Gral. Patricio
Lloret Orellana
El proceso
independista nació del conflicto de intereses entre las oligarquías regionales
y locales, de la presencia de una clase social oprimida en busca de una bandera
que represente la expresión de sus reivindicaciones, de la presencia de los
revolucionarios y de los conservadores; es decir, de patriotas y de realistas;
nació del rencor que sentían los criollos por los españoles, pues a pesar de
que muchos tenían títulos nobiliarios, eran tratados con desprecio, por el único delito de haber
nacido en tierra americana, nació de la experiencia de vivir bajo una sociedad
de privilegios. La independencia no nació de ideales, ni fueron los principios
los que llevaron a la gente a pronunciarse contra España. Creció y se propagó a todos los rincones de
América, llevando consigo los conceptos de soberanía popular y poder de
decisión; a tal punto que, las fuerzas convergieron de Argentina hacia el Norte
y de Venezuela hacia el Sur, hasta confluir en Ayacucho. La idea fue una
América unida e indisoluble, asentada en una común identidad cultural e
histórica; por ello, la Independencia debe ser mirada y analizada como un
proceso, cuyo inicio se remonta a la mitad del siglo XVIII, pasa por el 10 de agosto de 1809 y termina prácticamente en 1830; en los
intermedios, se dan acontecimientos de extrema importancia que desembocan en la
libertad de los pueblos iberoamericanos.
La celebración del
bicentenario es un momento ideal para que todos los ecuatorianos empecemos a
mirar en conjunto estos acontecimientos, analizar los escenarios en los cuales
se desenvolvieron y las razones por las cuales se dieron los hechos en la forma
en que se produjeron, de manera que, objetivamente podamos restituir el
verdadero sentido de la
Independencia. Esta forma de ver y analizar podrá llevarnos a entender y
evaluar las actuales circunstancias políticas de nuestra América, que no
ha podido en 200 años integrarse en la gran confederación política que Bolívar quiso para las nuevas repúblicas hispanoamericanas; nos podrá llevar
también, a comprender que las
desigualdades sociales, en este momento,
son tan grandes como aquellas que dieron lugar al proceso de la
Independencia.
Su estudio nos debe llevar a la conformación de una
conciencia que nos encamine a la necesidad de encontrar nuevas alternativas y
mirar con nuevas perspectivas el futuro de América, a fin de conocernos mejor y
unirnos para enfrentar el desafío que significan las promesas incumplidas y poder comprender y
analizar las ideologías importadas.
La salida de los
españoles y la toma efectiva del mando político de los países libertados, marcó el regreso a los temores y desconfianzas
de la aristocracia latifundista, en contra de la unidad que había hecho posible
el triunfo con las operaciones militares iniciadas en Guayaquil y culminadas en Ayacucho, con las cuales se
quebró la resistencia ibérica. El conflicto de intereses entre las nuevas
oligarquías regionales, se unió a una clase social incapaz de pensar y
conformar un proyecto nacional; además, se sumaron las presiones de las
potencias extranjeras, las mismas de siempre, empeñadas en echar al traste el
proceso de conformación de un gran estado. Consiguieron lo que se propusieron
cuando Bolívar soñó en esa gran confederación, convertirnos en lo que ahora
somos, pequeñas unidades políticas
buscando una segunda independencia.
El presente
artículo busca de alguna manera, mirar el conjunto de acontecimientos que se
dieron a partir de las décadas finales del siglo XVIII, en lo interno y en lo
externo, hasta llegar a la conformación de la nuevas repúblicas
hispanoamericanas, destacando los hechos sucedidos en las Provincias Azuayas,
cuya capital fue Cuenca, con el objeto de resaltar la importancia de sus
resoluciones en el contexto político del proceso independista, inicialmente en
contra del movimiento de Quito y finalmente consolidando la libertad del
Ecuador, con la participación proactiva y decidida de sus próceres y de sus
héroes, a los cuales esta ciudad rinde en forma permanente su admiración y
pleitesía.
Cuenca en el proceso de la Independencia.-
Cuenca asentada en
lo que antiguamente se llamó la Confederación de los Cañaris, cuya expresión
política-cultural estaba delimitada por tres regiones: Hatum Cañar, Guapondelig
y Cañaribamba, con su centro urbano en Guapondelig, se constituyó en la ciudad
más importante del Chinchaysuyo. La llegada del Inca Túpac Yupanqui significó la
fundación de Tomebamba sobre las ruinas de Guapondelig; ambos nombres con igual
significado: Llanura Florida, en la cual el Inca vio nacer al fruto de sus
amores, Huayna Capac, futuro emperador del Imperio Incásico.
En la llanura de
Tomebamba, nace Cuenca un 12 de Abril de 1557 “ennoblecida desde el primer día
por los anhelos de su fundador, quien perpetúa, en el nombre de la ciudad la
propia casa y estirpe y el solar de nacimiento de los Hurtado de Mendoza, y
bajo la espada del Capitán que lo realiza, Don Gil Ramírez Dávalos, se cumple
un hecho trascendental en los anales de la epopeya castellana”
Cuenca, a raíz de
su fundación en 1557, fue una ciudad que sirvió en forma leal y afanosa a la
Corona española; recibió de ella, a través del
Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, el escudo en el cual reza el lema
“Primero Dios y después Vos” y la facultad de llamarse “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Cuenca”.
La vida edilicia se
constituye en el segundo paso más importante luego de su fundación, en
cumplimiento a lo que disponían las Leyes de Indias en Tierra Firme; en base a
ellas nace el primer Cabildo cuencano, el 18 de Abril de 1557.
Los cabildos
estuvieron integrados, en primer lugar, por dos alcaldes electos anualmente y
seis regidores, los que conformaron el núcleo de la Corporación. Otros
cargos importantes fueron el de procurador, representante de la ciudad ante el
Cabildo; el mayordomo, encargado de las cuentas municipales; el escribano
público, que tomaba las actas de las sesiones; el alguacil mayor, responsable
del orden público y de la cárcel; el alférez real, que tenía a su cargo el
estandarte de la ciudad; y el fiel ejecutor, cuya labor era vigilar las tiendas
y hacer respetar los precios acordados por el Cabildo. Estaban también los
corregidores, funcionarios reales que presidían las corporaciones y cumplían
labores judiciales.
La principal
atribución de los Cabildos era la de elegir alcaldes o jueces de primera
instancia, gozaban de prerrogativas civiles, no podían ser puestos en la cárcel
pública. Usaban uniformes especiales en fiestas solemnes y su cargo era
considerado como muy honorífico y para personas nobles. Los Cabildos
conformados de esta manera, se convirtieron de a poco en un baluarte de la protesta de los criollos,
cobrando a fines del siglo XVIII enorme
importancia. Las tendencias autonomistas se expresaron allí
reiteradamente; reclamaban una mayor
capacidad de decisión para los organismos seccionales.
A la fecha de la
fundación de Cuenca, la Provincia es parte de la Gobernación de Quito; seis
años después es elevada al grado de Corregimiento, por resolución del Virrey
del Perú, Conde de Niebla, una vez que Quito se convierte en Real Audiencia, el
29 de Agosto de 1563.
"La provincia del
Azuay era-entonces- desde la creación de la Gobernación de Cuenca en el año de
1777, una gran unidad territorial que se extendía un poco más allá de los
páramos del nudo del Azuay, hasta las tierras de Loja y Macará y que creció más
aún cuando a la Gobernación se juntó el Obispado de Cuenca, creado en 1779,
cuyos límites iban de Oriente a Occidente, desde las selvas ribereñas del río
Amazonas, hasta las aguas del Pacífico, en la isla de Puná; y de Norte a Sur,
desde Alausí hasta Loja, unidad geográfica poderosa, con un nombre revelador de
su grandeza territorial como se deduce del hecho de llamar a esta región las
provincias Azuayas”.
Francisco Javier
Aquilino Loyola y Prieto, nace en Cuenca, en la parroquia San Blas
en 1764.
Mediante Decreto
Real de Carlos III emitido el 23 de mayo de 1771, el Corregimiento de Cuenca se
transforma en Gobernación; sin embargo, se mantiene acéfala hasta el 13 de
diciembre de 1777, cerca de las postrimerías del régimen colonial español,
fecha en la cual se presenta ante el Cabildo de la ciudad, el Alférez de Navío
Don José Antonio Vallejo y Tacón para tomar posesión de su cargo como primer
Gobernador. La importancia que adquirió la ciudad y la densidad poblacional de
la comarca de su influencia hacia la segunda mitad del siglo XVIII, hizo que
las autoridades coloniales constituyeran la Gobernación de Cuenca. Vallejo y Tacón
“nace en Cartagena, Provincia de Murcia (España). Hombre de carácter recio y de
probado valor, desde un principio trabaja sin descanso por el adelanto material
y cultural de la ciudad, el reajuste de la administración y el restablecimiento
del orden moral y de justicia venidos a menos en los últimos tiempos”
Al inicio de su
función como Gobernador, entre las principales autoridades de la ciudad
estaban el Corregidor y Justicia Mayor, Don Álvaro de León;
Alcalde Ordinario de Primer Voto, Don José de Heres, Alcalde Ordinario de
Segundo Voto, Don Fernando de Salazar y Piedra; entre otros.
“Era Contador
Oficial de las Reales Cajas, Don Marcos de La Mar, padre del futuro Gran
Mariscal José de La Mar y Cortazar, Prócer de la Independencia
Hispanoamericana ”.
José Domingo de la Merced La Mar y
Cortazar nace en Cuenca el 12 de mayo de 1776; su madre fue Doña Josefa
Cortazar de Lavayen.
El 13 de junio de
1779 se emite la Real
Cédula de Carlos III, dictada en Aranjuez, la misma que llega
a Cuenca en diciembre de ese año, en su contenido se encuentra la creación del
Obispado de Cuenca, dividiendo en dos al Obispado de Quito.
El estado eclesiástico de la Real Audiencia
había sufrido una modificación trascendental con la erección de esta diócesis
que dependía junto con la de
Quito , directamente del Arzobispado de Lima.
1780-1800: Los Antecedentes.-
En 1783, tras una
guerra de ocho años, Inglaterra hubo de reconocer la Independencia de los
Estados Unidos. El 24 de julio de este año nace en Caracas Simón Bolívar.
A partir de 1784,
Francisco de Miranda, asentado en Londres, se convierte en el eje sobre el cual
giran los precursores de la independencia de América, en busca de capitalizar
la creciente rivalidad entre Francia y España; entre ellos, Carlos Montúfar,
Vicente Rocafuerte, Simón Bolívar. En la Real Audiencia se
posesiona como Presidente Don Juan José
de Villalengua y Marfil.
A finales de 1787
llega al trono de España Carlos IV. Su antecesor Carlos III había decretado la
expulsión de los jesuitas de España y sus dominios. “En su poder (de los
jesuitas) estaban todos los medios de propaganda e influencia: el púlpito, el
confesionario y la enseñanza; y su admirable unidad de acción, su empuje, su
fertilidad de recursos, su valor y su tenacidad hacían de ella el único agente
capaz de contener o aplastar las influencias espirituales adversas que soplaran
desde fuera o que surgieran en el seno de la colectividad”
A lo largo de la
década de los 80 los intereses y las ambiciones entre peninsulares y criollos
se fueron acentuando, sin encontrarse formula alguna que los lleve a la reconciliación. Los
cargos de la Iglesia y del Estado,
ocupados en su mayor parte por los peninsulares, a pesar de existir una
cédula real que disponía que los hijos de españoles nacidos en las Indias
tenían preferencia para ocuparlos, fue uno de los mayores problemas. La
situación económica y social de los criollos fue deteriorándose paulatinamente,
en todas las colonias españolas.
La situación de la
Iglesia era preponderante, gracias a una concesión del Papa, los soberanos
españoles recibieron el derecho llamado de “patronato” sobre la Iglesia
americana. Cuando se organizaron los Obispados de América, se dio al derecho de
patronazgo eclesiástico una interpretación tan amplia que toda la autoridad
quedó en manos del monarca y de sus empleados en las colonias. Como patronos se
comprometían a protegerla, dotarla de recursos, al tiempo que ejercían
celosamente las atribuciones de nombrar, remover funcionarios y disponer
incluso de cuestiones de culto. “De este modo encontramos a la Iglesia
firmemente enquistada en el aparato estatal colonial, ejerciendo un virtual
monopolio de la dimensión ideológica de la sociedad. La
burocracia eclesiástica tenía a su cargo no solo la tarea de evangelización de
las masas indígenas y la función educativa de los colonizadores, sino que al
imponer su cosmovisión de la cristiandad como horizonte ideológico fundamentaba
el derecho de conquista y consolidaba las relaciones de explotación imperantes.
Junto a esto la iglesia fue consolidando cada vez mayor poder económico hasta
transformarse en el primer terrateniente de la Real Audiencia de
Quito”
En el año de 1789,
Eugenio Espejo llega a Bogotá, desterrado de Quito por el Presidente de la Audiencia Don Juan
José de Villalengua y Marfil. Se inicia una estrecha amistad con Antonio
Nariño.
En 1790 y por un
año, asume la Presidencia de la Real Audiencia Don Antonio Mon y Velarde. Le
sucede en el cargo hasta 1797 Don Luis Antonio Muñoz de Guzmán.
En 1794 José de La Mar
es ascendido al grado de Teniente en el Regimiento de Saboya en España.
El 21 de octubre de
1794 asoman unas banderitas pegadas en
las cruces de Quito, que contenían una leyenda subversiva en latín que
traducida al español decía: “Libres seremos al amparo de esta cruz, después de
alcanzar la gloria y la felicidad”. En seguida, el Presidente de la Real Audiencia ,
acusó a Mariano Villalobos de ser su autor y como cómplice señaló a Eugenio
Espejo, ordenando su prisión.
Cinco meses
después, el 21 de marzo de 1795, en Cuenca, el Gobernador Vallejo y Tacón fue
informado por su ayudante de que en la calle del Carmen, junto al Monasterio,
habían aparecido unos escritos llamando al pueblo a las armas para desconocer a
las autoridades españolas. El Gobernador inició de inmediato las
averiguaciones, hizo apresar a los supuestos autores e imponer un castigo
ejemplar al vecindario. “ No faltó quien le recordó a Vallejo que 56 años
atrás, en la plaza de San Sebastián, en 1739, la gente dio muerte al Doctor
Senierges y gritó por las calles ¡Libertad, Libertad! .
Los letreros
decían: “Noble ciudadano, prevengan las armas para la libertad nuestra y la de
nuestros hijos”; “Noble auditorio prevenid vuestras armas para la libertad de
nuestros hijos y de nosotros, pues no queremos tirano rey”; y, “A morir o vivir
sin rey, prevengámonos valerosos vecinos, que la libertad queremos y no tantos pechos y opresiones”.
Días más tarde asomó uno más largo que decía: “Desde Lima ha llegado esta
receta fiel, a morir o vencer, conformes a nuestra ley, menos los pechos del
rey; indios, negros, blancos y mulatos, ya:ya:ya: (El que rompiere, su vida
perder quiere); no se puede sufrir; como valerosos vecinos, juntos, a morir o
vivir, unánimes hemos de ser” . Así comenzó el primer episodio libertario
de Cuenca.
El 13 de febrero de
1795, nace en Cumaná, Antonio José Francisco de Sucre de Alcalá.
El 10 de Noviembre
de 1799, el golpe de estado del 18 Brumario, convirtió a Napoleón Bonaparte en
dictador de Francia. Su visión le lleva a firmar con España algunos tratados
para contrarrestar a los ingleses y que culminó con el destronamiento de los
Borbones en España, punto de partida para las guerras de la Independencia. Bolívar emprende su viaje a España. Se posesiona como Presidente de la Real Audiencia de
Quito Luis Francisco Héctor, Barón de Carondelet.
Los movimientos revolucionarios 1800-1810
A principios de
este siglo viene a la
real Audiencia de Quito, como abogado de ella, José María
Vásquez de Noboa, oriundo de la ciudad de Concepción-Chile.
El 30 de Julio de
1804 nace en Cuenca Abdón Senen Calderón Garaicoa; sus padres fueron Francisco Calderón y Manuela de Jesús
Garaicoa. Javier Loyola es nombrado como promotor Fiscal del obispado de
Cuenca. Bolívar realiza el juramento en el Monte Sacro en el año de 1805.
Vásquez de Noboa se aquerencia en Cuenca a partir de 1806 y se asienta
definitivamente como vecino de la ciudad, el 27 de abril de 1808.
El 25 de diciembre
de 1808 los patriotas quiteños “dejaron acordado el proyecto de constituir una
Junta Superior que represente la soberanía del pueblo, aleje y prevenga la
dominación napoleónica y rija los destinos de la Presidencia de Quito”.
El jueves 25 de mayo de 1809, el pueblo de La
Plata, capital del distrito de la
Audiencia de Charcas, fue presa de una conmoción interna que originó la entrega
del mando de la Audiencia, por parte de
su Presidente García Pizarro, a quien se le juzgaba como débil y asustadizo, y
la huida del Arzobispo Moxó por miedo a los alzados. El Arzobispo era
considerado como un hombre preclaro, con gran influencia en la parte política.
Se habla de una pelea interna entre los mandos peninsulares de la Audiencia,
generados por errores administrativos; entre ellos, la Presidencia de Charcas
dependía del Virreinato de Buenos Aires. “La Audiencia asumió el gobierno con
el título de Audiencia Gobernadora, y el lugar del Presidente depuesto lo ocupó
el Presidente Boeto…”
No existe una
ruptura del vínculo jurídico con la corona, tampoco existe la presencia de una
nueva forma de gobierno; sin embargo, supone el comienzo de la lucha que
llevará el Alto Perú a la consecución de la Independencia.
Los sucesos de La
Paz de julio de 1809, y los del año siguiente en otros lugares del territorio
(Cochabamba, Oruro, Potosí, etc…) solamente adquieren su plena comprensión,
partiendo de su inicio en Charcas.
El sentimiento anti
francés creado en América, ante la
invasión de Napoleón a España en
1808 y el apresamiento de Fernando VII en Bayona por disposición del árbitro de Europa, provoca el respaldo incondicional al Rey, por
consiguiente, a la monarquía española. Los sucesos de Bayona dieron como
resultado la pérdida del derecho de Fernando VII y su padre Carlos IV a gobernar,
al haber cedido sus facultades
privativas a Napoleón I de Francia; por consiguiente, los derechos de la Corona
a gobernar sobre las colonias se habían extinguido. “La potestad de decidir en
última instancia, que es el carácter medular de la soberanía, al desaparecer de
las atribuciones de la Corona revertió al pueblo como entidad abstracta, que al
sentirse desvinculado de sus legítimos monarcas, estaba en capacidad de
decidir con conciencia irrevocable su
destino y su futuro”
La intervención
napoleónica en la península ibérica y el nombramiento de José Bonaparte para el
trono español, colocó a las autoridades de los Virreinatos y Audiencias en una
situación extraordinariamente difícil. Eran los representantes de la autoridad
del usurpador Es así como surgió la idea de sustituirlas por Juntas Soberanas,
integradas por notables criollos que gobernarían a nombre del monarca legítimo.
Asume la
Presidencia de la Real
Audiencia el Conde Ruiz de Castilla.
El acuerdo al que
llegaron los patriotas en diciembre de
1808 se concreta en el amanecer del 10 de agosto de 1809, a través de un
manifiesto en el cual, la fidelidad al rey es el punto de inicio del movimiento
libertario y que luego se constituye en el denominador común en todas las
colonias americanas; sin embargo, conforme se sucedían los cambios en España,
los políticos criollos también fueron cambiando su visión monárquica por una
independista. La huida de la
Junta Central española desde Madrid hacia Sevilla y la
formación de una Junta Suprema de Gobierno,
constituye para los patriotas motivo suficiente para constituir en Quito, bajo
el mismo concepto, una Junta Suprema.
En el manifiesto de
ésta Junta al pueblo de Quito hay que destacar, como lo más importante, el
principio de soberanía expuesto en lo siguientes términos: “que habiendo cesado
el aprobante de los Magistrados, han cesado también éstos sin disputa alguna en
sus funciones, quedando por necesidad, la soberanía en el pueblo”.
“El 16 de agosto a
la una de la tarde de un día miércoles, se recibió en Cuenca un posta
comunicando los sucesos de Quito y pidiendo que el Cabildo envíe un Vocal para la Junta Suprema , según
lo acordado en el “Acta constitutiva de la Junta de Quito”.
Juan Pío Montúfar,
Marqués de Selva Alegre, en su calidad de Presidente de la Junta Suprema de
Quito, al igual que la mayor parte de integrantes del movimiento
revolucionario, escribieron el 10 de agosto de 1809, sendas cartas a los
dirigentes de Cuenca, a los miembros del Cabildo, a la gente considerada importante, al mismo tiempo que
nombraban nuevas autoridades, entre
otras, al gobernador de la ciudad, en la persona de José Neyra, primera figura
de Cuenca por su posición social y su fortuna. El Sr. Neyra rechazó la
designación. “Lo que participo a Vuestra Señoría Muy Ilustre-decía Montúfar-
para su inteligencia y a fin de que elija y nombre representante de ese Cuerpo
que deberá gozar de dos mil pesos anuales de sueldo, según la Soberana
disposición del Pueblo”.
La presencia de
Melchor de Aymerich, Coronel del Regimiento de Sevilla, como Gobernador de Cuenca, de origen español, apodado Cara Calzón, quien ejercía la gobernación política y militar de
Cuenca, desde Noviembre de 1803, fue determinante en las decisiones tomadas a
partir de ese momento en contra de la revolución. “Hombre de cortos alcances y
escasos talentos debió la alta posición que llegó a ocupar en la guerra de la
independencia, hasta la batalla de Pichincha, mas que a sus merecimientos
personales, al imperio ineludible de las circunstancias”.
Al lado del mando
político de la provincia estaba el
Obispo de Cuenca, Andrés Quintián Ponte, Español, Cuarto Obispo de
Cuenca, nombrado por Pío VII y ratificado por el Rey Carlos IV, quien desde el
primer instante tuvo una activa
participación en la lucha contra la Junta de Quito; puso a consideración del
Cabildo los caudales de la iglesia; no sólo condenó la insurrección, sino que
actuó como eje del movimiento reaccionario. No le fue suficiente que la Junta
de Quito, con fecha 12 de agosto, nombró como vocales natos a los obispos de
Quito y de Cuenca. El obispo de Quito, José Cuero y Caicedo, aceptó su
nombramiento y se incorporó el 15 de agosto.
Gran importancia en
el comportamiento de las autoridades de Cuenca tuvo que ver la agregación de
las provincias de Guayaquil y Cuenca, al Virreinato de Lima, en lo civil, lo
contencioso y lo militar, realizado por el Virrey peruano Abascal,
valiéndose de la falta de claridad en la
real orden de 1803, mediante la cual se trasladaba a Guayaquil bajo la
jurisdicción militar de Lima, por razones de seguridad del puerto.
Conocido el
pronunciamiento del 10 de agosto de 1809, el Gobernador y el Obispo de Cuenca
toman el control de la ciudad, a pesar de no corresponderles, puesto que era el
Cabildo de la ciudad quien tenía que pronunciarse, de acuerdo a la norma
jurídica; sin embargo, ninguno de sus miembros se atrevió a pronunciarse, dada
la gravedad de la
situación. El objetivo principal que perseguía Aymerich y
Quintián al tomar el control de las acciones, era el de involucrar a personajes
importantes de la ciudad para lograr que Cuenca no apoye el movimiento liderado
por la Junta de Quito y que sus vecinos lideraran la resistencia en el
territorio de la Real
Audiencia de Quito.
A partir del 16 de
agosto, el cabildo de Cuenca empieza a tomar una serie de resoluciones, al
mando del Gobernador de la ciudad; entre otras:
- Oficiar al gobernador, subdelegado
de la ciudad, disponga de los fondos para el sueldo de 100 hombres que el mismo
gobernador deberá poner sobre las armas para la defensa de los intereses de la
Corona;
- Nombrar comisionados a las
ciudades de Guayaquil y Loja, para que hagan conocer el oficio del Marqués de
Selva Alegre, y el exhorto para que los Jefes y Cabildos dispongan el envío de
100 hombres en calidad de auxilio para enfrentar la rebelión de Quito. A Loja
fue designado el Canónigo Dr. José María Landa y a Guayaquil, el Dr. Diego
Fernández de Córdova.
- Enviar testimonio del oficio
recibido, al señor Virrey de Lima, solicitándole a su vez, el envío de 200
hombres de tropa, con los resguardos y pertrechos debidos;
- Comunicar pormenorizadamente los acontecimientos a la Junta Central de
Sevilla para que dicte las providencias necesarias para sofocar la
insurrección;
- Ordenar el enjuiciamiento de todos
aquellos ciudadanos considerados sospechosos de ser partidarios de la
revolución de Quito, además de embargar, confiscar y rematar sus bienes;
- Crear un tribunal conformado por
funcionarios dependientes de la Gobernación; entre otros: Tnte. Juan López,
José Neyra, regidor, José María Vásquez de Novoa, Luis José de Andrade y
Hermida;
-
Publicar un bando solemne
convocando al toque de generala, a la plaza mayor y a la plaza de San
Francisco, para que los hombres se presenten con armas y caballos.
- Remitir a Selva Alegre una contestación en términos fuertes,
rechazando sus inusitadas pretensiones;
- Declarar al marqués de Selva
Alegre usurpador del gobierno y convocar al vecindario a tomar las armas contra
Quito.
Respecto a los ciudadanos considerados como sospechosos de
apoyar al movimiento de Quito, los informantes del Gobernador y las autoridades, consideraron a los siguientes:
Francisco Calderón:
funcionario de las reales cajas y padre de Abdón Calderón. Sus bienes fueron
confiscados. Fue liberado por el comisionado regio Carlos Montufar, volvió a
unirse al movimiento revolucionario hasta que fue derrotado y condenado a
muerte el 3 de diciembre de 1812 en Ibarra. Cubano de Nacimiento.
Blas Santos:
quiteño, conductor del correo de la capital.
José González:
platero de profesión, natural de Ibarra, oriundo de Quito y transeúnte en
Cuenca; sospechoso.
Juan Antonio Terán:
residente en Cuenca, acusado de escribir una carta al Marqués de Selva Alegre
contando lo que pasaba en Cuenca. Quiteño de nacimiento.
Joaquín Ignacio
Tobar: Oriundo de Popayán, interventor de correos de Cuenca. Se encontró en su
poder algunos versos en contra de los criollos y criticas contra los
chapetones. Se le encontró entre sus papeles una carta de Quiroga.
Vicente Melo: Nacido
en Bogotá, avecindado en Quito, portador de una carta en la cual constaban
algunos planes para incorporar a Cuenca en la revolución.
Fernando Salazar y
Piedra: alcalde de primer voto, se negó a entregar dinero para combatir a los
revolucionarios, por orden del gobernador. Escribió un comunicado al Marques de
Selva Alegre, aceptando el movimiento del 10 de agosto y denunciando el
despotismo de las autoridades de Cuenca. Al ser trasladado desde Guayaquil a
Quito, por orden del gobernador de Guayaquil, murió cerca de Ambato luego de un
complot montado por las autoridades.
Joaquín Vallejo:
preso sin ningún juzgamiento. Salió libre a los dos meses.
Miguel Fernández de
Córdova: oficial de las cajas reales; se le encontró un diario en el cual se
registraban los acontecimientos de Quito.
Joaquín Salazar
Lozano: Quiteño, residió en Cuenca desde 1803. Recibió la disposición de
solicitar auxilio en Guayaquil, en apoyo de Cuenca. Al negarse fue perseguido y
huyó de Cuenca. En 1830 fue nombrado por la Asamblea Constituyente ,
como Ministro Juez de la Corte de Apelaciones del Azuay.
Juan José Aguilar,
Antonio Moreno, Teodoro Ordóñez Pesantez, Manuel Rivadeneira, Pablo Tames, Guillermo Valdiviezo: Por propalar rumores.
Los más complicados
fueron enviados al Callao y Guayaquil. Los de Callao fueron regresados a Quito
por orden de Ruiz de Castilla, muchos de ellos murieron el 2 de agosto de 1810.
La actuación contra
revolucionaria se hizo sentir en Cuenca especialmente. También en Guayaquil y
Bodegas (Babahoyo), donde se ordenó apresar a todos los quiteños que bajaran a
la costa, se los confinó en mazmorras con cepos y grilletes. Hubo cartas
insultantes al Marqués de Selva Alegre, ataques al Obispo de Quito, informes a
Lima y España contrarios a la Junta Soberana.
El 22 de agosto de
1809 se juró en la sala capitular de Cuenca, fidelidad a Fernando VII y a la Junta Suprema ; entre
otros, estaban Vásquez de Noboa, Antonio García Trilles y el Obispo Quintián.
Vásquez de Noboa solicitó la creación del Tribunal de la Real Audiencia ,
mientras Quito permanezca ocupada por los insurgentes. En 1812 se instaló este
Tribunal con todas las solemnidades.
A la hora que
estalló en Quito el primer grito de la independencia, el Dr. Vásquez era ya un
reputado profesional y un fanático
realista, lo que le permitió continuar su meteórica carrera política:
asesor del Cabildo en 1810; procurador general síndico de la ciudad en 1811 y
asesor general y auditor de guerra de la Presidencia de Quito. En 1812 fue
fiscal interino de la Audiencia de Quito. El Presidente de la Real Audiencia
pedía al Supremo consejo de regencia español que ratifique su nombramiento, por
haberse distinguido en la defensa del sistema colonial frente a la subversión
de Quito. La presencia de Toribio Montes constituyó el alejamiento de Vásquez
de las autoridades coloniales y poco a poco fue aproximándose a los partidarios
de la independencia, a tal punto que el 3 de noviembre de 1822 convocó a los
sectores sociales para el pronunciamiento del movimiento emancipador cuencano,
cuya causa defendió con la misma convicción con que lo hizo defendiendo la
causa del Rey, a tal punto que le nombraron como el primer presidente de la
flamante república de Cuenca.
En el mes de
septiembre de este año, se trasladaron en calidad de presos, hasta Guayaquil, a
algunos de los ciudadanos cuencanos o residentes en la ciudad considerados como
sospechosos; allí murieron Joaquín Ignacio Tobar y Fernando Salazar y Piedra.
Como consecuencia
del nombramiento y viaje del comisionado a Guayaquil, “el señor Gobernador de
Guayaquil, a consecuencia de los avisos del Ilustre Cabildo de Cuenca, se
allana a la coligación de la defensa de la justa causa contra el sistema de
Quito, e incluye los papeles públicos de odio y abominación contra la Junta
revolucionaria”
Cucalón envió para
refuerzo de la plaza de Cuenca, cien hombres armados y trescientos fusiles, mas
los cañones de 8 y 10, “para que con ellos no quedase vivo un quiteño de los
que se atrevan acercar a Cuenca”
En la práctica,
esta resolución tomada por el Gobernador de Guayaquil, Bartolomé Cucalón,
significó la preparación de unidades que conjuntamente con las de Cuenca,
marchen sobre Quito. Un total de 1.800 efectivos al mando de Aymerich llegaron
hasta Ambato, en su afán de retomar la capital, y posicionarse como Presidente
de la Real Audiencia.
De igual manera, el
virrey del Perú José Abascal continuaba alentando a las autoridades de Cuenca
para que marchen sobre Quito; “aprueba los procedimientos del Gobierno y
Cabildo de Cuenca en tiempo de la revolución de Quito, y ofrece auxiliar y
proteger”.
Las noticias
generadas en Cuenca llegaron hasta el Virreinato de Santa Fe. “El Excelentísimo
Señor Virrey de Santa Fe aprueba los procedimientos del Gobierno, Cabildo y
vecindario de Cuenca en tiempo de la revolución de Quito. Y ofrece auxiliar y
sostener a los leales Vasallos, y recompensar y resarcir oportunamente los
esfuerzos que se empleen en la justa conservación del estado legal y real,
tranquilidad y bien público que de ellos dependen”. Le nombra a Melchor de
Aymerich como comandante general de las
armas y jefe de la gente de guerra de Cuenca, Loja y Jaén de Bracamoros. En Pasto la reacción fue aún más dura. La
ciudad entera se pronunció por la causa
realista. El Virrey de Lima envió inmediatamente una fuerza militar que cercó
la ciudad de Quito. El Virrey de Bogotá por su parte, dispuso la invasión por
el Norte, desplazando tropas que combatieron con soldados de Quito, en Fúnez,
donde los patriotas salieron perdedores.
Como las armas
nacionalistas fueron derrotadas al ocurrir los encuentros con estas tropas, la
actitud represiva de las autoridades ibéricas se acentuó, originando que la
unidad y solidez del grupo conspirador comenzara a resquebrajarse.
La presión del
Cabildo cuencano y sus buenos oficios ante el Virreinato de Santa Fe dieron
como resultado que el Virrey envíe a José María Lozano y al Comandante Dupré con sus tropas a pacificar la revolución. Desde Lima
el Virrey protestó y pidió a los confabulados declinar su actitud.
El comisionado a
Loja, don José María Landa y Ramirez, oriundo de Argentina, abogado y
canónigo consiguió comprometer al
Corregidor de Loja, don Tomás Ruiz Gómez de Quevedo, en contra de la revolución
de Quito. Este mismo comisionado viajó a Lima, en cumplimiento a lo dispuesto
por el Cabildo cuencano, con el objeto de conseguir el apoyo de Lima. Desde
allí comunico a la Corona, de los acontecimientos acaecidos en Quito. En 1830
fue representante de Cuenca ante la Asamblea Constituyente.
En 1846 fue elegido Senador.
El pronunciamiento
oficial de Cuenca se da el 27 de agosto de 1809, en el cual se hace constar el
hecho de no obedecer a otra Junta que no fuera la que residía en Sevilla.
Las ciudades del
callejón interandino se fueron sumando a la causa promovida por Cuenca y los
preparativos de las tropas tomaban cuerpo. El avance de Aymerich se volvía
insostenible, lo cual condujo a conseguir un arreglo formulado entre el Marqués
de Selva Alegre y el Conde Ruiz de Castilla, el mismo que se concretó e impidió
la llegada de Aymerich a Quito, obligó a la
desmovilización de sus tropas y truncó su deseo de llegar a ser el
Presidente de la Real
Audiencia , la misma que pocos años más tarde lo lograría.
La difícil
situación de Quito asediada por estas fuerzas, sin sal, sin armas suficientes y
sin pertrechos, debilitan a la
Junta. Los realistas del norte causaron derrotas en Guáytara
y Zapuyes, de tal forma que solo quedó pactar con el antiguo Presidente de la
Junta, Ruiz de Castilla, el mismo que, condicionado por Montufar para la rendición
aceptó y la revolución quedó sofocada.
Los realistas
faltaron a su palabra y la represión no se hizo esperar. La vida de la flamante Junta Soberana
fue extremadamente precaria y no se extendió por más de tres meses; el apoyo
esperado de Cuenca, Guayaquil y Pasto no pudo conseguirse. En el mando y con el
apoyo de las fuerzas llegadas de Lima y Santa Fé, más la presencia de
voluntarios de Cuenca, Guayaquil e incluso de Quito; el Presidente de la Real Audiencia hizo
apresar a los revolucionarios y ordenó
su juzgamiento.
El 12 de diciembre
Aymerich estaba de regreso en Cuenca, en donde presidió la reunión del Cabildo.
Había licenciado a las tropas.
Consecuencias de la revolución 1810-1820
A partir de 1810,
especialmente después de la masacre del 2 de agosto, los procesos en las
colonias españolas se definieron por la Independencia total. A los factores
derivados de la situación política en España, se unieron otros de carácter
interno, como la expulsión de los jesuitas, los cambios de las jurisdicciones
al interior de la Real
Audiencia , el menosprecios a los criollos, entre otros, que
dieron como resultado el pasar del monarquismo a la organización de un nuevo
Estado y a la expedición de la Constitución de febrero de 1812.
En este proceso de
liberación se observa la existencia de largos periodos de acoplamiento entre
hechos y personajes, una falta de liderazgo político que se tradujo en el asesinato colectivo de los presos en el
cuartel de la Real
Audiencia , luego la persecución de los integrantes de las dos
juntas revolucionarias, su enjuiciamiento y muerte de quienes podían haber
asumido el poder a partir de 1809, hasta
llegar a la Batalla de Pichincha en
1822.
Las repercusiones
de Quito no tardaron en asomar; el 20 de julio de 1810 estalla la revolución en
Bogotá, constituyéndose una Junta Suprema de Gobierno, similar a la de Quito. En la Capitanía General
de Venezuela regida por Don Vicente Emparán, el 19 de abril de 1810 se
constituye en Caracas una Junta de Gobierno con iguales características.
Por su parte, el 4
de Abril de 1810, el Ministro de Gracia y Justicia de España, dio a conocer un
real decreto por el cual se daba el
tratamiento de Excelencia a los Cabildos de Cuenca, Guayaquil, Panamá, Popayán
y Loja, por su valor, lealtad y patriotismo. Se llamaría Señorías, de palabra y
por escrito, a cada uno de sus miembros. A Aymerich se le ascendió a brigadier
de los ejércitos.
El 19 de septiembre
de 1810 se instala en Quito la
Segunda Junta de Gobierno dependiente del Consejo de
Regencia, la misma que fue constituida con el Presidente de la Real Audiencia , el
Obispo y el Comisionado Regio Don
Carlos Montufar, nombrado por el Rey Fernando VII para pacificar a la convulsionada Audiencia
de Quito y devolver la tranquilidad
pública a la ciudad.
En Cuenca circularon anónimos resaltando la violencia
reinante durante la instalación de esta Junta.
Los personajes que
la conformaron, a más de los nombrados, eran en términos generales los mismos
que actuaron en el movimiento revolucionario del 10 de agosto; de allí que, su
pensamiento y orientación dieron lugar a que el 11 de abril de 1811, se proclame solemnemente la
independencia absoluta de la Presidencia de Quito respecto de España. Cuenca,
Loja y Guayaquil se negaron a reconocer como legítima a la Junta de Gobierno.
El Comisionado Regio Don Carlos Montufar organizó tropas quiteñas para marchar
sobre Cuenca, al mando de Francisco Calderón, padre de Abdón, quien había
alcanzado su libertad gracias al indulto general concedido en el Real Acuerdo del
4 de agosto.
Se nombra para la
Presidencia de la Real
Audiencia a Don Joaquín Molina y Zuleta, con la disposición,
desde Lima, que se posesionara del Gobierno en Cuenca, en caso de tener
problema en llegar a Quito, que desde luego los hubo, y que culminaron con el
triunfo de los patriotas en Guaranda y la huida de Arredondo a Lima. Don
Joaquín Molina, en cumplimiento de las órdenes emitidas viajó a Cuenca el 18 de
enero de 1811, en donde se posesionó del cargo.
Simón Bolívar participa en la Batalla de Valencia con el grado de Coronel; junto a el se
encuentra Sucre.
Carlos Montufar,
luego de su triunfo en Guaranda, se dirigió al cabildo cuencano y desconoció la
posesión de Molina, invocó la paz y amenazó con proceder a atacar Cuenca.
Las retaliaciones
de Aymerich y el Obispo Quintián sobre los patriotas que apoyaron el movimiento
de Quito, sumadas a otras en contra de la sociedad cuencana, crearon un clima
favorable a la Junta
Superior , al interior de los habitantes de Cuenca,
especialmente en los alcaldes Fernando Valdivieso y Francisco Javier Maldonado
y los doctores Joaquín de Salazar, Joaquín Chiriboga y don Juan Alvarez, quienes se
empeñaron en evitar el enfrentamiento con las tropas quiteñas y en conformar una Junta de Gobierno que
apoyara a la de Quito.
Estas y otras actividades lideradas por los alcaldes en el
seno del cabildo cuencano, dieron como resultado la renuncia de Molina el 19 de
febrero, la misma que no se concretó, y
la fuga de muchos de los realistas asentados en la ciudad, entre otros, el
mismo Obispo Quintián.
Las tropas quiteñas
al mando de Montufar vencieron a Aymerich en Paredones y acamparon en Cañar el
20 de Febrero de 1811, fecha en la cual, el Cabildo cuencano se sometía a la
Junta de Quito. Al no concretarse la renuncia de Molina, se rearmó el ejército
al mando de Aymerich, contraatacando a Montufar y obligándole a retroceder
hasta Riobamba y posteriormente a Quito a donde llegó el 1 de Abril del
mencionado año. El historiador Roberto
Andrade afirma que la retirada de Montufar se debió a actitudes disciplinarias
entre las tropas dirigidas por Montufar y por Calderón conocidas como la pugna
entre Sanchistas y Montufaristas, pugna que posteriormente produjo una escisión
entre los gobernantes de la Junta y el pueblo quiteño que llevaría finalmente a
la extinción del Gobierno revolucionario, hecho que se dio el 8 de noviembre de
1812; previo a ello se dictó la primera Constitución quiteña bajo la denominación
de “Artículos del Pacto Solemne de la Sociedad y Unión entre las provincias que
forman el estado de Quito” el 15 de febrero de 1812. Finaliza de esta manera
una de las páginas más brillantes del proceso de la Independencia.
Asume la
Presidencia de la
Real Audiencia Don Toribio Montes; se restituye a Quito la
sede de la Real
Audiencia , la misma que había sido trasladada a Cuenca con
motivo de los disturbios de 1812. Bolívar emite el Manifiesto de Cartagena y
realiza la Campaña
Admirable.
El Obispo Quintián
y Ponte muere en junio de 1813, huyendo de las fuerzas patriotas, parando con
sus huesos en Naranjal inicialmente y luego en Guayaquil.
El 4 de Agosto de
1814 se recibió en Quito la noticia del restablecimiento de Fernando VII al
trono de España. De La Mar alcanza el grado de General de Brigada y es nombrado
Subinspector General del Virreinato del Perú y Gobernador de Callao.
En Jamaica, en 1815
la idea original de Bolívar sobre la unidad latinoamericana alcanzó la plenitud
de su formulación: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo
nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre si y con
el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión,
debería, por consiguiente, tener un solo gobierno con confederarse los
diferentes estados que hayan de formarse”.
Asume la Presidencia
de la Real
Audiencia Don Juan Ramírez de Orozco. Bolívar inicia la Campaña de Santa Marta. Tras los combates de Gámeza y del Pantano de Vargas,
obtuvo un triunfo decisivo en la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Se
organizaron las provincias de la Nueva Granada bajo el mando del general Francisco
de Paula Santander y expidió la Ley Fundamental de la República de Colombia que
comprendía a Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, en diciembre de 1819.
Antonio José de Sucre es ascendido al grado de General; en este mismo año,
asume la Presidencia de Quito, Melchor de Aymerich, gobernador de Cuenca hasta
este año, cargo que es ocupado por Antonio Díaz y Cruzado.
El 9 de Octubre de
1820, personajes de la talla de José de Antepara, José de Villamil, José
Joaquín de Olmedo, Francisco de Paula Lavayen, Baltasar García, Damián Najera,
Luis Urdaneta, Miguel Letamendi, León de Febres-Cordero, Lorenzo de Garaicoa,
entre otros, figuran en la lista de
quienes trabajaron inteligentemente y en forma decidida para lograr la
liberación política de Guayaquil, desafiando una vigilancia monárquica que
defendía el valor estratégico y geopolítico del puerto. Guayaquil mantenía su
valor estratégico por su condición de astillero y de arsenal del Pacífico, y
por su movimiento comercial; geopolíticamente, España perdió un punto realmente
clave y primordial en la costa del Pacífico, lo que produjo el
resquebrajamiento del poderío hispano en América. El movimiento de Guayaquil se
constituye en el inicio de la campaña operativa de la Independencia.
El 8 de noviembre
de 1820 se reunió el Colegio Electoral que procedió a elegir la Junta de
Gobierno, integrada por Olmedo, Jimena, Roca y Marcos, encargados
respectivamente, de la presidencia, de asuntos militares, los políticos civiles
y de la secretaría.
El 9 de noviembre
tuvo efecto la batalla de Camino Real al mando de Urdaneta, con la
participación de Abdón Calderón y su ascenso al grado de Teniente.
La noticia del
movimiento de Guayaquil fue conocido en Cuenca el 15 de Octubre de 1820, en
forma oficial, mediante oficio recibido en el Cabildo cuencano.
Narra el
historiador Alfonso María Borrero que el teniente Tomás Ordóñez, conocedor del
movimiento guayaquileño, acudió a la iglesia de Todos Santos, para comprometer
a la gente para la conformación de un Cabildo abierto, para que en el se
proclame la Independencia de Cuenca, reuniéndoles en la casa en que vivía
Vásquez de Noboa; sin embargo, la presencia del español Juan Antonio Jáuregui
impidió que tenga feliz término este movimiento.
Vásquez de Noboa,
había vuelto a Cuenca en 1819, recuperando la dignidad de Alcalde de segundo
voto y en esta condición actuó el 3 de noviembre con el nombramiento de Jefe
Político y Militar de Cuenca, a más de haber sido investido con el grado de
General. Dice Lloret Bastidas “que investido de estos títulos, pusose a
repartir títulos y grados de capitán a los cabecillas del 3 de noviembre,
mediante el correspondiente oficio, que
llevaba este al parecer curioso encabezonamiento: Dr. José María Vásquez de
Noboa y López de Artiga, presidente de la Junta Suprema de
Gobierno, Senado de Justicia, Excelentísimo Cabildo y demás corporaciones del
Distrito, General del Ejército Libertador de las Cadenas, Jefe Político y
Militar de la
Provincia Libre de Cuenca”.
El tres de
noviembre de 1820 se inició con el ataque a una escolta militar destinada a dar
solemnidad a la lectura de un Bando Real; posteriormente, la toma de posiciones en el barrio de El
Vecino, para aprovechando su altura, controlar a las fuerzas realistas y
dominar la parte norte de la ciudad, los religiosos agrupaban a la gente tras la causa
revolucionaria; y, el apoyo general de la población y de los cantones vecinos,
consiguiendo finalmente que el 4 de noviembre las fuerzas realistas entreguen
el control de la ciudad, al Jefe
Político y Militar nombrado en la persona de José María Vásquez de Noboa.
En el Vecino estuvo
Francisco Javier Aquilino Loyola y Prieto, en su calidad de primer párroco de Chuquipata, su papel fue
decisivo, conociéndose que en el 4 de noviembre entró a Cuenca por el Vecino, a
la cabeza de un contingente de hombres armados procedente de su parroquia,
decidiendo con esta oportuna y valerosa actuación el triunfo del movimiento
patriota gestado el día anterior.
Los acontecimientos llegaron a conocimiento de
Melchor de Aymerich, Presidente de Quito a través de un oficio fechado el 5 de
noviembre, dirigido por Vásquez de Noboa; igualmente, fue comunicado al
Vicepresidente de Colombia, el General Santander.
Mientras el Consejo
de la Sanción, llamado de esta manera por Vásquez de Noboa, que no era otra
cosa que una Asamblea Constituyente, se reunía en Cuenca el 15 de Noviembre de 1820 y designaba la Junta Suprema de
Gobierno, formada por el Vicario Capitular de la Diócesis de Cuenca, Dr. José
Miguel Carrión, Padre maestro Fray Alejandro Rodríguez, Prior de los agustinos
, don José Cárdenas, don Manuel Dávila y don José María Borrero, presididos por
don José María Vásquez de Noboa, el Coronel Evangelista Landázuri y el Comandante
Manuel Picón, tomaron a cargo la organización del Batallón Patriota, para
defender la plaza de Cuenca y hacer frente a las fuerzas del Coronel Francisco
González, que venía de Quito para desbaratar la revolución de Cuenca.
“En la ciudad de
Cuenca, a quince de Nvbre de mil ochocientos veinte. Primero de su
Independencia. Los S.S. Diputados así de las Corporaciones de esta ciudad. Como
de todos los pueblos de esta provincia q. abajo suscribirán.
Hallándose reunidos
en las Casas q. habita el Exmo. Sr. Gral. Jefe Político y Militar de esta
Prova.libre, a efecto de sancionar el Plan de Gobierno qe. deba adoptarse según
el sistema de independencia q. ha proclamado, sancionaron varios puntos
interesantes, quedando establecidos pr. Ley fundamental los artículos
siguientes:”
Los artículos en
mención, constituyen el plan de gobierno de la República de Cuenca, atribuidos
al entusiasmo de Vásquez de Noboa. Se constituye en una Carta Magna que a decir
de Víctor Manuel Albornoz, retrata “el carácter del cuencano: religioso y
amante del terruño, poniendo siempre a Dios por encima de todo y encariñado con
los nativos lares, a extremo de vincularse solo a su región, con aquel santo
egoísmo que es el que forja a los mártires de la libertad”.
Entre los vocales
firmantes están entre otros: Dr. Custodio Veintemilla, capellán del Ejército de
Sucre, muerto en la Batalla de Pichincha; Dr José Cárdenas, vocal de la Junta de Auxilios creada para
apoyar la subsistencia del Ejército de Sucre; y, José María Borrero.
El Coronel González después de su triunfo en
Huachi, sobre el ejército de Urdaneta, el 22 de noviembre de 1820, condujo a
sus tropas victoriosas camino del Azuay, resueltos a efectuar la contra
revolución en Cuenca y a escarnecer y escarmentar a los insurgentes, para
impedir la revolución de la independencia. Buscaban además, dejar expedito el
paso hacia el Perú, en donde los realistas tenían un poderoso ejército. Se
inicia el avance y ataque en Verdeloma.
El cuartel general
de los patriotas estuvo en Nasón, reforzados con voluntarios que llegaban a más
de mil. El 20 de Diciembre de 1820 atacaron a las fuerzas de los patriotas en
la cuesta de Verdeloma.
“Los patriotas
sostuvieron el vivísimo y certero fuego
de las huestes españolas y no les cedieron el campo y el triunfo sino cuando
aquellos vieron sembrado el campo de muertos, cadáveres y heridos en la
pendiente y el camino serpenteado de Verdeloma. Los prisioneros fueron pasados
por las armas en el mismo campo de combate. La derrota causó el sacrificio de
400 hombres, ofrecidos por aquellos próceres y héroes para legar a la
posteridad una Patria Independiente”
Después de la
victoria el Coronel González entró a Cuenca con el título de “Pacificador”
mientras los patriotas organizadores del movimiento independista y resto de
combatientes huyeron en distintas direcciones y los que quedaron en sus hogares
sufrieron las retaliaciones de González, con la tremenda Junta de
Secuestros.
Vásquez de
Noboa emigró de Cuenca y buscó refugio
en Guayaquil, para salir luego a Lima en compañía de su hermano Ramón. Se da
por seguro que entró al servicio del general San Martín y posteriormente al del
Mariscal José de la Riva
Agüero con quien fue apresado. “Hubo una condena a muerte,
Vásquez de Noboa estuvo entre los condenados, pero también hubo perdones de
última hora. La verdad es que nuestro prócer desaparece entonces y nunca más
volvemos a saber de él. Sin embargo, no hay constancia de su fusilamiento”
Al respecto, el
Cronista Vitalicio de Cuenca Don Antonio Lloret Bastidas manifiesta: “Con
alguna ligereza, y en la que también caímos alguna vez y en la cual también
participamos; pues, publicado por nosotros corre un breve artículo intitulado
“La trágica aventura de Vásquez de Noboa” (escrita en el diario El Comercio, en
la edición del día jueves 3 de noviembre de 1983), cuando tratábamos de
justificar la supresión de su nombre de la gesta novembrina. De entonces acá
los días han transcurrido claro está, y hemos vuelto muchas veces al tema,
reflexionando en estas cosas tan curiosas de la historia patria. Pero hemos
vuelto con el ánimo depurado y conciliatorio, pensando que nuestros juicios, si
basados en algunos hechos de indudable trascendencia en torno a los próceres de
la independencia, no eran justos en cuanto a Vásquez de Noboa; y, así,
paulatinamente, hemos llegado a una conclusión: el papel que asumió Vásquez de
Noboa fue de tal importancia en los sucesos del 3 de noviembre de 1820 en
Cuenca, que sin su actuación decisiva y firme, no habría sido posible la
culminación del movimiento político-militar que el encabezó, y tal fue de
importante su rol patriótico y tan notable su actividad de movimientos por toda
la provincia, que llegó a fundar la República de Cuenca, cuya Constitución fue
el primero en sancionarla y rubricarla.”
Lo de Verdeloma en
realidad no fue una batalla, se podría decir que fue un enfrentamiento armado
entre los realistas y los patriotas, con una enorme diferencia a favor de los
primeros que venían de ganar en Huachi, conocían del arte de la guerra y
estaban conducidos por un oficial experimentado. Los patriotas reclutados por
Vásquez de Noboa no tuvieron quien les conduzca y fueron objeto de una matanza;
sin embargo, en palabras de Octavio Cordero y dada la importancia de Verdeloma
en el proceso de la independencia dice:” Nuestro Verdeloma es acreedor a un
monumento. Ese lugarcillo tan oscuro hasta hoy ante la Historia, fue como la
clave de las luchas anteriores y posteriores para la libertad americana”. Y lo
dice Alberto Muñoz Vernaza: “Así,
Verdeloma salvó entonces la independencia de Guayaquil”.
La fecha del tres
de noviembre es la que acepta
oficialmente la I.
Municipalidad de Cuenca, luego de un debate presidido por
Julio María Matovelle y con la participación de Remigio Crespo Toral, Remigio
Romero León, Alberto Muñoz Vernaza, Luis Teódulo Crespo, Octavio Cordero
Palacios y Alfonso Cordero Palacios.
El 3 de noviembre
de 1945, en el CXXV aniversario de la Emancipación de las Provincias Azuayas,
el Consejo Municipal de Cuenca acordó “Reconocer solemnemente que la
emancipación política de Cuenca se debe
de manera principal a los siguientes próceres:
Fernando de Salazar y Piedra, Ignacio Tobar, Francisco
Calderón, Miguel Fernández de Córdova, Juan Antonio Terán, Vicente Melo, Manuel
Rivadeneira; y, Blas Santos, “porque
fueron los que primero aceptaron en Cuenca a la Junta Suprema de
Quito, formada como consecuencia del grito inmortal del 10 de Agosto de 1809”.
Los dos primeros murieron torturados por las autoridades españolas y luego fue
fusilado el tercero.
De la lista
original de detenidos, no constan José González (sospechoso), Joaquín Vallejo
(Salió libre en forma inmediata); y, aquellos que constan por propalar rumores.
José María Vásquez
de Noboa y Joaquín de Salazar y Lozano, entre otros, constan en dicho
acuerdo como aquellos “que dirigieron
con sagacidad, unos, y lucharon con denuedo, otros, hasta conseguir el glorioso
triunfo del 3 de noviembre de 1820”.
En el mismo Acuerdo
Municipal de 1945, constan otros nombres
importantes como el del Presbítero Javier Loyola, los patriotas que fueron
derrotados en el combate de Verdeloma,
los 28 patriotas inmolados en la plaza de San Francisco, por el Coronel
Francisco González, entre otros.
La segunda Independencia
Apenas iniciado el
año de 1821, la presencia de González en Cuenca significó el amedrentamiento y
la humillación de sus habitantes que se vieron obligados a rendir honores a los
vencedores. El historiador Alfonso María Borrero afirma que González ordeno el
fusilamiento de 28 patriotas en la plaza de San Francisco. El cronista de
Cuenca, Antonio Lloret Bastidas se pregunta si acto semejante “¿pudo ejecutarse
así no más, a plena luz del día, sin dejar constancia escrita o expresa y que
una vez ejecutada no quedase huella ni memoria de hecho semejante?”
Lo que si es cierto
afirma el autor es de que los patriotas o sus familias tras un brevísimo
trámite semijurídico a cargo de una “Junta de Secuestros” fueron objeto del
embargo de sus tierras, a más de los abusos, castigos, represalias y opresiones que ejercen los realistas sobre
los patriotas y ciudadanos de Cuenca.
El año de 1821 fue
denominado el “Año Terrible”, que llegó a su fin en febrero de 1822 cuando se
supo en Cuenca los movimientos del ejército libertador que, bajo el mando de
Antonio José de Sucre y el apoyo de la división peruana al mando de Andrés de
Santa Cruz, se preparaba para entrar a Cuenca.
El 24 de junio de
1821, en la Sabana de Carabobo, Bolívar dio una batalla que decidió
definitivamente la independencia de Venezuela. Panamá proclamó su
independencia el 28 de noviembre de 1821. A inicios de 1822, De La Mar se hace
cargo de la
Comandancia General de Guayaquil, por encargo de la Junta de
Gobierno.
El 21 de febrero de
1822 entra a Cuenca el Mariscal Sucre. “Desde ese día-dice el historiador Alfonso María Borrero- quedó Cuenca libre del
yugo colonial y, por lo mismo, el alborozo de nuestros antecesores fue inmenso;
los repiques de campanas y los vivas atronaban la ciudad. Una multitud
inmensa se atropellaba en las calles para conocer al general Sucre y a sus
valientes oficiales y soldados; de los balcones-elegantemente adornados-caía
una lluvia incesante de flores y guirnaldas arrojadas por blancas manos
femeninas, y un sol esplendoroso y un cielo azul alumbraba tan grande escena”.
“El mes de febrero
puede denominarse con absoluta propiedad el Segundo mes de la Independencia de
Cuenca, después del primero que corresponde a Noviembre por la gesta de los
días que van del 1 al 4 y, después del 5 al 15, durante los cuales ocurrieron
los hechos”.
Junto a Sucre,
regresan del exilio el Capitán Tomás Ordóñez, Don Joaquín Crespo, subteniente
José Moscoso, Cap. Vicente Toledo, el capitán de granaderos Zenón de San
Martín, el Cap. Manuel Chica Ramos, el Teniente Alejandro Vargas Machuca, el
teniente José Sevilla, el teniente Abdón Zenén Calderón Garaicoa. A ellos se
unen 800 hombres de las diferentes parroquias de la Provincia, llamados por
Sucre a participar en la batalla de Pichincha. Los 45 días que Sucre permaneció
en Cuenca, preparando a su ejército para
partir hacia Quito, sirvió para armar, vestir y apertrechar material y equipo
de campaña, a través de decretos y disposiciones emitidas a las autoridades
parroquiales de las “Provincias Azuayas” y al respaldo popular para el cumplimiento
de dichas disposiciones.
Mediante oficio
dirigido al Cabildo cuencano por el General Sucre, el 23 de Febrero de 1822, se
nombra Gobernador, Comandante General de la provincia al Coronel Tomás de
Heres, amigo muy cercano de Sucre, con quien participó en Ayacucho y en Tarqui.
Fue asesinado en su tierra natal.
A partir de Abril
se inicia la marcha de los batallones “Granaderos a caballo”, “Albión” y
“Paya”. “El Batallón del Sur” saldría días más tarde, conformado en su mayoría
por gente de las Provincias Azuayas.
En 1822 dos
ejércitos patriotas trataron de liberar a Quito: Bolívar condujo el del Norte y
Sucre el del Sur. La acción de Bomboná, dada por Bolívar en abril, quebrantó la
resistencia de los pastusos mientras que la batalla de Pichincha liberó
definitivamente al Ecuador. El 8 de septiembre de 1822 Bolívar hace su arribo a
Cuenca.
El 6 de agosto de
1824 en Junín, Bolívar junto a Sucre y De La Mar
derrotó al ejército real del Perú, mientras Sucre en Ayacucho ponía el
sello definitivo a la libertad americana el 9 de diciembre de 1824.
En el año de 1825,
cuando Bolívar visita Lima para conmemorar la batalla de Ayacucho e iba a ser proclamado como Presidente del Perú, tomándole del brazo a La Mar dijo: “Este
es, señores, el hombre digno de mandar al Perú”.
Había terminado la
fase militar de la Independencia y se iniciaba otra liderada por la diplomacia
internacional, empeñada en destruir la
idea confederativa de Bolívar. La diplomacia norteamericana, a través de su Cónsul
en el Perú, se prodigó en conspiraciones contra Bolívar. Indispusieron al
gobierno de La Mar contra los planes de
confederación hispanoamericana y fomentaron la animosidad peruana contra
Colombia, al mismo tiempo que respaldaba a Santander. El resultado, la Batalla
de Tarqui el 27 de febrero de 1829 que a su vez marcó el nacimiento de nuestro
Ejército Nacional.
A manera de conclusión.-
Cuenca, la ciudad
asentada en la llanura florida de Tomebamba, en el inicio de las luchas por la
independencia, poseía un vasto territorio conocido como el de “las Provincias
Azuayas”; en el cual se asentaba un
Obispado tan importante como el de
Quito, bajo dependencia directa de Lima. Sus autoridades que conformaban el Cabildo
de la Ciudad tenían una gran influencia en las resoluciones políticas y religiosas
de la Real Audiencia
de Quito y se caracterizaban por una gran lealtad a la Corona Española.
Los hechos
registrados en Cuenca a favor y en contra de las ideas libertarias originadas
en Quito, y que culminan en Pichincha bajo la magistral conducción militar de
Sucre, se constituyen, por su importancia, en factores determinantes dentro del
proceso de Independencia de América en general, y muy particularmente de la Real Audiencia de
Quito. En su devenir se van destacando en fechas y lugares diferentes, la
decidida participación de sus ciudadanos, oriundos unos y asentados otros, en
beneficio de las causas de la libertad o de lealtad a los principios que
consideraban importantes en el marco
político y social en que vivían.
La revolución
efectuada en Cuenca, absolutamente popular en su conformación, fue altamente
útil para la independencia de la Presidencia de Quito. Su proyección en el
proceso atrajo a fuerzas realistas importantes que bien pudieron haber ido
sobre otras circunscripciones de la Audiencia, con grave desmedro a sus
pretensiones de libertad, como es el caso de Guayaquil, por ejemplo, y del
mismo Bolívar que, con sus tropas marchaba sobre Pasto.
La gesta cuencana
de 1820 viene a situarse, tomando en cuenta el lapso de la obra bolivariana, en
el culmen de ella: después de la Independencia de la Nueva Granada en
Boyacá y antes de la victoria de Pichincha que selló nuestra emancipación. Ella
tiene un fondo ideológico inspirado en pensamiento unionista de Bolívar; un
fondo cultural que refleja la lección americanista del Libertador: voluntad y fe
, y una realidad política y militar que la hacen una pléyada de patriotas
cuencanos bajo el mando de José María Vásquez de Noboa.
Una vez concluidas
las guerras de la Independencia, con el triunfo de los criollos, emergió otra
más cruda y difícil dirigida a las clases populares que habían sido las que
pusieron sus vidas en la lucha contra el poder español. Las nuevas autoridades
buscaron mantener las desigualdades de las clases sociales con lo cual no
cambiaron las relaciones fundamentales en las cuales se asentaban.
Los tres
departamentos quedaron integrados en lo que se llamó el Distrito del Sur, en
los cuales se mantuvo y se acentuó la
regionalización económica y política que les ha sido su característica en la
vida nacional. Quito, Guayaquil y Cuenca,
cada cual por su lado, se convirtieron en ejes de poder fuertemente
autónomos y vinculados a las relaciones de intercambio con el sur de Colombia y
el norte del Perú.
Bibliografía:
AYALA MORA
Enrique.- El periodo independista y
colombiano.- El Comercio.- 23 de Abril de 1985
BORRERO Alfonso
María.- “Cuenca en Pichincha”. Tomo II- Cuenca Ecuador.- Casa de la Cultura
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