Durante treinta o
quizá cuarenta años, Eloy Alfaro estuvo al frente de las Montoneras Liberales,
haciendo la guerra a los gobiernos reaccionarios y extendiendo por todo el
litoral, desde su tierra nativa, Manabí, el grito unánime de ¡Viva Alfaro¡, expresión fácil y sonora
para dar identidad a una revolución y representar el pensamiento del alma
popular, hasta llegar a retumbar en los confines de la patria, como un
trueno, en el lenguaje del montubio, del
chapulo y de la indiada, el sonoro grito de ¡Viva Alfaro, Carajo¡
“Alfaro era la
Montonera-dice Lloret Bastidas-. La Montonera iba con él a todas y sin tregua,
y los jefes montoneros que la comandaban se apellidaban Infante, Cerezo,
Facundo Vela, Bowen, los Alfaro, los Andrade, Pedro Montero, Viteri, Coral.”[1] partes, de día y de noche,
subiendo y bajando, bajando y subiendo, sin descanso
“Al año 78- dice
Francisco Guarderas- , Alfaro no tenía sino treinta y seis años y ya era el Viejo Alfaro. Significativa es esa
prematura prestancia que, por un apodo, le señalaba al respecto, la
consideración y la obediencia de sus propias filas. Franco, Valverde, Vera,
García, Abelardo Moncayo, unos con más, otros con menos, con poca diferencia de
años, fueron sus contemporáneos; y, todos, entre ellos, se referían al Viejo, como si de él hubiesen sido la
mesura, el cálculo y la ponderación de los años”.
El General de las Derrotas que decían los
curuchupas, señalando las arrugas del Viejo
Luchador, fruto de una campaña de tantos años, de enormes sacrificios, de
constantes destierros derivados de sus derrotas, ve culminado su objetivo, llegar al mando del país, en junio
de 1895, impensadamente, porque su revolución estaba moribunda; sin embargo,
sus cenizas se prendieron vertiginosamente el momento en que Plácido Caamaño y
los vendedores de armas de la casa Flint, negociaron la bandera ecuatoriana.
La venta de la bandera
desembocó en el pronunciamiento del 5 de junio de 1895, en el cual se nombra a
Eloy Alfaro como Jefe Supremo de la República. Luego de 10 años de exilio y un
caminar por toda América, Alfaro llegó a Guayaquil un 18 de junio, dispuesto a
impulsar su revolución.
Grave debe haber sido la disyuntiva del general en cuanto a la
reestructuración del Ejército una vez
alcanzado el triunfo de la revolución. Tenía treinta y más años de comandar a
las montoneras nacidas en la Costa, machete en mano, sin más conocimientos que
los que puede dar el agotador trabajo para subsistir. Como dejarlos de lado.
Por otra parte, todo lo que olía a progresismo había que eliminarlo, de la
misma forma en que Rocafuerte eliminó lo de Flores, García Moreno lo de Urbina
y así sucesivamente hasta convertirse en una costumbre que perdura y que
aniquila el progreso del país; la Institución Militar no es la excepción. Y así
procedió; posiblemente se equivocó y tuvo que partir de cero en el Ejército, con el agravante de que en su primer
periodo no tuvo más tiempo que el de combatir con los seculares enemigos de la
patria, aquellos que nunca están satisfechos de nada, que nunca proponen cosas
nuevas y son expertos en criticar y denostar. Tuvo que luchar contra fuerzas
organizadas, como las de Vega en Cuenca, las de Sarasti en el centro del país,
en ese escenario de siempre para las luchas intestinas de la Patria. De esta
manera, el Ejército liberal se forma inicialmente, alrededor de los montoneros,
más las incorporaciones de liberales convencidos y de una gran parte de
oportunistas que nunca faltan en estas especiales circunstancias de orden
político.
LA EDUCACIÓN
MILITAR ANTES DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL
La educación en la
Institución militar; es decir, en el Ejército y en la Armada, en la segunda con
menor presencia, tenía que ver fundamentalmente con la necesidad de crear institutos de formación de oficiales y tropa.
La historia está llena de inauguraciones y cierres de estos centros de
formación; unas veces por falta de dinero en las arcas fiscales, otras veces,
por la inclinación ideológica de los presidentes de turno y muchas más por
falta de liderazgo en la Institución.
Siendo el
Ejército el eje sobre el cual ha girado
la historia nacional, muy a pesar de quienes quieren ver en esta Institución,
solamente la participación en el
cuartelazo que permita poner a un mandatario en reemplazo de otro, hay pocos
historiadores que tratan y analizan a la
Institución en cuanto a su formación académica y militar, en las diferentes
etapas de la historia nacional.
Convencido Rocafuerte de la necesidad de formar los cuadros del Ejército
en una escuela de alta moral y férrea disciplina, crea la primera Escuela
Militar en Quito, en 1837. Las condiciones de ingreso apenas consideraban la
necesidad de que los aspirantes sepan leer y escribir; sin embargo, las
cualidades morales del candidato eran extremadamente rigurosas.
El 2 de abril de 1869, en la
administración de Gabriel García Moreno y la presencia importante de Francisco
Javier Salazar, se organiza una Escuela
Militar con el nombre de Escuela
Práctica de Cadetes, y se crea la Escuela
Reglamentaria de Artillería. Su organización y reglamentos están acordes con las
necesidades profesionales. En el pensum de estudios asoma la táctica y el
conocimiento de armas y tiro. Entre las materias de cultura general se cuentan
la gramática, geografía, aritmética, sistema métrico decimal y reglas de
urbanidad. Se complementa con el estudio
del francés, historia universal, lógica
y procesos militares. Para los artilleros, como especialidad, se imparte
algebra, geometría, trigonometría esférica y cosmografía. La supervisión estaba
en manos del general Francisco Javier Salazar y la impartición de clases, en
manos de profesores de la Politécnica. La formación académica y militar tenía
una duración de cuatro años. La graduación como oficiales obedecía a la
rendición de exámenes ante un tribunal conformado por el decano de la Facultad
de Ciencias de la Universidad Central y rectores de colegios, a más de las
autoridades militares.
En lo referente a la Marina Nacional, el Senado y Cámara de Diputados
reunidos en Congreso decretan la reapertura de la Escuela Náutica en el año de
1867, en la ciudad de Guayaquil. En pocos meses se clausura. En junio de 1884
el Presidente J.M. Plácido Caamaño vuelve a crear la Escuela Náutica. Su pensum
de estudios consideraba: algebra, geometría, trigonometría rectilínea y
esférica, cosmografía, elementos de geografía física, artillería naval,
ordenanza naval, derecho internacional marítimo, francés e inglés, pilotaje, hidrografía, elementos de mecánica.
La preocupación de los mandos militares por la educación llevaba, en algunas ocasiones, a recomendar al gobierno de turno alternativas
que iban más allá de la responsabilidad institucional; así por ejemplo, en 1884
se publicaba un decreto ejecutivo mediante el cual, los oficiales tenían que
adquirir los reglamentos de táctica de sus armas, así como los referidos a
guerrilla y esgrima de bayoneta. Se disponía que en cada unidad, los oficiales
se reúnan diariamente, al menos dos horas y media, al mando del más antiguo, a
fin de estudiar el código militar, la táctica del arma, la instrucción teórica
de tiro de las armas de precisión, el modo de llevar los libros de mayoría y de
compañía. Dentro de la parte académica se disponía una o más lecciones
semanales de gramática castellana, ortografía, estilo oficial y geografía del
Ecuador, de Colombia y del Perú. Los capitanes tenían la obligación de estudiar
la historia de la Gran Colombia y la del Ecuador. Se incluía una hora y media
semanal de matemáticas. Las escuelas de formación estaban cerradas.
En agosto de 1888, en el gobierno de Antonio Flores, el Congreso dispone
la apertura de un curso de formación de oficiales, mal llamado Colegio Militar
y de la Escuela Náutica. Se incluye en el
decreto ejecutivo las materias a dictarse: sistema penal, organización
de los juzgados y tribunales militares, juicios militares, ley orgánica,
organización y servicio de los estados mayores, táctica superior, guerra de
montaña, fortificación de campaña, principios de logística, derecho
constitucional, Constitución de la República.
Luis Cordero fue el
último de los presidentes, antes de que asuma el mando Eloy Alfaro, en reorganizar la Escuela
Militar, dándole un local propio y más adecuados programas de instrucción y de
estudios. Inicia la reorganización basado en el decreto ejecutivo de agosto de
1888; lo inaugura un 12 de octubre, en homenaje al descubrimiento de América,
con la participación de las élites política y social de la Capital. El examen de admisión de los aspirantes a cadetes fue
presidido por el presidente Cordero, quien en su discurso inaugural dirá:
“Vivimos, señores, en una época en que el triunfo marcial no corresponde, como
antes, al predominio de la fuerza, no a la magnitud del número. Las últimas
campañas de América y Europa nos hacen conocer que ese triunfo es de la
ciencia”[2]
Simultáneamente en Guayaquil, a bordo del “Nueve de Julio”, se reabre la
Escuela Náutica, con la presencia de Plácido Caamaño, Gobernador de Guayaquil y
Reynaldo Flores, Comandante de la guarnición, entre otras autoridades.
El 22 de mayo de 1893, se publica en el Diario Oficial, el reglamento
del Colegio Militar; entre sus artículos se incluye el pensum de estudios:
religión, moral y urbanidad, gramática y literatura castellanas, francés e
ingles, geografía universal y patria, historia patria y elementos de historia
universal, dibujo lineal, telegrafía, taquigrafía, matemáticas, legislación
militar en todos sus ramos, táctica de las tres armas, instrucción de tiro,
servicio de campaña, guerra de montaña, fortificación de campaña,
castrametación[3],
esgrima, gimnasia, nociones de derecho internacional y de gentes.
Con fecha 18 de septiembre de 1894, el Congreso emite el decreto por el
cual se autoriza al Poder Ejecutivo mandar al exterior a cuatro jóvenes
ecuatorianos de nacimiento, aptos para la carrera de las armas, y a otros
cuatro de la Marina Nacional, a los Colegios Militares de Europa y a la Escuela
Naval de cualquier nación extranjera, para que reciba instrucción teórica y
práctica lo más completa posible. Entre los requisitos se incluyen: tener de 17
a 21 años de edad, buena salud, bachiller en filosofía o en ciencias, aprobar
el examen de matemáticas en la Universidad Central, y en las provincias ante
tribunal nombrado por el ejecutivo. El decreto es publicado en el Diario
Oficial del 28 de septiembre 1894.
La Escuela Militar
y la Escuela Náutica se mantuvieron hasta 1895, en que fueron clausurados por
la Revolución Liberal. Hasta ese entonces, la Escuela Militar había funcionado en forma interrumpida,
veintiún años, es decir, un 30% del tiempo de vida de la República. La
formación de los oficiales, si bien era una preocupación de los mandos
militares de los diferentes gobiernos, no obedecía a una planificación de
carácter institucional; era más bien, el traslado de los conocimientos adquiridos
por algunos oficiales, en diferentes cursos o visitas realizadas a institutos
de formación en el exterior, cuando llegaban a ocupar cargos importantes en el
escalafón militar. En estos 21 años, las materias militares que se habían mantenido en
el pensum de estudios eran la táctica, conocimiento de armas, guerra de montaña
y la fortificación de campaña[4]. En las materias
complementarias, siempre se mantuvo el estudio de la historia y geografía del
país y de los vecinos. No faltaron, de acuerdo a los documentos de la época, la
inclusión de materias que buscaban adaptar la formación militar a las
necesidades que muy a menudo surgían por la presencia de los militares en la
administración civil, en la justicia, en el lugar de empleo de las tropas, en
el tipo de armamento adquirido, en la edad y grado de conocimiento de los
aspirantes a oficiales. Algunos ejemplos: reglas de urbanidad, sistema penal,
juzgados y tribunales militares, derecho constitucional, religión, moral,
guerra de montaña, derecho internacional, entre otras. De la educación de la
tropa no se hace mención en ningún gobierno hasta esa fecha. El estudio del
francés posiblemente era por la gran influencia de ese país en el mundo entero,
tanto en la formación militar, como en las ciencias y en las artes.
En cuanto a las
especialidades existentes a junio de 1895, la Artillería era la mejor dotada en
armamento y en personal. Se pone especial énfasis a su formación académica,
disponiendo que la enseñanza dure cuatro años y medio, en los cuales se
dictaban nueve cursos, uno en cada semestre, contraídos a las materias
siguientes: tratado elemental de artillería, gramática castellana, geografía,
aritmética, algebra, geometría rectilínea y esférica, geometría practica e
industrial, series, geometría analítica de dos y tres dimensiones, geometría
descriptiva con aplicación al corte de madera y piedras, elementos de cálculo
diferencial e integral, estática, dinámica, principios de hidrostática e
hidrodinámica, elementos de química aplicada a la artillería, mecánica
aplicada, traducción del francés, inglés y alemán, sombras y perspectiva
lineal, artillería, fortificación permanente y de campaña, elementos de esgrima
y de literatura. El currículo es muy
similar al que en 1936 regiría para la Escuela de Artillería e Ingeniería, al
momento de su fusión con la Escuela de Oficiales Ingenieros. La malla
curricular es digna de un tercer nivel de educación superior, pero innecesario
para la conducción del tiro de Artillería.
En lo que
corresponde a la formación de los oficiales de la Armada nacional, ningún
establecimiento de educación militar habrá de atravesar jamás por clausuras y
reaperturas tan sucesivas; se llamó escuela náutica, otras veces escuela naval,
curso extraordinario de aspirantes marinos, escuela de especialistas en minas y
torpedos; otras en fin, curso de cadetes ingenieros navales, hasta la última
clausura del 23 de noviembre de 1916, cuando se llamaba Escuela de Ingenieros
de la Armada, antes de que se establezca de forma definitiva la actual Escuela
Naval.
El pasado educativo
del Ejército tuvo momentos pequeños de lucidez, por el aporte individual de
líderes militares y civiles (Rocafuerte, Urbina, García Moreno, Francisco
Salazar) que al no tener el aporte
colectivo, no pudieron alcanzar los objetivos que se propusieron. Estos aportes
ubicados en el escenario histórico se enfrentaron a las relaciones de poder y a
las luchas ideológicas que llevaron al Ejército a su periódico empleo en el
ámbito nacional.
Así llegaba la
educación militar en los albores de la Revolución liberal, con enormes dudas
respecto de su organización y de sus objetivos como Institución; la mayor parte
del tiempo, el Ejército había permanecido en campaña, apagando los incendios causados
por los políticos de turno, unas veces como “constitucionalistas”, otras como
“regeneradores” en los campos de batalla. Desde Junio del 95 los centros de
formación de oficiales estaban cerrados, tanto profesores como alumnos
compartían las tiendas de campaña, en la lucha por consolidar la revolución de
Alfaro. La plana mayor del alto mando liberal fue nombrada en 1897 y publicada
en el Registro Oficial No 441 de 19 de julio, en reconocimiento a su actuación
en la revolución; casi en su totalidad, no eran oficiales de carrera: Morales,
Franco, Arellano, Plaza, Moncayo, como generales; Medardo Alfaro, Centeno,
García, Mancheno, Zabando, Venegas, como coroneles, y un capitán de navío
Andrés Marín García. De los contingentes de indígenas serranos que se unieron a
las tropas alfaristas, como informantes, algunos de sus cabecillas obtuvieron
grados militares. Alejo Saes fue
general, Manuel Guamán y Juan Morocho fueron coroneles.
Casi en seguida se
ascendieron a otros militares tanto efectivos como graduados. Una gran cantidad
de militares fueron asignados con el pase a funciones de administración
pública, tanto en el país como en el exterior. En 1898 eran 64, en 1910 fueron
474. Los intereses del Ejército alfarista estaban orientados a la toma del
poder político y económico, de allí que, al ocupar estos espacios
administrativos, se alejaron de los cuarteles.
Quienes asumieron
el mando de la Institución Militar no estuvieron a la altura del proceso
revolucionario, al menos en el campo de la educación militar, que les lleve a
romper los paradigmas existentes en sus miembros, expresados en la ruptura de
los valores y compromisos que se venían arrastrando desde la fundación de la
República, asunto que si sucedió con otros campos como la cultura, el arte, la
ciencia.
LA INFUENCIA
CHILENA EN LA EDUCACION MILITAR
A pesar de que
Chile no consta entre los países a los cuales llegó Alfaro después de sus derrotas,
sus contactos desde la Presidencia de la República, aún cuando en su primera
administración pasó el mayor tiempo fuera de la sede del Gobierno, le deben
haber permitido buenos contactos con el
Gobierno de la Estrella Solitaria; a más de ello, su natural inclinación
a la lectura, especialmente sobre el arte de la guerra, le habría acercado a la
doctrina militar alemana y a su influencia en el Ejército de Chile.
En el ámbito sud
americano, varios países estaban empeñados en la profesionalización de sus
Fuerzas Armadas, para lo cual, hicieron contacto con los gobiernos europeos
inicialmente, y posteriormente con los
Estados Unidos, para conseguir asesoría a través de misiones militares. La profesionalización
de la carrera militar en Europa en el siglo XIX estaba liderada por Francia y
Alemania, de allí que algunos países de la región optaron por la primera de las
nombradas, que además lideraba otras ramas del conocimiento humano tales como
las ciencias, el arte, la literatura y la moda, entre otras. Esta influencia
francesa se mantuvo con mucha fuerza incluso después de su derrota en la guerra
Franco-Prusiana en 1870.
En el caso de
Chile, el modelo francés se mantuvo hasta el final de la guerra del Pacifico,
sus resultados fueron satisfactorios en tanto en cuanto culminó con la
ocupación de Lima y la firma del tratado correspondiente; sin embargo, en la
evaluación realizada después de las operaciones, el mando militar concluyó que
el conflicto dejó a la vista muchas deficiencias en la organización militar
chilena, y optó por la contratación de instructores militares alemanes y el
envío de oficiales chilenos a Alemania, a partir de 1880.
En el año 1885 con el entonces
Capitán Emilio Körner Henze a la cabeza, el Ejército de Chile recibe a
treinta y un oficiales alemanes para que reorganicen el Ejército en su
totalidad. Körner ingresó a la Academia de Guerra de Prusia en 1868. Allí tuvo
por compañeros de estudio a Von Hindemburg y Meckel, quienes obtuvieron las
tres primeras antiguedades de la Academia. Von Hindemburg alcanzó fama mundial,
luego de su gran victoria de Tarmeberg (1914) siendo después nombrado
Presidente de la República Alemana (1925) y reelegido en 1932. Meckel tuvo a su
cargo la organización del Ejército imperial japonés y Körner fue comisionado
por el Feld-Mariscal, Helmuth K.B. Conde de Moltke, para realizar importantes
estudios en Francia, Italia, España y Rusia. La reputación de Körner fue
suficiente para que recibiera la importante misión de reorganizar el Ejército
chileno, tanto en materia de estudios como en la instrucción táctica de sus
unidades de combate. La táctica se moderniza, se adquiere el material de guerra
necesario y se inicia una época de poderosa influencia alemana, cuyas semillas
se sienten y perduran hasta la presente fecha en el Ejército chileno.
Emilio Korner y el sargento mayor del Ejército de Chile Jorge Boonen
Rivera fueron los encargados de redactar el proyecto para “las reformas que
debían introducirse en el plan de estudios de la Escuela Militar y en la
organización de un establecimiento de instrucción superior técnica, en el cual
jóvenes tenientes y capitanes pudieran ir a completar sus conocimientos
técnicos y prepararse para el profesorado en la Escuela Militar y para ser los
propagadores de la enseñanza de los reglamentos modernos en sus respectivas
armas”.[5]El proyecto serviría como
modelo para su implementación por parte de Chile en Ecuador.
Para finales del siglo XIX la influencia de los alemanes en el Ejército
chileno era muy notoria, así lo informaba el propio embajador alemán en
Santiago, “el Ejército chileno en su organización interna y en su apariencia
externa y equipamiento más y más se convierte en la copia en miniatura del
Ejército alemán”.[6]
La importancia de la presencia alemana en Chile determina que algunos
países sud y centro americanos miren a
este país como el más conveniente por su cercanía, para que sus oficiales sean
entrenados en sus centros de formación, o que algunos gobiernos inviten o
contraten misiones militares para este fin. Paraguay fue el primer país que
envió a sus oficiales a Chile en 1897; El Salvador recibió una misión militar
chilena en 1903, Colombia lo hizo en 1905, Venezuela en 1910. Antes de la Primera Guerra Mundial,
se dice que en las capitales de los países latinoamericanos, durante la
conmemoración de las fiestas nacionales, las paradas militares ponían en
evidencia para los diplomáticos, “en que países trabajaban misiones alemanas,
chilenas o francesas”.[7] La influencia militar de
Alemania y Chile se reflejaba también en el uso de reglamentos
germano-chilenos, en su apariencia exterior, en cuanto a uniformes, en su forma
de desfilar en las paradas, en el uso del casco de punta (Pickelhaube) por parte
de los instructores.
El general Arancibia en su libro citado, al analizar las razones por las
cuales los países miraban con buenos ojos la presencia de Chile nos dice: “El prestigio militar de Chile era increíblemente grande en América Latina. Los países de la región caribeña consideraban al Ejército chileno como modelo por una parte, porque mientras éstos se
caracterizaban por su caótica situación política interna, en el lejano país andino las Fuerzas Armadas fueron
garantía segura de la estabilidad interna y del orden; y desde el punto de vista de la política externa los soldados chilenos fueron el apoyo
de la unánime voluntad de la nación chilena”.
Estas
consideraciones llevan al general Arancibia a concluir: “Las repúblicas de
América Central y los estados norteños de la América del Sur, tomando el modelo del Ejército chileno esperaron
que mediante la profesionalización de sus ejércitos dejarían de ser
utilizados en la lucha política de los partidos, y serían un apoyo
seguro en la protección de su soberanía nacional contra los Estados
Unidos”[8]
Desde
otro punto de vista, la presencia chilena en Ecuador y Colombia afianzaba los
lazos de amistad entre los dos países y de estos hacia Chile, en consideración
a las relaciones siempre tensas con el Perú a raíz de la Guerra del Pacífico.
La
participación de los Estados Unidos en la construcción del Canal de Panamá fue otro
motivo de preocupación de Chile, especialmente cuando se enteraron de las
propuestas recibidas por Ecuador en el año de 1895, con Eloy Alfaro como Jefe
Supremo, para la compra del Archipiélago de Colón en cinco millones de libras
esterlinas, y una segunda oferta posterior por 300 millones de francos. De
estas propuestas Alfaro hizo conocer al Congreso Nacional de 1898 en forma
reservada. “Lejos de mi el pensamiento de atribuirme ningún mérito en mi
procedimiento, porque simplemente cumplía con mi deber, juzgando que, estando
en poder de una poderosa Nación europea
aquellas islas, constituía una amenaza para la autonomía de las Repúblicas de
la América del Sur en la Costa del Pacífico”.[9] Para los chilenos la oferta venía de los Estados
Unidos: “En Chile vieron un peligro especialmente grave en que desde 1903, durante casi una década, los Estados
Unidos con diferentes métodos intentaban lograr que Ecuador les vendiera las
Islas Galápagos, que según el modelo de la base de Guantánamo en Cuba, pudiera funcionar como vanguardia del Canal interoceánico”.[10] La apreciación estratégica de Chile contenida en un
artículo titulado “La defensa nacional del país. Bases de operaciones para la
Escuadra” decía: “La apertura del Canal de Panamá producirá una alteración completa en las condiciones estratégicas de nuestro país, por la cual cree que deberíamos entrar en arreglar con alguna nación amiga para obtener un punto
de apoyo en el Pacífico equinoccial... Un punto en las Galápagos serviría admirablemente este propósito y
nos ayudaría a ser más efectiva nuestra defensa en el Pacífico, aumentando nuestro radio de acción. La importancia comercial de ese puesto sería grande cuando
lo hubiéramos convertido en el punto de recalada del tráfico que se hará a través del Istmo hacia la Oceanía. Sería el San Vicente de Cabo Verde del Pacífico, a poco más de 2000 millas de nuestras minas
de carbón."[11]
El
análisis de este interesante asunto concluye de la siguiente manera: “Chile a toda
costa quería impedir que Ecuador vendiera las Islas a los Estados Unidos, por
eso Santiago mantenía en Ecuador no solamente a una misión militar, sino a una
de la Marina también. A base de las actas del "Admiralstab der Marine" se puede seguir muy
bien la lucha - aunque formal - entre los Estados Unidos y Ecuador en la cuestión de las Islas. En realidad, detrás de la resistencia de Ecuador contra las aspiraciones de la Casa Blanca estaba La Moneda, y detrás de Chile estaban Alemania y Gran
Bretaña”.
“A base
de las Actas Galápagos alemanas se
puede afirmar que las misiones militares y navales chilenas en Ecuador jugaban un papel clave en que la US Navy no pudiera apoderarse del Archipiélago. La misma Alemania también mostraba gran interés por las
islas, estratégicamente tan importantes, pero no podía pensar en obtenerlas. Por eso apoyaba la intención chilena de establecer una base naval de
guerra en las islas y mantener las misiones militares chilenas en Quito. Por parte alemana las Islas Galápagos fueron
consideradas como una vanguardia y rompeolas
-Wellenbecher- contra la rápida crecida de la influencia norteamericana”.[12]
Pero no era
solamente la influencia de Chile en los países de la región; existía una
política exterior alemana orientada a defender los intereses económicos de su
país, en el campo de la defensa, evitando a todo trance que Francia pueda
entrar en Ecuador, y asegurar para la industria alemana los pedidos de
armamento que necesariamente tenía que realizar nuestro país, ante la
arremetida permanente de los peruanos en la conflictiva frontera ecuatoriana-peruana.
Es interesante transcribir parte de la correspondencia que mantiene el Cónsul
alemán en Quito hacia Berlín. “En círculos
profesionales de aquí se mantiene unánime la opinión
según la cual
franceses - como instructores del Ejército
ecuatoriano - están fuera de cuestión por el antagonismo entre Ecuador y el
Perú, el cual, como se sabe, ya hace bastante tiempo (desde 1896 - F.F.)
trabaja con oficiales franceses. La invitación
de oficiales chilenos tampoco tiene que suscitar inquietud en cuanto a los pedidos para
armamento. En la compra de
nuevos equipos de guerra naturalmente ellos serán los consejeros adecuados del Gobierno
ecuatoriano, por cuanto Chile en el caso
de una guerra contra el antiguo enemigo (Erbfeind) común para los dos, está interesado en que las
armas y munición de las tropas ecuatorianas se ajusten a las chilenas no
solamente en su
calidad, sino también se amolden al uniforme armamento del Ejército chileno; como resultado de eso (Chile),
con disimulo influirá en la concesión
de los pedidos de Ecuador. Como el señor Eastman me aseguró de manera «estrictamente confidencial» (streng
vertraulich), los oficiales de la Marina
chilena, que actualmente hacen el servicio en Ecuador,
de antemano siempre se informan en Santiago
si deben hacer determinadas proposiciones al Gobierno ecuatoriano. Pues, como
nuestra Misión Militar en Chile
se preocupa de que haya un pedido de armamento alemán, así, por las razones
arriba mencionadas los oficiales chilenos también intentan obtener armas
alemanas. En la actual
constelación política de la costa
occidental con toda seguridad se puede afirmar que el débil (schwache) Ecuador
pretende apoyarse en el más
fuerte (stärkere) Chile: mientras Chile nos compre armas, presumiblemente
Ecuador seguirá siendo nuestro comprador también. En esas
condiciones, es decir, mientras el trabajo eficaz de los instructores alemanes
aquí tenga perspectivas desfavorables, no tenemos ningún motivo para lamentar la planeada
invitación de oficiales chilenos."[13]
Estos antecedentes y el análisis de carácter político-estratégico que deben
haber sido discutidos en los más altos estamentos del Gobierno nacional, lleva
a Alfaro, en su deseo de reorganizar el Ejército, a la suscripción de un
contrato de Arrendamiento de Servicios
firmado el 2 de septiembre de 1899 (antes de que se emita el decreto de
creación del Colegio Militar) en
Santiago de Chile, entre el sargento mayor del ejército de Chile, D. Luis
Cabrera y el Cónsul de Ecuador D. Roberto Schumacher para ejercer el cargo de
instructor en el Colegio Militar.[14] La presencia de Cabrera
se materializa pocos días antes de que se publique el decreto de creación.
Se hacen efectivas
nuevas contrataciones de oficiales chilenos, ha
pedido del sargento mayor Luis Cabrera, en las personas del capitán
Ernesto Medina y tenientes Luis Bravo y Julio Franzani, con fecha 10 y 28 de
septiembre de 1901 respectivamente. Al respecto, el sargento mayor Cabrera,
cuando remite el proyecto de Ley Orgánica Militar al ministro de Guerra y Marina
dice: “Este trabajo pudo haber sido entregado a US, en época anterior; pero
juzgué oportuno retardar su entrega hasta no recibir el concurso de los S.S.
oficiales del Ejército de Chile, capitán Dn Ernesto Medina F y tenientes Dn. Luis Bravo y Dn. Julio Franzani, que
debían traerme, como era natural, las justas observaciones resultantes de la
experiencia adquirida por mi país en el último bienio”[15]
Mediante Acuerdo
firmado por el Presidente de la República se les da de alta en la Escuela de
Clases, como instructores militares y de conformidad con las respectivas
contratas celebradas.[16]
De esta manera se conforma la Misión Militar chilena, la misma que tendrá bajo
su responsabilidad la reorganización prevista por Alfaro para el Ejército y la
Armada, a través de la Ley Orgánica Militar.
El 27 de junio de
1902, el sargento mayor Luis Cabrera,
como Presidente de la Misión Militar contratada por Eloy Alfaro, remite
al Sr. Ministro de Guerra y Marina, general Flavio E. Alfaro, el proyecto de
Ley Orgánica Militar que “abarca todos los ramos en que se funda la
administración y el mando del ejército; y, llevado a la práctica revolucionará
de un modo absoluto la institución militar ecuatoriana.”[17]
En lo que
corresponde a la educación militar, el proyecto de Ley considera fundamentales
para el Ejército, respecto a la preparación técnica y práctica que la
institución debe proporcionar al personal: la Academia de Guerra, la Escuela
Militar y la Escuela de Clases.
“El ejercicio
práctico de la conducción de tropas es el arte de la guerra: el estudio teórico
de esa conducción, deducida de la experiencia histórica, de la lógica y de los
ramos auxiliares, es la ciencia de la guerra. A la enseñanza de esta ciencia
está consagrado el instituto que llamamos Academia de Guerra.”[18]
Su creación reviste un carácter de urgente para los oficiales chilenos, “si se
quiere iniciar de una vez la grande obra de preparar el cuerpo de oficiales
para las tareas superiores de la conducción de tropas”. Pone especial énfasis
en la enseñanza de la táctica aplicada: “El estudio de la táctica es para el
oficial lo que el estudio del dogma para el sacerdote, de los códigos para el
abogado, de la anatomía para el médico, de la ciencia del número para el
ingeniero”[19]. Destaca con especial importancia la presencia
de una cátedra denominada historia militar, a la cual le califica como “fuente
única de que se deriva el concepto estratégico, o en otros términos, la sola
base sobre la cual se puede edificar el aprendizaje de la conducción
estratégica de las tropas”.[20] En cuanto a los “juegos
de guerra” que los considera indispensables dice: “ se aprende a dirigir sobre
la carta militar, grandemente ampliada, no solo las unidades inferiores de
tropas, sino que también las superiores dentro y fuera del campo de combate.
Acostumbra al oficial a las difíciles tareas de la concepción y ordenación
militares”.[21]
Para complementar la formación de los oficiales en la Academia de
Guerra, se añaden otras materias; entre ellas:
el estudio de la geografía militar como una herramienta que permita
conocer suficientemente el terreno
propio y el de los posibles enemigos; la fortificación pasajera, provisoria y
permanente para aprender a usar los medios que puedan trasformar el terreno en
beneficio de las operaciones; y, la balística para conocer las armas en cuanto
tiene relación con sus propiedades y el modo de aprovecharlas y comprobarlas.
En lo relacionado a cultura general, se propone el estudio de derecho
público e internacional, la historia universal, las matemáticas en cuanto se
relacione con la topografía aplicada a levantamientos de aplicación militar.
Finalmente se propone el estudio del francés y el alemán para que los oficiales
tengan la posibilidad de leer las obras clásicas militares, a más de que la
influencia doctrinaria en la formación militar provenía de estas dos naciones.
Propone finalmente, que a los cursos de este Instituto asistan desde
capitanes a tenientes coroneles, con una duración de dos años, divididos en dos
cursos.
En lo referente a
la Escuela Militar, el proyecto lo analiza sobre el hecho cierto de que ya
existe en la práctica; por ello, dice: “El Curso General de la Escuela forma
oficiales de infantería; pero, consagra poca atención a la formación de
oficiales para las otras armas, por ello
la necesidad de implementar los Cursos Especiales”.[22] Considera
importante tomar en cuenta la necesidad
de observar la validez universal de los exámenes rendidos en la Escuela
Militar, para el efecto de optar a títulos profesionales civiles, aspecto éste
que hasta hace poquísimos años e incluso hasta ahora, respetando las
diferencias de época, sigue siendo un problema a resolverse al interior del Ejército.
“…es necesario que los estudios hechos en la Escuela Militar den opción no solo
al título de subtenientes, sino también al título universitario, previa la
prueba final del caso y como justa recompensa a una sólida instrucción,
superior con mucho, a la que proporcionan los otros colegios civiles del estado”.[23]
En cuanto a la
Escuela de Clases destinada a formar a los cabos y sargentos, y que al
momento de presentarse el proyecto de ley, ya se encontraba en funcionamiento,
dirigida además por los propios mentores del proyecto, decía: “Todo el sistema
de instrucción individual, base única de la instrucción del recluta, descansa
en la acción directiva de los clases”[24].
Sin lugar a dudas, la visión era muy clara sobre la organización del pilar
fundamental de un Ejército, la educación del personal de tropa. “Resulta así,
que la instrucción toda del Ejército depende del alcance que haya tenido la
preparación individual; y, como de lograr ésta se encuentran encargados los
sargentos y cabos, se desprende, por si misma, la importancia de la misión de
estos actores durante las labores de la paz”[25]
Al analizar la
importancia de los Clases en la guerra, los autores afirman: “Todo el orden
moderno de combate, sintetizado en el vocablo orden disperso, está fundado en
la conducción del fuego de infantería, esto es, en la conducción de las líneas
de tiradores, sin que por esto se deje de tener decisiva influencia la acción
de las otras armas y particularmente de la artillería. Pues bien, la conducción
de las líneas de tiradores será imposible, absolutamente imposible, si no impera
permanente y enérgicamente la acción de
los Clases sobre la pequeña escuadra o sección que le corresponda mandar.”[26] Otros interesantes
conceptos son esgrimidos para resaltar la importancia en la formación de la
tropa. “Puede establecerse, sin incurrir
en error, que de la energía, oportunidad y obediencia de los comandantes de
escuadra depende en grandísima parte el avance acertado, oportuno y resuelto de
las líneas de infantería, en el campo de combate”.[27] Recomiendan que en su organización se consulte la
imperiosa necesidad de formar clases para las cuatro armas, para lo cual, la
base del Instituto la formen los cuadros de una compañía de infantería, un
escuadrón de caballería, una batería de artillería y una compañía de
ingenieros.
Culmina el capítulo VI del proyecto de
ley pidiendo la conformación de cursos especiales, a la enseñanza
especial de tiro, de esgrima, de equitación, de veterinaria, de cirugía de
guerra, de ingeniería militar, los mismos que no siendo urgentes, pueda la ley
autorizar al Presidente de la República implementarlos de acuerdo a las
circunstancias.
Dentro de la organización del Ejército, capítulo VII, Administración y
Mando del Ejército, se incluye en su
párrafo 5to la creación de la Dirección de Instrucción, con el propósito de que
los establecimientos de enseñanza militar obren bajo la acción superior de un
Jefe, que sea responsable del manejo de la enseñanza, fiscalice los sistemas
que en ella se emplea, controle la administración interna de esos establecimientos, se constituya en
órgano de consulta de los directores de los Institutos, y sirva como delegado
ante la autoridad superior del Ejército, para el ejercicio del mando y de la
administración.
Al término de la presentación del proyecto, con mucha razón, el sargento
mayor Luis Cabrera tiene entre otras las siguientes conclusiones sobre cómo se
encuentra a esa fecha el ejército ecuatoriano:
“No hay disciplina, no hay satisfacción en la tropa, por ende, no puede
haber independencia, aprecio, posesión del valor propio en los oficiales; no
hay prestigio en los que mandan; no hay nada de lo que caracteriza el indomable
orgullo militar, cuando los cuarteles no ofrecen una cama y una mesa al
soldado, un cuarto independiente, un comedor, un salón a los oficiales. La
comunidad de vida entre oficiales y soldados ¡Que digo!, entre clases y
soldados, produce fatalmente una relajación monstruosa de la disciplina.”[28] La observación tiene que ver con el momento en que se
realiza el estudio para la organización del Ejército, la misma que va desde
1899, año de llegada del oficial chileno, hasta 1902, fecha de presentación del
proyecto, periodo durante el cual, el Ejército se encuentra en campaña, no hay
una escuela de formación en funcionamiento, una gran parte de los oficiales y
tropa fueron de las montoneras, y los mandos se concedieron como premio al
comportamiento de los oficiales en la consolidación de la Revolución liberal.
Tal como sucedió
con los instructores alemanes en Chile, los oficiales chilenos en los
diferentes países a los cuales llegaron (Ecuador, Colombia, Venezuela, El
Salvador, Nicaragua) concentraron sus esfuerzos en la formación de los
oficiales y suboficiales, ya a través de la modernización de la respectiva
escuela, ya mediante la creación de cursos de estado mayor. Al mismo tiempo que
elaboraban los textos y reglamentos necesarios, tomando como modelo los usados
en Chile. En el caso ecuatoriano, la llegada del sargento mayor Luis Cabrera da
lugar a la creación de los principales centros educativos a los cuales me he
referido.
Luego de tres años
(11 diciembre 1905) de haber permanecido en el Congreso, el Poder Legislativo
decreta la Ley Orgánica Militar. No hay mayores variaciones respecto del
proyecto remitido en junio de 1902.
La realidad de la
Institución Armada desde esa época hasta 1941 y posteriormente a 1981 en que se
fracasó en la conducción de las operaciones y en la organización misma de las
Fuerzas Armadas, me lleva a concluir que no fuimos capaces de entender y poner
en práctica oportunamente los lineamientos generales, no solo de la educación,
sino también de la organización del Ejercito, lo cual nos llevó, dirigidos por
políticos que tampoco entendieron a la organización militar, a descalabros como
los citados.
Llama la atención
el análisis que realizan algunos escritores militares sobre la presencia en el
país de las Misiones Militares, tanto la chilena como la italiana, queriendo
encontrar en ellas la causa inicial del desastre en las operaciones militares.
La Misión Militar
chilena, como se puede deducir de un análisis serio de la Ley Orgánica Militar
de 1902, vino al país a organizar las Fuerzas Armadas, en todos los órdenes,
definiendo inicialmente cuales son los elementos que lo constituyen y las
grandes divisiones que lo caracterizan. Establece con claridad la jerarquía
militar y la forma en que deben ser alcanzadas cada una de ellas, en base a
disposiciones que privilegian la preparación para el desempeño del empleo
inmediatamente superior. La División Territorial en Zonas Militares, que prevalecen
hasta el día de hoy, concebidas en términos de descentralización que permita
conocer y estudiar el territorio nacional en tiempos de paz, para los
imprevistos de la guerra, y les capaciten a sus jefes a mandar las unidades
combinadas. A esa época, el estudio del territorio nacional determinaba el
resguardo de tres fronteras importantes: la norte, la sur y la occidental; es
decir, aquellas que eran accesibles al enemigo, por ello no asoma una cuarta
que relacione la seguridad de la región amazónica, la misma que hoy aún sigue
siendo difícil de ser atacada por fuerzas enemigas; entonces, no hay razón para
denostar contra los chilenos por no habernos enseñado a combatir en selva. Se
quiere culpar del fracaso de las fuerzas gubernamentales en el gobierno de
Leónidas Plaza que fueron derrotadas por los liberales de Concha, por el hecho
de no haberlas entrenado los chilenos en este tipo de combate. Más aún, si las
Fuerzas Armadas de Alfaro estaban constituidas por los montoneros, hombres de
machete y duchos en el movimiento por zonas montañosas, no había razón para que
fracasen en Manabí y en Esmeraldas.
“La campaña de
Esmeraldas significó un terrible desangre para el país […] pero en cambio
resultó ser un fabuloso negocio financiero para la nueva oligarquía en el poder […], otorgándole
préstamos al gobierno para sostener esa campaña militar”[29]
La poca o ninguna
importancia que las élites políticas supieron dar a la región oriental hasta
muy avanzado el siglo XX, fue determinante para que los mandos militares
tampoco se preocupen de tan importante aspecto de Seguridad Nacional.
En la organización
del Ejército impulsaron la conformación de las unidades con cuatro compañías,
baterías o regimientos, según el arma, doctrina que por razones más económicas
que profesionales fue dejada de lado por algunas ocasiones. Se crea el Arma de
Ingenieros, su presencia es “de tal importancia que sin ellos, francamente, no
es comprensible como pudieran ejecutarse operaciones militares con tropas
regulares y contra fuerzas enemigas más o menos bien organizadas.”[30] La campaña del Cenepa lo
demostró a la saciedad. Se propone la creación de los Servicios: Intendencia,
Justicia, Sanidad y Religioso que persisten hasta el día de hoy, pero que en su
implementación han tenido graves problemas organizativos. No fuimos capaces de
crear, mantener y organizar adecuadamente las maestranzas, fábricas y talleres
propuestos en el proyecto, que nos hubieran permitido conservar adecuadamente
el armamento y fabricado munición, para no pasar apuros como los registrados en
las diferentes confrontaciones con el Perú, incluido el Cenepa. Recién en 1972
con la creación de Dine, a pesar de la resistencia de muchos militares, se logró de alguna manera impulsar
las fábricas y maestranzas que este proyecto pretendía impulsarlos. La
propuesta de que el Ejército se encargue de la provisión del rancho, como parte
del servicio de intendencia, fue posiblemente un hecho innovador en beneficio
del soldado.
No es muy clara la
razón por la cual Alfaro se enemistó con el Jefe de la Misión Militar; posiblemente
la influencia de Roberto Andrade pesó en esta decisión. Plaza había estrechado
lazos de amistad con los oficiales chilenos residentes en Quito, a través del
Plenipotenciario chileno Galo Irrazabal Zañartu, su amigo, quien falleció
estando en funciones. Especial acercamiento había con Luis Cabrera, Director de
la Escuela de Clases; por su parte, el general Plaza (despectivamente llamado
Placita por Alfaro) fue duramente criticado por Andrade a lo largo de su vida política,
y por su participación en el asesinato de Alfaro y sus generales. Parece ser
que algunos incidentes se dieron entre el general Andrade y el Subdirector del
Colegio Militar, el capitán chileno Ernesto Medina, por efecto de un castigo
impuesto a su hijo cadete, lo que produjo un cruce de palabras que terminó con
el capitán en el suelo; y, otro incidente entre este mismo oficial y el
Subsecretario de Guerra, coronel Andrade que culminó con un duelo a sable.
Ambos hermanos de Roberto, acusaban a los chilenos de desacreditar ante los
oficiales ecuatorianos las actuaciones
de generales y coroneles del Ejército, por ser menos instruidos en la profesión
militar que los chilenos. Recordemos que la mayor parte de los mandos del
Ejército estaba en manos de oficiales que no eran de carrera, y que su
conocimiento del arte militar dejaba mucho que desear. De Cabrera dice Roberto
Andrade: “pertenecía a la hez del pueblo, a los que propiamente llaman rotos en
Santiago, según me informaron en aquella capital; y en Quito vino a casarse con
una dama aristocrática, gracias probablemente al mutuo auxilio a que, con
juramento, se habían comprometido aquellos dos aventureros, pues Plaza obtuvo
esposa en la misma clase social. Plaza convirtió a Cabrera en su Irrisari”[31] Cabrera-según el autor-
escribió dos ampulosas biografías aparecidas en Santiago, la una en 1904 con hipérboles increíbles a favor de Plaza,
y la segunda en defensa de Plaza ante los acontecimientos de Enero de 1912, a
través de un libro denominado “Sangre ¿Quién la derramó¨? Posiblemente hubo
conflictos entre oficiales chilenos y los Andrade, seguramente el cargo que
ostentaban ambos, podían haber generado tensiones de mando y obediencia. De
allí a tratar a los chilenos, en la forma que lo hace, parece ser el producto de su odio visceral a Plaza. Los
chilenos definitivamente estaban mejor preparados que los oficiales
ecuatorianos, su falta de formación era real, habían pasado en guerras internas
y procedían de una montonera muy valiente, pero poca conocedora del arte de la
guerra; la conformaban varias facciones sociales que lograron agrupar a
campesinos, artesanos, conciertos, montubios, militares dados de baja por
razones políticas o profesionales, intelectuales radicales, entre otros.
La Ley Orgánica
Militar es un trabajo que contiene aspectos importantes de formación académica
y de organización de un Ejército, y muchas de sus normas y procedimientos
superviven hasta la presente fecha.
En cuanto a la
administración del Ejército se propone la creación del Estado Mayor General,
como cabeza directiva de la Institución. El análisis de la política nacional
daba suficientes argumentos para esta creación, a fin de impedir que la
Institución dependa exclusivamente de la voluntad política del mandatario de
turno. A más de ello, este organismo pasaría a ser el ente fiscalizador de
todas las actividades de carácter administrativo y operativo de la fuerza.
Otros aspectos de fundamental importancia que trata este proyecto se relacionan
con los ascensos, el retiro, sueldos, gratificaciones, la movilización y
concentración de fuerzas, reglamentos para las diferentes armas, etc. Su
análisis llevaría mucho espacio, que no es precisamente el tema de este
trabajo.
Darle meritos a la
Misión Militar chilena únicamente por haber inculcado valores en el soldado
ecuatoriano, significa que no se leyó o no se
entendió el contenido del proyecto de Ley Orgánica Militar. Cierto es
que ésta Misión, a más de organizar adecuadamente la Institución Militar,
especialmente el Ejército, inculcó una formación de orden prusiano, entendido
como el de un Ejército nacional, presto a sacrificarse por su patria, obediente
a la autoridad y con altos valores de honor, lealtad y espíritu de cuerpo, lo
cual, ventajosamente, se ha mantenido a través del tiempo.
Respecto de la
Misión Militar italiana, sería motivo de un análisis posiblemente más largo que
el necesario para la Misión chilena, para llegar a valorar su presencia en el
país y desvirtuar conceptos que buscan minimizar su trabajo, al afirmar que con
ellos “solo se aprendió a redactar ordenes de operaciones, el empleo de las
armas automáticas, historia militar europea, organización, estrategia,
logística, táctica y fortificación.”[32]. Se insiste en que
tampoco los italianos nos enseñaron a
combatir en selva. Yo diría que esta Misión Militar se caracterizó
especialmente por la impartición de instrucción técnica en las diferentes armas
del ejército, a más de ser los creadores de la
Escuela de Oficiales Ingenieros, hoy Escuela Politécnica del Ejército,
del Servicio Geográfico Militar, hoy Instituto Geográfico Militar, verdaderos
hitos en la educación técnica del país y en la cartografía nacional
respectivamente.
El Jefe de la
Misión Militar chilena vuelve al país en diciembre de 1911 bajo un nuevo
contrato como instructor en los planteles militares y en los trabajos de
organización e instrucción del Ejército, con una duración forzosa de dos años y
luego como indefinida.[33] Respecto a este contrato, existieron terceros que
estaban preocupados, puesto que había la posibilidad de que una Misión Militar
alemana llegue al país. “Pero Alemania no se afligió por el hecho de que en 1911 (y
después en 1913,
cuando otra vez surgió el plan) no logró atraer a Ecuador bajo su directa influencia militar,
porque con el papel de sustituto de Chile, mejor dicho, con la nueva
contratación del mayor
Cabrera en diciembre
de 1911, que entre 1901-1905 ya había trabajado en Ecuador,
vio asegurado allí no solamente los intereses chilenos, sino los alemanes
también."[34] A raíz de este contrato, Luis Cabrera llegaría a ser nombrado Jefe del Estado Mayor General del
Ejército, en forme interina.
LA EDUCACION MILITAR
DURANTE LA REVOLUCION LIBERAL
Los
últimos años del siglo XIX, en los cuales se incluye la Revolución liberal, y
los comienzos del nuevo siglo, fueron en el mundo y también en el Ecuador, de
intensa renovación ideológica y de consolidación de un pensamiento social
revolucionario. De otro lado, en este mismo periodo, el auge del cacao había
transformado la actividad comercial en el país.
“Tendrían
que ser los años ochenta del siglo decimonónico los que permitirían vislumbrar
que un fenómeno comercial de grandes proporciones modificaría intensamente la
historia económica del Ecuador desde 1880 hasta 1920. A pesar de que el ciclo
de crecimiento cacaotero abarcó más de un siglo, el auge agroexportador del
último cuarto de siglo modificó profundamente la economía regional de la Costa
centro-Sur del Ecuador, la conformación urbano- comercial de Guayaquil y
propició la reactivación productiva de la Sierra centro y norte mediante la
construcción del ferrocarril.[35]
El escenario social
estaba convulsionado con el odioso asunto
del buque Esmeralda, y la pugna de poder, especialmente entre la Sierra y
la Costa había alcanzado niveles de alta efervescencia.
“Convivían
contradictoriamente dos realidades históricas contrapuestas: por un lado, una
vieja sociedad aristocrática-terrateniente heredera del modo de producción y
las formas de vida coloniales, asentada sobre la explotación de grandes masas
de campesinos y esencialmente rural, y, por otro, una naciente sociedad
burguesa, fundamentalmente urbana y constituida por estratos comerciales,
bancarios e industriales”[36]
En este estado de
cosas, el movimiento revolucionario de Alfaro, al frente de las montoneras se tiene que enfrentar a un
Ejército constitucionalista, de corte conservador, hecho a imagen y semejanza
del general Francisco Javier Salazar, fallecido pocos años antes, y empeñado en
cambiar la doctrina militar española por la alemana, especialmente en el empleo
de la Caballería. La educación militar, salvo poquísimas intervenciones había
sido tratada con la indiferencia propia
de la política y de la ignorancia.
“Con la más
absoluta indiferencia, a pesar de tal o cual alusión legislativa, que no ley o
decreto en forma, fue tratada la educación del soldado hasta 1869. El 2 de
abril de este año, levantado García Moreno a Jefe Supremo, después de derribado
el presidente Espinosa, expidió un decreto en que fundaba una escuela de
cadetes, poca cosa, en hecho de verdad, respecto de la importancia de la
educación del soldado”.[37]
A partir de junio
de 1895 los esfuerzos por reorganizar el Ejército se ven frenados ante la
arremetida del Clero y de los conservadores para evitar que la Revolución liberal
se consolide. El Ejército es declarado en campaña y así permanece prácticamente
hasta cuando culmina el primer mandato de Eloy Alfaro. La Escuela Militar,
único establecimiento educativo que venía funcionando durante la permanencia de Luis Cordero en la Presidencia
de la República es cerrado por la fuerza de las circunstancias. No existen
actividades que tengan que ver con la educación militar; al menos, no se reflejan
en los documentos oficiales, durante lo que resta del año 95, todo el año 96 y
parte del año de 1897.
El 1 de septiembre
de este año se establece mediante decreto ejecutivo, escuelas primarias en
todos los cuerpos militares, para impartir enseñanza básica a los militares.[38] En el mes de mayo de 1898, ante la falta de
un Colegio Militar debidamente organizado, mediante decreto ejecutivo se
establecen en Quito y Guayaquil, conferencias militares para la oficialidad que
hace la campaña en dichas plazas. Se dispone además, que los jefes del Ejército
en servicio activo, dicten las materias
correspondientes a la enseñanza militar, y un tercero quien puede no tener
grado alguno en la milicia, se contraerá a las materias civiles accesorias.[39]
Al finalizar 1898
se buscan alternativas orientadas a mejorar la formación militar; una de ellas,
educar a los futuros oficiales en Escuelas Militares del exterior, escogiéndose
a Chile por sus antecedentes.[40] Los becarios, de acuerdo
a lo publicado en el año 1901 eran: José Ricardo Garzón, Leonardo Sánchez,
Manuel Julio Silva y Luis Yacila. También viaja en este año el Sr. Ramón Mejía.[41] Estos nombres se
constituyen en el primer paso que da la revolución en su acercamiento a Chile,
durante la primera administración de Alfaro, a pesar de que se materializa
durante el mandato de Plaza.
El 11 de diciembre de 1899 se emite el decreto por el cual se establece
el Colegio Militar; es decir, más de cuatro años permaneció cerrada la
institución educativa.[42]
“Llegó el 11 de
diciembre de 1899. El Presidente era Alfaro, varón digno y de eficacia. Por
atender a la pacificación de la República, y a reformas que consideraba más
urgentes, no se dedicó, sino a los cuatro años de su triunfo, a la fundación de
Escuelas Militares. Como Presidente Constitucional fundó un Colegio Militar,
para todos los oficiales del Ejército. Un mes después decretó la fundación de
una Academia de Guerra, para los dichos oficiales; y al día siguiente fundó una
Escuela de Clases, para la instrucción de sargentos y cabos. Consiguió formar
en la Escuela Militar 150 oficiales, y 300 entre sargentos y cabos, en la
Escuela de Clases. A los Colegios Militares extranjeros se envió también cierto
número de jóvenes, entre ellos, a dos de sus hijos.” [43] En realidad, no se puede
hablar de una fundación del Colegio Militar, se trata más bien, de una
reapertura de dicho Instituto bajo una óptica diferente en la formación de sus
alumnos.
A inicios del año
1900, el Gobierno nacional establece en la capital de la República un Instituto
militar que lo denomina como “Academia de Guerra”. En los considerandos del
decreto establece la necesidad de este Instituto técnico militar, destinado a
la instrucción de los oficiales del Ejército, relativamente a los conocimientos
superiores del arte de la guerra, como complementario de las asignaturas del
Colegio Militar.[44] Se convoca a un curso extraordinario
con una duración de tres semestres, con la asistencia de oficiales en el grado
de subtenientes a tenientes coroneles inclusive, en un número de veinte y
cinco. Las materias de enseñanza: táctica, historia militar, fortificación,
geografía militar del Ecuador y naciones fronterizas, historia y geografía
general de América, balística, levantamientos rápidos y cartas militares,
higiene, táctica y servicio de estado mayor, derecho público, estudio práctico
de las fronteras ecuatorianas y ejercicios de campaña. Posiblemente la
incorporación de oficiales hasta el grado de tenientes coroneles determinó que
el pensum de estudios sea casi el mismo que el destinado a la formación de
oficiales en el Colegio Militar, debido a que muchos de ellos no habían
asistido al Instituto de formación de oficiales, sino incorporados como premio
a su participación en las campañas revolucionarias de Alfaro.
Inmediatamente,
esto es, en febrero de este año se decreta la creación, en la capital de la
República, de una Escuela de Clases,
destinada a la instrucción de cabos y sargentos[45]. Se dispone que cada
curso escolar dure seis meses y asistan ochenta y cuatro alumnos: veinte y tres
de artillería y sesenta y uno de infantería, elegidos por los comandantes de
armas. El alumno que hubiere merecido votación de buen aprovechamiento, podrá a
juicio del Ejecutivo, ingresar en el Colegio Militar, con el objeto de obtener
la instrucción y el grado de oficial del Ejército. Para esta creación, al igual
que la Academia de Guerra e inclusive para la reapertura del Colegio Militar se
nota la presencia del sargento mayor Luis Cabrera, contratado por el Gobierno
nacional en la República de Chile, conforme lo descrito en la parte que
corresponde a la Misión Militar chilena.
El 13 de junio de
1900, a los seis meses de su creación, se publica en el Diario Oficial, el
decreto mediante el cual se establece el Reglamento Interno del Colegio Militar[46]. En los aspectos
importantes se destaca el enunciado de su misión: “instruir y educar, a fin de
que los alumnos obtengan las bases suficientes
para cursar con provecho los estudios técnicos superiores en la Academia
de Guerra”. Entre los requisitos de admisión constan el de tener no menos de
trece años de edad y no más de dieciocho, con la excepción de que los hijos de
los jefes podían ser admitidos a los
doce; rendir un examen sobre escritura, lectura, nociones de geografía, gramática
y aritmética, hasta las cuatro operaciones, para ingresar al primer semestre
del curso general, y haber rendido todos los exámenes correspondientes al
bachillerato en Filosofía, para incorporarse al curso especial. La diferencia
entre 12 y 18 años de edad debe haber sido muy complejo manejar en un
internado, como era el Colegio Militar; sin embargo, era una edad muy fértil
para cimentar la profesión militar.
Divide los estudios
en un Curso General, con una duración de
ocho semestres, y un Curso Especial con seis semestres. Nada menos que
siete años. Esta disposición implica que
en el Curso General se formaban los alumnos que pasaban al tercer curso de
bachillerato, que obtenían el título de bachiller y que pasaban al Curso
Especial por tres años más, previo a su graduación de subtenientes. Las
materias contempladas en el Curso
General son : Lenguaje con gramática y composición, matemáticas, geografía,
historia universal, higiene, dibujo lineal, francés, ingles, historia natural,
literatura e historia literaria, historia y geografía de América, física,
química, historia y geografía del Ecuador, geografía física, cosmografía, con
un carga horaria de cuarenta horas semanales distribuidas entre materias de
formación académica y ejercicios militares. En estos, el programa de estudios
contemplaba evoluciones reglamentarias, conocimiento de armas e instrucción de
tiro, esgrima, gimnasia, equitación, baile y educación social. En el Curso
Especial se estudiaban las siguientes asignaturas: Topografía, dibujo militar,
táctica, fortificación, historia militar, balística elemental, jurisprudencia
militar, derecho internacional, derecho público, francés, ingles, geografía
militar de Ecuador, Perú y Colombia, higiene, zootécnica. Se mantenía la misma
carga horaria para lo que se denominaba ejercicios militares.
Las diferencias
entre el Colegio Militar de Luis Cordero y éste, en cuanto a materias
académicas son: eliminación de religión, moral y urbanidad, telegrafía,
taquigrafía y legislación militar; sus aumentos se relacionan con higiene,
historia natural, física, química, geografía física y cosmografía.
Los Cursos
Especiales estaban dirigidos a las armas de Caballería, Artillería e
Ingenieros; esta última arma no existía aún en el orgánico de la fuerza
militar, por consiguiente, no existían alumnos. La mayor diferencia está dada
en la formación de oficiales de Artillería, con un tiempo de seis meses, a
diferencia del que regía antes de la revolución, que era de cuatro años y
medio, y con un currículo totalmente técnico.
Promedios
inferiores a tres de diez puntos posibles determinaban la baja del alumno,
aunque podían optar por ser miembros de tropa. Los exámenes eran presenciados
por autoridades del ministerio de Guerra y Marina. Los puntajes mayores a ocho
pasaban a conformar los Cursos Especiales y podían elegir el arma; el resto
pasaba a conformar el arma de Infantería. La antigüedad de los oficiales era
determinada por el promedio de las notas alcanzadas. Un mes después se reforma
el Reglamento Interno del Colegio, introduciendo cambios fundamentales en la
organización administrativa. En el pensum de estudios no existen
modificaciones. Se crean los cadetes supernumerarios.[47]
La urgencia del
Gobierno por disponer de oficiales mejor preparados para afrontar los combates
producidos por levantamientos contra revolucionarios, tanto del exterior, caso
de Colombia (liderado por el general José María Almeida), como internos,
producidos por los conservadores y el Clero, determina la organización de un Curso de Aplicación para oficiales en
los grados de subteniente a sargento mayor graduado, el mismo que funcionará en
la Escuela de Clases.[48]
“Había que atender
a desbaratar conspiraciones, a pesquisar armamento, a impedir que la juventud
enemiga saliera por las noches, armada y municionada, a reforzar a la tropa que
estaba en campaña. Guerrillas conservadoras aparecían diariamente en las
proximidades de la capital; y para enviar a disolverlas, forzoso le era a
Franco (Se refiere al general comandante de la zona de Quito) debilitar la
guarnición. El panóptico estaba lleno de presos políticos; y a algunos se los
sometía a tortura, a fin de que entregaran armas y pertrechos”[49]
La duración del
curso era de dos meses, los estudios eran los siguientes: gimnasia con y sin
armas, instrucción individual con y sin armas, tiro, construcción de zanjas
para tiradores y de obras de fortificación pasajera, ejercicios de campaña,
reglamentos, nociones de táctica aplicada, nociones de fortificación pasajera,
lectura de cartas y levantamiento de croquis. Entre los castigos y recompensas
se disponía que aquellos que tengan nueve o más de promedio en las notas
fueran ascendidos al grado inmediato
superior; una nota menor de cinco sería motivo de baja del Ejército. Pocos
meses después, el Poder Legislativo decreta el restablecimiento en la ciudad de
Guayaquil, de la Escuela Naval.[50]
En su mensaje a la
Nación del 23 de agosto de 1900 Alfaro dice: “El Ejército liberal a pesar de la
perpetua campaña en que hemos vivido, se ha dado tiempo para adquirir algunos
conocimientos militares prácticos; los que se perfeccionaran en breve con la
instrucción científica que los señores mayor Cabrera y capitán Chandler[51], instructores chilenos
contratados por el gobierno, han principiado a dar órdenes a nuestros oficiales
y soldados, y espero que se verificará muy pronto la completa reorganización
del Ejército ecuatoriano. La Academia Militar[52] que con tanto empeño han procurado
establecer en esta Capital los instructores chilenos- no se inaugura todavía
por hallarse en campaña la mayor parte de la oficialidad que debe concurrir a
dicha Academia”.[53]
El 5 de diciembre
de 1900 el ejecutivo dispone mediante decreto, que en la Escuela de Clases
creada en febrero de este año, se lleve a efecto un nuevo curso extraordinario
para oficiales, para tal efecto, publica el respectivo reglamento.[54]En este documento se
dispone que el Director del curso sea un sargento mayor o teniente coronel, y
que los alumnos no tengan más de veinte años y que sean solteros. Las clases
deben iniciarse en enero de 1901. El pensum de estudios se reduce al mínimo
posible a fin de solucionar el problema de mandos, lo cual atenta a la adecuada
formación que se buscaba en los oficiales. Los promedios mayores a nueve podían
ser incorporados al Colegio Militar, además, aquellos que obtengan promedios
entre ocho y nueve serían ascendidos al grado inmediato superior. Las urgencias
siempre fueron los peores enemigos de los reglamentos en la Institución
Militar.
Durante el año de
1900 únicamente se contrata a un oficial chileno, Florencio Torres, con el
grado de teniente, como instructor militar en la plaza que se le designe.[55]
El general
Francisco Hipólito Moncayo es designado rector del Colegio Militar, el 31
de Mayo de 1901. De acuerdo a las publicaciones
realizadas en el Diario Oficial, el Colegio se encontraba en construcción y se
invitaba a una licitación. Paralelamente, se asignaba cupos de becas para las
diferentes provincias del país, para los estudiantes que deseen ingresar a la
carrera militar; doce para Pichincha, ocho para Guayas y dos para cada uno de
las Provincias restantes.
Los apuros para
disponer de mandos siguen en este año y se vuelve a hacer uso de la
improvisación. Por ser necesario reorganizar el cuerpo de oficiales-dice el
decreto- se dispone que los alumnos de la Escuela de Clases que hayan obtenido
notas promedio sobre los ocho puntos, constituyan un curso extraordinario de
sargentos primeros, aspirantes a oficiales. La duración del curso es de nueve
meses con un cupo de sesenta alumnos. Se autoriza que personal civil que haya
aprobado el primer año de filosofía pueda ingresar a dicho curso.[56]
El objetivo trazado
por Alemania en cuanto a la venta de armamento para el Ecuador comienza a dar
frutos; el 7 de agosto de 1901, el Gobernador del Guayas, en representación del
Gobierno y la casa Sucesores de Bunge, representante de la casa productora en
Guayaquil, celebran el contrato para la adquisición de cuatro baterías de
cañones Krupp de campaña, de calibre 7, tiro rápido al precio de 75.000 marcos
cada batería, con los bagajes y accesorios similares a los que usa el ejército
alemán. Además se compra munición, para un total a pagar de 684.300 marcos.[57]
Con fecha 31 de
agosto se nombra como subdirector de la Escuela de Clases al sargento mayor
Luis Cabrera y se designa a otros oficiales a esta Escuela hasta que se
inaugure el Colegio Militar. Es decir, había transcurrido casi dos años desde
su creación y no se lograba iniciar clases. Coincidentemente, este día culmina
el mandato de Eloy Alfaro, en su manifiesto a la Nación, publicado en el R.O
1476 dice: “Con satisfacción recordaré siempre
haber sido Jefe del Ejército que ha grabado sus más brillantes páginas
en la historia militar ecuatoriana[…] Concluida ya la lucha armada, no debemos ocuparnos sino en
las civilizadoras y pacíficas contiendas del progreso y del derecho; ojala que
nuestros campos de combate sean, desde hoy, únicamente los comicios, la prensa
y la tribuna; y que no haya otra rivalidad entre ecuatorianos, que la de buscar
los mejores medios de prosperidad y engrandecimiento de la República”. Qué
lejos estarían estas buenas intenciones de Alfaro en el futuro del país.
El día sábado 31 de
agosto de 1901 se posesiona en el Congreso Nacional el general Leónidas Plaza
Gutiérrez, como nuevo Presidente del Ecuador; así se informa en el R.O. 1 del 3
de septiembre. Se designa como ministro de Guerra y Marina al general Flavio
Alfaro, el general Julio Andrade es nombrado Comandante General del Distrito de
Cuenca.
La sucesión de Plaza por Alfaro-dice Gabriel Cevallos García “no dejó
contento al Viejo Luchador, quien no
quiso a Plaza en el poder; sin embargo, tuvo que ceder al buen nombre del
general y al afecto que muchas provincias le tenían a este militar. Plaza,
quien no cumplió su promesa de nombrar a Alfaro como Comandante General del
Ejército o como Gobernador de Guayaquil, cargo que seguía en importancia al del
Presidente, y más bien lo dejó en el olvido. El distanciamiento entre los dos
generales tuvo su inició en la elección presidencial.” [58] Sin lugar a dudas, su
sucesor y desde ese momento enemigo político de Alfaro, el general Plaza,
instituyó un mandato de reformas liberales, siguiendo, si se quiere, con
lealtad, el pensamiento de Alfaro y los principios del partido liberal, pero
poco interesado en la formación militar.
Concluido el período presidencial de Alfaro, el balance le era negativo
para los intereses de la revolución; su mejor proyecto, el ferrocarril, en el afán de unir la Sierra con la Costa se
encontró con una férrea oposición en el seno del Congreso, al cual tuvo que
acudir en muchas ocasiones a presentar informes extraordinarios; no pudo
organizar un ejército profesional, los conservadores no le dieron tregua y pasó
combatiendo de ciudad en ciudad; no pudo poner en orden a los curas, el Clero
rugía y desafiaba.
En consideración a
que en el Colegio Militar se necesitaba que
los jóvenes dispongan de planes
de instrucción universitaria, a fin de que acudan a él con la confianza de que
sus estudios sean utilizables en
cualquier circunstancia, se emite el decreto mediante el cual se modifica el
Reglamento del Colegio, dividiendo la instrucción en tres secciones: Curso
General, Curso Militar y Cursos Especiales.[59]
En 1990 se introdujo en la Escuela
Militar una formación universitaria que les permitía a los cadetes egresar con
estudios correspondientes a Ciencias Básicas, a fin de facilitarles su ingreso
inmediato a las ingenierías y a la informática, y de Ciencias Administrativas
para optar por Administración de Empresas. Dos o tres años más tarde se truncó
el proceso, siguiendo el mal ejemplo de
arrasar con todo lo realizado por los mandos anteriores.
“El enfoque dado a
la preparación del futuro oficial les permitirá al inicio de su carrera
profesional, estar en las mejores condiciones para comandar los repartos a
nivel pelotón, administrar pequeñas unidades, ser un elemento positivo en el
núcleo social cercano a su unidad; y estar en condiciones de continuar su
formación académica que les permita al final de su carrera, reinsertarse a la
sociedad civil, como un elemento activo y productivo”[60]
En el Curso General
se contemplaban las materias civiles y a él pertenecían todos los cadetes que
al incorporarse al Colegio no estuviesen en posesión del título de bachiller.
El curso abarcaba siete semestres. El Curso Militar con tres semestres era para
todos los cadetes, y en él se formaban los oficiales, pero particularmente, los
que deberían ser de Infantería. A este curso podían incorporarse directamente
aquellos cadetes que tenían el título de bachiller. En los Cursos Especiales,
los cadetes asignados a las armas de Caballería, Artillería o Ingenieros,
recibían la educación particular concerniente al arma respectiva. Tenían una
duración de seis meses. Se había rebajado tres semestres de estudio respecto
del reglamento anterior. El arma de Ingeniería no existía aún en el Ejército, la
necesidad de su creación aparece en el proyecto de Ley Orgánica Militar que
estaba siendo elaborada por los chilenos.
En el pensum de
estudios de los cursos general y militar
se incluyen algunas materias adicionales a las constantes en el primer reglamento
interno, tales como: Historia y
geografía universal, psicología y lógica, entre las más importantes.
En el mes de
agosto, con motivo del Mensaje a la Nación dado por el Presidente de la
República, se anuncia a los legisladores el envío del proyecto de Ley Orgánica
Militar, y les pide su mayor dedicación a fin de cumplir con este fundamental
objetivo en procura de una adecuada organización de la fuerza militar.
A pesar de que en
enero de este año se reduce considerablemente el pie de fuerza del ejército, en
vista de haber cesado las hostilidades internas en el país, el Gobierno dispone
la apertura de un nuevo Curso de
Aplicación destinado a capitanes graduados, tenientes y subtenientes o
alféreces, el mismo que tendrá un máximo de 45 alumnos, y se efectuará
nuevamente en la Escuela de Clases, a partir del 7 de enero de 1903.[61] Se debe entender que a esta fecha, aún no se
graduaba la primera promoción del Colegio Militar reabierto en 1899. En este
curso de un año se dictan materias
relacionadas con lenguaje, aritmética, geometría, dibujo lineal, geografía
universal, historia del Ecuador, táctica aplicada, fortificación pasajera, balística,
dibujo militar y lectura de cartas. A los promedios mayores de nueve se les
ofrece ascenso y a las tres primeras antigüedades, becas al exterior. Los
promedios menores a cuatro serán dados de baja decía el reglamento del curso.
Durante este año (1902)
se celebran dos contratos de arrendamiento de servicios para instructores de
los Institutos de educación: el capitán de la Guardia Real de Alemania D.
Francisco Bruckmann.[62] y el sargento primero de
Chile, Roberto Flores.[63]; además, se adjudican
cuatro becas para estudiar en la Escuela Militar de Chile.[64]
Como dato
comparativo de actitud frente a la organización del ejército, la Misión Militar
francesa llega al Perú en el mes de marzo. En julio se reforma nuevamente el Reglamento
Interno del Colegio Militar, esta vez para reestructurar el Curso General, con una duración de diez
semestres; es decir, se aumenta de tres años y medio a cinco años su duración,
incluyendo el Curso Especial. Como
materias novedosas se incluye el estudio del alemán, a más del francés;
asimismo, se incluye el estudio del reglamento para maniobras de infantería,
caballería y artillería, ciencias físicas, química, cosmografía, psicología,
lógica, geografía física, topografía, derecho internacional, balística,
jurisprudencia militar, baile, educación social, nociones de estrategia,
servicio de estado mayor, esgrima y una hora de estudio en las aulas. Al parecer, el no funcionamiento de
la Academia de Guerra obligaba a incluir en el pensum de estudios de la Escuela
Militar, materias no compatibles ni con la edad de los cadetes ni con su
experiencia en el comando de tropas.
1903 inicia con
nuevos contratos de instructores chilenos, esta vez para la especialidad de
caballería: alférez Carlos Gormaz, sargento primero Luis Hermosilla, sargento
primero Alfredo Verdugo.[65]
Nuevamente se
reforma el plan de estudios del Colegio Militar[66] por no satisfacer las
necesidades del Ejército. En esta reforma, los cursos pasan a durar tres años; es decir, se rebaja el tiempo de
formación en cuatro años, respecto del reglamento inicial publicado el 13 de
junio de 1900. Este tiempo de formación resulta mucho más adecuado a la
realidad del país y a la formación militar. Se divide nuevamente en un Curso
General de dos años y un Curso Militar de un año. En cuanto al pensum de
estudios se elimina entre otras, las siguientes materias: higiene, inglés,
literatura e historia de la literatura, historia y geografía de América,
geografía física, cosmografía. Se incluye como materia el estudio del alemán.
En el tercer año denominado como Militar se eliminan: jurisprudencia militar,
derecho internacional, derecho público, francés, inglés, geografía militar de
ecuador y países vecinos, higiene, zootecnia. En lo que corresponde a
instrucción práctica, en el primer año se da instrucción de reclutas,
instrucción de compañía, gimnasia y aparatos; en el segundo año: instrucción de
batallón, servicio de campaña, tiro de combate y esgrima; en el tercer año:
instrucción general de artillería, equitación y trabajos de ingeniería de
campaña. Dentro de la materia conocimiento de armas se estudia: fusil
Kropatscheck, Mannglicher y carabina Mauser modelo chileno.
Veinte días después
se publica un nuevo documento con el nombre de Reglamento Orgánico del Plan de
Estudios y Programa del Colegio Militar.[67] Los cambios fundamentales
son los siguientes: los alumnos se pasan a llamar cadetes militares; los dos primeros años contemplan un pensum de
estudios de instrucción civil correspondiente a tres años de filosofía de los
colegios civiles; se implementa por primera vez, coeficientes por materia; vg,
matemáticas con 5. Los más altos coeficientes para formación militar
corresponden a conducta y espíritu militar con coef. 6 Esta forma de evaluar se
mantendrá por muchos años.
Las notas de aptitudes
militares son impuestas por los comandantes de compañía; el Director impondrá
las notas de conducta en reunión con dichos comandantes; la antigüedad estará
acorde con el promedio de notas; se incluye un examen de admisión.
Durante el
transcurso del año se conceden becas para estudiar en la Escuela Naval de Chile en unos casos, y en
otros, para adquirir conocimientos prácticos en la Armada de dicho país.[68]; se realizan nuevos
contratos con oficiales de Chile: tenientes Ricardo Oleas e Ismael Gómez, y del
ejército de Rawitrch de Alemania, el teniente Friedrich Wilhelm Martín
Dieckhoff.
Para finalizar este
año, se aprueba como texto de enseñanza, la obra conocimiento de armas arreglada por el capitán chileno Ernesto
Medina[69], y del mismo autor, la Cartilla
para el servicio de pieza de la artillería de montaña.[70]
En la Armada se
intenta darle vida a la Escuela Naval
reabierta en 1900, se dispone su funcionamiento en el buque escuela
“Marañon” y se crea un curso extraordinario de aspirantes a guardias marinas,
con una duración de dos semestres y un cupo de 24 aspirantes. Se aplican
coeficientes por materia al igual que en el Colegio Militar.[71] El programa de
estudios comprende: Navegación estimada, navegación astronómica, hidrografía, geografía
física y meteorológica, arte de aparejar buques, maniobras de buque, maquinas a
vapor, curso de electricidad, ingeniería naval, artillería, balística.[72]
Poco antes de que el general Plaza entregue el poder, se prorrogó por un
año más el contrato del Gobierno con la Misión Militar chilena.
“A ella por justicia y por hidalguía, una acción de gracias. Nos dio
todo lo que pudo dar de sí misma, en una confraternidad internacional, digna de
la gran nación de la Estrella Solitaria. La nueva técnica, las orientaciones
que remozaban instituciones anticuadas, la visión más amplia de horizontes un
tanto desconocidos, a la Misión Militar chilena se debieron. La Misión chilena
fue oportuna, trajo formas disciplinarias militares necesarias a un Ejército en
el que se había diluido la autoridad del mando entre oficiales y tropa, dio una
primera forma orgánica a los repartos de tropas y salvó la presentación hasta
ese entonces muy decaída.”[73]
El 11 de agosto, el
general Plaza entrega el mando de la Nación a Lizardo García; en su discurso
hace referencia al Ejército en los
siguientes términos: “Se estableció, es verdad, la Escuela de Clases y se trató
de resucitar al Colegio Militar; vinieron oficiales chilenos a enseñar a
nuestra arrojada juventud de los cuarteles las nuevas reglas; pero todo quedó
apenas iniciado. No necesito ponderar con cuanto empeño y simpatía emprendí en
la continuación de la obra, dedicando a ella la mayor suma de atención posible,
trayendo nuevos instructores, mejorando la situación de los establecimientos, creando
un curso de aplicación, y procurando, por todos los medios a mi alcance,
levantar el espíritu de la clase armada y hacer que su noble profesión no solo
fuese amable sino también motivo de orgullo”.
“Tentado estuve de
convocaros a sesiones extraordinarias con el único objeto de dictar la Ley
Orgánica del caso, pues faltando ésta, todo empeño carecería de fundamento. …Os
encarezco pues, que dediquéis vuestra atención, a la expresada Ley
Orgánica Militar, a fin de que la faena
llevada en pro del ejército sea
completa si se la quiere fructífera”.
Respecto a la
Armada dice: “…merced a la generosidad de Chile y a los empeños de mi gobierno,
contamos ya con un crucero, base por fortuna de nuestra fuerza marítima del
futuro. El Casma de la Armada chilena es el Marañón del Ecuador.[74]
Revisados los
documentos oficiales en el período del general Plaza, no se encuentra, al
menos, en la educación militar, interés por sacar adelante el proyecto iniciado
por Alfaro; ni siquiera la Ley Orgánica fue impulsada desde su Gobierno para la
aprobación en el Congreso, apenas la concesión de unas cuantas becas para que
los alumnos de la Escuela Militar se formen en Chile y un par de contrataciones
de instructores extranjeros. Respecto de la Academia de Guerra, no hubo la voluntad
política para su funcionamiento. Las relaciones de Alfaro y Plaza se
aproximaban a su ruptura total.
“A fines de 1904,
más allá de otras disputas menores, el liberalismo se hallaba dividido en
alfarismo y placismo, los grupos liderados por sus principales figuras. Aunque
es muy aventurado hallar aquí dos tendencias con opuestos programas políticos,
existían algunas diferencias significativas. Alfaro, líder de la guerrilla
montonera, contaba con el soporte de la tropa, los intelectuales “extremistas”
y varias nacientes organizaciones populares. Aunque tibios, sus intentos de
impulsar lo que podríamos denominar “reforma social”, lo volvieron cada vez más
peligroso a los ojos de la oligarquía que, por otra parte, siempre tuvo recelo
del gran respaldo alcanzado en grupos artesanales y campesinos. Plaza, por otro
lado, fue el gran gestor de la alianza
de los grupos plutocráticos con sectores latifundistas serranos. Esa
alianza y el apoyo de mandos militares
clave fueron su soporte. El así llamado liberalismo culto fue mucho más radical en su empeño anti
eclesiástico, pero bloqueó cualquier intento de movilización popular.[75]
El nuevo Gobierno
deroga el decreto por el cual se creó la Academia de Guerra; en su defecto, se
crea un Instituto militar llamado “Academia de Guerra”-así reza en el documento[76] - que servirá para hacer
en él los estudios superiores del arte militar. Mientras no funcione la verdadera Academia de Guerra, crease en ella por ahora- dice el
decreto- un Curso Preparatorio de la
Academia de Guerra. Se incorporaran 25 alumnos entre los grados de capitán
a teniente coronel. Se inaugurará el 10 de enero de 1906 y durara tres
semestres. El plan de estudios contempla las siguientes materias: fortificación
de campaña, geografía militar, historia militar, dibujo militar, conocimiento
de armas, matemáticas, historia y geografía universales, francés, servicio de
estado mayor, juego de guerra, derecho constitucional e internacional; es
decir, las mismas materias contempladas en el reglamento interno del Colegio
Militar publicado en 1900, excepto lo relacionado con el estado mayor y los
juegos de guerra. Se implementa la evaluación a base de coeficientes por
materia.
En realidad, la
Academia de Guerra sufre la indecisión de los mandos militares o la presión
política de los gobernantes en cuanto a su funcionamiento, pues apenas inició sus actividades en 1923, por un periodo de dos años; fue
cerrada como corolario de la revolución juliana, se volvió a abrir en 1937 con
la segunda Misión Militar italiana. El conflicto con el Perú en 1941 provocó su
cierre temporal hasta 1947 en que abrió sus puertas por contados meses, hasta
que finalmente, en 1956, se reabre en forma definitiva este importante
Instituto de educación militar.
Igual suerte corre
la Escuela de Clases al “no haber cumplido”-conforme consta en el decreto- con
la función para la cual fue creada, sino que se ha efectuado Cursos de
Aplicación de oficiales desde 1901; por ello, se restablece la Escuela de
Clases para que se incorporen a ella los aspirantes a sargentos y cabos del
ejército.[77]
La razón del incumplimiento obedece a la urgencia del Gobierno, de disponer de
oficiales con los mínimos conocimientos para ejercer el mando de la tropa en
las acciones de guerra interna llevadas a cabo para consolidar la Revolución liberal.
El plan de estudios comprende: táctica elemental, fortificación de campaña,
conocimiento de armas, dibujo militar, lectura de cartas, disciplina militar,
lenguaje, aritmética, geometría,
historia del ecuador, geografía universal, instrucción de especialidad por
armas, tiro y gimnasia. El pensum es el
mismo que utilizaba este Instituto cuando realizaba los cursos de aplicación
para oficiales; es decir, no existía todavía la malla curricular adecuada para
esta Escuela. La salida de Plaza y con él la del Mayor Cabrera posiblemente
llevan a las nuevas autoridades militares a renegar de alguna manera la labor
desarrollada por el jefe de la Misión Militar chilena.
El 11 de diciembre
de 1905, la Asamblea Nacional, mediante decreto legislativo, pone en vigencia
la Ley Orgánica Militar que fue presentada por la Misión Militar chilena en
1902. La intención de Alfaro de reorganizar el Ejército se hacía realidad a los
diez años. Sobre los temas educativos no existen variaciones con respecto a la
original. Se nombró una comisión de revisión de la Ley, previa a su aprobación,
compuesta por los generales Alfaro, Sarasti y Arellano. Alfaro renunció a la
comisión para evitar según sus palabras, que
le tomen prisionero y lo lleven al panóptico.
El 14 de enero de 1906, en la capital de la
República, de la misma manera que se venía haciendo en el siglo anterior,
algunas decenas de vecinos se pronuncian y desconocen al Presidente García por
no seguir la línea de la Revolución liberal,
haber cometido peculado junto a Plaza[78], no haber sido elegido
por la mayoría del pueblo, por haber sacado del Gobierno a los miembros del
partido, etc,[79]
resuelven nombrar encargado del
mando supremo a Eloy Alfaro. A nivel nacional se acoge el pronunciamiento, y
Alfaro toma el mando en Latacunga el 14 de enero. Nombra como ministro de
Guerra y Marina al general Hipólito Moncayo,
que se desempeñaba como director del Colegio Militar.
El combate del
Chasqui se dio el 17 de enero de 1906, luego del cual Alfaro entra a Quito. Se
tramó una conspiración que fue debelada. En Guayaquil-según Roberto Andrade-
Plaza comandaba la insurrección contra Alfaro. 418 cadáveres fueron el precio
de la revuelta, la mayoría civiles, algunos militares. Plaza fugó a E.U, una
vez que perdió la batalla. La prensa abusó de la bondad de Alfaro e hizo uso de
la injuria y la calumnia en contra del movimiento, y cómplices serán en 1912 en
la muerte del general.
“La prensa y la
dinamita, por lo mismo que tan eficaces para los resultados benéficos en la
marcha del progreso, han de menester reglamentación rigurosa, si no queremos
que elementos tan poderosos de vida, se cambien en causa de muerte deplorable”.[80]
Consolidado el
golpe de Estado se da de baja a oficiales y tropa, y se llama al servicio activo a gran parte del
personal militar, tanto en oficiales como en tropa, que estuvieron junto a
Alfaro en su primer mandato. Se asciende a oficiales e incorporan a civiles en
diferentes grados por su participación
en la revuelta. Todo el personal del
Colegio Militar y de la Escuela de Clases fue a las unidades para afrontar el
conflicto, y recién en febrero se les ordena reincorporarse a sus cuarteles. Se
nombra como director del colegio al teniente coronel Olmedo Alfaro y ocupa el
ministerio de Guerra y Marina al general Nicanor Arellano.[81]
En el mes de Abril
se produce el ascenso del oficial chileno Julio Franzani al grado de sargento
mayor y en julio ocupa la dirección de la Escuela de Clases.[82]
Se producen nuevas
contrataciones de oficiales extranjeros: Hans Conde de Schulemburg Wolfsburg,
capitán y jefe de batería en el regimiento de campaña número 72, Danzig, para
el proyecto de reorganización e instrucción del ejército, por un año de
duración,[83]
capitán Ismael Gómez,[84] capitán Gonzalo Berard,
súbdito español, como profesor en los institutos militares y en condiciones de
regentar cualquier centro docente.[85]
En este mismo mes se renueva el contrato firmado en septiembre de 1901 con
el sargento mayor Julio Franzani.[86]
En el mes de
octubre se publica el reglamento para la Escuela Naval y de Ingenieros.[87] Al respecto, luego de
revisar el pensum de estudios se concluye que son dos escuelas distintas
funcionando bajo una misma rectoría. El número de alumnos será de veinte y
cinco para cada escuela. Edad comprendida entre 13 y 19 años. El examen de
admisión será oral y versará sobre
aritmética, geografía, y castellano. El periodo de instrucción será de 18 meses, divido en dos cursos de 9 meses. El
plan de estudios comprende:
Primer curso:
Aritmética, algebra, geometría, geografía física, arte de aparejar, artillería,
maquinas a vapor, fisiología, electricidad, mecánica, dibujo, mecanismos,
calderas, conservación de maquinas. Segundo Curso: Derecho internacional,
navegación y astronomía, hidrografía, artillería y balística, torpedos y minas,
construcción naval, trigonometría, calculo de maquinas y calderos,
electricidad, maquinas a vapor, trabajos prácticos. Las materias se dividían de
acuerdo a si eran navales o de ingeniería, a fin de cumplir en las dos escuelas
el pensum de estudios.
El primero de enero
de 1907 se posesiona del cargo de Presidente Constitucional de la República, el
general Eloy Alfaro, para cumplir con su segundo mandato constitucional.
A partir de agosto
de este año, se inicia una serie de contrataciones de carácter técnico y
administrativo, con personal extranjero, especialmente con ciudadanos chilenos,
en unos casos civiles, en otros militares, para que presten sus servicios en la
Armada Nacional, comandando los buques de guerra y/o dirigiendo los Institutos
de enseñanza, ante la falta de personal nacional que lo pueda hacer, debido al
descuido, por decirlo menos, de las autoridades, en los diferentes gobiernos
respecto de la organización de la Armada. Se inicia con el contrato de
servicios entre el Tnte. Octavio Holguer de nacionalidad chilena, como capitán
de corbeta para desempeñarse como segundo comandante de un buque de la armada,
subdirector de la Escuela Naval y director de las obras de fortificación.[88]: Casi en seguida se contrata a un teniente de la Marina chilena,
como primer comandante de un buque y director de la Escuela Naval.[89]
1908 se inicia con
la misma política de contratación de servicios profesionales de personal
extranjero: El Sr. Víctor Barrena de Chile,
como condestable instructor de artillería para la Armada nacional, Luis
Moya y Cecilio Albornoz, chilenos, como instructores de tropa del regimiento
“Pedro Moncayo”, teniente chileno Florencio Torres, como instructor de
caballería, gimnasia y equitación.[90]
Las relaciones con
el Perú comienzan a ser tirantes a propósito del arbitraje de España y el
esperado fallo del Rey, y se publican en el Registro Oficial varios documentos
relativos al conflicto.[91] Alfaro toma precauciones
y desde el mes de abril se inicia la organización de los batallones de reserva
en todo el país, de acuerdo a las disposiciones contenidas en la Ley Orgánica
Militar. Esta movilización durará hasta
inicios del siguiente año. La actividad es febril y se complementa con la renovación
de contratos con los oficiales chilenos[92].Se manda a la Escuela
Militar alemana a cadetes por cuatro años.[93]
En el dilema de
cómo mejorar la formación y educación de la Armada, aduciendo que el clima de
la costa interrumpe los estudios y no se cuenta con buques de mayor porte, se
crea en Quito la Escuela Naval Militar.[94] En su reglamento dice que
los alumnos se llamarán cadetes de marina,
que dependerá del ministerio de Guerra; se establecen requisitos y exámenes de
admisión, con una duración de tres años de estudios, distribuidos en seis
semestres, con una carga de estudios similar a la que regía en la Escuela Naval
de Guayaquil. [95]
Se publica el
decreto mediante el cual se crea en el fuerte de Punta de Piedra, emplazamiento
estratégico para el control de la entrada al Golfo de Guayaquil, la Escuela de Especialistas en Artillería,
Minas y Torpedos. El Fuerte de Piedra se viene implementando en su
infraestructura, armamento y personal desde inicios de 1910, en prevención a un
ataque del Perú al golfo de Guayaquil. En su plan de estudios se incorporan
materias técnicas y del armamento disponible: cañón Amstrong de 76,2 m/m, cañón
Hetchkiss de 47 m/m.
La sucesión presidencial fue un nuevo problema para Alfaro. Apoyó
inicialmente a Víctor Emilio Estrada; al conocer su grave estado de salud y
prever problemas en la sucesión liberal, le pidió que renunciara a la elección,
lo cual marcó el inicio del final del Viejo
Luchador. La muerte del general Emilio Terán en manos de un miembro de la
guardia presidencial, en Riobamba, desato el caos político que contagió de
inmediato a los mandos militares, hasta culminar con el asilo del Presidente en
la embajada chilena, la misma que en esa época ocupaba el edificio ubicado en
la esquina de las calles Espejo y Venezuela. Víctor Eastman era el embajador,
quien mantenía, como lo vimos antes, una estrecha comunicación con Alemania
sobre las misiones militares chilenas. Él fue quien, con mucha valentía sacó
del Palacio de Gobierno a Alfaro. Desde allí renunció a su cargo. Asume el
mando el Presidente del Congreso, Carlos Freire Zaldumbide. Era Agosto de 1911.
Alfaro volvió a viajar a Panamá.
El 1 de septiembre
de 1911 asume el poder el Dr. Emilio Estrada, declarado legalmente Presidente
de la República, por el Congreso Nacional, en sesión del 18 de agosto de 1911,
para el periodo 1911 a 1915. Se nombra ministro de Guerra y Marina al coronel Juan Francisco Navarro.
El 21 de diciembre fallece el Presidente de la
República Don Emilio Estrada y se encarga del poder Carlos Freile Zaldumbide,
se llama a elecciones. De inmediato se nombra como Comandante General del
Ejército al general Leónidas Plaza[96] con la intención de
ponerle al frente de la insurrección armada del general Flavio Alfaro que se
declara en Esmeraldas como Jefe Supremo de la Nación; días más tarde, el 28 de
diciembre, se proclama dictador, en Guayaquil, el general Pedro Montero hasta
que Eloy Alfaro llegue desde Panamá. Es el inicio de su final.
El 11, 14 y 18 de
enero de 1912, al mando de Plaza como Comandante General del Ejército, y Julio
Andrade como Jefe de Estado Mayor, conducen las operaciones en Huigra,
Naranjito y Yaguachi. Se reportan tres mil hombres entre muertos y heridos.
El general Plaza en
el afán de cuidar su imagen de hombre
respetuoso de las leyes, de los convenios, de la palabra de honor, que
posiblemente nunca la tuvo, telegrafió al Gobierno desde Guayaquil, solicitando
al mandatario que se cumpla lo pactado entre los revolucionarios y las fuerzas
constitucionales, conocido como capitulación, mediante la cual, Montero, Alfaro
y Páez debían tener las facilidades para salir del país. El encargado del poder
Freile Zaldumbide negó cualquier posibilidad de que se cumpla lo establecido y
ordenó que los generales sean trasladados a Quito bajo la responsabilidad de
Plaza. El general que no quería que le apunten como culpable de lo que podía
pasar en Quito, consiguió que el ministro de Guerra, Navarro, viaje a Guayaquil
y se haga cargo de esa responsabilidad. Fue vano el esfuerzo de los cónsules
Herman Dietrich y Alfredo Carwright, de Estados Unidos y Gran Bretaña,
respectivamente, que mediante telegramas per urgían al Gobierno el cumplimiento
de lo pactado. F. Zaldumbide se dio cuenta muy tarde de su error y quiso dejar
sin efecto su orden de traslado, Plaza y Navarro se hicieron de los oídos
sordos. La prensa incitaba al cometimiento del crimen. Los escritos contra
Alfaro fueron espantosos “formaron turbión de agua inmunda que en oleajes
repetidos, iba a morir en las puertas del domicilio del patriota, y cuyos
umbrales ni ensuciaba”[97]El arzobispo González
Suarez no pudo o no quiso brindar su apoyo para evitar el crimen. Plaza no fue
a Quito, viajó a Manabí en espera de
noticias.
El 28 de enero se
produce la hoguera bárbara.
“Los autores intelectuales, los fieles servidores de
Alfaro, los apegados a la justicia, los que querían venganza, los militares
alfaristas, nunca asomaron. Había concluido el magnicidio absolutamente
injustificable, como injustificable fue el asesinato de García Moreno”[98]
En un par de
comunicados publicados en el registro oficial se acusa de todos los males y
daños causados al país, al caudillo Alfaro.
Para febrero de
1912, el general Plaza nombra al coronel
Luis Cabrera, a su regreso de Chile, como subjefe interino del Estado Mayor General. Se publica el decreto
por el cual se organiza Un curso de aplicación
para oficiales inferiores a funcionar en la Escuela de Clases, con una
duración de ocho meses. La Dirección de los estudios estará a cargo del Sub-jefe
del Estado Mayor General, coronel Luis Cabrera. Los alumnos serán en un número
de 80.[99] El 5 de marzo de este
fatídico año para la República, en una confusa revuelta fue asesinado el
general Julio Andrade.
En el mes de abril
se publica el decreto ejecutivo mediante el cual, por segunda vez, se establece
la Academia de Guerra del Ejército con su respectivo reglamento orgánico.[100] Se consignan requisitos
de ingreso, un examen de admisión, en el cual constan las materias de táctica
formal y aplicada, conocimiento de armas, fortificación, topografía, historia,
geografía y matemáticas. La duración será de tres años. En el mismo registro oficial
que es un número extraordinario, se publica el reglamento de ejercicios y
evoluciones para la Caballería.
En el mensaje de
estilo del 10 de agosto, el encargado del poder, Francisco Andrade Marín, dice: “El general Alfaro, de edad muy
avanzada, y más que todo, notablemente quebrantado de salud, a causa de una
enfermedad que varias veces le había puesto ya al borde del sepulcro, no pudo
haber deseado nada para sí. Echó suertes en su última embestida revolucionaria,
por cierto, con la extraña mira de establecer y fundar como dinastía para sus
hijos, hermanos y sobrinos”[101]. De igual manera, el
encargado del poder afirmaba que el 25 de enero pasado, luego del asesinato del
general Montero, el general Plaza y Andrade, con la sana intención de salvarlos
a los Alfaro, los toman presos y lo envían a Quito, en donde son asesinados el
28 de enero. En este mismo acto de Informe a la Nación, asume el poder el
Presidente de la Cámara del Senado, Sr. Alfredo Baquerizo Moreno. Un mes más
tarde, esto es, el 1 de septiembre, Leónidas Plaza asume la Presidencia de la
República, por segunda ocasión.[102] En su discurso de
posesión afirma: “En igualdad de circunstancias, pocos hombres públicos de la
América Latina más atormentados que yo por la suposición indigna y la acusación
infame:[103]
limpia la conciencia, ecuánime la voluntad, fuerte en el convencimiento de mi
propia inocencia, he confiado mi defensa al criterio de mis compatriotas, al
testimonio de innumerables documentos y al fallo inapelable de la historia”.
Un nuevo curso de aplicación de oficiales, esta
vez, para los grados de mayores y tenientes coroneles se abre bajo la dirección
del coronel Luis Cabrera, dependiendo del Estado Mayor General, con 25 alumnos
y una duración de diez meses. El pensum de estudios contenía las mismas materias anteriores,
aumentado el estudio de la guerra ruso- japonesa.[104] En el mismo documento se
publica otro decreto por el cual, se llama a los sargentos que se crean con
aptitudes para ascender a oficiales, que se presenten a exámenes. Es una clara
contradicción de lo propuesto por el coronel Cabrera en la presentación del
proyecto de Ley Orgánica en junio de 1902: “Solo por excepción señor Ministro
deberán ascender a oficiales individuos
de tropa o individuos civiles. Los primeros aprenden en los cuarteles muchas
costumbres incompatibles con la delicadeza del oficial, aún cuando disimulables
en los clases, razón por la cual, en la mayoría de los casos, el ascenso de un
sargento primero a oficial no tiene otra consecuencia que la pérdida de un buen
clase y la adquisición de un detestable oficial.”[105] Estos mismos errores se
van cometiendo en la formación de oficiales hasta mediados del siglo XX, y más
adelante se dan otros que tiene que ver con la falta de selección adecuada de
los Aspirantes a cadetes a pretexto de una democratización del Ejército.
El 7 de enero de
1913 se publica el nombramiento del coronel Luis Cabrera como jefe accidental
del Estado Mayor General del ejército[106]. El 15 de marzo se crea
en Quito un Curso de Ingenieros Navales, dependiente del ministerio de Guerra y
Marina. Funcionará en el Colegio Militar, con una duración de tres años.
Comprende cuatro semestres de instrucción teórica, un semestre de trabajo
práctico en el astillero, un semestre de instrucción practica en los buques. El
pensum de estudios es totalmente técnico.
En septiembre surge un nuevo movimiento revolucionario en la ciudad de
Esmeraldas, comandado por el coronel Carlos Concha, quien había sido puesto en
libertad unos meses atrás. Se dan los primeros combates en el sector conocido
como del guayabo y posteriormente la
derrota de las fuerzas del gobierno, conocida como la capitulación de Chinga, un 14 de diciembre de 1913, en la cual
murió la tercera parte de la unidad combatiente del gobierno. Al comandante se
le siguió un Consejo de Guerra. Esmeraldas pasó a ser controlado por la
revolución, y está se fue extendiendo hacia Manabí y posteriormente apareció en
el centro del país y en las zonas fronterizas Sur y Norte.
En su informe a la Nación, el general Plaza, a más de relatar los
acontecimientos bélicos desarrollados durante el año, destaca la imposibilidad
que ha tenido su gobierno, a consecuencia del conflicto interno, de seguir
contratando oficiales extranjeros que permitan avanzar en la reorganización del
Ejército. Destaca que el único oficial extranjero que se mantiene en el país,
es el coronel Luis Cabrera, actual jefe accidental del Estado Mayor General del
Ejército, a quien agradece públicamente por su entrega profesional, lealtad y conocimiento
de la realidad del Ejército ecuatoriano, lo cual le ha permitido recibir un adecuado
asesoramiento en la implementación de la Ley Orgánica elaborada por dicho
oficial chileno, como el responsable de la Misión Militar contratada por el general Alfaro. Insiste en
su discurso en la necesidad de que se elimine el derecho al sufragio por parte
de los miembros de la Fuerza Pública. Destaca la formación casi total de los
actuales oficiales de la Marina en la Escuela Naval de Chile, además de la
contratación de instructores y de comandantes de los buques de guerra
existentes en el país, a más de los prácticos y más ingenieros navales que se
requieren para el mantenimiento de las unidades navales.
El 20 de octubre,
ante la necesidad de disponer de mandos subalternos en las unidades movilizadas
y por movilizarse, para enfrentar a los revolucionarios de Concha, se organiza un Curso Especial de soldados aspirantes a oficiales subtenientes para
jóvenes de 17 a 23 años que hubieren rendido el cuarto año de Humanidades. Su
número será de 100 aspirantes y tendrá una duración de un año. El curso dependerá
del Instituto Inferior de Aplicación, organización creada por el E.M.G.[107] El 17 de febrero de 1915
se publica el Reglamento Interno para este curso. Las materias a dictarse son
las mismas que se han venido dando en el sinnúmero de cursos de este tipo,
organizados al apuro para suplir la falta de oficiales en las unidades, especialmente
en tiempos de crisis políticas que precipitaron las luchas intestinas en el
país. Por otro lado, se dispone que en este mismo curso se reciban a los
oficiales de reserva, de los cuales, los más distinguidos puedan canjear sus
títulos por oficiales de línea.
En el mes de
diciembre de este año asume el cargo de
Jefe Titular del Estado Mayor General del ejército al Sr. General Rafael
Arellano, y como subjefe el coronel Rafael Almeida. De esta manera culmina la
presencia del coronel chileno Luis Cabrera, y por consiguiente, de la Misión
Militar chilena.[108]
REFLEXIONES
El concepto
de revolución desde el punto de vista
de la Real Academia española significa “cambio rápido y profundo de las
instituciones económicas, políticas o
sociales de una nación”[109]; entendido de esta manera, la Revolución liberal, en
la educación de la Institución Militar fue más allá del tiempo necesario para
su implementación e improvisó repetidamente planes y programas de estudio, para
atender las emergencias que la política propiciaba en su afán de cimentar la
ideología revolucionaria. La altísima
rotación de los mandos militares en los niveles de decisión y ejecución
contribuyó a la lentitud del proceso.
En todo
cambio se hace necesaria la presencia de una figura destacada empeñada en
alcanzar los objetivos trazados. En la educación militar no asomó el líder que
se requería para organizarla, proyectarla y alcanzar los objetivos planteados
por el Jefe de la Revolución. En lo individual, existe la participación
extranjera liderada por un oficial chileno, sin el apoyo decidido del colectivo
institucional, que es en último término el que define las circunstancias y
posibilidades del cambio.
La
concepción reformadora del Ejército, plasmada en un proyecto de Ley Orgánica no
se concretó, más bien se diluyó con la presencia oligárquica de Plaza, y la
permanente oposición conservadora desde el Congreso Nacional que no dio paso a
la promulgación de dicha Ley presentada en 1902. Por otro lado, el Ejército en
su totalidad estuvo permanentemente enfrentado a los contra revolucionarios
insertados en una sociedad dividida en clases y en intereses, a los cuales había que someter por
la fuerza de las armas.
En la parte educativa no se pudo materializar el deseo de Alfaro para
transformar el Ejército. La creación, o mejor dicho, la reapertura del Colegio
Militar, la creación de la Escuela de Clases, la creación de la Academia de
Guerra, la reapertura por centésima vez de la Escuela Naval fueron hechos
destacables en cuanto a la importancia de estas Instituciones de educación en
el futuro del Ejército y la Armada. Había un nuevo Ejército, radical,
politizado, deliberante y muy ducho en los combates que por más de treinta años
había recorrido a lo largo y ancho de la patria.
La
formación del Ejército con Alfaro pretendió ser de carácter democrático,
siguiendo los lineamientos que desde la perspectiva chilena fueron trazados, ya
que a esa época, el Ejército chileno se distinguía por mantenerse alejado de
las disputas políticas del pueblo. En la práctica, el Ejército siguió actuando
de árbitro permanente en la lucha política, hasta nuestros días, a pesar de los
esfuerzos que se han hecho, incluso limitando sus misiones contempladas en la
Constitución de la República, posiblemente pensando que el mandato constitucional
era el culpable del comportamiento de la política nacional a lo largo de la
historia.
Uno de
los logros fundamentales de la Revolución liberal fue la implantación del
laicismo; con ello, dieron una alta prioridad a la transformación del sistema
educativo, comenzando por la formación del profesorado, con la creación de los Normales. Sus frutos apenas empezaron a
aparecer a partir de 1905 en que se graduaron los primeros maestros. En la
educación militar, a pesar del esfuerzo realizado en la contratación de
oficiales de diferentes países, especialmente de Chile, como instructores de
los centros de formación, no se logró, ni se ha logrado hasta la presente
fecha, la formación del profesorado militar. Su designación en el mejor de los
casos ha sido el premio al rendimiento
del militar en sus cursos de especialización y ascenso, y su permanencia al
frente de una cátedra no ha pasado de los dos años. La Escuela Politécnica del
Ejército, a través de la carrera en Ciencias de la Educación, ha ayudado de alguna
manera a mejorar al profesorado militar, sin llegar a constituirlo en una
especialidad, lo cual sería de suma
importancia para la educación militar.
En el
afán de consolidar el concepto de unidad nacional, que fue otro logro de la
Revolución liberal, se decretó la enseñanza obligatoria de la educación cívica,
de la geografía y sobre todo de la historia; en este afán, con la creación del
servicio militar obligatorio, el Ejército jugó un papel de capital importancia
para cimentar los valores de renunciamiento, de ejemplo, honradez, fidelidad,
lealtad, que hasta la presente fecha constituyen el aval más importante de la
formación militar. En 1905 salió a luz las Leyendas
del Tiempo Heroico de Manuel J. Calle, y con ello, la figura del héroe
niño, pasando revista al mando de su compañía, se hizo la oración del soldado ecuatoriano al amanecer de cada
día. Posteriormente esta invocación fue reemplazada por la del río Amazonas, en
el afán de “reconquistar por las armas, lo que la política y la diplomacia han
cedido”.
La
Revolución liberal transformó la educación nacional; las primeras generaciones
formadas bajo el laicismo son referentes de la cultura a mediados del siglo XX.
En el Ejército, las primeras promociones del Colegio Militar, formadas en base
a los lineamientos doctrinarios de la Misión Militar chilena, se constituyen en
los líderes de la Revolución Juliana, que cansados de la sistemática demolición
de los principios liberales, buscaron la alternativa socialista en la
conducción del Estado. A los nombres de Luis Telmo Paz y Miño, Idelfonso
Mendoza, Federico Struve, se unen una pléyade de oficiales jóvenes, alumnos de
la primera Escuela de Oficiales Ingenieros, creada durante la administración
de Tamayo y el asesoramiento técnico de
la Misión Militar italiana.
El
movimiento revolucionario de Alfaro sembró las semillas para el nacimiento de
un Ejército profesional, a pesar de que en este campo, el ímpetu del movimiento
estuvo presente más en el discurso que en la realidad. La profesionalización del
Ejército fue un proceso lento y plagado de errores e inconvenientes, de
lecciones no aprendidas, de continuas emergencias en la formación de oficiales,
de poca o casi ninguna preparación de los mandos inferiores, es decir, de los
miembros de la tropa. La poca presencia de escuelas de perfeccionamiento en las
diferentes armas y jerarquías del escalafón militar, a pesar de que la Misión
Militar chilena, en su proyecto de organización del Ejército lo consigna con
gran claridad, le llevaron a la Institución Militar a enfrentar los conflictos
bélicos de 1941 y 1981 sin la preparación que estos hechos de enorme
trascendencia nacional lo ameritan. Recién, a partir de 1981 se sientan las
bases para la verdadera profesionalización de la Institución Militar.
El esfuerzo
por reorganizar el Ejército, comenzando por la educación militar, le dio a la
postre, un carácter de nacional, tanto en su composición social, como en sus
relaciones con las clases dominantes. El Ejército como Institución dejó de
apoyar caudillos; en su defecto, ha defendido los sagrados intereses de la
Nación.
Concluyamos
en el sentido de que la Revolución liberal en el campo de la educación militar
fue inconclusa, que algunos de sus logros se consolidaron a mediados del siglo
XX; otros fueron dejados de lado sistemáticamente, por razones de orden
político, en unos casos, por la falta de una política institucional de largo
plazo, en otros, o por la falta de
liderazgo para llevar a la educación de oficiales y tropa a ser considerada
como el objetivo más importante de la Institución Militar.
Publicado en el Boletín No 3 de la Academia Nacional de Historia Militar
[1] Antonio
Lloret Bastidas. El Ecuador republicano de 1830 a 1895. Inédita.
[3] Arte de
establecer y ordenar los campamentos militares. Diccionario Larouse.
[4] La mayor
parte de las guerras internas se desarrollaban en la Sierra
[5] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno
en América Latina 1900-1950. Centro
de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3)
ilustraciones.
[6] Ibídem
[7] Ibídem
[8] Roberto
Arancibia Clavel, La
influencia del Ejército chileno en América Latina 1900-1950. Centro de Estudios e Investigaciones
Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3) ilustraciones
[9] Alfaro:
Narraciones históricas. Pag. 33
[10] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno
en América Latina 1900-1950. Centro
de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3)
ilustraciones.
[11] Ibídem
[12] Ibídem
[13] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno
en América Latina 1900-1950. Centro
de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3)
ilustraciones.
[14] R.O. 18 de enero 1902
[16] R.O.68 de 26
noviembre de 1901
[17] Proyecto Ley
Orgánica. Pag. 2
[18] Proyecto de
ley orgánica. Pag. 40
[19]Ibídem. Pag 42.
[20] Ibídem.
Pag.42
[21] Ibídem. Pag. 42
[22] Ibídem. Pag
44.
[23] Ibídem.
Pag.46.
[24] Ibídem. Pag
46
[26] Ibídem. Pag.
48
[27] Ibídem.
Pag.49
[28] Ibídem. Pag.
58
[30] Proyecto Ley Orgánica Militar. Pag. 20
[32] Muñoz Julio. Doctrinas militares aplicadas
en el Ecuador. 1949. Pag. 185
[33] R.O. 83 de 13 de diciembre de 1911.
[34] Roberto Arancibia Clavel, La influencia del Ejército chileno
en América Latina 1900-1950. Centro
de Estudios e Investigaciones Militares, CESIM, Santiago, 2002, 537 págs., (3)
ilustraciones.
[35] Enrique Ayala Mora.
Manual de Historia del Ecuador II. Epoca republicana. Quito. Universidad Andina
[36] J .Núñez. La
revolución alfarista.
[37] Roberto
Andrade. Vida y muerte de Eloy Alfaro., 1916. New York
[40] R.O. 739 de 26 noviembre 1898
[42] R. O 1014 de 16 diciembre 1899
[43] Roberto
Andrade. Vida y Muerte de Eloy Alfaro. New York. 1916
[45] R.O. 1047 de
5 febrero 1900
[47] R.O.1173 de
20 de julio 1900
[48] R.O.1182 de 2
agosto 1900
[49] Vida y muerte
de Eloy Alfaro.- Roberto Andrade
[50] R.O.1251 de
de 27 octubre 1900
[51] Contratado como instructor de la Armada.
[52] Se refiere a la Academia de Guerra.
[53] R.O. 1201 de
24 de agosto de 1900
[54] R.O.1272 de 5
diciembre 1900
[56] R.O. 1434 de
6 de julio 1901
[58] Historia del
Ecuador. Obras Completas. Gabriel Cevallos García. Gráficas Hernández. 1987
[59] R.O. 169 de 7
abril 1902
[60] Esmil. Año
II. Enero-marzo 1991. Informe de labores del Director, Gral. Patricio Lloret
[61] R.O.351 de 17
noviembre 1902
[62] R.O.111 de 21
de enero 1902
[63] R.O. 370 de
20 diciembre 1902
[64] R.O.203 de 19
mayo 1902
[65] R.O.413 de 3
febrero 1903
[66] R.O. 839 de
15 julio 1904
[68] R.O.689, 695
de enero de 1904
[69] R.O.899 de 29
septiembre 1904
[70] R.O.990 de 18
enero 1905
[72] R.O.1155 de 9
agosto 1905
[74] R.O.1156 de
11 agosto 1905
[75] Enrique
Ayala Mora. Federico González Suarez y la polémica sobre el Estado laico.
Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano. Vol 4. Quito. Banco Central del
Ecuador. Corporación Editora Nacional. 1980.
[76] R.O. 30 de 12
octubre 1905
[77] R.O. 31 de 13
octubre 1905
[78] Bonos
ferrocarrileros.
[79] R.O. 01 de 24
de enero de 1906
[81] R.O. de
3 de febrero de 1906
[82] R.O.
128 de 11 de julio de 1906
[83] R.O. 71 de 1
diciembre 1905
[84] R.O. 87 de 19
de mayo de 1906.
[85] R.O.235 de 21
noviembre de 1906.
[86] (R.O.
242 de 29 de noviembre de 1906.)
[87] (R.O. 215 de
27 de octubre de 1906)
[89] R.O.487
de 2 de octubre 1907
[90] R.O.
623 de 19 de marzo de 1908
[91] R.O. 1256 de
28 de mayo de 1910
[93] R.O. 1198 de
15 de marzo de 1910
[94] R.O. 1523 de
25 de abril de 1911)
[95] R.O. 1535 de
9 de mayo de 1911
[97] Vida y muerte
de Eloy Alfaro. Rafael Andrade.
[98] Historia del Ecuador.- Obras
Completas.- Gabriel Cevallos García.- Graficas Hernández.- 1987.
[99] R.O.
139 de 20 de febrero de 1912
[100] R.O. 20 de
abril de 1912
[101] R.O. 281 del
10 de agosto
[102] R.O. 1 de 1
de septiembre de 1912
[103] Se refiere al
asesinato de Alfaro.
[104] R.O. 10
de 12 septiembre de 1912
[105]Proyecto
de Ley Orgánica Militar. Pag 81.
[106] R.O. 104. De
7 de enero de 1913
[107] R.O.636 de 20
de octubre de 1914
[108] R.O.982
de 22 de diciembre de 1915
[109] Diccionario
de la Real Academia española.
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