las noches, armada y municionada, a reforzar a la tropa que estaba en campaña. Guerrillas conservadoras aparecían diariamente en las proximidades de la capital; y para enviar a disolverlas, forzoso le era a Franco (Se refiere al general comandante de la zona de Quito) debilitar la guarnición. El panóptico estaba lleno de presos políticos; y a algunos se los sometía a tortura, a fin de que entregaran armas y pertrechos”[49]
La duración del curso era de dos meses, los estudios eran los siguientes: gimnasia con y sin armas, instrucción individual con y sin armas, tiro, construcción de zanjas para tiradores y de obras de fortificación pasajera, ejercicios de campaña, reglamentos, nociones de táctica aplicada, nociones de fortificación pasajera, lectura de cartas y levantamiento de croquis. Entre los castigos y recompensas se disponía que aquellos que tengan nueve o más de promedio en las notas fueran  ascendidos al grado inmediato superior; una nota menor de cinco sería motivo de baja del Ejército. Pocos meses después, el Poder Legislativo decreta el restablecimiento en la ciudad de Guayaquil, de la Escuela Naval.[50]
En su mensaje a la Nación del 23 de agosto de 1900 Alfaro dice: “El Ejército liberal a pesar de la perpetua campaña en que hemos vivido, se ha dado tiempo para adquirir algunos conocimientos militares prácticos; los que se perfeccionaran en breve con la instrucción científica que los señores mayor Cabrera y capitán Chandler[51], instructores chilenos contratados por el gobierno, han principiado a dar órdenes a nuestros oficiales y soldados, y espero que se verificará muy pronto la completa reorganización del Ejército ecuatoriano. La Academia Militar[52] que con tanto empeño han procurado establecer en esta Capital los instructores chilenos- no se inaugura todavía por hallarse en campaña la mayor parte de la oficialidad que debe concurrir a dicha Academia”.[53]
El 5 de diciembre de 1900 el ejecutivo dispone mediante decreto, que en la Escuela de Clases creada en febrero de este año, se lleve a efecto un nuevo curso extraordinario para oficiales, para tal efecto, publica el respectivo reglamento.[54]En este documento se dispone que el Director del curso sea un sargento mayor o teniente coronel, y que los alumnos no tengan más de veinte años y que sean solteros. Las clases deben iniciarse en enero de 1901. El pensum de estudios se reduce al mínimo posible a fin de solucionar el problema de mandos, lo cual atenta a la adecuada formación que se buscaba en los oficiales. Los promedios mayores a nueve podían ser incorporados al Colegio Militar, además, aquellos que obtengan promedios entre ocho y nueve serían ascendidos al grado inmediato superior. Las urgencias siempre fueron los peores enemigos de los reglamentos en la Institución Militar.
Durante el año de 1900 únicamente se contrata a un oficial chileno, Florencio Torres, con el grado de teniente, como instructor militar en la plaza que se le designe.[55]
El general Francisco Hipólito Moncayo es designado rector del Colegio Militar, el 31 de  Mayo de  1901. De acuerdo a las publicaciones realizadas en el Diario Oficial, el Colegio se encontraba en construcción y se invitaba a una licitación. Paralelamente, se asignaba cupos de becas para las diferentes provincias del país, para los estudiantes que deseen ingresar a la carrera militar; doce para Pichincha, ocho para Guayas y dos para cada uno de las Provincias restantes.
Los apuros para disponer de mandos siguen en este año y se vuelve a hacer uso de la improvisación. Por ser necesario reorganizar el cuerpo de oficiales-dice el decreto- se dispone que los alumnos de la Escuela de Clases que hayan obtenido notas promedio sobre los ocho puntos, constituyan un curso extraordinario de sargentos primeros, aspirantes a oficiales. La duración del curso es de nueve meses con un cupo de sesenta alumnos. Se autoriza que personal civil que haya aprobado el primer año de filosofía pueda ingresar a dicho curso.[56]
El objetivo trazado por Alemania en cuanto a la venta de armamento para el Ecuador comienza a dar frutos; el 7 de agosto de 1901, el Gobernador del Guayas, en representación del Gobierno y la casa Sucesores de Bunge, representante de la casa productora en Guayaquil, celebran el contrato para la adquisición de cuatro baterías de cañones Krupp de campaña, de calibre 7, tiro rápido al precio de 75.000 marcos cada batería, con los bagajes y accesorios similares a los que usa el ejército alemán. Además se compra munición, para un total a pagar de 684.300 marcos.[57]
Con fecha 31 de agosto se nombra como subdirector de la Escuela de Clases al sargento mayor Luis Cabrera y se designa a otros oficiales a esta Escuela hasta que se inaugure el Colegio Militar. Es decir, había transcurrido casi dos años desde su creación y no se lograba iniciar clases. Coincidentemente, este día culmina el mandato de Eloy Alfaro, en su manifiesto a la Nación, publicado en el R.O 1476 dice: “Con satisfacción recordaré siempre  haber sido Jefe del Ejército que ha grabado sus más brillantes páginas en la historia militar ecuatoriana[…] Concluida ya  la lucha armada, no debemos ocuparnos sino en las civilizadoras y pacíficas contiendas del progreso y del derecho; ojala que nuestros campos de combate sean, desde hoy, únicamente los comicios, la prensa y la tribuna; y que no haya otra rivalidad entre ecuatorianos, que la de buscar los mejores medios de prosperidad y engrandecimiento de la República”. Qué lejos estarían estas buenas intenciones de Alfaro en el futuro del país.
El día sábado 31 de agosto de 1901 se posesiona en el Congreso Nacional el general Leónidas Plaza Gutiérrez, como nuevo Presidente del Ecuador; así se informa en el R.O. 1 del 3 de septiembre. Se designa como ministro de Guerra y Marina al general Flavio Alfaro, el general Julio Andrade es nombrado Comandante General del Distrito de Cuenca.
La sucesión de Plaza por Alfaro-dice Gabriel Cevallos García “no dejó contento al Viejo Luchador, quien no quiso a Plaza en el poder; sin embargo, tuvo que ceder al buen nombre del general y al afecto que muchas provincias le tenían a este militar. Plaza, quien no cumplió su promesa de nombrar a Alfaro como Comandante General del Ejército o como Gobernador de Guayaquil, cargo que seguía en importancia al del Presidente, y más bien lo dejó en el olvido. El distanciamiento entre los dos generales tuvo su inició en la elección presidencial.” [58] Sin lugar a dudas, su sucesor y desde ese momento enemigo político de Alfaro, el general Plaza, instituyó un mandato de reformas liberales, siguiendo, si se quiere, con lealtad, el pensamiento de Alfaro y los principios del partido liberal, pero poco interesado en la formación militar.
Concluido el período presidencial de Alfaro, el balance le era negativo para los intereses de la revolución; su mejor proyecto, el ferrocarril,  en el afán de unir la Sierra con la Costa se encontró con una férrea oposición en el seno del Congreso, al cual tuvo que acudir en muchas ocasiones a presentar informes extraordinarios; no pudo organizar un ejército profesional, los conservadores no le dieron tregua y pasó combatiendo de ciudad en ciudad; no pudo poner en orden a los curas, el Clero rugía y desafiaba.
En consideración a que en el Colegio Militar se necesitaba que  los jóvenes dispongan de  planes de instrucción universitaria, a fin de que acudan a él con la confianza de que sus estudios sean  utilizables en cualquier circunstancia, se emite el decreto mediante el cual se modifica el Reglamento del Colegio, dividiendo la instrucción en tres secciones: Curso General, Curso Militar y Cursos Especiales.[59]  En 1990 se introdujo en la Escuela Militar una formación universitaria que les permitía a los cadetes egresar con estudios correspondientes a Ciencias Básicas, a fin de facilitarles su ingreso inmediato a las ingenierías y a la informática, y de Ciencias Administrativas para optar por Administración de Empresas. Dos o tres años más tarde se truncó el proceso, siguiendo el mal ejemplo  de arrasar con todo lo realizado por los mandos anteriores.
“El enfoque dado a la preparación del futuro oficial les permitirá al inicio de su carrera profesional, estar en las mejores condiciones para comandar los repartos a nivel pelotón, administrar pequeñas unidades, ser un elemento positivo en el núcleo social cercano a su unidad; y estar en condiciones de continuar su formación académica que les permita al final de su carrera, reinsertarse a la sociedad civil, como un elemento activo y productivo”[60]
En el Curso General se contemplaban las materias civiles y a él pertenecían todos los cadetes que al incorporarse al Colegio no estuviesen en posesión del título de bachiller. El curso abarcaba siete semestres. El Curso Militar con tres semestres era para todos los cadetes, y en él se formaban los oficiales, pero particularmente, los que deberían ser de Infantería. A este curso podían incorporarse directamente aquellos cadetes que tenían el título de bachiller. En los Cursos Especiales, los cadetes asignados a las armas de Caballería, Artillería o Ingenieros, recibían la educación particular concerniente al arma respectiva. Tenían una duración de seis meses. Se había rebajado tres semestres de estudio respecto del reglamento anterior. El arma de Ingeniería no existía aún en el Ejército, la necesidad de su creación aparece en el proyecto de Ley Orgánica Militar que estaba siendo elaborada por los chilenos.
En el pensum de estudios  de los cursos general y militar se incluyen algunas materias adicionales a las constantes en el primer reglamento interno, tales  como: Historia y geografía universal, psicología y lógica, entre las más importantes.
En el mes de agosto, con motivo del Mensaje a la Nación dado por el Presidente de la República, se anuncia a los legisladores el envío del proyecto de Ley Orgánica Militar, y les pide su mayor dedicación a fin de cumplir con este fundamental objetivo en procura de una adecuada organización de la fuerza militar.
A pesar de que en enero de este año se reduce considerablemente el pie de fuerza del ejército, en vista de haber cesado las hostilidades internas en el país, el Gobierno dispone la apertura de un nuevo Curso de Aplicación destinado a capitanes graduados, tenientes y subtenientes o alféreces, el mismo que tendrá un máximo de 45 alumnos, y se efectuará nuevamente en la Escuela de Clases, a partir del 7 de enero de 1903.[61]  Se debe entender que a esta fecha, aún no se graduaba la primera promoción del Colegio Militar reabierto en 1899. En este curso de  un año se dictan materias relacionadas con lenguaje, aritmética, geometría, dibujo lineal, geografía universal, historia del Ecuador, táctica aplicada, fortificación pasajera, balística, dibujo militar y lectura de cartas. A los promedios mayores de nueve se les ofrece ascenso y a las tres primeras antigüedades, becas al exterior. Los promedios menores a cuatro serán dados de baja decía el reglamento del curso.
Durante este año (1902) se celebran dos contratos de arrendamiento de servicios para instructores de los Institutos de educación: el capitán de la Guardia Real de Alemania D. Francisco Bruckmann.[62] y el sargento primero de Chile, Roberto Flores.[63]; además, se adjudican cuatro becas para estudiar en la Escuela Militar de Chile.[64] 
Como dato comparativo de actitud frente a la organización del ejército, la Misión Militar francesa llega al Perú en el mes de marzo. En  julio se reforma nuevamente el Reglamento Interno del Colegio Militar, esta vez para reestructurar el Curso General, con una duración de diez semestres; es decir, se aumenta de tres años y medio a cinco años su duración, incluyendo el Curso Especial. Como materias novedosas se incluye el estudio del alemán, a más del francés; asimismo, se incluye el estudio del reglamento para maniobras de infantería, caballería y artillería, ciencias físicas, química, cosmografía, psicología, lógica, geografía física, topografía, derecho internacional, balística, jurisprudencia militar, baile, educación social, nociones de estrategia, servicio de estado mayor, esgrima y una hora de estudio en las aulas. Al parecer, el no funcionamiento de la Academia de Guerra obligaba a incluir en el pensum de estudios de la Escuela Militar, materias no compatibles ni con la edad de los cadetes ni con su experiencia en el comando de tropas.
1903 inicia con nuevos contratos de instructores chilenos, esta vez para la especialidad de caballería: alférez Carlos Gormaz, sargento primero Luis Hermosilla, sargento primero Alfredo Verdugo.[65] 
Nuevamente se reforma el plan de estudios del Colegio Militar[66] por no satisfacer las necesidades del Ejército. En esta reforma, los cursos pasan a durar  tres años; es decir, se rebaja el tiempo de formación en cuatro años, respecto del reglamento inicial publicado el 13 de junio de 1900. Este tiempo de formación resulta mucho más adecuado a la realidad del país y a la formación militar. Se divide nuevamente en un Curso General de dos años y un Curso Militar de un año. En cuanto al pensum de estudios se elimina entre otras, las siguientes materias: higiene, inglés, literatura e historia de la literatura, historia y geografía de América, geografía física, cosmografía. Se incluye como materia el estudio del alemán. En el tercer año denominado como Militar se eliminan: jurisprudencia militar, derecho internacional, derecho público, francés, inglés, geografía militar de ecuador y países vecinos, higiene, zootecnia. En lo que corresponde a instrucción práctica, en el primer año se da instrucción de reclutas, instrucción de compañía, gimnasia y aparatos; en el segundo año: instrucción de batallón, servicio de campaña, tiro de combate y esgrima; en el tercer año: instrucción general de artillería, equitación y trabajos de ingeniería de campaña. Dentro de la materia conocimiento de armas se estudia: fusil Kropatscheck, Mannglicher y carabina Mauser modelo chileno.
Veinte días después se publica un nuevo documento con el nombre de Reglamento Orgánico del Plan de Estudios y Programa del Colegio Militar.[67] Los cambios fundamentales son los siguientes: los alumnos se pasan a llamar cadetes militares; los dos primeros años contemplan un pensum de estudios de instrucción civil correspondiente a tres años de filosofía de los colegios civiles; se implementa por primera vez, coeficientes por materia; vg, matemáticas con 5. Los más altos coeficientes para formación militar corresponden a conducta y espíritu militar con coef. 6 Esta forma de evaluar se mantendrá por muchos años.
Las notas de aptitudes militares son impuestas por los comandantes de compañía; el Director impondrá las notas de conducta en reunión con dichos comandantes; la antigüedad estará acorde con el promedio de notas; se incluye un examen de admisión.
Durante el transcurso del año se conceden becas para estudiar en  la Escuela Naval de Chile en unos casos, y en otros, para adquirir conocimientos prácticos en la Armada de dicho país.[68]; se realizan nuevos contratos con oficiales de Chile: tenientes Ricardo Oleas e Ismael Gómez, y del ejército de Rawitrch de Alemania, el teniente Friedrich Wilhelm Martín Dieckhoff.
Para finalizar este año, se aprueba como texto de enseñanza, la obra conocimiento de armas arreglada por el capitán chileno Ernesto Medina[69], y del mismo autor, la Cartilla para el servicio de pieza de la artillería de montaña.[70]
En la Armada se intenta darle vida a la Escuela Naval  reabierta en 1900, se dispone su funcionamiento en el buque escuela “Marañon” y se crea un curso extraordinario de aspirantes a guardias marinas, con una duración de dos semestres y un cupo de 24 aspirantes. Se aplican coeficientes por materia al igual que en el Colegio Militar.[71] El programa de estudios comprende: Navegación estimada, navegación astronómica, hidrografía, geografía física y meteorológica, arte de aparejar buques, maniobras de buque, maquinas a vapor, curso de electricidad, ingeniería naval, artillería, balística.[72]
Poco antes de que el general Plaza entregue el poder, se prorrogó por un año más el contrato del Gobierno con la Misión Militar chilena.
“A ella por justicia y por hidalguía, una acción de gracias. Nos dio todo lo que pudo dar de sí misma, en una confraternidad internacional, digna de la gran nación de la Estrella Solitaria. La nueva técnica, las orientaciones que remozaban instituciones anticuadas, la visión más amplia de horizontes un tanto desconocidos, a la Misión Militar chilena se debieron. La Misión chilena fue oportuna, trajo formas disciplinarias militares necesarias a un Ejército en el que se había diluido la autoridad del mando entre oficiales y tropa, dio una primera forma orgánica a los repartos de tropas y salvó la presentación hasta ese entonces muy decaída.”[73] 
El 11 de agosto, el general Plaza entrega el mando de la Nación a Lizardo García; en su discurso hace referencia al Ejército  en los siguientes términos: “Se estableció, es verdad, la Escuela de Clases y se trató de resucitar al Colegio Militar; vinieron oficiales chilenos a enseñar a nuestra arrojada juventud de los cuarteles las nuevas reglas; pero todo quedó apenas iniciado. No necesito ponderar con cuanto empeño y simpatía emprendí en la continuación de la obra, dedicando a ella la mayor suma de atención posible, trayendo nuevos instructores, mejorando la situación de los establecimientos, creando un curso de aplicación, y procurando, por todos los medios a mi alcance, levantar el espíritu de la clase armada y hacer que su noble profesión no solo fuese amable sino también motivo de orgullo”.
“Tentado estuve de convocaros a sesiones extraordinarias con el único objeto de dictar la Ley Orgánica del caso, pues faltando ésta, todo empeño carecería de fundamento. …Os encarezco pues, que dediquéis vuestra atención, a la expresada Ley Orgánica  Militar, a fin de que la faena llevada   en pro del ejército sea completa si se la quiere fructífera”.
Respecto a la Armada dice: “…merced a la generosidad de Chile y a los empeños de mi gobierno, contamos ya con un crucero, base por fortuna de nuestra fuerza marítima del futuro. El Casma de la Armada chilena es el Marañón del Ecuador.[74]
Revisados los documentos oficiales en el período del general Plaza, no se encuentra, al menos, en la educación militar, interés por sacar adelante el proyecto iniciado por Alfaro; ni siquiera la Ley Orgánica fue impulsada desde su Gobierno para la aprobación en el Congreso, apenas la concesión de unas cuantas becas para que los alumnos de la Escuela Militar se formen en Chile y un par de contrataciones de instructores extranjeros. Respecto de la Academia de Guerra, no hubo la voluntad política para su funcionamiento. Las relaciones de Alfaro y Plaza se aproximaban a su ruptura total.
“A fines de 1904, más allá de otras disputas menores, el liberalismo se hallaba dividido en alfarismo y placismo, los grupos liderados por sus principales figuras. Aunque es muy aventurado hallar aquí dos tendencias con opuestos programas políticos, existían algunas diferencias significativas. Alfaro, líder de la guerrilla montonera, contaba con el soporte de la tropa, los intelectuales “extremistas” y varias nacientes organizaciones populares. Aunque tibios, sus intentos de impulsar lo que podríamos denominar “reforma social”, lo volvieron cada vez más peligroso a los ojos de la oligarquía que, por otra parte, siempre tuvo recelo del gran respaldo alcanzado en grupos artesanales y campesinos. Plaza, por otro lado, fue el gran gestor de la alianza  de los grupos plutocráticos con sectores latifundistas serranos. Esa alianza y el apoyo de mandos militares  clave fueron su soporte. El así llamado liberalismo culto fue mucho más radical en su empeño anti eclesiástico, pero bloqueó cualquier intento de movilización popular.[75]
El nuevo Gobierno deroga el decreto por el cual se creó la Academia de Guerra; en su defecto, se crea un Instituto militar llamado “Academia de Guerra”-así reza en el documento[76] - que servirá para hacer en él los estudios superiores del arte militar. Mientras no funcione  la verdadera Academia de  Guerra, crease en ella por ahora- dice el decreto- un Curso Preparatorio de la Academia de Guerra. Se incorporaran 25 alumnos entre los grados de capitán a teniente coronel. Se inaugurará el 10 de enero de 1906 y durara tres semestres. El plan de estudios contempla las siguientes materias: fortificación de campaña, geografía militar, historia militar, dibujo militar, conocimiento de armas, matemáticas, historia y geografía universales, francés, servicio de estado mayor, juego de guerra, derecho constitucional e internacional; es decir, las mismas materias contempladas en el reglamento interno del Colegio Militar publicado en 1900, excepto lo relacionado con el estado mayor y los juegos de guerra. Se implementa la evaluación a base de coeficientes por materia.
En realidad, la Academia de Guerra sufre la indecisión de los mandos militares o la presión política de los gobernantes en cuanto a su funcionamiento,  pues apenas inició sus actividades en 1923, por un periodo de dos años; fue cerrada como corolario de la revolución juliana, se volvió a abrir en 1937 con la segunda Misión Militar italiana. El conflicto con el Perú en 1941 provocó su cierre temporal hasta 1947 en que abrió sus puertas por contados meses, hasta que finalmente,  en 1956,  se reabre en forma definitiva este importante Instituto de educación militar.
Igual suerte corre la Escuela de Clases al “no haber cumplido”-conforme consta en el decreto- con la función para la cual fue creada, sino que se ha efectuado Cursos de Aplicación de oficiales desde 1901; por ello, se restablece la Escuela de Clases para que se incorporen a ella los aspirantes a sargentos y cabos del ejército.[77] La razón del incumplimiento obedece a la urgencia del Gobierno, de disponer de oficiales con los mínimos conocimientos para ejercer el mando de la tropa en las acciones de guerra interna llevadas a cabo para consolidar la Revolución liberal. El plan de estudios comprende: táctica elemental, fortificación de campaña, conocimiento de armas, dibujo militar, lectura de cartas, disciplina militar, lenguaje, aritmética,  geometría, historia del ecuador, geografía universal, instrucción de especialidad por armas, tiro y gimnasia. El  pensum es el mismo que utilizaba este Instituto cuando realizaba los cursos de aplicación para oficiales; es decir, no existía todavía la malla curricular adecuada para esta Escuela. La salida de Plaza y con él la del Mayor Cabrera posiblemente llevan a las nuevas autoridades militares a renegar de alguna manera la labor desarrollada por el jefe de la Misión Militar chilena.
El 11 de diciembre de 1905, la Asamblea Nacional, mediante decreto legislativo, pone en vigencia la Ley Orgánica Militar que fue presentada por la Misión Militar chilena en 1902. La intención de Alfaro de reorganizar el Ejército se hacía realidad a los diez años. Sobre los temas educativos no existen variaciones con respecto a la original. Se nombró una comisión de revisión de la Ley, previa a su aprobación, compuesta por los generales Alfaro, Sarasti y Arellano. Alfaro renunció a la comisión para evitar según sus palabras, que le tomen prisionero y lo lleven al panóptico. 
El  14 de enero de 1906, en la capital de la República, de la misma manera que se venía haciendo en el siglo anterior, algunas decenas de vecinos se pronuncian y desconocen al Presidente García por no seguir la línea de la  Revolución liberal, haber cometido peculado junto a Plaza[78], no haber sido elegido por la mayoría del pueblo, por haber sacado del Gobierno a los miembros del partido, etc,[79]   resuelven nombrar encargado del mando supremo a Eloy Alfaro. A nivel nacional se acoge el pronunciamiento, y Alfaro toma el mando en Latacunga el 14 de enero. Nombra como ministro de Guerra  y Marina al general Hipólito Moncayo, que se desempeñaba como director del Colegio Militar.
El combate del Chasqui se dio el 17 de enero de 1906, luego del cual Alfaro entra a Quito. Se tramó una conspiración que fue debelada. En Guayaquil-según Roberto Andrade- Plaza comandaba la insurrección contra Alfaro. 418 cadáveres fueron el precio de la revuelta, la mayoría civiles, algunos militares. Plaza fugó a E.U, una vez que perdió la batalla. La prensa abusó de la bondad de Alfaro e hizo uso de la injuria y la calumnia en contra del movimiento, y cómplices serán en 1912 en la muerte del general.
“La prensa y la dinamita, por lo mismo que tan eficaces para los resultados benéficos en la marcha del progreso, han de menester reglamentación rigurosa, si no queremos que elementos tan poderosos de vida, se cambien en causa de muerte deplorable”.[80]
Consolidado el golpe de Estado se da de baja a oficiales y tropa,  y se llama al servicio activo a gran parte del personal militar, tanto en oficiales como en tropa, que estuvieron junto a Alfaro en su primer mandato. Se asciende a oficiales e incorporan a civiles en diferentes grados por su  participación en  la revuelta. Todo el personal del Colegio Militar y de la Escuela de Clases fue a las unidades para afrontar el conflicto, y recién en febrero se les ordena reincorporarse a sus cuarteles. Se nombra como director del colegio al teniente coronel Olmedo Alfaro y ocupa el ministerio de Guerra y Marina al general Nicanor Arellano.[81]
En el mes de Abril se produce el ascenso del oficial chileno Julio Franzani al grado de sargento mayor y en julio ocupa la dirección de la Escuela de Clases.[82]
Se producen nuevas contrataciones de oficiales extranjeros: Hans Conde de Schulemburg Wolfsburg, capitán y jefe de batería en el regimiento de campaña número 72, Danzig, para el proyecto de reorganización e instrucción del ejército, por un año de duración,[83] capitán Ismael Gómez,[84] capitán Gonzalo Berard, súbdito español, como profesor en los institutos militares y en condiciones de regentar cualquier centro docente.[85] En este mismo mes se renueva el contrato firmado en septiembre de 1901 con el sargento mayor Julio Franzani.[86]
En el mes de octubre se publica el reglamento para la Escuela Naval y de Ingenieros.[87] Al respecto, luego de revisar el pensum de estudios se concluye que son dos escuelas distintas funcionando bajo una misma rectoría. El número de alumnos será de veinte y cinco para cada escuela. Edad comprendida entre 13 y 19 años. El examen de admisión será oral y  versará sobre aritmética, geografía, y castellano. El periodo de instrucción será de  18 meses, divido en dos cursos de 9 meses. El plan de estudios comprende:
Primer curso: Aritmética, algebra, geometría, geografía física, arte de aparejar, artillería, maquinas a vapor, fisiología, electricidad, mecánica, dibujo, mecanismos, calderas, conservación de maquinas. Segundo Curso: Derecho internacional, navegación y astronomía, hidrografía, artillería y balística, torpedos y minas, construcción naval, trigonometría, calculo de maquinas y calderos, electricidad, maquinas a vapor, trabajos prácticos. Las materias se dividían de acuerdo a si eran navales o de ingeniería, a fin de cumplir en las dos escuelas el pensum de estudios.
El primero de enero de 1907 se posesiona del cargo de Presidente Constitucional de la República, el general Eloy Alfaro, para cumplir con su segundo mandato constitucional.
A partir de agosto de este año, se inicia una serie de contrataciones de carácter técnico y administrativo, con personal extranjero, especialmente con ciudadanos chilenos, en unos casos civiles, en otros militares, para que presten sus servicios en la Armada Nacional, comandando los buques de guerra y/o dirigiendo los Institutos de enseñanza, ante la falta de personal nacional que lo pueda hacer, debido al descuido, por decirlo menos, de las autoridades, en los diferentes gobiernos respecto de la organización de la Armada. Se inicia con el contrato de servicios entre el Tnte. Octavio Holguer de nacionalidad chilena, como capitán de corbeta para desempeñarse como segundo comandante de un buque de la armada, subdirector de la Escuela Naval y director de las obras de fortificación.[88]: Casi en seguida se contrata a un teniente de la Marina chilena, como primer comandante de un buque y director de la Escuela Naval.[89]
1908 se inicia con la misma política de contratación de servicios profesionales de personal extranjero: El Sr. Víctor Barrena de Chile,  como condestable instructor de artillería para la Armada nacional, Luis Moya y Cecilio Albornoz, chilenos, como instructores de tropa del regimiento “Pedro Moncayo”, teniente chileno Florencio Torres, como instructor de caballería, gimnasia y equitación.[90]
Las relaciones con el Perú comienzan a ser tirantes a propósito del arbitraje de España y el esperado fallo del Rey, y se publican en el Registro Oficial varios documentos relativos al conflicto.[91] Alfaro toma precauciones y desde el mes de abril se inicia la organización de los batallones de reserva en todo el país, de acuerdo a las disposiciones contenidas en la Ley Orgánica Militar. Esta movilización durará  hasta inicios del siguiente año. La actividad es febril y se complementa con la renovación de contratos con los oficiales chilenos[92].Se manda a la Escuela Militar alemana a cadetes por cuatro años.[93]
En el dilema de cómo mejorar la formación y educación de la Armada, aduciendo que el clima de la costa interrumpe los estudios y no se cuenta con buques de mayor porte, se crea en Quito la Escuela Naval Militar.[94] En su reglamento dice que los alumnos se llamarán cadetes de marina, que dependerá del ministerio de Guerra; se establecen requisitos y exámenes de admisión, con una duración de tres años de estudios, distribuidos en seis semestres, con una carga de estudios similar a la que regía en la Escuela Naval de Guayaquil. [95]
Se publica el decreto mediante el cual se crea en el fuerte de Punta de Piedra, emplazamiento estratégico para el control de la entrada al Golfo de Guayaquil,  la Escuela de Especialistas en Artillería, Minas y Torpedos. El Fuerte de Piedra se viene implementando en su infraestructura, armamento y personal desde inicios de 1910, en prevención a un ataque del Perú al golfo de Guayaquil. En su plan de estudios se incorporan materias técnicas y del armamento disponible: cañón Amstrong de 76,2 m/m, cañón Hetchkiss de 47 m/m.
La sucesión presidencial fue un nuevo problema para Alfaro. Apoyó inicialmente a Víctor Emilio Estrada; al conocer su grave estado de salud y prever problemas en la sucesión liberal, le pidió que renunciara a la elección, lo cual marcó el inicio del final del Viejo Luchador. La muerte del general Emilio Terán en manos de un miembro de la guardia presidencial, en Riobamba, desato el caos político que contagió de inmediato a los mandos militares, hasta culminar con el asilo del Presidente en la embajada chilena, la misma que en esa época ocupaba el edificio ubicado en la esquina de las calles Espejo y Venezuela. Víctor Eastman era el embajador, quien mantenía, como lo vimos antes, una estrecha comunicación con Alemania sobre las misiones militares chilenas. Él fue quien, con mucha valentía sacó del Palacio de Gobierno a Alfaro. Desde allí renunció a su cargo. Asume el mando el Presidente del Congreso, Carlos Freire Zaldumbide. Era Agosto de 1911. Alfaro volvió a viajar a Panamá.
El 1 de septiembre de 1911 asume el poder el Dr. Emilio Estrada, declarado legalmente Presidente de la República, por el Congreso Nacional, en sesión del 18 de agosto de 1911, para el periodo 1911 a 1915. Se nombra ministro de Guerra y Marina  al coronel Juan Francisco Navarro.
El  21 de diciembre fallece el Presidente de la República Don Emilio Estrada y se encarga del poder Carlos Freile Zaldumbide, se llama a elecciones. De inmediato se nombra como Comandante General del Ejército al general Leónidas Plaza[96] con la intención de ponerle al frente de la insurrección armada del general Flavio Alfaro que se declara en Esmeraldas como Jefe Supremo de la Nación; días más tarde, el 28 de diciembre, se proclama dictador, en Guayaquil, el general Pedro Montero hasta que Eloy Alfaro llegue desde Panamá. Es el inicio de su final.
El 11, 14 y 18 de enero de 1912, al mando de Plaza como Comandante General del Ejército, y Julio Andrade como Jefe de Estado Mayor, conducen las operaciones en Huigra, Naranjito y Yaguachi. Se reportan tres mil hombres entre muertos y heridos.
El general Plaza en el afán de cuidar su imagen de  hombre respetuoso de las leyes, de los convenios, de la palabra de honor, que posiblemente nunca la tuvo, telegrafió al Gobierno desde Guayaquil, solicitando al mandatario que se cumpla lo pactado entre los revolucionarios y las fuerzas constitucionales, conocido como capitulación, mediante la cual, Montero, Alfaro y Páez debían tener las facilidades para salir del país. El encargado del poder Freile Zaldumbide negó cualquier posibilidad de que se cumpla lo establecido y ordenó que los generales sean trasladados a Quito bajo la responsabilidad de Plaza. El general que no quería que le apunten como culpable de lo que podía pasar en Quito, consiguió que el ministro de Guerra, Navarro, viaje a Guayaquil y se haga cargo de esa responsabilidad. Fue vano el esfuerzo de los cónsules Herman Dietrich y Alfredo Carwright, de Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente, que mediante telegramas per urgían al Gobierno el cumplimiento de lo pactado. F. Zaldumbide se dio cuenta muy tarde de su error y quiso dejar sin efecto su orden de traslado, Plaza y Navarro se hicieron de los oídos sordos. La prensa incitaba al cometimiento del crimen. Los escritos contra Alfaro fueron espantosos “formaron turbión de agua inmunda que en oleajes repetidos, iba a morir en las puertas del domicilio del patriota, y cuyos umbrales ni ensuciaba”[97]El arzobispo González Suarez no pudo o no quiso brindar su apoyo para evitar el crimen. Plaza no fue a Quito, viajó a Manabí en  espera de noticias.
El 28 de enero se produce la hoguera bárbara.
Los autores intelectuales, los fieles servidores de Alfaro, los apegados a la justicia, los que querían venganza, los militares alfaristas, nunca asomaron. Había concluido el magnicidio absolutamente injustificable, como injustificable fue el asesinato de García Moreno”[98]
En un par de comunicados publicados en el registro oficial se acusa de todos los males y daños causados al país, al caudillo Alfaro.
Para febrero de 1912, el general Plaza  nombra al coronel Luis Cabrera, a su regreso de Chile,  como subjefe interino  del Estado Mayor General. Se publica el decreto por el cual se organiza Un curso de aplicación para oficiales inferiores a funcionar en la Escuela de Clases, con una duración de ocho meses. La Dirección de los estudios estará a cargo del Sub-jefe del Estado Mayor General, coronel Luis Cabrera. Los alumnos serán en un número de 80.[99] El 5 de marzo de este fatídico año para la República, en una confusa revuelta fue asesinado el general Julio Andrade.
En el mes de abril se publica el decreto ejecutivo mediante el cual, por segunda vez, se establece la Academia de Guerra del Ejército con su respectivo reglamento orgánico.[100] Se consignan requisitos de ingreso, un examen de admisión, en el cual constan las materias de táctica formal y aplicada, conocimiento de armas, fortificación, topografía, historia, geografía y matemáticas. La duración será de tres años. En el mismo registro oficial que es un número extraordinario, se publica el reglamento de ejercicios y evoluciones para la Caballería.
En el mensaje de estilo del 10 de agosto, el encargado del poder, Francisco Andrade Marín,  dice: “El general Alfaro, de edad muy avanzada, y más que todo, notablemente quebrantado de salud, a causa de una enfermedad que varias veces le había puesto ya al borde del sepulcro, no pudo haber deseado nada para sí. Echó suertes en su última embestida revolucionaria, por cierto, con la extraña mira de establecer y fundar como dinastía para sus hijos, hermanos y sobrinos”[101]. De igual manera, el encargado del poder afirmaba que el 25 de enero pasado, luego del asesinato del general Montero, el general Plaza y Andrade, con la sana intención de salvarlos a los Alfaro, los toman presos y lo envían a Quito, en donde son asesinados el 28 de enero. En este mismo acto de Informe a la Nación, asume el poder el Presidente de la Cámara del Senado, Sr. Alfredo Baquerizo Moreno. Un mes más tarde, esto es, el 1 de septiembre, Leónidas Plaza asume la Presidencia de la República, por segunda ocasión.[102] En su discurso de posesión afirma: “En igualdad de circunstancias, pocos hombres públicos de la América Latina más atormentados que yo por la suposición indigna y la acusación infame:[103] limpia la conciencia, ecuánime la voluntad, fuerte en el convencimiento de mi propia inocencia, he confiado mi defensa al criterio de mis compatriotas, al testimonio de innumerables documentos y al fallo inapelable de la historia”.
Un nuevo curso de aplicación de oficiales, esta vez, para los grados de mayores y tenientes coroneles se abre bajo la dirección del coronel Luis Cabrera, dependiendo del Estado Mayor General, con 25 alumnos y una duración de diez meses. El pensum de estudios  contenía las mismas materias anteriores, aumentado el estudio de la guerra ruso- japonesa.[104] En el mismo documento se publica otro decreto por el cual, se llama a los sargentos que se crean con aptitudes para ascender a oficiales, que se presenten a exámenes. Es una clara contradicción de lo propuesto por el coronel Cabrera en la presentación del proyecto de Ley Orgánica en junio de 1902: “Solo por excepción señor Ministro deberán ascender a oficiales  individuos de tropa o individuos civiles. Los primeros aprenden en los cuarteles muchas costumbres incompatibles con la delicadeza del oficial, aún cuando disimulables en los clases, razón por la cual, en la mayoría de los casos, el ascenso de un sargento primero a oficial no tiene otra consecuencia que la pérdida de un buen clase y la adquisición de un detestable oficial.”[105] Estos mismos errores se van cometiendo en la formación de oficiales hasta mediados del siglo XX, y más adelante se dan otros que tiene que ver con la falta de selección adecuada de los Aspirantes a cadetes a pretexto de una democratización del Ejército.
El 7 de enero de 1913 se publica el nombramiento del coronel Luis Cabrera como jefe accidental del Estado Mayor General del ejército[106]. El 15 de marzo se crea en Quito un Curso de Ingenieros Navales, dependiente del ministerio de Guerra y Marina. Funcionará en el Colegio Militar, con una duración de tres años. Comprende cuatro semestres de instrucción teórica, un semestre de trabajo práctico en el astillero, un semestre de instrucción practica en los buques. El pensum de estudios es totalmente técnico.
En septiembre surge un nuevo movimiento revolucionario en la ciudad de Esmeraldas, comandado por el coronel Carlos Concha, quien había sido puesto en libertad unos meses atrás. Se dan los primeros combates en el sector conocido como del guayabo y posteriormente la derrota de las fuerzas del gobierno, conocida como la capitulación de Chinga, un 14 de diciembre de 1913, en la cual murió la tercera parte de la unidad combatiente del gobierno. Al comandante se le siguió un Consejo de Guerra. Esmeraldas pasó a ser controlado por la revolución, y está se fue extendiendo hacia Manabí y posteriormente apareció en el centro del país y en las zonas fronterizas Sur y Norte.
En su informe a la Nación, el general Plaza, a más de relatar los acontecimientos bélicos desarrollados durante el año, destaca la imposibilidad que ha tenido su gobierno, a consecuencia del conflicto interno, de seguir contratando oficiales extranjeros que permitan avanzar en la reorganización del Ejército. Destaca que el único oficial extranjero que se mantiene en el país, es el coronel Luis Cabrera, actual jefe accidental del Estado Mayor General del Ejército, a quien agradece públicamente por su entrega profesional, lealtad y conocimiento de la realidad del Ejército ecuatoriano, lo cual le ha permitido recibir un adecuado asesoramiento en la implementación de la Ley Orgánica elaborada por dicho oficial chileno, como el responsable de la Misión Militar  contratada por el general Alfaro. Insiste en su discurso en la necesidad de que se elimine el derecho al sufragio por parte de los miembros de la Fuerza Pública. Destaca la formación casi total de los actuales oficiales de la Marina en la Escuela Naval de Chile, además de la contratación de instructores y de comandantes de los buques de guerra existentes en el país, a más de los prácticos y más ingenieros navales que se requieren para el mantenimiento de las unidades navales.
El 20 de octubre, ante la necesidad de disponer de mandos subalternos en las unidades movilizadas y por movilizarse, para enfrentar a los revolucionarios de Concha,  se organiza un Curso Especial de soldados aspirantes a oficiales subtenientes para jóvenes de 17 a 23 años que hubieren rendido el cuarto año de Humanidades. Su número será de 100 aspirantes y tendrá una duración de un año. El curso dependerá del Instituto Inferior de Aplicación, organización creada por el E.M.G.[107] El 17 de febrero de 1915 se publica el Reglamento Interno para este curso. Las materias a dictarse son las mismas que se han venido dando en el sinnúmero de cursos de este tipo, organizados al apuro para suplir la falta de oficiales en las unidades, especialmente en tiempos de crisis políticas que precipitaron las luchas intestinas en el país. Por otro lado, se dispone que en este mismo curso se reciban a los oficiales de reserva, de los cuales, los más distinguidos puedan canjear sus títulos por oficiales de línea.
En el mes de diciembre  de este año asume el cargo de Jefe Titular del Estado Mayor General del ejército al Sr. General Rafael Arellano, y como subjefe el coronel Rafael Almeida. De esta manera culmina la presencia del coronel chileno Luis Cabrera, y por consiguiente, de la Misión Militar chilena.[108]
REFLEXIONES
El concepto de revolución desde el punto de vista de la Real Academia española significa “cambio rápido y profundo de las instituciones  económicas, políticas o sociales de una nación”[109]; entendido de esta manera, la Revolución liberal, en la educación de la Institución Militar fue más allá del tiempo necesario para su implementación e improvisó repetidamente planes y programas de estudio, para atender las emergencias que la política propiciaba en su afán de cimentar la ideología revolucionaria. La  altísima rotación de los mandos militares en los niveles de decisión y ejecución contribuyó a la lentitud del proceso.
En todo cambio se hace necesaria la presencia de una figura destacada empeñada en alcanzar los objetivos trazados. En la educación militar no asomó el líder que se requería para organizarla, proyectarla y alcanzar los objetivos planteados por el Jefe de la Revolución. En lo individual, existe la participación extranjera liderada por un oficial chileno, sin el apoyo decidido del colectivo institucional, que es en último término el que define las circunstancias y posibilidades del cambio.
La concepción reformadora del Ejército, plasmada en un proyecto de Ley Orgánica no se concretó, más bien se diluyó con la presencia oligárquica de Plaza, y la permanente oposición conservadora desde el Congreso Nacional que no dio paso a la promulgación de dicha Ley presentada en 1902. Por otro lado, el Ejército en su totalidad estuvo permanentemente enfrentado a los contra revolucionarios insertados en una sociedad dividida en clases y en  intereses, a los cuales había que someter por la fuerza de las armas.
En la parte educativa no se pudo materializar el deseo de Alfaro para transformar el Ejército. La creación, o mejor dicho, la reapertura del Colegio Militar, la creación de la Escuela de Clases, la creación de la Academia de Guerra, la reapertura por centésima vez de la Escuela Naval fueron hechos destacables en cuanto a la importancia de estas Instituciones de educación en el futuro del Ejército y la Armada. Había un nuevo Ejército, radical, politizado, deliberante y muy ducho en los combates que por más de treinta años había recorrido a lo largo y ancho de la patria.
La formación del Ejército con Alfaro pretendió ser de carácter democrático, siguiendo los lineamientos que desde la perspectiva chilena fueron trazados, ya que a esa época, el Ejército chileno se distinguía por mantenerse alejado de las disputas políticas del pueblo. En la práctica, el Ejército siguió actuando de árbitro permanente en la lucha política, hasta nuestros días, a pesar de los esfuerzos que se han hecho, incluso limitando sus misiones contempladas en la Constitución de la República, posiblemente pensando que el mandato constitucional era el culpable del comportamiento de la política nacional a lo largo de la historia.
Uno de los logros fundamentales de la Revolución liberal fue la implantación del laicismo; con ello, dieron una alta prioridad a la transformación del sistema educativo, comenzando por la formación del profesorado, con la creación de los Normales. Sus frutos apenas empezaron a aparecer a partir de 1905 en que se graduaron los primeros maestros. En la educación militar, a pesar del esfuerzo realizado en la contratación de oficiales de diferentes países, especialmente de Chile, como instructores de los centros de formación, no se logró, ni se ha logrado hasta la presente fecha, la formación del profesorado militar. Su designación en el mejor de los casos ha sido el premio  al rendimiento del militar en sus cursos de especialización y ascenso, y su permanencia al frente de una cátedra no ha pasado de los dos años. La Escuela Politécnica del Ejército, a través de la carrera en Ciencias de la Educación, ha ayudado de alguna manera a mejorar al profesorado militar, sin llegar a constituirlo en una especialidad, lo cual sería  de suma importancia para la educación militar.
En el afán de consolidar el concepto de unidad nacional, que fue otro logro de la Revolución liberal, se decretó la enseñanza obligatoria de la educación cívica, de la geografía y sobre todo de la historia; en este afán, con la creación del servicio militar obligatorio, el Ejército jugó un papel de capital importancia para cimentar los valores de renunciamiento, de ejemplo, honradez, fidelidad, lealtad, que hasta la presente fecha constituyen el aval más importante de la formación militar. En 1905 salió a luz las Leyendas del Tiempo Heroico de Manuel J. Calle, y con ello, la figura del héroe niño, pasando revista al mando de su compañía, se hizo la oración  del soldado ecuatoriano al amanecer de cada día. Posteriormente esta invocación fue reemplazada por la del río Amazonas, en el afán de “reconquistar por las armas, lo que la política y la diplomacia han cedido”.
La Revolución liberal transformó la educación nacional; las primeras generaciones formadas bajo el laicismo son referentes de la cultura a mediados del siglo XX. En el Ejército, las primeras promociones del Colegio Militar, formadas en base a los lineamientos doctrinarios de la Misión Militar chilena, se constituyen en los líderes de la Revolución Juliana, que cansados de la sistemática demolición de los principios liberales, buscaron la alternativa socialista en la conducción del Estado. A los nombres de Luis Telmo Paz y Miño, Idelfonso Mendoza, Federico Struve, se unen una pléyade de oficiales jóvenes, alumnos de la primera Escuela de Oficiales Ingenieros, creada durante la administración de  Tamayo y el asesoramiento técnico de la Misión Militar italiana.
El movimiento revolucionario de Alfaro sembró las semillas para el nacimiento de un Ejército profesional, a pesar de que en este campo, el ímpetu del movimiento estuvo presente más en el discurso que en la realidad. La profesionalización del Ejército fue un proceso lento y plagado de errores e inconvenientes, de lecciones no aprendidas, de continuas emergencias en la formación de oficiales, de poca o casi ninguna preparación de los mandos inferiores, es decir, de los miembros de la tropa. La poca presencia de escuelas de perfeccionamiento en las diferentes armas y jerarquías del escalafón militar, a pesar de que la Misión Militar chilena, en su proyecto de organización del Ejército lo consigna con gran claridad, le llevaron a la Institución Militar a enfrentar los conflictos bélicos de 1941 y 1981 sin la preparación que estos hechos de enorme trascendencia nacional lo ameritan. Recién, a partir de 1981 se sientan las bases para la verdadera profesionalización de la Institución Militar.
El esfuerzo por reorganizar el Ejército, comenzando por la educación militar, le dio a la postre, un carácter de nacional, tanto en su composición social, como en sus relaciones con las clases dominantes. El Ejército como Institución dejó de apoyar caudillos; en su defecto, ha defendido los sagrados intereses de la Nación.
Concluyamos en el sentido de que la Revolución liberal en el campo de la educación militar fue inconclusa, que algunos de sus logros se consolidaron a mediados del siglo XX; otros fueron dejados de lado sistemáticamente, por razones de orden político, en unos casos, por la falta de una política institucional de largo plazo,  en otros, o por la falta de liderazgo para llevar a la educación de oficiales y tropa a ser considerada como el objetivo más importante de la Institución Militar.

Publicado en el Boletín No 3 de la Academia Nacional de Historia Militar


[1] Antonio Lloret Bastidas. El Ecuador republicano de 1830 a 1895. Inédita.
[2] Diario Oficial de 5 de octubre de 1892
[3] Arte de establecer y ordenar los campamentos militares. Diccionario Larouse.
[4] La mayor parte de las guerras internas se desarrollaban en la Sierra
[5] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950. Centro de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3) ilustraciones.
[6] Ibídem
[7] Ibídem
[8] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950. Centro de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3) ilustraciones
[9] Alfaro: Narraciones históricas. Pag. 33
[10] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950. Centro de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3) ilustraciones.
[11] Ibídem
[12] Ibídem
[13] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950. Centro de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3) ilustraciones.
[14] R.O. 18 de enero 1902
[15] Proyecto de Ley Orgánica. Pag. 2
[16] R.O.68 de 26 noviembre de 1901
[17] Proyecto Ley Orgánica. Pag. 2
[18] Proyecto de ley orgánica. Pag. 40
[19]Ibídem. Pag 42.
[20] Ibídem. Pag.42
[21] Ibídem. Pag. 42
[22] Ibídem. Pag 44.
[23] Ibídem. Pag.46.
[24] Ibídem. Pag 46
[25] Ibídem. Pag. 47.
[26] Ibídem. Pag. 48
[27] Ibídem. Pag.49
[28] Ibídem. Pag. 58
[29] J. Nuñez. Los orígenes de la bancocracia”. Pag. 21
[30] Proyecto Ley Orgánica Militar. Pag. 20
[31] Roberto Andrade.- Vida y Muerte de Eloy Alfaro (Memorias). 1916, Nueva York
[32] Muñoz Julio. Doctrinas militares aplicadas en el Ecuador. 1949. Pag. 185
[33] R.O. 83 de 13 de diciembre de 1911.
[34] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950. Centro de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3) ilustraciones.
[35] Enrique Ayala Mora. Manual de Historia del Ecuador II. Epoca republicana. Quito. Universidad Andina

[36] J .Núñez. La revolución alfarista.
[37] Roberto Andrade. Vida y muerte de Eloy Alfaro., 1916. New York
[38] R.O. 441 de 3 septiembre de 1897
[39] R.O. 607 de 10 de mayo de 1898
[40] R.O. 739 de 26 noviembre 1898
[41] R.O. 1352 de 20 de marzo de 1901
[42] R. O 1014 de 16 diciembre 1899
[43] Roberto Andrade. Vida y Muerte de Eloy Alfaro. New York. 1916
[44] R.O.1044 de 31 enero 1900
[45] R.O. 1047 de 5 febrero 1900
[46] R.O. 1147 de 13 junio 1900
[47] R.O.1173 de 20 de julio 1900
[48] R.O.1182 de 2 agosto 1900
[49] Vida y muerte de Eloy Alfaro.- Roberto Andrade
[50] R.O.1251 de de 27 octubre 1900
[51] Contratado como instructor de la Armada.
[52] Se refiere a la Academia de Guerra.
[53] R.O. 1201 de 24 de agosto de 1900
[54] R.O.1272 de 5 diciembre 1900
[55] R.O.1083 de 21 marzo 1900
[56] R.O. 1434 de 6 de julio 1901
[57] R.O. 1459 de 7 agosto 1901
[58] Historia del Ecuador. Obras Completas. Gabriel Cevallos García. Gráficas Hernández. 1987
[59] R.O. 169 de 7 abril 1902
[60] Esmil. Año II. Enero-marzo 1991. Informe de labores del Director, Gral. Patricio Lloret
[61] R.O.351 de 17 noviembre 1902
[62] R.O.111 de 21 de enero 1902
[63] R.O. 370 de 20 diciembre 1902
[64] R.O.203 de 19 mayo 1902
[65] R.O.413 de 3 febrero 1903
[66] R.O. 839 de 15 julio 1904
[67] R.O. 858 de 8 agosto 1904
[68] R.O.689, 695 de enero de 1904
[69] R.O.899 de 29 septiembre 1904
[70] R.O.990 de 18 enero 1905
[71] R.O. 1109 de 14 junio de 1905
[72] R.O.1155 de 9 agosto 1905
[73] El Ejercito en 100 años de vida republicana.- Remigio Romero Cordero.- pag.173
[74] R.O.1156 de 11 agosto 1905
[75] Enrique Ayala Mora. Federico González Suarez y la polémica sobre el Estado laico. Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano. Vol 4. Quito. Banco Central del Ecuador. Corporación Editora Nacional. 1980.
[76] R.O. 30 de 12 octubre 1905
[77] R.O. 31 de 13 octubre 1905
[78] Bonos ferrocarrileros.
[79] R.O. 01 de 24 de enero de 1906
[80] Vida y muerte de Eloy Alfaro.- Roberto Andrade.
[81] R.O. de 3 de febrero de 1906
[82] R.O. 128 de 11 de julio de 1906
[83] R.O. 71 de 1 diciembre 1905
[84] R.O. 87 de 19 de mayo de 1906.
[85] R.O.235 de 21 noviembre de 1906.
[86] (R.O. 242 de 29 de noviembre de 1906.)
[87] (R.O. 215 de 27 de octubre de 1906)
[88] R.O.454 de 23 de agosto de 1907
[89] R.O.487 de 2 de octubre 1907
[90] R.O. 623 de 19 de marzo de 1908
[91] R.O. 1256 de 28 de mayo de 1910
[92] R.O. 1161 de 27 de enero de 1910
[93] R.O. 1198 de 15 de marzo de 1910
[94] R.O. 1523 de 25 de abril de 1911)
[95] R.O. 1535 de 9 de mayo de 1911
[96] R.O. 97 de 30 de diciembre de 1911
[97] Vida y muerte de Eloy Alfaro. Rafael Andrade.

[98] Historia del Ecuador.- Obras Completas.- Gabriel Cevallos García.- Graficas Hernández.- 1987.

[99] R.O. 139 de 20 de febrero de 1912
[100] R.O. 20 de abril de 1912
[101] R.O. 281 del 10 de agosto
[102] R.O. 1 de 1 de septiembre de 1912
[103] Se refiere al asesinato de Alfaro.
[104] R.O. 10 de 12 septiembre de 1912
[105]Proyecto de  Ley Orgánica Militar. Pag 81.
[106] R.O. 104. De 7 de enero de 1913
[107] R.O.636 de 20 de octubre de 1914
[108] R.O.982 de 22 de diciembre de 1915
[109] Diccionario de la Real Academia española.

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