martes, 9 de febrero de 2016

CUENCA Y SU INFLUENCIA EN EL PROCESO INDEPENDISTA 1780-1827



Gral. Patricio Lloret Orellana


El proceso independista nació del conflicto de intereses entre las oligarquías regionales y locales, de la presencia de una clase social oprimida en busca de una bandera que represente la expresión de sus reivindicaciones, de la presencia de los revolucionarios y de los conservadores; es decir, de patriotas y de realistas; nació del rencor que sentían los criollos por los españoles, pues a pesar de que muchos tenían títulos nobiliarios, eran tratados con  desprecio, por el único delito de haber nacido en tierra americana, nació de la experiencia de vivir bajo una sociedad de privilegios. La independencia no nació de ideales, ni fueron los principios los que llevaron a la gente a pronunciarse contra España.  Creció y se propagó a todos los rincones de América, llevando consigo los conceptos de soberanía popular y poder de decisión; a tal punto que, las fuerzas convergieron de Argentina hacia el Norte y de Venezuela hacia el Sur, hasta confluir en Ayacucho. La idea fue una América unida e indisoluble, asentada en una común identidad cultural e histórica; por ello, la Independencia debe ser mirada y analizada como un proceso, cuyo inicio se remonta a la mitad del siglo XVIII, pasa por  el 10 de agosto de 1809 y  termina prácticamente en 1830; en los intermedios, se dan acontecimientos de extrema importancia que desembocan en la libertad de los pueblos iberoamericanos.

La celebración del bicentenario es un momento ideal para que todos los ecuatorianos empecemos a mirar en conjunto estos acontecimientos, analizar los escenarios en los cuales se desenvolvieron y las razones por las cuales se dieron los hechos en la forma en que se produjeron, de manera que, objetivamente podamos restituir el verdadero sentido de la Independencia. Esta forma de ver y analizar  podrá llevarnos a entender  y  evaluar las actuales circunstancias políticas de nuestra América, que no ha podido en 200 años integrarse en la gran confederación política que Bolívar quiso para las nuevas repúblicas hispanoamericanas; nos podrá llevar también,  a comprender que las desigualdades sociales, en este momento,  son tan grandes como aquellas que dieron lugar al proceso de la Independencia. 
Su estudio  nos debe llevar a la conformación de una conciencia que nos encamine a la necesidad de encontrar nuevas alternativas y mirar con nuevas perspectivas el futuro de América, a fin de conocernos mejor y unirnos para enfrentar el desafío que significan  las promesas incumplidas y poder comprender y analizar las ideologías importadas.

La salida de los españoles y la toma efectiva del mando político de los países libertados,  marcó el regreso a los temores y desconfianzas de la aristocracia latifundista, en contra de la unidad que había hecho posible el triunfo con las operaciones militares iniciadas en Guayaquil  y culminadas en Ayacucho, con las cuales se quebró la resistencia ibérica. El conflicto de intereses entre las nuevas oligarquías regionales, se unió a una clase social incapaz de pensar y conformar un proyecto nacional; además, se sumaron las presiones de las potencias extranjeras, las mismas de siempre, empeñadas en echar al traste el proceso de conformación de un gran estado. Consiguieron lo que se propusieron cuando Bolívar soñó en esa gran confederación, convertirnos en lo que ahora somos,  pequeñas unidades políticas buscando una segunda independencia.

El presente artículo busca de alguna manera, mirar el conjunto de acontecimientos que se dieron a partir de las décadas finales del siglo XVIII, en lo interno y en lo externo, hasta llegar a la conformación de la nuevas repúblicas hispanoamericanas, destacando los hechos sucedidos en las Provincias Azuayas, cuya capital fue Cuenca, con el objeto de resaltar la importancia de sus resoluciones en el contexto político del proceso independista, inicialmente en contra del movimiento de Quito y finalmente consolidando la libertad del Ecuador, con la participación proactiva y decidida de sus próceres y de sus héroes, a los cuales esta ciudad rinde en forma permanente su admiración y pleitesía.

Cuenca en el proceso de la Independencia.-

Cuenca asentada en lo que antiguamente se llamó la Confederación de los Cañaris, cuya expresión política-cultural estaba delimitada por tres regiones: Hatum Cañar, Guapondelig y Cañaribamba, con su centro urbano en Guapondelig, se constituyó en la ciudad más importante del Chinchaysuyo. La llegada del Inca Túpac Yupanqui significó la fundación de Tomebamba sobre las ruinas de Guapondelig; ambos nombres con igual significado: Llanura Florida, en la cual el Inca vio nacer al fruto de sus amores, Huayna Capac, futuro emperador del Imperio Incásico.
En la llanura de Tomebamba, nace Cuenca un 12 de Abril de 1557 “ennoblecida desde el primer día por los anhelos de su fundador, quien perpetúa, en el nombre de la ciudad la propia casa y estirpe y el solar de nacimiento de los Hurtado de Mendoza, y bajo la espada del Capitán que lo realiza, Don Gil Ramírez Dávalos, se cumple un hecho trascendental en los anales de la epopeya castellana”

Cuenca, a raíz de su fundación en 1557, fue una ciudad que sirvió en forma leal y afanosa a la Corona española; recibió de ella, a través del  Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, el escudo en el cual reza el lema “Primero Dios y después Vos” y la facultad de llamarse “Muy  Noble y Muy Leal Ciudad de Cuenca”.
La vida edilicia se constituye en el segundo paso más importante luego de su fundación, en cumplimiento a lo que disponían las Leyes de Indias en Tierra Firme; en base a ellas nace el primer Cabildo cuencano, el 18 de Abril de 1557. 
Los cabildos estuvieron integrados, en primer lugar, por dos alcaldes electos anualmente y seis regidores, los que conformaron el núcleo de la Corporación. Otros cargos importantes fueron el de procurador, representante de la ciudad ante el Cabildo; el mayordomo, encargado de las cuentas municipales; el escribano público, que tomaba las actas de las sesiones; el alguacil mayor, responsable del orden público y de la cárcel; el alférez real, que tenía a su cargo el estandarte de la ciudad; y el fiel ejecutor, cuya labor era vigilar las tiendas y hacer respetar los precios acordados por el Cabildo. Estaban también los corregidores, funcionarios reales que presidían las corporaciones y cumplían labores judiciales.

La principal atribución de los Cabildos era la de elegir alcaldes o jueces de primera instancia, gozaban de prerrogativas civiles, no podían ser puestos en la cárcel pública. Usaban uniformes especiales en fiestas solemnes y su cargo era considerado como muy honorífico y para personas nobles. Los Cabildos conformados de esta manera, se convirtieron de a poco en un  baluarte de la protesta de los criollos, cobrando  a fines del siglo XVIII enorme importancia. Las tendencias autonomistas se expresaron allí reiteradamente;  reclamaban una mayor capacidad de decisión para los organismos seccionales.

A la fecha de la fundación de Cuenca, la Provincia es parte de la Gobernación de Quito; seis años después es elevada al grado de Corregimiento, por resolución del Virrey del Perú, Conde de Niebla, una vez que Quito se convierte en Real Audiencia, el 29 de Agosto de 1563.
"La provincia del Azuay era-entonces- desde la creación de la Gobernación de Cuenca en el año de 1777, una gran unidad territorial que se extendía un poco más allá de los páramos del nudo del Azuay, hasta las tierras de Loja y Macará y que creció más aún cuando a la Gobernación se juntó el Obispado de Cuenca, creado en 1779, cuyos límites iban de Oriente a Occidente, desde las selvas ribereñas del río Amazonas, hasta las aguas del Pacífico, en la isla de Puná; y de Norte a Sur, desde Alausí hasta Loja, unidad geográfica poderosa, con un nombre revelador de su grandeza territorial como se deduce del hecho de llamar a esta región las provincias Azuayas”.

Francisco Javier Aquilino Loyola y Prieto, nace en Cuenca, en la parroquia San Blas en 1764.

Mediante Decreto Real de Carlos III emitido el 23 de mayo de 1771, el Corregimiento de Cuenca se transforma en Gobernación; sin embargo, se mantiene acéfala hasta el 13 de diciembre de 1777, cerca de las postrimerías del régimen colonial español, fecha en la cual se presenta ante el Cabildo de la ciudad, el Alférez de Navío Don José Antonio Vallejo y Tacón para tomar posesión de su cargo como primer Gobernador. La importancia que adquirió la ciudad y la densidad poblacional de la comarca de su influencia hacia la segunda mitad del siglo XVIII, hizo que las autoridades coloniales constituyeran la Gobernación de Cuenca. Vallejo y Tacón “nace en Cartagena, Provincia de Murcia (España). Hombre de carácter recio y de probado valor, desde un principio trabaja sin descanso por el adelanto material y cultural de la ciudad, el reajuste de la administración y el restablecimiento del orden moral y de justicia venidos a menos en los últimos tiempos”

Al inicio de su función como Gobernador, entre las principales autoridades de la ciudad estaban  el  Corregidor y Justicia Mayor, Don Álvaro de León; Alcalde Ordinario de Primer Voto, Don José de Heres, Alcalde Ordinario de Segundo Voto, Don Fernando de Salazar y Piedra; entre otros.

“Era Contador Oficial de las Reales Cajas, Don Marcos de La Mar, padre del futuro Gran Mariscal José de La Mar y Cortazar, Prócer de la Independencia Hispanoamericana”.
José Domingo de la Merced La Mar y Cortazar nace en Cuenca el 12 de mayo de 1776; su madre fue Doña Josefa Cortazar de Lavayen.
El 13 de junio de 1779 se emite la Real Cédula de Carlos III, dictada en Aranjuez, la misma que llega a Cuenca en diciembre de ese año, en su contenido se encuentra la creación del Obispado de Cuenca, dividiendo en dos al Obispado de Quito.
El estado eclesiástico de la Real Audiencia había sufrido una modificación trascendental con la erección de esta diócesis que dependía junto con la de Quito, directamente del Arzobispado de Lima.

1780-1800: Los Antecedentes.-

En 1783, tras una guerra de ocho años, Inglaterra hubo de reconocer la Independencia de los Estados Unidos. El 24 de julio de este año nace en Caracas Simón Bolívar.
A partir de 1784, Francisco de Miranda, asentado en Londres, se convierte en el eje sobre el cual giran los precursores de la independencia de América, en busca de capitalizar la creciente rivalidad entre Francia y España; entre ellos, Carlos Montúfar, Vicente Rocafuerte, Simón Bolívar. En la Real Audiencia se posesiona como Presidente  Don Juan José de Villalengua y Marfil.

A finales de 1787 llega al trono de España Carlos IV. Su antecesor Carlos III había decretado la expulsión de los jesuitas de España y sus dominios. “En su poder (de los jesuitas) estaban todos los medios de propaganda e influencia: el púlpito, el confesionario y la enseñanza; y su admirable unidad de acción, su empuje, su fertilidad de recursos, su valor y su tenacidad hacían de ella el único agente capaz de contener o aplastar las influencias espirituales adversas que soplaran desde fuera o que surgieran en el seno de la colectividad”

A lo largo de la década de los 80 los intereses y las ambiciones entre peninsulares y criollos se fueron acentuando, sin encontrarse formula alguna que los lleve a la reconciliación. Los cargos de la Iglesia y del Estado,  ocupados en su mayor parte por los peninsulares, a pesar de existir una cédula real que disponía que los hijos de españoles nacidos en las Indias tenían preferencia para ocuparlos, fue uno de los mayores problemas. La situación económica y social de los criollos fue deteriorándose paulatinamente, en todas las colonias españolas.

La situación de la Iglesia era preponderante, gracias a una concesión del Papa, los soberanos españoles recibieron el derecho llamado de “patronato” sobre la Iglesia americana. Cuando se organizaron los Obispados de América, se dio al derecho de patronazgo eclesiástico una interpretación tan amplia que toda la autoridad quedó en manos del monarca y de sus empleados en las colonias. Como patronos se comprometían a protegerla, dotarla de recursos, al tiempo que ejercían celosamente las atribuciones de nombrar, remover funcionarios y disponer incluso de cuestiones de culto. “De este modo encontramos a la Iglesia firmemente enquistada en el aparato estatal colonial, ejerciendo un virtual monopolio de la dimensión ideológica de la sociedad. La burocracia eclesiástica tenía a su cargo no solo la tarea de evangelización de las masas indígenas y la función educativa de los colonizadores, sino que al imponer su cosmovisión de la cristiandad como horizonte ideológico fundamentaba el derecho de conquista y consolidaba las relaciones de explotación imperantes. Junto a esto la iglesia fue consolidando cada vez mayor poder económico hasta transformarse en el primer terrateniente de la Real Audiencia de Quito”

En el año de 1789, Eugenio Espejo llega a Bogotá, desterrado de Quito por el Presidente de la Audiencia Don Juan José de Villalengua y Marfil. Se inicia una estrecha amistad con Antonio Nariño.
En 1790 y por un año, asume la Presidencia de la Real Audiencia Don Antonio Mon y Velarde. Le sucede en el cargo hasta 1797 Don Luis Antonio Muñoz de Guzmán.
En 1794 José de La Mar es ascendido al grado de Teniente en el Regimiento de Saboya en España.

El 21 de octubre de 1794 asoman  unas banderitas pegadas en las cruces de Quito, que contenían una leyenda subversiva en latín que traducida al español decía: “Libres seremos al amparo de esta cruz, después de alcanzar la gloria y la felicidad”. En seguida, el Presidente de la Real Audiencia, acusó a Mariano Villalobos de ser su autor y como cómplice señaló a Eugenio Espejo, ordenando su prisión.
Cinco meses después, el 21 de marzo de 1795, en Cuenca, el Gobernador Vallejo y Tacón fue informado por su ayudante de que en la calle del Carmen, junto al Monasterio, habían aparecido unos escritos llamando al pueblo a las armas para desconocer a las autoridades españolas. El Gobernador inició de inmediato las averiguaciones, hizo apresar a los supuestos autores e imponer un castigo ejemplar al vecindario. “ No faltó quien le recordó a Vallejo que 56 años atrás, en la plaza de San Sebastián, en 1739, la gente dio muerte al Doctor Senierges y gritó por las calles ¡Libertad, Libertad! .

Los letreros decían: “Noble ciudadano, prevengan las armas para la libertad nuestra y la de nuestros hijos”; “Noble auditorio prevenid vuestras armas para la libertad de nuestros hijos y de nosotros, pues no queremos tirano rey”; y, “A morir o vivir sin rey, prevengámonos valerosos vecinos, que la libertad  queremos y no tantos pechos y opresiones”. Días más tarde asomó uno más largo que decía: “Desde Lima ha llegado esta receta fiel, a morir o vencer, conformes a nuestra ley, menos los pechos del rey; indios, negros, blancos y mulatos, ya:ya:ya: (El que rompiere, su vida perder quiere); no se puede sufrir; como valerosos vecinos, juntos, a morir o vivir, unánimes hemos de ser” . Así comenzó el primer episodio libertario de  Cuenca.

El 13 de febrero de 1795, nace en Cumaná, Antonio José Francisco de Sucre de Alcalá.

El 10 de Noviembre de 1799, el golpe de estado del 18 Brumario, convirtió a Napoleón Bonaparte en dictador de Francia. Su visión le lleva a firmar con España algunos tratados para contrarrestar a los ingleses y que culminó con el destronamiento de los Borbones en España, punto de partida para las guerras de la Independencia. Bolívar emprende su viaje a España. Se posesiona como Presidente de la Real Audiencia de Quito Luis Francisco Héctor, Barón de Carondelet.

Los movimientos revolucionarios 1800-1810

A principios de este siglo viene a la real Audiencia de Quito, como abogado de ella, José María Vásquez de Noboa, oriundo de la ciudad de Concepción-Chile.

El 30 de Julio de 1804 nace en Cuenca Abdón Senen Calderón Garaicoa; sus padres fueron  Francisco Calderón y Manuela de Jesús Garaicoa. Javier Loyola es nombrado como promotor Fiscal del obispado de Cuenca. Bolívar realiza el juramento en el Monte Sacro en el año de 1805. Vásquez de Noboa se aquerencia en Cuenca a partir de 1806 y se asienta definitivamente como vecino de la ciudad, el 27 de abril de 1808.

El 25 de diciembre de 1808 los patriotas quiteños “dejaron acordado el proyecto de constituir una Junta Superior que represente la soberanía del pueblo, aleje y prevenga la dominación napoleónica y rija los destinos de la Presidencia de Quito”.

 El jueves 25 de mayo de 1809, el pueblo de La Plata,  capital del distrito de la Audiencia de Charcas, fue presa de una conmoción interna que originó la entrega del mando de la  Audiencia, por parte de su Presidente García Pizarro, a quien se le juzgaba como débil y asustadizo, y la huida del Arzobispo Moxó por miedo a los alzados. El Arzobispo era considerado como un hombre preclaro, con gran influencia en la parte política. Se habla de una pelea interna entre los mandos peninsulares de la Audiencia, generados por errores administrativos; entre ellos, la Presidencia de Charcas dependía del Virreinato de Buenos Aires. “La Audiencia asumió el gobierno con el título de Audiencia Gobernadora, y el lugar del Presidente depuesto lo ocupó el Presidente Boeto…”

No existe una ruptura del vínculo jurídico con la corona, tampoco existe la presencia de una nueva forma de gobierno; sin embargo, supone el comienzo de la lucha que llevará el Alto Perú a la consecución de la Independencia.
Los sucesos de La Paz de julio de 1809, y los del año siguiente en otros lugares del territorio (Cochabamba, Oruro, Potosí, etc…) solamente adquieren su plena comprensión, partiendo de su inicio en Charcas.
El sentimiento anti francés creado en América, ante la   invasión de Napoleón a España  en 1808 y el apresamiento de Fernando VII en Bayona  por disposición del árbitro de Europa,  provoca el respaldo incondicional al Rey, por consiguiente, a la monarquía española. Los sucesos de Bayona dieron como resultado la pérdida del derecho de Fernando VII y su padre Carlos IV a gobernar, al haber cedido sus  facultades privativas a Napoleón I de Francia; por consiguiente, los derechos de la Corona a gobernar sobre las colonias se habían extinguido. “La potestad de decidir en última instancia, que es el carácter medular de la soberanía, al desaparecer de las atribuciones de la Corona revertió al pueblo como entidad abstracta, que al sentirse desvinculado de sus legítimos monarcas, estaba en capacidad de decidir  con conciencia irrevocable su destino y su futuro”

La intervención napoleónica en la península ibérica y el nombramiento de José Bonaparte para el trono español, colocó a las autoridades de los Virreinatos y Audiencias en una situación extraordinariamente difícil. Eran los representantes de la autoridad del usurpador Es así como surgió la idea de sustituirlas por Juntas Soberanas, integradas por notables criollos que gobernarían a nombre del monarca legítimo.

Asume la Presidencia de la Real Audiencia el Conde Ruiz de Castilla.

El acuerdo al que llegaron los patriotas en  diciembre de 1808 se concreta en el amanecer del 10 de agosto de 1809, a través de un manifiesto en el cual, la fidelidad al rey es el punto de inicio del movimiento libertario y que luego se constituye en el denominador común en todas las colonias americanas; sin embargo, conforme se sucedían los cambios en España, los políticos criollos también fueron cambiando su visión monárquica por una independista. La huida de la Junta Central española desde Madrid hacia Sevilla y la formación de  una Junta Suprema de Gobierno, constituye para los patriotas motivo suficiente para constituir en Quito, bajo el mismo concepto,  una Junta Suprema.

En el manifiesto de ésta Junta al pueblo de Quito hay que destacar, como lo más importante, el principio de soberanía expuesto en lo siguientes términos: “que habiendo cesado el aprobante de los Magistrados, han cesado también éstos sin disputa alguna en sus funciones, quedando por necesidad, la soberanía en el pueblo”.

“El 16 de agosto a la una de la tarde de un día miércoles, se recibió en Cuenca un posta comunicando los sucesos de Quito y pidiendo que el Cabildo envíe un Vocal para la Junta Suprema, según lo acordado en el “Acta constitutiva de la Junta de Quito”.

Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, en su calidad de Presidente de la Junta Suprema de Quito, al igual que la mayor parte de integrantes del movimiento revolucionario, escribieron el 10 de agosto de 1809, sendas cartas a los dirigentes de Cuenca, a los miembros del Cabildo, a la gente considerada  importante, al mismo tiempo que nombraban  nuevas autoridades, entre otras, al gobernador de la ciudad, en la persona de José Neyra, primera figura de Cuenca por su posición social y su fortuna. El Sr. Neyra rechazó la designación. “Lo que participo a Vuestra Señoría Muy Ilustre-decía Montúfar- para su inteligencia y a fin de que elija y nombre representante de ese Cuerpo que deberá gozar de dos mil pesos anuales de sueldo, según la Soberana disposición del Pueblo”.

La presencia de Melchor de Aymerich, Coronel del Regimiento de Sevilla, como  Gobernador de Cuenca, de origen  español, apodado Cara Calzón, quien  ejercía la gobernación política y militar de Cuenca, desde Noviembre de 1803, fue determinante en las decisiones tomadas a partir de ese momento en contra de la revolución. “Hombre de cortos alcances y escasos talentos debió la alta posición que llegó a ocupar en la guerra de la independencia, hasta la batalla de Pichincha, mas que a sus merecimientos personales, al imperio ineludible de las circunstancias”.  

Al lado del mando político de la provincia estaba el  Obispo de Cuenca, Andrés Quintián Ponte, Español, Cuarto Obispo de Cuenca, nombrado por Pío VII y ratificado por el Rey Carlos IV, quien desde el primer instante  tuvo una activa participación en la lucha contra la Junta de Quito; puso a consideración del Cabildo los caudales de la iglesia; no sólo condenó la insurrección, sino que actuó como eje del movimiento reaccionario. No le fue suficiente que la Junta de Quito, con fecha 12 de agosto, nombró como vocales natos a los obispos de Quito y de Cuenca. El obispo de Quito, José Cuero y Caicedo, aceptó su nombramiento y se incorporó el 15 de agosto.

Gran importancia en el comportamiento de las autoridades de Cuenca tuvo que ver la agregación de las provincias de Guayaquil y Cuenca, al Virreinato de Lima, en lo civil, lo contencioso y lo militar, realizado por el Virrey peruano Abascal, valiéndose  de la falta de claridad en la real orden de 1803, mediante la cual se trasladaba a Guayaquil bajo la jurisdicción militar de Lima, por razones de seguridad del puerto.

Conocido el pronunciamiento del 10 de agosto de 1809, el Gobernador y el Obispo de Cuenca toman el control de la ciudad, a pesar de no corresponderles, puesto que era el Cabildo de la ciudad quien tenía que pronunciarse, de acuerdo a la norma jurídica; sin embargo, ninguno de sus miembros se atrevió a pronunciarse, dada la gravedad de la situación. El objetivo principal que perseguía Aymerich y Quintián al tomar el control de las acciones, era el de involucrar a personajes importantes de la ciudad para lograr que Cuenca no apoye el movimiento liderado por la Junta de Quito y que sus vecinos lideraran la resistencia en el territorio de la Real Audiencia de Quito.

A partir del 16 de agosto, el cabildo de Cuenca empieza a tomar una serie de resoluciones, al mando del Gobernador de la ciudad; entre otras:

-  Oficiar al gobernador, subdelegado de la ciudad, disponga de los fondos para el sueldo de 100 hombres que el mismo gobernador deberá poner sobre las armas para la defensa de los intereses de la Corona;

-      Nombrar comisionados a las ciudades de Guayaquil y Loja, para que hagan conocer el oficio del Marqués de Selva Alegre, y el exhorto para que los Jefes y Cabildos dispongan el envío de 100 hombres en calidad de auxilio para enfrentar la rebelión de Quito. A Loja fue designado el Canónigo Dr. José María Landa y a Guayaquil, el Dr. Diego Fernández de Córdova.

-      Enviar testimonio del oficio recibido, al señor Virrey de Lima, solicitándole a su vez, el envío de 200 hombres de tropa, con los resguardos y pertrechos debidos;

-     Comunicar pormenorizadamente  los acontecimientos a la Junta Central de Sevilla para que dicte las providencias necesarias para sofocar la insurrección;

-        Ordenar el enjuiciamiento de todos aquellos ciudadanos considerados sospechosos de ser partidarios de la revolución de Quito, además de embargar, confiscar y rematar sus bienes;

-      Crear un tribunal conformado por funcionarios dependientes de la Gobernación; entre otros: Tnte. Juan López, José Neyra, regidor, José María Vásquez de Novoa, Luis José de Andrade y Hermida;

-          Publicar un bando solemne convocando al toque de generala, a la plaza mayor y a la plaza de San Francisco, para que los hombres se presenten con armas y caballos.

-      Remitir a Selva Alegre  una contestación en términos fuertes, rechazando sus inusitadas pretensiones;

-     Declarar al marqués de Selva Alegre usurpador del gobierno y convocar al vecindario a tomar las armas contra Quito.

Respecto a los  ciudadanos considerados como sospechosos de apoyar al movimiento de Quito, los informantes del Gobernador  y las autoridades, consideraron a  los siguientes:

Francisco Calderón: funcionario de las reales cajas y padre de Abdón Calderón. Sus bienes fueron confiscados. Fue liberado por el comisionado regio Carlos Montufar, volvió a unirse al movimiento revolucionario hasta que fue derrotado y condenado a muerte el 3 de diciembre de 1812 en Ibarra. Cubano de Nacimiento.

Blas Santos: quiteño, conductor del correo de la capital.

José González: platero de profesión, natural de Ibarra, oriundo de Quito y transeúnte en Cuenca; sospechoso.

Juan Antonio Terán: residente en Cuenca, acusado de escribir una carta al Marqués de Selva Alegre contando lo que pasaba en Cuenca. Quiteño de nacimiento.

Joaquín Ignacio Tobar: Oriundo de Popayán, interventor de correos de Cuenca. Se encontró en su poder algunos versos en contra de los criollos y criticas contra los chapetones. Se le encontró entre sus papeles una carta de Quiroga.

Vicente Melo: Nacido en Bogotá, avecindado en Quito, portador de una carta en la cual constaban algunos planes para incorporar a Cuenca en la revolución.

Fernando Salazar y Piedra: alcalde de primer voto, se negó a entregar dinero para combatir a los revolucionarios, por orden del gobernador. Escribió un comunicado al Marques de Selva Alegre, aceptando el movimiento del 10 de agosto y denunciando el despotismo de las autoridades de Cuenca. Al ser trasladado desde Guayaquil a Quito, por orden del gobernador de Guayaquil, murió cerca de Ambato luego de un complot montado por las autoridades.

Joaquín Vallejo: preso sin ningún juzgamiento. Salió libre a los dos meses.

Miguel Fernández de Córdova: oficial de las cajas reales; se le encontró un diario en el cual se registraban los acontecimientos de Quito.

Joaquín Salazar Lozano: Quiteño, residió en Cuenca desde 1803. Recibió la disposición de solicitar auxilio en Guayaquil, en apoyo de Cuenca. Al negarse fue perseguido y huyó de Cuenca. En 1830 fue nombrado por la Asamblea Constituyente, como Ministro Juez de la Corte de Apelaciones del Azuay.

Juan José Aguilar, Antonio Moreno, Teodoro Ordóñez Pesantez, Manuel Rivadeneira, Pablo Tames, Guillermo Valdiviezo: Por propalar rumores.

Los más complicados fueron enviados al Callao y Guayaquil. Los de Callao fueron regresados a Quito por orden de Ruiz de Castilla, muchos de ellos murieron el 2 de agosto de 1810.

La actuación contra revolucionaria se hizo sentir en Cuenca especialmente. También en Guayaquil y Bodegas (Babahoyo), donde se ordenó apresar a todos los quiteños que bajaran a la costa, se los confinó en mazmorras con cepos y grilletes. Hubo cartas insultantes al Marqués de Selva Alegre, ataques al Obispo de Quito, informes a Lima y España contrarios a la Junta Soberana.

El 22 de agosto de 1809 se juró en la sala capitular de Cuenca, fidelidad a Fernando VII y a la Junta Suprema; entre otros, estaban Vásquez de Noboa, Antonio García Trilles y el Obispo Quintián. Vásquez de Noboa solicitó la creación del Tribunal de la Real Audiencia, mientras Quito permanezca ocupada por los insurgentes. En 1812 se instaló este Tribunal con todas las solemnidades.

A la hora que estalló en Quito el primer grito de la independencia, el Dr. Vásquez era ya un reputado profesional y un fanático  realista, lo que le permitió continuar su meteórica carrera política: asesor del Cabildo en 1810; procurador general síndico de la ciudad en 1811 y asesor general y auditor de guerra de la Presidencia de Quito. En 1812 fue fiscal interino de la Audiencia de Quito. El Presidente de la Real Audiencia pedía al Supremo consejo de regencia español que ratifique su nombramiento, por haberse distinguido en la defensa del sistema colonial frente a la subversión de Quito. La presencia de Toribio Montes constituyó el alejamiento de Vásquez de las autoridades coloniales y poco a poco fue aproximándose a los partidarios de la independencia, a tal punto que el 3 de noviembre de 1822 convocó a los sectores sociales para el pronunciamiento del movimiento emancipador cuencano, cuya causa defendió con la misma convicción con que lo hizo defendiendo la causa del Rey, a tal punto que le nombraron como el primer presidente de la flamante república de Cuenca.

En el mes de septiembre de este año, se trasladaron en calidad de presos, hasta Guayaquil, a algunos de los ciudadanos cuencanos o residentes en la ciudad considerados como sospechosos; allí murieron Joaquín Ignacio Tobar y Fernando Salazar y Piedra.

Como consecuencia del nombramiento y viaje del comisionado a Guayaquil, “el señor Gobernador de Guayaquil, a consecuencia de los avisos del Ilustre Cabildo de Cuenca, se allana a la coligación de la defensa de la justa causa contra el sistema de Quito, e incluye los papeles públicos de odio y abominación contra la Junta revolucionaria”

Cucalón envió para refuerzo de la plaza de Cuenca, cien hombres armados y trescientos fusiles, mas los cañones de 8 y 10, “para que con ellos no quedase vivo un quiteño de los que se atrevan acercar a Cuenca”

En la práctica, esta resolución tomada por el Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón, significó la preparación de unidades que conjuntamente con las de Cuenca, marchen sobre Quito. Un total de 1.800 efectivos al mando de Aymerich llegaron hasta Ambato, en su afán de retomar la capital, y posicionarse como Presidente de la Real Audiencia.

De igual manera, el virrey del Perú José Abascal continuaba alentando a las autoridades de Cuenca para que marchen sobre Quito; “aprueba los procedimientos del Gobierno y Cabildo de Cuenca en tiempo de la revolución de Quito, y ofrece auxiliar y proteger”.

Las noticias generadas en Cuenca llegaron hasta el Virreinato de Santa Fe. “El Excelentísimo Señor Virrey de Santa Fe aprueba los procedimientos del Gobierno, Cabildo y vecindario de Cuenca en tiempo de la revolución de Quito. Y ofrece auxiliar y sostener a los leales Vasallos, y recompensar y resarcir oportunamente los esfuerzos que se empleen en la justa conservación del estado legal y real, tranquilidad y bien público que de ellos dependen”. Le nombra a Melchor de Aymerich como comandante  general de las armas y jefe de la gente de guerra de Cuenca, Loja y Jaén de Bracamoros.  En Pasto la reacción fue aún más dura. La ciudad entera se   pronunció por la causa realista. El Virrey de Lima envió inmediatamente una fuerza militar que cercó la ciudad de Quito. El Virrey de Bogotá por su parte, dispuso la invasión por el Norte, desplazando tropas que combatieron con soldados de Quito, en Fúnez, donde los patriotas salieron perdedores.

Como las armas nacionalistas fueron derrotadas al ocurrir los encuentros con estas tropas, la actitud represiva de las autoridades ibéricas se acentuó, originando que la unidad y solidez del grupo conspirador comenzara a resquebrajarse.
La presión del Cabildo cuencano y sus buenos oficios ante el Virreinato de Santa Fe dieron como resultado que el  Virrey envíe  a José María Lozano y al Comandante  Dupré con sus tropas a pacificar la revolución. Desde Lima el Virrey protestó y pidió a los confabulados declinar su actitud.

El comisionado a Loja, don José María Landa y Ramirez, oriundo de Argentina, abogado y canónigo  consiguió comprometer al Corregidor de Loja, don Tomás Ruiz Gómez de Quevedo, en contra de la revolución de Quito. Este mismo comisionado viajó a Lima, en cumplimiento a lo dispuesto por el Cabildo cuencano, con el objeto de conseguir el apoyo de Lima. Desde allí comunico a la Corona, de los acontecimientos acaecidos en Quito. En 1830 fue representante de Cuenca ante la Asamblea Constituyente. En 1846 fue elegido Senador.

El pronunciamiento oficial de Cuenca se da el 27 de agosto de 1809, en el cual se hace constar el hecho de no obedecer a otra Junta que no fuera la que residía en Sevilla.
Las ciudades del callejón interandino se fueron sumando a la causa promovida por Cuenca y los preparativos de las tropas tomaban cuerpo. El avance de Aymerich se volvía insostenible, lo cual condujo a conseguir un arreglo formulado entre el Marqués de Selva Alegre y el Conde Ruiz de Castilla, el mismo que se concretó e impidió la llegada de Aymerich a Quito, obligó a la  desmovilización de sus tropas y truncó su deseo de llegar a ser el Presidente de la Real Audiencia, la misma que pocos años más tarde lo lograría.

La difícil situación de Quito asediada por estas fuerzas, sin sal, sin armas suficientes y sin pertrechos, debilitan a la Junta. Los realistas del norte causaron derrotas en Guáytara y Zapuyes, de tal forma que solo quedó pactar con el antiguo Presidente de la Junta, Ruiz de Castilla, el mismo que, condicionado por Montufar para la rendición aceptó y la revolución quedó sofocada.
Los realistas faltaron a su palabra y la represión no se hizo esperar. La vida de la flamante Junta Soberana fue extremadamente precaria y no se extendió por más de tres meses; el apoyo esperado de Cuenca, Guayaquil y Pasto no pudo conseguirse. En el mando y con el apoyo de las fuerzas llegadas de Lima y Santa Fé, más la presencia de voluntarios de Cuenca, Guayaquil e incluso de Quito; el Presidente de la Real Audiencia hizo apresar  a los revolucionarios y ordenó su juzgamiento.
El 12 de diciembre Aymerich estaba de regreso en Cuenca, en donde presidió la reunión del Cabildo. Había licenciado a las tropas.

Consecuencias de la revolución 1810-1820

A partir de 1810, especialmente después de la masacre del 2 de agosto, los procesos en las colonias españolas se definieron por la Independencia total. A los factores derivados de la situación política en España, se unieron otros de carácter interno, como la expulsión de los jesuitas, los cambios de las jurisdicciones al interior de la Real Audiencia, el menosprecios a los criollos, entre otros, que dieron como resultado el pasar del monarquismo a la organización de un nuevo Estado y a la expedición de la Constitución de febrero de 1812.

En este proceso de liberación se observa la existencia de largos periodos de acoplamiento entre hechos y personajes, una falta de liderazgo político que se tradujo en el  asesinato colectivo de los presos en el cuartel de la Real Audiencia, luego la persecución de los integrantes de las dos juntas revolucionarias, su enjuiciamiento y muerte de quienes podían haber asumido el poder  a partir de 1809, hasta llegar a la Batalla de Pichincha  en 1822.

Las repercusiones de Quito no tardaron en asomar; el 20 de julio de 1810 estalla la revolución en Bogotá, constituyéndose una Junta Suprema de Gobierno, similar a la de Quito. En la Capitanía General de Venezuela regida por Don Vicente Emparán, el 19 de abril de 1810 se constituye en Caracas una Junta de Gobierno con iguales características.

Por su parte, el 4 de Abril de 1810, el Ministro de Gracia y Justicia de España, dio a conocer un real decreto por el cual se  daba el tratamiento de Excelencia a los Cabildos de Cuenca, Guayaquil, Panamá, Popayán y Loja, por su valor, lealtad y patriotismo. Se llamaría Señorías, de palabra y por escrito, a cada uno de sus miembros. A Aymerich se le ascendió a brigadier de los ejércitos.

El 19 de septiembre de 1810 se instala en Quito la Segunda Junta de Gobierno dependiente del Consejo de Regencia, la misma que fue constituida con el Presidente de la Real Audiencia, el Obispo y el Comisionado Regio   Don Carlos Montufar, nombrado por el Rey Fernando VII para pacificar a la convulsionada Audiencia de Quito y   devolver la tranquilidad pública a la ciudad. En Cuenca circularon anónimos resaltando la violencia reinante durante la instalación de esta Junta.

Los personajes que la conformaron, a más de los nombrados, eran en términos generales los mismos que actuaron en el movimiento revolucionario del 10 de agosto; de allí que, su pensamiento y orientación dieron lugar a que el 11 de abril de  1811, se proclame solemnemente la independencia absoluta de la Presidencia de Quito respecto de España. Cuenca, Loja y Guayaquil se negaron a reconocer como legítima a la Junta de Gobierno. El Comisionado Regio Don Carlos Montufar organizó tropas quiteñas para marchar sobre Cuenca, al mando de Francisco Calderón, padre de Abdón, quien había alcanzado su libertad gracias al indulto general concedido en el Real Acuerdo del 4 de agosto.

Se nombra para la Presidencia de la Real Audiencia a Don Joaquín Molina y Zuleta, con la disposición, desde Lima, que se posesionara del Gobierno en Cuenca, en caso de tener problema en llegar a Quito, que desde luego los hubo, y que culminaron con el triunfo de los patriotas en Guaranda y la huida de Arredondo a Lima. Don Joaquín Molina, en cumplimiento de las órdenes emitidas viajó a Cuenca el 18 de enero de 1811, en donde se posesionó del cargo.

Simón Bolívar participa en la Batalla de Valencia con el grado de Coronel; junto a el se encuentra Sucre.
Carlos Montufar, luego de su triunfo en Guaranda, se dirigió al cabildo cuencano y desconoció la posesión de Molina, invocó la paz y amenazó con proceder a atacar Cuenca.

Las retaliaciones de Aymerich y el Obispo Quintián sobre los patriotas que apoyaron el movimiento de Quito, sumadas a otras en contra de la sociedad cuencana, crearon un clima favorable a la Junta Superior, al interior de los habitantes de Cuenca, especialmente en los alcaldes Fernando Valdivieso y Francisco Javier Maldonado y los doctores Joaquín de Salazar, Joaquín Chiriboga y don Juan Alvarez, quienes se empeñaron en evitar el enfrentamiento con las tropas quiteñas y  en conformar una Junta de Gobierno que apoyara a la de Quito. Estas y otras actividades lideradas por los alcaldes en el seno del cabildo cuencano, dieron como resultado la renuncia de Molina el 19 de febrero, la misma que no se concretó,  y la fuga de muchos de los realistas asentados en la ciudad, entre otros, el mismo Obispo Quintián.

Las tropas quiteñas al mando de Montufar vencieron a Aymerich en Paredones y acamparon en Cañar el 20 de Febrero de 1811, fecha en la cual, el Cabildo cuencano se sometía a la Junta de Quito. Al no concretarse la renuncia de Molina, se rearmó el ejército al mando de Aymerich, contraatacando a Montufar y obligándole a retroceder hasta Riobamba y posteriormente a Quito a donde llegó el 1 de Abril del mencionado año. El historiador  Roberto Andrade afirma que la retirada de Montufar se debió a actitudes disciplinarias entre las tropas dirigidas por Montufar y por Calderón conocidas como la pugna entre Sanchistas y Montufaristas, pugna que posteriormente produjo una escisión entre los gobernantes de la Junta y el pueblo quiteño que llevaría finalmente a la extinción del Gobierno revolucionario, hecho que se dio el 8 de noviembre de 1812; previo a ello se dictó la primera Constitución quiteña bajo la denominación de “Artículos del Pacto Solemne de la Sociedad y Unión entre las provincias que forman el estado de Quito” el 15 de febrero de 1812. Finaliza de esta manera una de las páginas más brillantes del proceso de la Independencia.

Asume la Presidencia de la Real Audiencia Don Toribio Montes; se restituye a Quito la sede de la Real Audiencia, la misma que había sido trasladada a Cuenca con motivo de los disturbios de 1812. Bolívar emite el Manifiesto de Cartagena y realiza la Campaña Admirable.

El Obispo Quintián y Ponte muere en junio de 1813, huyendo de las fuerzas patriotas, parando con sus huesos en Naranjal inicialmente y luego en Guayaquil.

El 4 de Agosto de 1814 se recibió en Quito la noticia del restablecimiento de Fernando VII al trono de España. De La Mar alcanza el grado de General de Brigada y es nombrado Subinspector General del Virreinato del Perú y Gobernador de Callao.

En Jamaica, en 1815 la idea original de Bolívar sobre la unidad latinoamericana alcanzó la plenitud de su formulación: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre si y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno con confederarse los diferentes estados que hayan de formarse”.

Asume la Presidencia de la Real Audiencia Don Juan Ramírez de Orozco. Bolívar inicia la Campaña de Santa Marta. Tras los combates de Gámeza y del Pantano de Vargas, obtuvo un triunfo decisivo en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Se organizaron las provincias de la Nueva Granada bajo el mando del general Francisco de Paula Santander y expidió la Ley Fundamental de la República de Colombia que comprendía a Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, en diciembre de 1819. Antonio José de Sucre es ascendido al grado de General; en este mismo año, asume la Presidencia de Quito, Melchor de Aymerich, gobernador de Cuenca hasta este año, cargo que es ocupado por Antonio Díaz y Cruzado.

El 9 de Octubre de 1820, personajes de la talla de José de Antepara, José de Villamil, José Joaquín de Olmedo, Francisco de Paula Lavayen, Baltasar García, Damián Najera, Luis Urdaneta, Miguel Letamendi, León de Febres-Cordero, Lorenzo de Garaicoa, entre otros,  figuran en la lista de quienes trabajaron inteligentemente y en forma decidida para lograr la liberación política de Guayaquil, desafiando una vigilancia monárquica que defendía el valor estratégico y geopolítico del puerto. Guayaquil mantenía su valor estratégico por su condición de astillero y de arsenal del Pacífico, y por su movimiento comercial; geopolíticamente, España perdió un punto realmente clave y primordial en la costa del Pacífico, lo que produjo el resquebrajamiento del poderío hispano en América. El movimiento de Guayaquil se constituye en el inicio de la campaña operativa de la Independencia.

El 8 de noviembre de 1820 se reunió el Colegio Electoral que procedió a elegir la Junta de Gobierno, integrada por Olmedo,  Jimena, Roca y Marcos, encargados respectivamente, de la presidencia, de asuntos militares, los políticos civiles y de la secretaría.
El 9 de noviembre tuvo efecto la batalla de Camino Real al mando de Urdaneta, con la participación de Abdón Calderón y su ascenso al grado de Teniente.
La noticia del movimiento de Guayaquil fue conocido en Cuenca el 15 de Octubre de 1820, en forma oficial, mediante oficio recibido en el Cabildo cuencano.

Narra el historiador Alfonso María Borrero que el teniente Tomás Ordóñez, conocedor del movimiento guayaquileño, acudió a la iglesia de Todos Santos, para comprometer a la gente para la conformación de un Cabildo abierto, para que en el se proclame la Independencia de Cuenca, reuniéndoles en la casa en que vivía Vásquez de Noboa; sin embargo, la presencia del español Juan Antonio Jáuregui impidió que tenga feliz término este movimiento.

Vásquez de Noboa, había vuelto a Cuenca en 1819, recuperando la dignidad de Alcalde de segundo voto y en esta condición actuó el 3 de noviembre con el nombramiento de Jefe Político y Militar de Cuenca, a más de haber sido investido con el grado de General. Dice Lloret Bastidas “que investido de estos títulos, pusose a repartir títulos y grados de capitán a los cabecillas del 3 de noviembre, mediante el  correspondiente oficio, que llevaba este al parecer curioso encabezonamiento: Dr. José María Vásquez de Noboa y López de Artiga, presidente de la Junta Suprema de Gobierno, Senado de Justicia, Excelentísimo Cabildo y demás corporaciones del Distrito, General del Ejército Libertador de las Cadenas, Jefe Político y Militar de la Provincia Libre de Cuenca”.

El tres de noviembre de 1820 se inició con el ataque a una escolta militar destinada a dar solemnidad a la lectura de un Bando Real; posteriormente,  la toma de posiciones en el barrio de El Vecino, para aprovechando su altura, controlar a las fuerzas realistas y dominar la parte norte de la ciudad, los religiosos  agrupaban a la gente tras la causa revolucionaria; y, el apoyo general de la población y de los cantones vecinos, consiguiendo finalmente que el 4 de noviembre las fuerzas realistas entreguen el control de la ciudad, al  Jefe Político y Militar nombrado en la persona de José María Vásquez de Noboa.
En el Vecino estuvo Francisco Javier Aquilino Loyola y Prieto, en su calidad de  primer párroco de Chuquipata, su papel fue decisivo, conociéndose que en el 4 de noviembre entró a Cuenca por el Vecino, a la cabeza de un contingente de hombres armados procedente de su parroquia, decidiendo con esta oportuna y valerosa actuación el triunfo del movimiento patriota gestado el día anterior.
Los acontecimientos llegaron a conocimiento de Melchor de Aymerich, Presidente de Quito a través de un oficio fechado el 5 de noviembre, dirigido por Vásquez de Noboa; igualmente, fue comunicado al Vicepresidente de Colombia, el General Santander.

Mientras el Consejo de la Sanción, llamado de esta manera por Vásquez de Noboa, que no era otra cosa que una Asamblea Constituyente, se reunía en Cuenca el  15 de Noviembre de 1820 y designaba la Junta Suprema de Gobierno, formada por el Vicario Capitular de la Diócesis de Cuenca, Dr. José Miguel Carrión, Padre maestro Fray Alejandro Rodríguez, Prior de los agustinos , don José Cárdenas, don Manuel Dávila y don José María Borrero, presididos por don José María Vásquez de Noboa, el Coronel Evangelista Landázuri y el Comandante Manuel Picón, tomaron a cargo la organización del Batallón Patriota, para defender la plaza de Cuenca y hacer frente a las fuerzas del Coronel Francisco González, que venía de Quito para desbaratar la revolución de Cuenca.

“En la ciudad de Cuenca, a quince de Nvbre de mil ochocientos veinte. Primero de su Independencia. Los S.S. Diputados así de las Corporaciones de esta ciudad. Como de todos los pueblos de esta provincia q. abajo suscribirán.
Hallándose reunidos en las Casas q. habita el Exmo. Sr. Gral. Jefe Político y Militar de esta Prova.libre, a efecto de sancionar el Plan de Gobierno qe. deba adoptarse según el sistema de independencia q. ha proclamado, sancionaron varios puntos interesantes, quedando establecidos pr. Ley fundamental los artículos siguientes:”

Los artículos en mención, constituyen el plan de gobierno de la República de Cuenca, atribuidos al entusiasmo de Vásquez de Noboa. Se constituye en una Carta Magna que a decir de Víctor Manuel Albornoz, retrata “el carácter del cuencano: religioso y amante del terruño, poniendo siempre a Dios por encima de todo y encariñado con los nativos lares, a extremo de vincularse solo a su región, con aquel santo egoísmo que es el que forja a los mártires de la libertad”.

Entre los vocales firmantes están entre otros: Dr. Custodio Veintemilla, capellán del Ejército de Sucre, muerto en la Batalla de Pichincha; Dr José Cárdenas,  vocal de la Junta de Auxilios creada para apoyar la subsistencia del Ejército de Sucre; y,  José María Borrero.

 El Coronel González después de su triunfo en Huachi, sobre el ejército de Urdaneta, el 22 de noviembre de 1820, condujo a sus tropas victoriosas camino del Azuay, resueltos a efectuar la contra revolución en Cuenca y a escarnecer y escarmentar a los insurgentes, para impedir la revolución de la independencia. Buscaban además, dejar expedito el paso hacia el Perú, en donde los realistas tenían un poderoso ejército. Se inicia  el avance y ataque en Verdeloma.
El cuartel general de los patriotas estuvo en Nasón, reforzados con voluntarios que llegaban a más de mil. El 20 de Diciembre de 1820 atacaron a las fuerzas de los patriotas en la cuesta de Verdeloma.

“Los patriotas sostuvieron el vivísimo y  certero fuego de las huestes españolas y no les cedieron el campo y el triunfo sino cuando aquellos vieron sembrado el campo de muertos, cadáveres y heridos en la pendiente y el camino serpenteado de Verdeloma. Los prisioneros fueron pasados por las armas en el mismo campo de combate. La derrota causó el sacrificio de 400 hombres, ofrecidos por aquellos próceres y héroes para legar a la posteridad una Patria Independiente”

Después de la victoria el Coronel González entró a Cuenca con el título de “Pacificador” mientras los patriotas organizadores del movimiento independista y resto de combatientes huyeron en distintas direcciones y los que quedaron en sus hogares sufrieron las retaliaciones de González, con la tremenda Junta de Secuestros.
Vásquez de Noboa  emigró de Cuenca y buscó refugio en Guayaquil, para salir luego a Lima en compañía de su hermano Ramón. Se da por seguro que entró al servicio del general San Martín y posteriormente al del Mariscal José de la Riva Agüero con quien fue apresado. “Hubo una condena a muerte, Vásquez de Noboa estuvo entre los condenados, pero también hubo perdones de última hora. La verdad es que nuestro prócer desaparece entonces y nunca más volvemos a saber de él. Sin embargo, no hay constancia de su fusilamiento”

Al respecto, el Cronista Vitalicio de Cuenca Don Antonio Lloret Bastidas manifiesta: “Con alguna ligereza, y en la que también caímos alguna vez y en la cual también participamos; pues, publicado por nosotros corre un breve artículo intitulado “La trágica aventura de Vásquez de Noboa” (escrita en el diario El Comercio, en la edición del día jueves 3 de noviembre de 1983), cuando tratábamos de justificar la supresión de su nombre de la gesta novembrina. De entonces acá los días han transcurrido claro está, y hemos vuelto muchas veces al tema, reflexionando en estas cosas tan curiosas de la historia patria. Pero hemos vuelto con el ánimo depurado y conciliatorio, pensando que nuestros juicios, si basados en algunos hechos de indudable trascendencia en torno a los próceres de la independencia, no eran justos en cuanto a Vásquez de Noboa; y, así, paulatinamente, hemos llegado a una conclusión: el papel que asumió Vásquez de Noboa fue de tal importancia en los sucesos del 3 de noviembre de 1820 en Cuenca, que sin su actuación decisiva y firme, no habría sido posible la culminación del movimiento político-militar que el encabezó, y tal fue de importante su rol patriótico y tan notable su actividad de movimientos por toda la provincia, que llegó a fundar la República de Cuenca, cuya Constitución fue el primero en sancionarla y rubricarla.”

Lo de Verdeloma en realidad no fue una batalla, se podría decir que fue un enfrentamiento armado entre los realistas y los patriotas, con una enorme diferencia a favor de los primeros que venían de ganar en Huachi, conocían del arte de la guerra y estaban conducidos por un oficial experimentado. Los patriotas reclutados por Vásquez de Noboa no tuvieron quien les conduzca y fueron objeto de una matanza; sin embargo, en palabras de Octavio Cordero y dada la importancia de Verdeloma en el proceso de la independencia dice:” Nuestro Verdeloma es acreedor a un monumento. Ese lugarcillo tan oscuro hasta hoy ante la Historia, fue como la clave de las luchas anteriores y posteriores para la libertad americana”. Y lo dice Alberto Muñoz Vernaza: “Así,  Verdeloma salvó entonces la independencia de Guayaquil”.

La fecha del tres de noviembre  es la que acepta oficialmente la I. Municipalidad de Cuenca, luego de un debate presidido por Julio María Matovelle y con la participación de Remigio Crespo Toral, Remigio Romero León, Alberto Muñoz Vernaza, Luis Teódulo Crespo, Octavio Cordero Palacios y Alfonso Cordero Palacios.
El 3 de noviembre de 1945, en el CXXV aniversario de la Emancipación de las Provincias Azuayas, el Consejo Municipal de Cuenca acordó “Reconocer solemnemente que la emancipación política  de Cuenca se debe de manera principal a los siguientes próceres:
Fernando  de Salazar y Piedra, Ignacio Tobar, Francisco Calderón, Miguel Fernández de Córdova, Juan Antonio Terán, Vicente Melo, Manuel Rivadeneira; y,  Blas Santos, “porque fueron los que primero aceptaron en Cuenca a la Junta Suprema de Quito, formada como consecuencia del grito inmortal del 10 de Agosto de 1809”. Los dos primeros murieron torturados por las autoridades españolas y luego fue fusilado el tercero.

De la lista original de detenidos, no constan José González (sospechoso), Joaquín Vallejo (Salió libre en forma inmediata); y, aquellos que constan por propalar rumores.
José María Vásquez de Noboa y Joaquín de Salazar y Lozano, entre otros, constan en dicho acuerdo  como aquellos “que dirigieron con sagacidad, unos, y lucharon con denuedo, otros, hasta conseguir el glorioso triunfo del 3 de noviembre de 1820”.
En el mismo Acuerdo Municipal de 1945,  constan otros nombres importantes como el del Presbítero Javier Loyola, los patriotas que fueron derrotados en el combate de Verdeloma,  los 28 patriotas inmolados en la plaza de San Francisco, por el Coronel Francisco González, entre otros.

La segunda Independencia
 Apenas iniciado el año de 1821, la presencia de González en Cuenca significó el amedrentamiento y la humillación de sus habitantes que se vieron obligados a rendir honores a los vencedores. El historiador Alfonso María Borrero afirma que González ordeno el fusilamiento de 28 patriotas en la plaza de San Francisco. El cronista de Cuenca, Antonio Lloret Bastidas se pregunta si acto semejante “¿pudo ejecutarse así no más, a plena luz del día, sin dejar constancia escrita o expresa y que una vez ejecutada no quedase huella ni memoria de hecho semejante?”


Lo que si es cierto afirma el autor es de que los patriotas o sus familias tras un brevísimo trámite semijurídico a cargo de una “Junta de Secuestros” fueron objeto del embargo de sus tierras, a más de los abusos, castigos, represalias  y opresiones que ejercen los realistas sobre los patriotas y ciudadanos de Cuenca.
El año de 1821 fue denominado el “Año Terrible”, que llegó a su fin en febrero de 1822 cuando se supo en Cuenca los movimientos del ejército libertador que, bajo el mando de Antonio José de Sucre y el apoyo de la división peruana al mando de Andrés de Santa Cruz, se preparaba para entrar a Cuenca.

El 24 de junio de 1821, en la Sabana de Carabobo, Bolívar dio una batalla que decidió definitivamente la independencia de Venezuela. Panamá proclamó su independencia el 28 de noviembre de 1821. A inicios de 1822, De La Mar se hace cargo de la Comandancia General de Guayaquil, por encargo de la Junta de Gobierno.

El 21 de febrero de 1822 entra a Cuenca el Mariscal Sucre. “Desde ese día-dice el historiador  Alfonso María Borrero- quedó Cuenca libre del yugo colonial y, por lo mismo, el alborozo de nuestros antecesores fue inmenso; los repiques de campanas y los vivas atronaban la ciudad. Una multitud inmensa se atropellaba en las calles para conocer al general Sucre y a sus valientes oficiales y soldados; de los balcones-elegantemente adornados-caía una lluvia incesante de flores y guirnaldas arrojadas por blancas manos femeninas, y un sol esplendoroso y un cielo azul alumbraba tan grande escena”.

“El mes de febrero puede denominarse con absoluta propiedad el Segundo mes de la Independencia de Cuenca, después del primero que corresponde a Noviembre por la gesta de los días que van del 1 al 4 y, después del 5 al 15, durante los cuales ocurrieron los hechos”.

Junto a Sucre, regresan del exilio el Capitán Tomás Ordóñez, Don Joaquín Crespo, subteniente José Moscoso, Cap. Vicente Toledo, el capitán de granaderos Zenón de San Martín, el Cap. Manuel Chica Ramos, el Teniente Alejandro Vargas Machuca, el teniente José Sevilla, el teniente Abdón Zenén Calderón Garaicoa. A ellos se unen 800 hombres de las diferentes parroquias de la Provincia, llamados por Sucre a participar en la batalla de Pichincha. Los 45 días que Sucre permaneció en  Cuenca, preparando a su ejército para partir hacia Quito, sirvió para armar, vestir y apertrechar material y equipo de campaña, a través de decretos y disposiciones emitidas a las autoridades parroquiales de las “Provincias Azuayas” y al respaldo popular para el cumplimiento de dichas disposiciones.

Mediante oficio dirigido al Cabildo cuencano por el General Sucre, el 23 de Febrero de 1822, se nombra Gobernador, Comandante General de la provincia al Coronel Tomás de Heres, amigo muy cercano de Sucre, con quien participó en Ayacucho y en Tarqui. Fue asesinado en su tierra natal.

A partir de Abril se inicia la marcha de los batallones “Granaderos a caballo”, “Albión” y “Paya”. “El Batallón del Sur” saldría días más tarde, conformado en su mayoría por gente de las Provincias Azuayas.

En 1822 dos ejércitos patriotas trataron de liberar a Quito: Bolívar condujo el del Norte y Sucre el del Sur. La acción de Bomboná, dada por Bolívar en abril, quebrantó la resistencia de los pastusos mientras que la batalla de Pichincha liberó definitivamente al Ecuador. El 8 de septiembre de 1822 Bolívar hace su arribo a Cuenca.

El 6 de agosto de 1824 en Junín, Bolívar junto a Sucre y De La Mar  derrotó al ejército real del Perú, mientras Sucre en Ayacucho ponía el sello definitivo a la libertad americana el 9 de diciembre de 1824.
En el año de 1825, cuando Bolívar visita Lima para conmemorar la batalla de Ayacucho e iba a ser proclamado como Presidente del Perú, tomándole del brazo a La Mar dijo: “Este es, señores, el hombre digno de mandar al Perú”.

Había terminado la fase militar de la Independencia y se iniciaba otra liderada por la diplomacia internacional, empeñada en destruir  la idea confederativa de Bolívar. La diplomacia norteamericana, a través de su Cónsul en el Perú, se prodigó en conspiraciones contra Bolívar. Indispusieron al gobierno de La Mar  contra los planes de confederación hispanoamericana y fomentaron la animosidad peruana contra Colombia, al mismo tiempo que respaldaba a Santander. El resultado, la Batalla de Tarqui el 27 de febrero de 1829 que a su vez marcó el nacimiento de nuestro Ejército Nacional.



A manera de conclusión.-

Cuenca, la ciudad asentada en la llanura florida de Tomebamba, en el inicio de las luchas por la independencia, poseía un vasto territorio conocido como el de “las Provincias Azuayas”; en el cual se asentaba  un Obispado tan importante  como el de Quito, bajo dependencia directa de Lima. Sus autoridades que conformaban el Cabildo de la Ciudad tenían una gran influencia en las resoluciones políticas y religiosas de la Real Audiencia de Quito y se caracterizaban por una gran lealtad a la Corona Española.

Los hechos registrados en Cuenca a favor y en contra de las ideas libertarias originadas en Quito, y que culminan en Pichincha bajo la magistral conducción militar de Sucre, se constituyen, por su importancia, en factores determinantes dentro del proceso de Independencia de América en general, y muy particularmente de la Real Audiencia de Quito. En su devenir se van destacando en fechas y lugares diferentes, la decidida participación de sus ciudadanos, oriundos unos y asentados otros, en beneficio de las causas de la libertad o de lealtad a los principios que consideraban  importantes en el marco político y social en que vivían.

La revolución efectuada en Cuenca, absolutamente popular en su conformación, fue altamente útil para la independencia de la Presidencia de Quito. Su proyección en el proceso atrajo a fuerzas realistas importantes que bien pudieron haber ido sobre otras circunscripciones de la Audiencia, con grave desmedro a sus pretensiones de libertad, como es el caso de Guayaquil, por ejemplo, y del mismo Bolívar que, con sus tropas marchaba sobre Pasto.

La gesta cuencana de 1820 viene a situarse, tomando en cuenta el lapso de la obra bolivariana, en el culmen de ella: después de la Independencia de la Nueva Granada en Boyacá y antes de la victoria de Pichincha que selló nuestra emancipación. Ella tiene un fondo ideológico inspirado en pensamiento unionista de Bolívar; un fondo cultural que refleja la lección americanista del Libertador: voluntad y fe , y una realidad política y militar que la hacen una pléyada de patriotas cuencanos bajo el mando de José María Vásquez de Noboa.

La región Sierra Sur, con Cuenca a la cabeza fue la más afectada por la campaña independista y la ulterior guerra con el Perú. El peso de las dificultades propias de una campaña militar  recayó directamente sobre los pobladores de las Provincias Azuayas, que a través de su aporte en recursos humanos y económicos, hicieron posible la organización del ejército comandado por Sucre, para su participación en Pichincha y luego en Tarqui.

Una vez concluidas las guerras de la Independencia, con el triunfo de los criollos, emergió otra más cruda y difícil dirigida a las clases populares que habían sido las que pusieron sus vidas en la lucha contra el poder español. Las nuevas autoridades buscaron mantener las desigualdades de las clases sociales con lo cual no cambiaron las relaciones fundamentales en las cuales se asentaban.

Los tres departamentos quedaron integrados en lo que se llamó el Distrito del Sur, en los cuales se mantuvo y  se acentuó la regionalización económica y política que les ha sido su característica  en  la vida nacional. Quito, Guayaquil y Cuenca,  cada cual por su lado, se convirtieron en ejes de poder fuertemente autónomos y vinculados a las relaciones de intercambio con el sur de Colombia y el norte del Perú.


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Ensayo publicado en el Boletín No 1 de la Academia Nacional de Historia Militar. Año 2009



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