lunes, 8 de septiembre de 2014

El Conflicto

El 1 de marzo del 2008 marca un antes y un después en las relaciones entre Ecuador y Colombia. La violenta y muy bien planificada operación militar de las Fuerzas Armadas Colombianas, asesoradas por los Estados Unidos a través de una precisa información de seguimiento de los movimientos de los principales líderes  de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y apoyada tecnológicamente con armamento de última generación, concluyo con la muerte de 21 personas, entre ellas, de su  segundo dirigente, Raúl Reyes, ocurrida en la zona de Angosturas, ubicada dentro del territorio nacional ecuatoriano, bajo la teoría de la legítima defensa, concepto que excluye la importancia del lugar en el cual este ubicado el objetivo a atacar, y que concuerda con la política internacional de los Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo, en la cual el concepto de soberanía no tiene la menor importancia.

La figura jurídica de la legítima defensa, a nivel universal, está tipificada en el Artículo 51 de la Carta de la ONU que dice: “Ninguna disposición  de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legitima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un miembro de Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales”. De igual manera, la carta de la OEA en su artículo 22 dispone que “los Estados Americanos se obligan en sus relaciones internacionales a no recurrir al uso de la fuerza, salvo el caso de legítima defensa, de conformidad con los tratados vigentes o en cumplimiento de dichos tratados”. Colombia invocó esta figura para tratar de justificar su acto violatorio a la soberanía ecuatoriana.

La legítima defensa que invoca el  Estado colombiano y su ofensiva para recuperar el control de su territorio nacional, perdido desde décadas atrás, al no poder tener presencia física de sus fuerzas armadas en el Departamento del Putumayo, no puede llevarse a cabo desconociendo principios básicos de las relaciones entre naciones, como es el de mutuo respeto de la soberanía territorial. El combate a los reductos guerrilleros ubicados en territorios extranjeros, en este caso, el ecuatoriano, debe subordinarse al acuerdo entre las naciones en las cuales se encuentran, representados por sus Instituciones Militares, en respuesta a políticas claras emanadas desde las altas esferas del gobierno.  

La actividad guerrillera, el narcotráfico y los asuntos de seguridad deberían ser materia de negociación entre los gobiernos de la región, especialmente entre aquellos que por su cercanía, como es el caso de Colombia y Ecuador, se constituyen en temas de interés compartido, cuyo tratamiento permitirá reducir el espacio y la justificación para la injerencia extra regional en los asuntos internos de los estados.

La oportuna y decidida intervención del gobierno ecuatoriano en su reclamo ante los organismos internacionales, por la incursión colombiana a territorio ecuatoriano, dio como resultado el apoyo inmediato de los gobiernos de la región, exteriorizado a través de la “Declaración de los Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de Río”, adoptada en República Dominicana el 7 de marzo del 2008, la misma que fue acogida positivamente en la 25 ava  reunión de Ministros de Relaciones Exteriores, en la cual se reitera la plena vigencia de los principios consagrados en el derecho internacional, de respeto a la soberanía, abstención del uso o amenaza de uso de la fuerza y de no injerencia en los asuntos de otros estados que consagra el Art.  19 de la Carta de la OEA; de igual manera, reitera la plena vigencia del principio de soberanía territorial, consagrada de manera irrestricta y sin ninguna excepción en el Art. 21 de la carta de la OEA.

Al acoger desde su primer punto la declaración del Grupo de Río, la resolución de los Cancilleres de la OEA, emitida el 4 de Abril del 2008, compromete a Colombia a que los hechos no se repitan bajo ninguna circunstancia, en función de la plena vigencia de los principios antes mencionados. Esta histórica resolución de los Cancilleres de la OEA, es un hito importante; especialmente aquella que hace relación a la protección de las fronteras para todos los países, el mismo que marcó un intenso debate diplomático que permitió recobrar la independencia y firmeza en su actuación, después de que en las últimas décadas la OEA perdió su influencia en asuntos relativos al mantenimiento de la paz y la seguridad en la región. Ejemplos hay muchos; entre otros: Malvinas, Panamá, Grenada. Su contenido ratifica un principio del derecho internacional que ha sido cuestionado especialmente por la ilegítima e irracional teoría de la guerra preventiva.

Al margen de los acontecimientos suscitados en Angostura el 1 de marzo del 2008, los mismos que han sido plenamente descritos y analizados por la prensa nacional, este artículo pretende resaltar, a criterio de su autor,  las principales consecuencias derivadas del conflicto.

El conflicto sacó  a la luz la presencia de un ecuatoriano en el campamento de las FARC y su muerte como consecuencia del ataque. La muerte de este ciudadano y su posterior traslado a Colombia constituye una clara violación  de los derechos humanos y garantías derivadas de una acción militar al margen del derecho internacional.

El conflicto por si mismo, deja al descubierto una serie de interrogantes respecto a  la realización de un Congreso de la Coordinadora Continental Bolivariana celebrado en la Capital, con el auspicio del Municipio de Quito y el Consejo Provincial.

 El Congreso de la Coordinadora Continental Bolivariana se creo en el 2003 con el fin de “sentar las bases para la construcción de un nuevo polo de poder alternativo al predominio de las potencias imperialistas del mundo”. En Quito reconocieron a las FARC y a otros sectores como fuerzas beligerantes y el apoyo al proceso de canje humanitario. Esta solidaridad no quedó solo en el discurso. Solo tres días después del Congreso y tras la intervención de Colombia, salio a la luz que varios de los participantes del mismo estuvieron de visita en el campamento guerrillero.

El reconocimiento a la beligerancia se dio en los primeros años del siglo XIX. Estados Unidos y Gran Bretaña que luchaban contra el poder español impulsaron esta figura para conferir a los insurrectos un carácter internacional de facto, con los derechos y deberes propios de una guerra regular. Según estos derechos las fuerzas beligerantes podían solicitar préstamos, acodar sus naves, confiscar mercaderías en los territorios ocupados. El reconocer la beligerancia de una fuerza significaba que esta dirigía la guerra en forma humanitaria, que existía un ejército organizado y que estén en posición del territorio. Es un tema de carácter político en el cual, los insurrectos lo toman como un apego a su causa, en tanto que los gobiernos constituidos como un acto de enemistad.

Por el conflicto hemos conocido la estratégica avanzada internacional de la guerrilla, la misma que se habría gestado en el 2002, cuando en Colombia llegó al poder Alvaro Uribe. La presión militar de Colombia sobre las FARC, les obligó a renunciar a los secuestros masivos tan extendidos en toda la república, especialmente en Cali y optaron por iniciar la penetración en el resto del continente, retomando planes que se iniciaron en 1980, lideradas por Jaime Guaracas, miembro de la Secretaría de las FARC, que fracaso por su inexperiencia en este campo, y por la imposibilidad de conseguir armamento y recursos financieros en los países de la región; sin embargo, la acción coordinada de Raúl Reyes e Iván Márquez rindieron sus frutos, logrando armar una red de más de 400 organizaciones legales y clandestinas desde Argentina hasta los Estados Unidos. La Coordinadora Continental Bolivariana  ha sido la punta de lanza en este empeño.

La Coordinadora Continental inició sus operaciones en 1998, cuando se crea el Movimiento Bolivariano que se relaciona con su similar de Venezuela denominado  Francisco Miranda y con  Pachakutik en Ecuador; que  existen  núcleos de apoyo de las FARC ubicados en México con claros nexos con la Universidad Autónoma de este país;  entre ellos, los participantes a la visita al campamento atacado por Colombia. También participan el  movimiento Francisco Villa, conectado con el partido de la revolución democrática, el movimiento Tupác Amaru del Perú que incluso se dice han recibido adiestramiento militar de la guerrilla colombiana. Los componentes de estos cuadros ingresan a los países con el disfraz de refugiados, que una vez instalados, se vuelven intocables y respaldados por las organizaciones de Derechos Humanos.

El conflicto dejó claro que las declaraciones del ex ministro de la Defensa respecto de que los límites del país al  norte es con las FARC, son absolutamente ciertas, además de que era conocido por los mandos militares desde el momento en que no había interlocutores del Ejército colombiano al frente de nuestros destacamentos, a lo largo de la frontera colombo-ecuatoriana; producto de ello, fue la tenaz resistencia que tuvo la apertura del puente sobre el río San Miguel por parte de la Institución Militar, cuando se decidió implementar los Centros Nacionales Fronterizos, siempre y cuando, a cada lado del puente internacional debía existir personal militar de los dos países. Colombia nunca tuvo la intención de trasladar personal militar a este sitio y la política se impuso en desmedro de la Seguridad Nacional. Siempre se supo  que el estado colombiano afrontaba desde décadas atrás, la perdida del control administrativo, judicial, municipal, militar y policial sobre una superficie de aproximadamente 40.000 kilómetros cuadrados y que fue bautizada como “el reino de Marulanda en el Caguán”, de tal manera que, la carencia completa de potestad gubernativa en esa extensión territorial no es reciente, ni ha sido actualizada con el ataque colombiano en Angosturas, ya que desde los años 50, la insurgencia colombiana mantuvo en su poder muchas regiones a las cuales denominó “repúblicas independientes”, entre ellas la del Putumayo. La desvinculación territorial de estas repúblicas independientes llevó a la CÍA a recomendar la participación de los Estados Unidos para reconquistar por la fuerza la soberanía del estado en dichos territorios (Richard Gott y su libro Guerrilla movements in Latin América).

El relevo en la Cartera de Defensa y en los mandos militares  fue el desenlace   de la crisis generada por el ataque colombiano, en territorio ecuatoriano, a las fuerzas de la FARC. La denuncia del Presidente sobre la injerencia de los Estados Unidos, a través de la CÍA,  en el sistema de inteligencia de las Fuerzas Armadas, fue solo un pretexto para el cambio, si consideramos que los procedimientos han estado vigentes por años y que nunca fueron criticados desde el poder político.

El Comando Conjunto  salió al frente de estas declaraciones, asegurando que las relaciones de cooperación que mantiene el Ecuador con otros países no pueden ser consideradas como “supuestas actividades de inteligencia que no están permitidas legalmente, ni autorizadas”. Estos acuerdos efectivamente forman parte  de la política de relaciones internacionales del Ecuador y se enmarcan en las políticas regionales y mundiales de seguridad cooperativa.

La denuncia presidencial sobre la falta de idoneidad de los servicios de inteligencia, merece un severo análisis sobre las falencias en la transmisión de información hacia las instancias superiores, pero también quedan interrogantes sobre el poco o ningún conocimiento e importancia que les merece a la clase política los informes que desde este sistema de inteligencia se canalizan a las autoridades administrativas de la defensa nacional; en este caso, el Ministerio de Defensa Nacional.

Frente a este complejo panorama, el Consejo de Seguridad Nacional o la entidad que esta pensando crear el gobierno nacional, debiera ser el punto de encuentro para una nueva planificación, coordinación estratégica y planes operativos de la Institución Militar, apegados a una política de Estado claramente definida y respetada.

El conflicto saco a la luz las graves falencias en la Seguridad Nacional, las mismas que se venían sintiendo al interior de las fuerzas armadas desde muchísimos años atrás, y que no encontró el eco necesario en un organismo tan importante como el Consejo de Seguridad Nacional,  cuya dirección es responsabilidad absoluta del Jefe de Estado; como que dicho organismo para la mayoría de los Presidentes ni siquiera existía en la agenda, a pesar de tener una frontera tan convulsionada como la colombiana. Para muchos, ese organismo y las mismas Fuerzas Armadas dejaron de ser importantes luego de la firma de la paz con el Perú. Grave error estratégico de los Jefes de Estado, de los mandos militares y del país en general, como bien lo analiza  la prensa nacional.

El conflicto demostró con claridad que la discusión sobre el contenido y alcance del Plan Colombia a partir de su difusión en el año 2000, no fue más allá de la declaratoria de no intervención en los asuntos internos de un país vecino. El concepto así difundido en la sociedad ecuatoriana daba a entender que no intervenir significaba no apoyar al gobierno colombiano y por supuesto al gobierno de Washington en su plan de acabar con la guerrilla colombiana, a más de ser independientes de los intereses de las FARC.
Posiblemente, el anuncio que hizo el Presidente Pastrana sobre el Plan Colombia, presentándole como un asunto interno de su país, llevó a esta consideración, sin tomar en cuenta las implicaciones que tenía dicho plan al admitir una zona desmilitarizada de 42 mil kilómetros cuadrados, otorgadas a las FARC, precisamente en la frontera colombo-ecuatoriana, lo cual volvió inevitable las infiltraciones de estas fuerzas al territorio ecuatoriano, cuando se vieron empujadas por el ejercito de Colombia desde la zona del interior hacia la periferia, como parte de un plan claramente establecido dentro de una estrategia comúnmente conocida como yunque y martillo.

La estrategia así definida por Colombia ha dado sus frutos; hoy en día, las operaciones que viene realizando el Ejército ecuatoriano, en forma obligada, dadas las implicaciones internacionales del conflicto, son precisamente las de convertirse en un yunque al cual deben converger las fuerzas colombianas para acabar con la guerrilla; caso contrario, el gobierno colombiano denunciará en el concierto internacional de que el Ecuador es un país permisivo con la guerrilla al no intervenir ante la presencia de dichas fuerzas al interior del territorio ecuatoriano. El Plan Ecuador planteado por el actual gobierno, lo cual es un logro después del olvido de los anteriores gobiernos, deberá considerar seriamente las secuelas del conflicto en el ámbito interno e internacional, al plantear las estrategias que le permitan enfrentar a un Plan Colombia que viene cumpliéndose al pie de la letra desde el año 2000.

Las secuelas del conflicto han  permitido que Colombia demuestre que la guerrilla no es un problema solamente de los colombianos, puesto que a su alrededor existen intereses de gobiernos como el de Francia para liberar a Ingrid Betancourt, de Venezuela para conseguir que se les considere fuerzas beligerantes, de los organismos internacionales empeñados en facilitar soluciones a las relaciones diplomáticas de Ecuador y Colombia, de Estados Unidos en incrementar su apoyo a la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo; es decir, el conflicto ha marcado el camino de la internacionalización. 

El conflicto también ha determinado con claridad  que la selva ya no es un lugar seguro para las fuerzas de la FARC; es innegable que el ataque fue un duro golpe a los cuadros directivos de la guerrilla, comparable  quizá a los que ha llevado a cabo Estados Unidos contra Al Qaeda en tierras inhóspitas de Pakistán; por otro lado, es notorio el profundo desgaste de estas fuerzas acusadas de narcotráfico y crímenes de lesa humanidad. El deterioro de su imagen le ha convertido en un grupo incómodo para cualquier país vecino.

El conflicto ha desnudado las necesidades de las fuerzas armadas para ser operativas en la frontera norte, la lista de requerimientos es larga y costosa: modernización de los sistemas de defensa aérea, cambio o repotenciación de armamento menor, repotenciación de munición de calibre mayor, repotenciación de la flota de la Aviación del Ejército, desmilitarización de la munición obsoleta, entre otros. Pero no queda solo en repotenciar el material y así parece haber entendido el gobierno nacional; sin embargo, no solo es necesario adquirir nuevos aviones, esta era una necesidad de 20 años atrás, de todas formas, los supertucanos que se compraran al Brasil y la repotenciación de los Kfir permitirá al menos vigilar en mejor forma la frontera y posibilitar el entrenamiento de los pilotos de la Fuerza Aérea, que esperaban turno para poder hacerlo en los casi inexistentes aviones de entrenamiento. Se incluye en el anuncio, la compra de armas, radares y equipos de comunicación para la Fuerza Terrestre, que tanta falta le hizo el 1 de Marzo del presente año. Será conveniente que también se entreguen los elementos necesarios para que la Fuerza Naval haga presencia en los ríos de la Amazonia. Se ha esperado 13 años para entender que las fuerzas armadas requieren de entrenamiento, armamento, vituallas y logística adecuada, en forma permanente, para tener presencia soberana en el territorio nacional y estar dispuestas, como lo hicieron en el 95 a enfrentar las amenazas, en forma digna y profesional. Tiene razón el Presidente al afirmar que “la desidia, la descomposición política y la indiferencia” son los culpables de la situación actual; y, yo agregaría que  la presencia de elementos civiles a los cuales la prensa les ha catapultado como “especialistas en los temas militares”, encargados de  satanizar todo gasto que haga referencia a la Defensa Nacional, han coadyuvado  a  que se pierda mucho de esa pequeña capacidad operativa que tuvieron las fuerzas armadas en el año 95.

El conflicto ha cuarteado la endeble estructura de la relación binacional de los dos países, en lo social  le importa un comino el destino de sus ciudadanos en el Ecuador,  tampoco le importan los intereses económicos. En lo militar, no de ahora, desde hace veinte años atrás, jamás le importo la falta de presencia del ejército de Colombia en el Departamento de Putumayo; cuando en alguna ocasión, en las reuniones bilaterales de inteligencia, se insistió en la necesidad de que se conformen los Centros Nacionales de Frontera con la presencia de personal militar de ambas naciones, se manifestó –of record- que les era imposible, porque ello determinaba la posibilidad de que las FARC se tomen Bogotá.

El conflicto dejo enormes dudas sobre las presuntas relaciones de algunos funcionarios del gobierno con las FARC, que según Colombia están claramente establecidas en los discos duros de las super computadoras del comandante Reyes. En todo caso será necesario y mandatario  comprobar que no ha existido tal vinculación, a pesar de que desde la convención organizada por los grupos revolucionarios, aupada inexplicadamente por el Municipio y Consejo Provincial de Pichincha, salieron los personajes que hicieron historia el 1 de marzo.

El conflicto ha dejado claro que las percepciones de los pueblos de Colombia y Ecuador son diferentes respecto al conocimiento que se tiene del país vecino. Ecuador difunde mucho más información sobre Colombia. La prensa colombiana respalda a su Presidente en su lucha contra las FARC; la prensa ecuatoriana critica al Presidente por su actitud ante las FARC.

La prensa internacional actuó solamente sobre la base informativa colombiana, sin considerar la posición ecuatoriana que estaba centrada en la violación territorial. Se violaron principios básicos que rigen la ética periodística al no haber confrontado adecuadamente las fuentes de la información.

El gobierno colombiano vinculo al conflicto con la reunión de la Coordinadora Bolivariana, eliminó a uno de los más importantes jefes guerrilleros y propicio la reacción del gobierno ecuatoriano.

Nuestro país no solo es un corredor logístico de las FARC, sino un sitio propicio para compra de propiedades, las mas notorias en Santo Domingo de los Tsachilas y en Quito, instalación de fábricas de pertrechos  y clínicas clandestinas, coordinadas desde Pueblo Nuevo, en la provincia de Sucumbíos

El ataque a las FARC provocó un deterioro de las relaciones fuerzas armadas y Gobierno, saliendo a luz una verdad incontrastable: la frontera norte no estaba bien resguardada, a causa de un  equipamiento débil de la Institución Militar, especialmente del ejército, que a partir de 1995 dejó de ser importante para la política presupuestaria de los gobiernos de turno; claro, la guerra con el Perú había terminado en 1998.

La acusación a fuerzas armadas sobre presuntas actividades de infiltración de la CÍA en las actividades de inteligencia del Ejército, no son sino el reflejo del poco conocimiento del gobierno y el ningún acercamiento del Presidente con el mando militar. El poco o ningún financiamiento para las actividades de inteligencia, a más de los acuerdos existentes entre las Instituciones militares de E.U. y el Ecuador, no de ahora, sino de muchísimos años atrás, dan como resultado un intercambio permanente de información, especialmente en el campo del narcotráfico y la guerrilla, que no significa de manera alguna, una infiltración de organismos de inteligencia desde el exterior. El desconocimiento de causas y antecedentes por parte del gobierno, da lugar a que los asuntos militares no sean tratados a través de los canales adecuados,  propiciando debates de Seguridad Nacional en campos tan peligrosos como el político.

La creación de un sistema militar o de seguridad regional ha saltado a la escena, con la propuesta que ha hecho el gobierno del Brasil sobre la creación de un Consejo Regional de Defensa, ante la necesidad de crear un organismo de defensa regional que ayude a los países de América del Sur a independizarse del tutelaje militar que la región ha tenido desde los Estados Unidos. A decir de Brasil el Consejo no sería una alianza militar en el sentido tradicional, no es la OTAN del sur, no es una fuerza de ocupación. El objetivo es formular, en el mediano o largo plazo, una identidad sudamericana de defensa, para que el continente sea fuerte. Este Consejo permitirá realizar ejercicios militares conjuntos, una participación colectiva en acciones de las Naciones Unidas y una eventual integración de industrias bélicas.

En conclusión, el conflicto ha dejado secuelas que aún no pueden ser percibidas en su verdadera dimensión, sus consecuencias serán directamente proporcionales a los planes de acción que el gobierno nacional implemente, como producto de una adecuada, inteligente y oportuna elaboración de una política de estado, consensuada en los más altos niveles del Poder Nacional, destinada a preservar la Seguridad Nacional en forma permanente, en beneficio de la paz y tranquilidad que se merecen los habitantes de este país.

Por su parte, las Fuerzas Armadas tienen que enfrentar un nuevo reto histórico que les permita procesar el momento de transición que vive la Institución, al tener que  solucionar un conflicto de características diferentes a las cuales históricamente  se ha visto abocada, sin romper las bases que la sostienen ni los códigos que las configuran como una de las Instituciones mas importantes y esenciales del Estado ecuatoriano, en coordinación con la sociedad civil que tiene la obligación de acompañarlas con generosidad y visión de futuro en el logro de los Objetivos Nacionales Permanentes.


Artículo publicado en la revista “Presencia” de la Asociación de Generales y Almirantes de las Fuerzas Armadas, en septiembre del 2008.


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