martes, 28 de abril de 2020

LA PROPUESTA LIBERAL PARA LA REORGANIZACIÓN DEL EJÉRCITO

General  Patricio  Lloret  Orellana

La propuesta liberal para reorganizar el Ejército fue elaborada a partir de 1899 con la llegada al país del sargento mayor del Ejército de Chile Luis Cabrera, y posteriormente, un año más tarde, la incorporación del capitán Ernesto Medina y los tenientes Julio Franzini y Luis Bravo, con los cuales se conforma la Misión Militar chilena. Los miembros de esta Misión encontraron un país en plena guerra civil, con un Presidente en permanente campaña para consolidar su revolución. La  organización que tenía el Ejército hasta antes del 5 de junio de 1895, había desaparecido ante la arremetida de las “montoneras” alfaristas que, machete en mano, hacían suyas las victorias sobre lo poco que quedaba del Ejército constitucional. Esta misión trabajó bajo los lineamientos generales trazados por la Misión Militar alemana en la reorganización del Ejército de Chile.
La propuesta se materializa a través de la elaboración del  Proyecto de Ley Orgánica Militar, el mismo que es presentado a consideración del ministro de Guerra, el 27 de junio de 1902. Contiene los siguientes títulos:
I.- Composición del Ejército.
La premisa fue que todos los ciudadanos de veinte años son de hecho soldados del Ejército permanente. Se constituye en  la base fundamental sobre la cual descansaría el Servicio Militar Obligatorio, a través de la renovación anual de las generaciones. En veinte y cinco años se esperaba que todos los ciudadanos considerados aptos de acuerdo a la ley, hubieran  pasado por el servicio militar y formarían a futuro la fuerza de reserva. El único obstáculo para la consecución de este objetivo sería-dice el proyecto- la falta de recursos en el erario nacional, que obligaría a señalar cupos de ingreso,  acorde a las facilidades logísticas y a la disponibilidad y tipo de armamento. Plantea al Legislativo la necesidad de elaborar una ley especial que la llaman de reclutas y reemplazos, mediante la cual, manteniendo el cuadro de instructores (oficiales y clases), el Ejército permanente se vea renovado anualmente. Se propone la elaboración del Registro Militar, en el cual, todos los ciudadanos, desde los 18 a los 45 años de edad, deben estar inscritos, sirviendo además para efectos de estadística y policía, y obligando a los ciudadanos a portar permanentemente esta papeleta que después se la conocería como libreta militar.
II.- La Jerarquía Militar
El diccionario lo define como una “cadena de subordinaciones”. En el ámbito militar, la jerarquía justifica los conceptos de mando y obediencia disciplinaria para regular el servicio. El mando concebido como  un atributo del poder, que le da la capacidad de imponer sus decisiones a quien lo ejerce sobre quién debe obedecer. La obediencia, como el  acatamiento de instrucciones en el marco de un código de vida y de conducta preparado para responder a los conflictos o crisis sociales y, en casos de guerra.
El proyecto liberal busca suprimir el grado militar que no corresponda a un empleo efectivo; es decir, un ascenso debe concederse únicamente a los que estén preparados para el desempeño del empleo inmediatamente superior; en otras palabras, busca evitar que las acciones personales realizadas en un campo de batalla, por sí mismas, constituyan el único aspecto que lleve a un reconocimiento militar para un ascenso; de igual manera, evitar que los grados militares se concedan a civiles en reconocimiento a sus relevantes méritos personales en beneficio de una causa, asunto que se volvió común desde la fundación de la República.
Establece tres categorías jerárquicas  para los oficiales: Generales, Superiores e Inferiores, las mismas que responden a las funciones determinadas para el comando de tropas. En la categoría de generales se propone dos clases: de división y de brigada, los mismos que expresan unidades de tropa, para cuyo comando se requieren facultades y atribuciones diferentes. La división está conceptuada en el proyecto, como una unidad de armas combinadas, en tanto que, la brigada es una unidad de especialidad. El término “superiores” incluye a los coroneles, tenientes coroneles y sargentos mayores, a quienes normalmente se los venía identificando como “jefes”, y como tales-dice el proyecto- no distingue entre un comandante de escuadra o uno de división, ya que ambos de acuerdo al diccionario, merecen el calificativo de jefes. Finalmente, la denominación de “inferiores” incluye a los capitanes, tenientes y subtenientes o alféreces, en base a las funciones que estos desempeñan; sin embargo, en el afán de darle al capitán la importancia que se merece en el manejo táctico de la tropa, denomina “subalternos” a los tenientes y subtenientes. A los cadetes de la Escuela de Formación de Oficiales los denomina como Aspirantes a oficiales.
En el caso del personal de tropa, denomina “Sub-Oficiales” a los sargentos primeros y segundos, con el fin de elevar y dignificar la condición del cuerpo de clases, cuya influencia dentro del Ejército es decisiva “en las labores de paz, durante la instrucción de los reclutas, como en las de guerra, principalmente durante la conducción incierta de las tropas en el combate”[1]. Termina la clasificación de la tropa con los cabos (primero y segundo) y los soldados.
Se incluye en este capítulo, disposiciones sobre el personal asimilado, al mismo que lo define como prestadores de servicios profesionales ajenos al carácter meramente militar; por ejemplo, los cornetas, tambores y músicos quedan en la categoría de soldados; un cirujano se asimila al grado de coronel, un capellán mayor al grado de teniente coronel, entre otros.
III.- División territorial
Divide el territorio nacional en cuatro zonas militares, con el objeto de que las actividades a realizarse estén adecuadamente descentralizadas, bajo el mando único del jefe de la guerra, de tal manera que, cada uno en sus jurisdicciones estudie su territorio, proyecte su defensa, elabore sus estadísticas y precise sus condiciones ofensivas y defensivas. Cada una de las zonas se constituye en un centro de acción, “un  núcleo alrededor del cual se desarrolla el proceso militar”[2] que permita disminuir las vulnerabilidades que presentan las fronteras, que son las vías de ingreso  por donde un país puede ser atacado. El conocimiento minucioso de cada una de las zonas militares, por parte de sus respectivos mandos, es para el proyecto, la única forma de resolver el gran problema de “conocer  y estudiar el territorio nacional durante la paz, para los días imprevistos de la guerra”[3].
La creación de las zonas militares obedece a la necesidad de que las actividades de movilización y concentración de tropas se realicen sin contratiempos, a fin de conseguir reunir, alistar e instruir a los contingentes necesarios para la defensa nacional. Estas zonas militares-dice el proyecto- deben permitir, aunque sea en escala reducida, la formación de las unidades de combate y de operaciones, en las cuales se ejerciten permanentemente los oficiales generales y superiores en su comando, y practiquen los oficiales subalternos y las tropas, los ejercicios combinados, “que más tarde exigirán las operaciones de la guerra”[4]. El proyecto considera indispensable que en estas zonas militares, estén presentes las unidades de las cuatro armas, y por lo menos, delegaciones de los servicios anexos, a fin de que la guerra no sorprenda al país en condiciones dolorosas de imprevisión.
Tres eran las fronteras que debían ser resguardadas y estudiadas para el caso de guerra: la norte, la sur y la occidental, por ser estas, “perfectamente” accesibles al poder enemigo. Esta accesibilidad  determina en el estudio, la posibilidad muy poco probable de que  la frontera oriental sea accesible para el enemigo. Por esta razón, no concuerdo con ciertas afirmaciones realizadas por escritores militares, de que las misiones militares chilena e italiana se olvidaron de enseñarnos a combatir en selva. Hoy, en pleno siglo XXI, aún es muy difícil acceder por dichas avenidas de aproximación. Lo que no dicen estos escritores es que no fuimos capaces de poner en práctica las propuestas de las misiones militares, lo cual nos llevaría, entre otras cosas, al fracaso del año 41.
Las zonas militares propuestas son muy similares a las que actualmente mantiene el Ejército, con excepción de la región Oriental y Galápagos que no son consideradas. La segunda zona militar con sede en Riobamba, constituía lo que posteriormente se denominaría como Zona del Interior. Se calcula una población aproximada de 1.300.000 hombres, de los cuales, 52.000 podrían considerarse como el Ejército Nacional de primera línea. La población indígena no fue considerada en el proyecto.
IV.- De los cuerpos de tropa
El proyecto analiza la conformación de las unidades para tiempos de paz, y propone abandonar el sistema terciario que venía siendo implementado  y que no dio resultado en otros países con mayor experiencia. Considera al batallón de infantería con una Plana Mayor y cuatro compañías. El regimiento de artillería con “la mayor potencia ofensiva, sin quitarle sus condiciones de movilidad”, por esta razón, el proyecto considera dotarle de 24 piezas. Propone una organización similar a la europea; esto es, un regimiento compuesto de dos grupos, con tres baterías, o en su defecto, de dos grupos con dos baterías, de seis piezas cada uno, cuando son de tiro lento. Para la caballería, propone cuatro escuadrones, a fin de poder permitirle al regimiento, “evolucionar aisladamente en el campo de combate y proteger eficazmente sus flancos, los mismos que generalmente están descubiertos durante su ataque”. La reunión de dos escuadrones constituye el grupo, y la reunión de dos grupos constituye el regimiento de caballería.
El proyecto supone zonas organizadas con tropas de las cuatro armas; en tal virtud, considera que los ingenieros deben estar organizados en compañías independientes, con la dotación suficiente para que puedan prestar sus servicios de zapadores, pontoneros, ferrocarrileros y electricistas, en un país en el cual, “las vías de comunicación, ni son numerosas ni las existentes se encuentran en buen estado de conservación”.[5]
Suprime el nombre de brigada de artillería. Este título en Europa-dice el proyecto- significa la reunión de dos regimientos de un arma; y nunca se aplica a un solo cuerpo. Por otro lado, analiza la situación de las brigadas en América, en donde los efectivos generalmente son escasos, y la denominación de brigada tiende a aplicarse a unidades combinadas de las cuatro armas básicas, reemplazando a la división, la misma que generalmente tiene efectivos que alcanzan a los quince mil hombres. Propone una dotación permanente de soldados en las compañías, baterías y escuadrones de las diferentes armas con un máximo de 14 hombres. Este número de soldados está basado en la necesidad de que el Ejército sea renovado anualmente  con reclutas de veinte años y que los soldados permanentes se constituyan en simples cuadros instructores. En la dotación de las unidades se considera al personal de asimilados para el buen funcionamiento de los servicios profesionales de carácter civil. En todas las unidades tipo batallón se instituye la Plana Mayor. Estas reflexiones no se tomaron en cuenta, cuando se inventaron en nuestro Ejército, las brigadas de artillería, de ingenieros, de inteligencia.
 V.- De los servicios anexos
El proyecto considera los siguientes servicios anexos al Ejército: Establecimientos de Guerra, Intendencia y Comisaría General del Ejército, Servicio Sanitario, Justicia Militar y Servicio Religioso.
Los Establecimientos de Guerra comprende todos los servicios de Parque, Maestranzas, Talleres y Fábricas, bajo una dirección técnica centralizada, y creando en las zonas militares, delegaciones especiales. De alguna manera, esta propuesta se consolida recién en el Gobierno del general Rodríguez Lara, con la creación de la Dirección de Industrias del Ejército (DINE), con la oposición de sectores internos y externos a la Institución.
Sobre estos Establecimientos de Guerra, el proyecto es claro en sus apreciaciones: “Las reparaciones que, necesariamente, deben ejecutarse en el armamento; la buena conservación del armamento y municiones almacenados; la elaboración de municiones de guerra y de ejercicio, acción en que forzosamente debe irse pensando, si se quiere lograr alguna vez que el país se independice de la tutela extranjera, para que, en parte se baste a sí mismo en el desgraciado caso de una guerra”[6]. Las experiencias vividas en las diferentes acciones de armas que el país ha tenido con el Perú, incluyendo la del “Cenepa”, dan de largo la razón a estos pensamientos de 1902.
La Intendencia General comprende los servicios de: contabilidad, rendición de cuentas, pago de sueldos, provisión de vestuario y equipo, de mobiliario, remonta del ganado y rancho. Todos estos servicios lo venían haciendo oficinas particulares contratadas por el Ejército, sin ninguna planificación. Periódicamente se observa en los Registros Oficiales, el llamamiento para contratación de estos servicios. Respecto al ganado caballar, en el país no existía la menor idea de disponer de un criadero, que atienda las necesidades del Ejército, para movilizarse en un ámbito geográfico carente de vías carrozables o férreas adecuadas.
“Puede asegurarse que muchos de los movimientos armados habidos en el Ecuador no se habrían producido si el Gobierno hubiese dispuesto de unidades de caballería”[7], concluye el proyecto, no sin antes sentenciar de alguna manera: “Hacer hincapié en lo que significaría para el Ecuador una guerra internacional que le sorprendiese sin fuerzas de caballería, es cosa a la cual no me atrevo porque fueran demasiado sombríos los colores del cuadro que debería trazar”. Así sucedió en 1941. Respecto al rancho, el Ejército no se preocupaba de este servicio fundamental: “Hoy ninguna autoridad militar podría responder de la alimentación del soldado, cada cual come lo que quiere y cuanto quiere. Es la esposa o la querida del soldado la que dispone el alimento, en la cantidad y clase que ella juzga convenientes”[8]
El proyecto considera una Dirección del Servicio Sanitario, delegaciones en las zonas y el empleo de cirujanos para las unidades del Ejército, en tiempos de paz y en campaña. Finalmente, se considera la necesidad de crear un Servicio de Justicia Militar y Servicio Religioso. Para el primero se propone la creación de una Fiscalía General mediante la cual, el Fiscal General avocará el conocimiento y la substanciación de toda causa que revista importancia, en tanto que, los Fiscales de zona, conocerán las causas ordinarias. Es necesario resaltar que el espíritu del proyecto contempla la existencia de fiscales militares permanentes, suprimiendo el nombramiento ad-hoc de oficiales para este cargo. Para el Servicio Religioso se propone un capellán mayor del Ejército, capellanes de zona y capellanes particulares para los institutos de educación.
VI.- Los establecimientos de instrucción militar
Sin lugar a dudas, lo más importante del Proyecto de Ley Orgánica Militar se centra en la educación del personal de oficiales y tropa del Ejército, muy venida a menos desde los inicios de la República; prueba de ello, es el funcionamiento intermitente del centro de formación de oficiales por un lapso de 21 años, respecto a los 70 de vida republicana. El proyecto considera a la educación como la columna vertebral de la Institución militar, y para su fortalecimiento propone la creación de una Academia de Guerra, la reapertura del Colegio Militar y la fundación de una Escuela de Clases para la tropa.
El ejercicio práctico de la conducción de las tropas- dice el proyecto- es el arte de la guerra; en tanto que, el estudio teórico de esa conducción, deducida de la experiencia histórica, de la lógica y de los ramos auxiliares, es la ciencia de la guerra. A la enseñanza de esta ciencia está dedicada la creación de la Academia de Guerra, destacando dentro de su pensum de estudios, dos materias fundamentales: la táctica aplicada que, combinando las cuatro armas propuestas en el proyecto, establece los principios que rijan su conducción en todas las fases de la guerra; y, la historia militar, cuyo estudio minucioso, crítico y comparativo, da en teoría la experiencia práctica que se podría adquirir en las grandes guerras.
La Escuela Militar, como lo llama el proyecto, está destinada a la formación de los subtenientes y alféreces del Ejército, pero hace notar que el establecimiento que venía funcionando hasta antes del 5 de junio de 1895, se dedicaba a una formación general orientada al arma de infantería; por esa razón, propone la creación de cursos especiales o para una mejor comprensión, de una formación de especialidades, que permita tener oficiales preparados en la conducción de las otras armas propuestas; es decir, caballería, artillería e ingenieros. Otro aspecto importante hace relación con la necesidad de validar los exámenes de las materias civiles dentro del ámbito universitario, a fin de facilitar a los futuros oficiales, alcanzar títulos académicos; en su defecto, permitir que todos aquellos estudiantes que abandonen la Escuela Militar, puedan continuar sus estudios en las universidades, sin haber perdido el tiempo durante su permanencia en el Instituto. Estos aspectos de tanta trascendencia han sido, en parte, resueltos por la Institución al inicio del siglo XXI; es decir, 98 años después.
La Escuela de Clases está concebida en el proyecto, para la formación de cabos y sargentos, considerados como actores fundamentales de los procesos de formación tanto en la paz como en la guerra.”Solo los clases tiene una influencia directa e inmediata sobre el soldado, le conocen en los más recónditos detalles de su naturaleza moral; están sobre él a toda hora y en todo momento.”[9] De estos tres Institutos, a duras penas sobrevivió la Escuela Militar, la misma que reabrió sus puertas al finalizar el primer gobierno de Eloy Alfaro; la Academia de Guerra y la Escuela de Clases tuvieron que sufrir la falta de apoyo institucional y político, hasta establecerse en forma definitiva a mediados del siglo pasado.
La Educación Militar en la Revolución liberal es tratada por el autor, con mayor detenimiento, en el Boletín No  2 de la Academia Nacional de Historia Militar.
VII.- Administración y mando del Ejército
Luego de una lucha de seis años por consolidar la Revolución liberal, el proyecto busca darle al Ejército un carácter nacional. Bajo este concepto, propone la creación del Estado Mayor General, como cabeza directiva del Ejército, subordinado al Ministerio de Guerra, a través del cual, el Presidente de la República transmite su voluntad ejecutiva. Propone un orgánico estructural del Ministerio de Guerra y del Estado Mayor General. Este último nace con facultades administrativas y fiscalizadoras sobre todos los servicios del Ejército, y la repartición de esos servicios en Departamentos con cierta autonomía. Los Departamentos propuestos son los siguientes:
Dirección de los Servicios Técnicos a la cual corresponden todos los trabajos científicos, cartográficos, arquitectónicos, litográficos, etc, del E.M.G. Dirección de Instrucción responsable de los Institutos de educación; Dirección de Administración responsable de la documentación, archivo, escalafón, libro de vida de oficiales; Dirección de Registro Militar encargada de la formación de las reservas de oficiales y tropa; Dirección de Fortificaciones; Dirección de Justicia y Servicio Religioso; Dirección de los Establecimientos de Guerra, para la administración del arsenal de guerra, de las fábricas y maestranzas; Dirección de Intendencia y Comisaría General encargada de la provisión y fiscalización de todos los abastecimientos; Dirección de Sanidad Militar; Zonas Militares; y, Dirección de Plana Mayor Disponible para manejar a los oficiales en disponibilidad (considerada como un castigo y que luego se lo conocería como a disposición del ministerio), a los sentenciados por Consejo de Guerra; oficiales que transitoriamente no tengan cargo efectivo.
 VIII.- Del Cuerpo de Inválidos
Con toda seguridad, la gran cantidad de inválidos, producto de tantas guerras intestinas, y de la misma Revolución liberal, llevaron a incluir en el proyecto la necesidad de crear dos cuerpos de inválidos, uno en la Costa y otro en la Sierra.
IX.- Estado Militar de los individuos que componen el Ejército
La propuesta busca mejorar la moral de los miembros del Ejército, a través de disposiciones claras respecto de: ascensos, tiempo de servicio, de las pensiones de retiro, del montepío, sueldos y gratificaciones. Parte de un análisis de la situación  del Ejército a finales del siglo XIX,  y de su indefección respecto a otras profesiones existentes en el país. “Para el militar, oficial o individuo de tropa, general o soldado, no hay derechos inviolables sobre la propiedad de su empleo, no hay garantías para su situación, no hay estímulos para su carrera ni hay recompensan que paguen sus sacrificios”[10] . El análisis de esta propuesta podría llevar algunas decenas de páginas; sin embargo, por información, el proyecto fija el retiro de un oficial por límite de edad, por ejemplo, el de un general de división, en 65 años. Para el personal de tropa establece un mínimo de 15 años efectivos como clase.
X.- El paso del pié de paz al de guerra
Propone la implementación de normas, procedimientos y de ser necesarios algunos reglamentos que permitan colocar todos los servicios militares en situación de pasar de un estado al otro, de tal manera que la movilización y la concentración sean de tal efectividad, que por sí mismas impliquen un gran porcentaje de la victoria. Intenta poner orden en el léxico utilizado en los innumerables enfrentamientos políticos que asolaron el país, entre otros, Columna, Brigada, Jefe de Operaciones, Director de la Guerra, Ejército del Norte o Sur, etc. De la misma manera propone definiciones sobre unidad táctica, unidad de combate y unidad de operaciones. En lo que corresponde a la unidad de combate, descarta la posibilidad de tener en tiempo de paz unidades tipo división, y propone el uso de la brigada conformada por componentes de las cuatro armas de que dispone el país. Consecuencia de lo anterior, propone a la división como unidad de operaciones. Si en algún momento se podrían reunir en combate dos o más divisiones, consigna la posibilidad de conformar un cuerpo de ejército.
Reflexiones finales:
·      El Proyecto de Ley Orgánica Militar fue presentado el 27 de junio de 1902 ante el ministro de Guerra y Marina, general Flavio Alfaro; sin embargo su trámite a la Asamblea Nacional se dio recién en la presidencia de Lizardo García. A los políticos les importaba y les importa un comino la organización de la fuerza militar; sin embargo, con algunos cambios sin importancia, aprobaron la ley un 11 de diciembre de 1905.
·      El movimiento revolucionario de Alfaro sembró las semillas para el nacimiento de un Ejército profesional, a pesar de que en este campo, el ímpetu del movimiento estuvo presente más en el discurso que en la realidad. La profesionalización del Ejército fue un proceso lento y plagado de errores e inconvenientes, de lecciones no aprendidas, de continuas emergencias en la formación de oficiales, de poca o casi ninguna preparación de los mandos inferiores. La ninguna  presencia de escuelas de perfeccionamiento en las diferentes armas y jerarquías del escalafón militar, a pesar de estar consignadas en el proyecto, le llevaron a la Institución Militar a enfrentar  conflictos bélicos con el Perú, sin la preparación que estos hechos de enorme trascendencia nacional lo ameritaban. La falta de políticas Institucionales de mediano y largo plazo se convierten en urgencias que atentan a los reglamentos militares.
·      En la consecución de los objetivos propuestos para un cambio de tipo revolucionario, juegan dos aspectos importantes: la capacidad de liderar los procesos y la participación del colectivo social en su consecución. En la organización del Ejército faltó el líder, y el colectivo militar, que es en último término el que define las circunstancias y las posibilidades del cambio, estuvo empeñado en guerras internas destinadas a zanjar la disputa política.
·      La Revolución liberal en el campo de la educación militar fue inconclusa, algunos de sus logros se consolidaron a mediados del siglo XX. Otros fueron dejados de lado sistemáticamente, por razones de orden político, en unos casos, por la falta de una política institucional de largo plazo,  en otros, o por la falta de liderazgo para llevar a la educación de oficiales y tropa a ser considerada como el objetivo más importante de la Institución Militar. En el campo civil José Peralta lideró el cambio de la educación; en el campo militar no tuvimos la suerte de que alguien lo lidere.
·      La Revolución liberal puso los cimientos de un Ejército nacional, las circunstancias políticas del país no le permitieron construir sobre ellos la infraestructura militar que el Ecuador necesitaba para defender su territorio.
·      La propuesta chilena basada en la concepción de un Ejército  profesional alejado de las luchas políticas y de su ingrato papel de árbitro de dichas contiendas no ha llegado a concretarse hasta la presente fecha.  

“La educación de un pueblo no se cambia ipso facto a balazos, es obra del tiempo” (Alfaro)
Publicado en la Revista “Presencia” No 28 de la Asociación de Generales y Almirantes


[1] Proyecto de Ley Orgánica Militar.- 1902.
[2] Ibídem
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Ibídem
[6] Ibídem
[7] Ibídem
[8] Ibidem
[9] Ibídem
[10] Ibídem

lunes, 27 de abril de 2020

CODIGO MILITAR

Antecedentes
La noche del  16 de enero de 1869, García Moreno[1] apoyado por el comandante general del distrito de Guayaquil y el coronel Francisco Javier Salazar[2], dan un Golpe de Estado al gobierno encabezado por Javier Espinosa[3] y se proclama como Jefe Supremo. A día seguido, los vecinos de Quito acuerdan que, (...) desde esta fecha cesa el actual gobierno en el ejercicio de su autoridad, y se encarga el mando de la República, en calidad de Presidente Interino, al señor doctor Gabriel García Moreno, y como Vicepresidente Interino al coronel Manuel de Ascásubi”[4]. El pronunciamiento popular es editado en el Registro Oficial “El Nacional” del 29 del mismo mes. Se nombra como Ministro de Guerra y Marina al coronel Francisco Javier Salazar.
El 21 de enero se decreta  estado de sitio en  la ciudad de Guayaquil. Se convoca a la reunión de una Convención Nacional para el 16 de mayo de 1869. El Presidente Interino de la República, en nombre de Dios, la declara instalada. En su discurso, felicita al Ejército por su apoyo y le recomienda a la Convención como objeto de gratitud. (...) Era el ejército que acabó con la amenaza peruana en la toma de Guayaquil, que venció la empresa pirática del urvinismo en Jambelí, que acabó con el alzamiento de Veintimilla en Guayaquil. Y, por supuesto, la que secundó su toma del poder. Reclamó para el ejército modernización de su equipamiento y profesionalización, con un colegio militar.”[5] Habla sobre la nueva Constitución, que constituía la razón de ser de esa Convención: (...) El proyecto de Constitución que os será presentado, contiene las reformas que en mi concepto demanda más imperiosamente el orden, el progreso y la felicidad de la República. Dos objetos principales son los que he tenido en mira: el primero, poner en armonía nuestras instituciones políticas con nuestras creencias religiosas; y, el segundo, investir a la autoridad pública de la fuerza suficiente para resistir a los embates de la anarquía.”[6] Finaliza su mensaje renunciando a su calidad de Presidente Interino. Aceptada  su renuncia, se nombra como encargado del poder ejecutivo al Vicepresidente Manuel de  Ascásubi, quien pide y posesiona a García Moreno como Ministro de Hacienda.
La Convención Nacional se constituye en la  octava Asamblea Constituyente que duró 104 días y estuvo conformada por 30 miembros; entre ellos, dos generales y un teniente coronel. Actuaba como Presidente de la Asamblea el Dr. Miguel Carvajal, y como Vicepresidente el doctor Elías Laso  El 29 de julio  se realizó la sesión solemne de la Convención Nacional en la iglesia de la Compañía, en la cual se leyó la nueva Constitución y el decreto de su promulgación. Se procedió a elegir al nuevo Presidente Constitucional del Ecuador, votación que recayó en la figura de García Moreno, con 28 votos, uno a favor del general José María Guerrero y uno por el general Secundino Darquea. Al asumir la Presidencia, ostentaba el cargo de General en Jefe del Ejército, función que le fue conferida mediante decreto ejecutivo de 19 de mayo de 1869
La Constitución nacida de esta Asamblea, se la conoce como la “Carta Negra”. Se amplió el periodo de gobierno a seis años y se instituyó la reelección inmediata del mandatario. Se dispuso la pena de muerte para el delito político y a toda subversión se la equiparó como tal. Fue aprobada mediante plebiscito con 13.640 votos a favor y 514 en contra. Se nombra como Ministro de Guerra y Marina al general Secundino Darquea[7]. El general Francisco J. Salazar es nombrado Ministro de Relaciones Exteriores y del Interior. Entre otras actividades importantes, se decretó la creación de la nueva escuela de cadetes. Se constituyeron las guardias nacionales sobre nuevas bases. La profesionalización del ejército fue tomada en serio por la Convención Nacional bajo la dirección del general Salazar, en su calidad de asambleísta, logrando elaborar y aprobar “El Código Militar de la República del Ecuador.”
El Código Militar
Posiblemente es el primero y único libro que en diez Tratados busca normar la profesión militar, cuyo inicio se remonta a la organización de la falange en agosto de 1809, con una plana mayor compuesta por el Inspector General y el Auditor de Guerra, tenientes coroneles vivos y efectivos, sargentos mayores y ayudantes mayores, abanderados y tres batallones a los cuales se agregaban un batallón de granaderos y una compañía  de artillería con 10 cañones.[8]
El Congreso  de 20 de septiembre de 1831 dictaba la primera Ley Orgánica Militar, después de la separación del Distrito del Sur, de la Gran Colombia. La ley disponía “Arreglar provisionalmente la Marina; la conservación de tres batallones de Infantería y dos regimientos de Caballería; la prohibición del incremento de la fuerza pública sin el consentimiento del Congreso o del Consejo de Estado, y la privación al Ejecutivo para negar las licencias absolutas solicitadas por los oficiales del ejército”.[9]
La llegada del general José María Urbina[10] al poder, le significó al Ejército un proceso de nacionalización, luego de un largo periodo de presencia extranjera desde el inicio de la República. Se elabora un orgánico para las unidades en cada una de las armas: Infantería, Caballería, Artillería y una unidad de Policía Militar. Se define el tipo de armamento, la ubicación en el territorio nacional, los grados y sus responsabilidades. De alguna manera, la Ley Orgánica publicada en su gobierno intenta establecer con mayor claridad  la organización, funciones y responsabilidades de la fuerza armada.
Los años previos a la llegada de García Moreno al poder fueron de  los más funestos en la vida política del Ecuador. Urbina mandaba el país, Robles gobernaba. El 12 de enero de 1859, la escuadra peruana fondeaba a “medio tiro de fusil” del malecón de Guayaquil al mando del mariscal Castilla. El pago realizado por el gobierno del Ecuador, de una deuda contraída con motivo de las guerras de la independencia, una parte en efectivo y otra con tierras ubicadas en Canelos y Zamora, motivó la protesta peruana, por la segunda parte, y la presencia de Castilla en Guayaquil.
El 1 de mayo se desconoce al gobierno de Robles, se conforma un Gobierno Provisorio que lo encabeza García Moreno. Se conforma el Ejército de Quito bajo su mando, como Director Supremo de la Guerra, para enfrentar al general Urbina que subía desde Guayaquil. Se dan los combates de Camino Real y Tumbuco. García Moreno es derrotado y capitula en Imbabura. Viaja al Perú y se reúne con el presidente Castilla en Lima, el  20 de junio de este año. Propone una alianza que le permita conseguir la paz de la República. Fue un paso equivocado. Llega a Guayaquil  en la fragata de guerra peruana “Callao”. Robles, mediante decreto lo declara traidor a la patria. El general Francisco Franco decide separarse de Robles, y Urbina, y con el apoyo de Castilla se declara como Jefe Supremo del Departamento de Guayaquil. Robles sale para Chile. Urbina desde Cuenca, vía Guayaquil sale para Bolivia.
Castilla amenaza con reiniciar operaciones en un plazo de 30 días, si los dos  gobiernos existentes no terminan sus desacuerdos, que permitan establecer uno solo con el cual el Perú pueda entenderse para alcanzar la justicia y las satisfacciones que le corresponden.
Pero, tras la experiencia de la primera campaña, nadie en el gobierno quiteño podía negar la necesidad de un militar experimentado que organizase el Ejército y lo llevase a la victoria. La energía y pasión de García Moreno no parecían ser suficientes a la hora de los combates. Y presionaba más esta necesidad el conocer que ahora la guerra no era solo contra las fuerzas de Franco y todos los resabios urbinistas, sino contra el ejército peruano de ocupación.[11] El general Juan José Flores, enemigo político de García Moreno, es nombrado Comandante en Jefe del Ejército, para luchar contra las fuerzas peruanas y las del general Franco, que se le había unido. En la política no hay enemigos que duren más allá de la conveniencia de quienes ostentan el poder. Mientras tanto, en Cuenca y Loja habían surgido dos gobiernos más.
Dada la situación por demás caótica del país, (…) García Moreno  se dirige, el 7 de diciembre  de ese 1859, al Encargado de Negocios de Francia, Emile Trinité. Expone: Por lo que respecta a mí, y aún puedo decir a lo tocante a todos los hombres de orden, la felicidad de este país dependería de su reunión al Imperio francés bajo las condiciones locales que existen entre el Canadá y la Gran Bretaña, salvo las diferencias que hubiere que introducir por fuerza de las circunstancias.[12]
Flores dirige la guerra, se vienen los combates de Yagui y Pisurco en las cercanías de Riobamba; por su parte, Franco firma el Tratado de Mapasingue el 25 de enero de 1860. En la capital de la Republica, un nuevo intento revolucionario se  fraguaba al mando del general Fernando Ayarza, partidario de Franco. García Moreno lo redujo a prisión. (…) A políticos comprometidos se los desterró; pero con Ayarza, por tratarse de un militar y reincidente en estos intentos subversivos (él, después de una intentona de Cuenca, estaba en arresto domiciliario), García Moreno lo condenó a una pena especialmente dura: azotes. Había un agravante: el general negro tenía setenta años de edad,”[13] y el objetivo político del Gobierno era desterrar el militarismo en el Ecuador.
Con el fin de apoyar a Flores en su campaña, García Moreno estaba empeñado en financiarla a través de donaciones que le permitirían comprar armamento en unos casos, y en otros, fabricarlos, como fue el caso de los tres obuses que se construyeron en Chillogallo. Las operaciones sobre Guayaquil comenzaron el 28 de julio de 1860 y terminaron el 24 de septiembre. Entre las importantes acciones de armas que se dieron a lo largo de la contienda, toma especial relevancia la conducción de la artillería a través de pedregales con canoas arrastradas por caballos, y después por entre manglares y pantanos, para permitir el apoyo de fuego necesario de los combatientes. La artillería fue conducida por el teniente coronel  Francisco Salazar que fue la mano derecha de García Moreno. La Campaña de Guayaquil fue un verdadero laboratorio de la logística de guerra, dirigida por García Moreno y ejecutada por Juan José Flores.
Estos fueron, entre otros, los antecedentes que llevaría a dictar cambios importantes en la organización del Ejército a través de la Ley Orgánica promulgada por la Convención Nacional, el 27 de abril de 1861, en su afán de modernizarlo. A las fuerzas armadas  las  divide en terrestre y marítima. A la fuerza terrestre le divide en ejército permanente  y en guardia nacional. Esta ley permanece sin reformas durante la presidencia de Jerónimo Carrión y Javier Espinoza. Al asumir su segunda presidencia, en julio de 1869, García Moreno dispone reemplazar la Ley Orgánica Militar de 1861, y remite el proyecto  a la Convención Nacional, el 4 de septiembre de este año. Promulgada la ley, dispone la elaboración de un reglamento que la regule, al mismo que, la Asamblea le da el nombre de Código Militar.
Contenido del Código Militar
Por asuntos de espacio me remito a resaltar los  artículos que a mi personal punto de vista, destacan con claridad las razones por las cuales la profesión militar adquiere su calidad de especial.
En el Tratado Primero, Titulo I, al hablar de la composición de la fuerza armada permanente, incluye por primera vez a la Ingeniería como parte de ella y la privilegia en la formación cuando concurran las cuatro armas: (...) los cuerpos de ingenieros tendrán la preferencia, y con especialidad los zapadores, a esta seguirá la artillería, a esta la infantería y luego la caballería, guardando el mismo orden”.[14]  Quedó en letra muerta la inclusión de la Ingeniería. La escala de los ascensos para el Ejército va de soldado a sargento primero en la tropa, y de subteniente o alférez a general; sin embargo, se incluye a partir del grado de capitán, los grados de efectivos, es decir, capitán efectivo, sargento mayor efectivo, etc.
El Título II fija la edad: “No bajarán de diez y seis años de edad, ni pasarán de cuarenta y cinco. Para músicos, con consentimiento de padres o tutores, muchachos que no bajen de la edad de diez años; pero en llegando a la de diez y seis, quedarán sujetos desde entonces a las penas del Código Militar”.[15] La fijación de la edad para el ingreso y retiro de la Institución, le da a la profesión militar su carácter de especial.
El Título IV  habla de las antigüedades: “La antigüedad de los oficiales, en todas las clases, ha de considerarse por la fecha de los despachos que tuvieren firmados por el Presidente de la República y ministro de la guerra; y cuando fueren de una misma fecha los despachos de dos o más oficiales en una misma clase, tocará la preferencia en ella a favor de aquel que en su próximo anterior grado fuere más antiguo.”[16] Este concepto con pequeños cambios de carácter administrativo se mantiene hasta la presente fecha.
El Título VI emite disposiciones sobre el ceremonial militar que deberá llevarse a cabo para la posesión del cargo, partiendo del grado de cabo hasta coronel. En el caso de la tropa, la autoridad que lo presente será el comandante de la compañía. Para los oficiales, con las armas al hombro. A los capitanes, en sus compañías los presentará el sargento mayor. En los siguientes grados formará toda la unidad y lo presidirá el de mayor antigüedad. La solemnidad de su presentación se ha perdido en la actualidad. El ceremonial militar en las fuerzas armadas ayuda a cimentar el concepto de pertenecía Institucional.
El Tratado Segundo está dedicado a explicar a detalle las obligaciones del personal militar en cada uno de sus grados. Corresponde, guardando las distancias de la época, a lo que en los años sesenta del siglo XX se conocía como reglamento de Régimen Interno. Destaca la necesidad de tener presente los valores que le son propios a la profesión militar: (…) Desde que se le sienta su plaza ha de enterársele de que el valor, prontitud en la obediencia y grande exactitud en el servicio, son objetos a que nunca ha de faltar, y el verdadero espíritu de la profesión”[17]-dice- al referirse  al soldado. (…) Para la limpieza y conservación del armamento, tendrá en su respectiva escuadra, un bruñidor, un pequeño martillo, un desarmador y un mazo de madera para ajustar las bayonetas al cañón; y de estos cuidará siempre el cabo, haciendo al cuartelero la diaria responsabilidad”. (…) El sargento tendrá con los soldados y los cabos un trato sostenido y decente; dará a todos el usted; no usará ni permitirá familiaridad alguna que ofenda a la subordinación; será exacto en el servicio, y se hará obedecer y respetar.”[18] El mando y la obediencia son los fundamentos primordiales de esta especial profesión.
Para los oficiales, de igual manera, el Código Militar se constituye en la ética de la profesión. Al subteniente que le manda saber todas las obligaciones de sus subalternos le recuerda que (…) la reputación de su espíritu y honor, la opinión de su conducta, y el concepto de su buena educación han de ser los objetos a que debe mirar siempre: ni su nacimiento, ni la antigüedad deben lisonjear su confianza para el ascenso, porque el que tuviere una u otra de estas calidades, es más digno de olvido, si se descuida contentándose con ellas.”[19] Les recuerda la obligación que tienen respecto de la limpieza del armamento, la calidad y puntualidad del rancho, el aseo de las instalaciones, a la mensual lección de leyes penales, la profunda subordinación a sus superiores, el respeto a las autoridades civiles, la consideración a las personas condecoradas no militares, la atención y urbanidad con los demás ciudadanos y la circunspección y dulce trato con sus súbditos, han de ser prendas indispensables de su conducta, mérito y concepto.
El capitán se constituye en el alma de la unidad, (…) sabrá muy por menor todas las obligaciones del recluta, soldado, cabo, sargento, subteniente y teniente explicadas en el Código Militar, las advertencias generales para oficiales y las leyes penales, para enseñarlas y hacerlas observar en su compañía”. El capitán cuya compañía estuviere mal gobernada o disciplinada, no tendrá ascenso alguno: (…) desempeñaría mal mayor empleo quien no llena el menor que tiene. Cuando un subalterno se atreviere a pedir satisfacciones por el llamado de atención o arresto realizado por un capitán, le pondrá preso en la prevención y dará parte al coronel, quien mandará a poner grillos al subalterno, y dará parte al comandante general. Las compañías que en los ejercicios de fuego no tengan una buena puntería, será una prueba de que los soldados no están bien disciplinados o que las armas están en mal estado. Los jefes castigarán con severidad al capitán por este hecho. El capitán tendrá la obligación de visitar en horas de la noche a su compañía para ver si los sargentos duermen y si se recogen a las horas señaladas”[20].
En las capitales de Quito, Guayaquil y Cuenca se nombra un Comandante General, para que cumpla las órdenes del Poder Ejecutivo, defiendan las provincias que se les confía y mantengan el orden interior bajo su responsabilidad. El grado del comandante será de general o coronel, tendrán un ayudante de campo en el grado de subteniente a capitán.
El celo en el cuidado del armamento y municiones se ve reflejado en el siguiente artículo. (…) En cada una de las puertas de los almacenes de artillería en que hayan pólvora, municiones y pertrechos, ha de haber tres cerraduras diferentes, cuyas llaves han de repartirse entre el comandante general, el de artillería y el guarda almacén de ella, de modo que ninguno de ellos pueda entrar sin noticia de los otros”[21] Los guarda parques eran oficiales entre teniente y teniente coronel y eran nombrados previo un examen de almacenaje, cartuchería y balerío, y además daban una fianza de abono ante la junta de hacienda por un monto de dos a cuatro mil pesos en Quito, de cuatro a ocho mil pesos en Guayaquil y de quinientos a dos mil en Cuenca.
(…) Se prohíbe a todos y a cada individuo del ejército el usar, permitir, ni tolerar a sus inferiores las murmuraciones de que se altera el orden de los ascensos, que es corto el sueldo, poco el pré o el pan, malo el vestuario, mucha la fatiga, incómodos los cuarteles, ni otras especies que con grave daño del servicio indisponen los ánimos. Se dispone a los jefes castigar con todo rigor estas conversaciones perjudiciales.[22] La disciplina es la columna vertebral de esta especial profesión.
(…) El oficial cuyo propio honor y espíritu no lo estimulan a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio: el llegar tarde a su obligación, el excusarse con males imaginarios o supuestos a las fatigas que le corresponden, en contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar pocas veces de la profesión militar, son pruebas de grande desidia e ineptitud para la carrera de las armas.”[23] La ética de la profesión militar presente en estas disposiciones. Lo especial de la profesión militar compendiado en su compromiso con la Institución.
Las obligaciones del tambor mayor, del sargento brigada,[24]del furriel[25], del sargento mariscal, de los armeros, del abanderado y porta estandarte, de los ayudantes, del capellán, del cirujano, del auditor de guerra, están reflejados en el Tratado Tercero del Código.
El Tratado Cuarto presenta  una minuciosa relación del servicio de guardia en las unidades, en los vivac, y dispone su formación para relevo con la presencia de la banda y del trompeta, el paso de consignas, el libro de novedades. (…) El oficial de guardia estará con la debida decencia que corresponde a su carácter y destino; no se quitará el vestido ni la espada, ni llevará a su puesto especie alguna de cama, por ser esta comodidad opuesta a la vigilancia que debe tener.”[26] Se describen las formalidades para dar el santo y seña del día. En el caso de Quito, se envía en sobre cerrado al Presidente de la República y al Ministro de Guerra.
El servicio de guardia y el de semana, periódico y rotativo, diurno y nocturno, en días de trabajo y en feriados no significa una paga adicional. Tampoco es retribuido por realizar permanentes y extensos patrullajes en la selva, en los ríos, en el mar, cumpliendo con su misión. Es parte de su profesión, por ello es especial.
La retreta se tocará a las ocho de la noche-manda el Código- a cuyo efecto concurrirán a la comandancia general, y en la capital al palacio de gobierno con media hora de anticipación, las bandas de cornetas y tambores (y músicos los jueves y domingos) conducidas por su tambor mayor. La retreta se constituía en un lugar de reunión de los vecinos de la ciudad y la oportunidad de compartir con los militares. Una buena costumbre que duró más de cien años.
La revista de comisario[27] es descrita en el Título VI. Para su ejecución, la unidad formaba en el orden de batalla por estatura con anticipación de la hora que el comandante general hubiere señalado. Cada año, al pasar la revista de comisario, se tomaba a los reclutas de la unidad, el juramento de fidelidad a la bandera: “Juraís a Dios y prometéis al Gobierno el seguir constantemente sus banderas, defenderlas hasta perder la última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os esté mandando en acción de guerra o disposición para ella?”. Realizado el juramento, el capellán decía: “Por obligación de mi ministerio ruego a Dios que a cada uno le ayude si cumple lo que jura, y si no, se lo demande”. Con algunos cambios, especialmente en la advocación a Dios, este juramento se sigue realizando en las escuelas de formación de oficiales y tropa.
El Título VII habla sobre el ceremonial de la bendición de banderas y estandartes. El mismo se desarrolla al exterior e interior de una iglesia. Al exterior una formación “en batalla” para entregar el viejo estandarte o bandera; y al interior, la bendición del nuevo. (…) Desde el principio del Evangelio hasta el fin de él, se mantendrán en pié con sables desenvainados los jefes y oficiales, en demostración de estar dispuestos a defender con sus armas la fe católica y su bandera, y aguardaran para sacar y guardar el sable, a que lo ejecute el coronel del cuerpo. Desde el Sanctus se ha de poner la tropa de rodillas y la escolta presentará las armas; y desde la elevación de la Hostia hasta concluida la comunión de ambas especies, se tendrán rendidas la bandera y las armas”[28] El ceremonial estaba acorde al plan de gobierno que García Moreno presentó en 1861; en el cual constaba entre otros objetivos, el florecimiento de la religión católica.
Lo que después se conocería como reglamento de recompensas y castigos, en este Código se denomina premios de constancia. Estaba destinado a quienes  hubieren servido sin interrupción y cumplido  tres tiempos de cinco años con conocida constancia, sin deserción, uso de licencia absoluta, ni haber incurrido en nota de fealdad. La recompensa era de seis reales mensuales sobre su haber; el que cumpliere cuatro tiempos, el de doce reales; y el que sirviere cinco, el de tres pesos. Cada uno de estos premios tenía un distintivo para el uniforme, dependiendo del tiempo de servicio cumplido. De aquí nace la condecoración por tiempo de servicio.
El Tratado Quinto se enfoca en los Tratamientos y Honores Militares (Ceremonial Militar). El de Excelencia para el Presidente de la República, general o Comandante en Jefe del Ejército, y consejos de guerra de oficiales generales. Señoría para generales y coroneles, aunque estos sean graduados. (…) El saludo en la calle a un superior se realizará quitándose el morrión o quepí. Al Santísimo Sacramento todo honor se hará con las armas, y a su paso por las armas, se le rendirán poniendo la rodilla derecha en tierra y quitándose el morrión. En el día de jueves Santo todas las tropas que se encuentren en el cuartel, pondrán las armas a la funerala. Al Presidente de la República se le presentarán armas, tocará marcha y saludará por banderas. De los mismos honores gozaran la Corte Suprema y el Cuerpo Legislativo, siempre que pasen en corporación. El Vicepresidente tendrá armas al hombro y toque de marcha; igual trato el Comandante del Ejército, jefe del Estado Mayor, Comandantes de los Distritos, Ministro de Guerra y Marina”[29].
Las salvas de artillería las divide en mayores y menores; la primera de veinte y un tiros y la menor de quince. (…) El 10 de agosto de cada año se harán tres salvas mayores; el 24 de mayo tres salvas mayores. En el día de Corpus, una salva mayor, el sábado santo una salva menor, y el día de la virgen de la Merced, patrona de las armas, una salva mayor. También se usaran salvas para los honores fúnebres de autoridades civiles y militares. A los generales acompañará un coronel con su batallón y un escuadrón de caballería montado”[30]. El recordar las fechas importantes de la patria es rescatar su pasado, preservar su presente y proyectar su futuro. El ceremonial militar facilita la relación civil-militar y fortalece el sentimiento de pertenencia al país.
En el Tratado Sexto se norman los procedimientos para el manejo de los fondos de las unidades. Se elige un oficial habilitado para que revise lo correspondiente a sueldos del personal, y un capitán depositario que junto al comandante y tercer jefe de la unidad (sargento mayor) mantengan una caja con tres cerraduras diferentes, en la cual estarán los fondos de todas las economías del alumbrado, jabón, agua, forraje y rancho, además, el valor del alquiler de las bandas de música y las donaciones hechas a la unidad. En idioma militar del siglo XX, la Cuenta Interna. (…) Con el objeto de que los ciudadanos que se dedican a la azarosa carrera de las armas aseguren en alguna manera el porvenir de sus familias, se establece una caja de ahorros militares que comenzará a distribuir sus dividendos entre las viudas e hijos legítimos de todos los militares, desde la clase de capitanes arriba, que fallecieran desde el primero de agosto de 1873”[31]
Los fondos de esta caja provenían de descuentos al personal militar. Son los inicios de la seguridad social militar, uno de cuyos principios es la solidaridad. Hoy en día, sin entender la profesión militar, la clase política quiere jubilarnos para que pasemos a formar parte de la seguridad social nacional. En nuestra profesión cuyos cimientos están precisamente en este Código, los oficiales y tropa se retiran. El tiempo de servicio va de los 16 a los 45 años; no más de eso decía la Ley. Por eso, la profesión militar es especial y como tal, debe manejarse bajo leyes especiales. Una de ellas, la ley de seguridad social de las fuerzas armadas.
El Tratado Séptimo describe las atribuciones y obligaciones del Comandante en Jefe del Ejército, del Jefe del Estado Mayor del Ejército y divisionarios, del intendente general, y de los diferentes cargos de oficiales y tropa en campaña  por razones externas o internas.
El Tratado Octavo tiene que ver con las leyes penales sobre delitos militares. En el siglo XX se lo conoce como  el Código Penal Militar. Se consideran circunstancias agravantes y atenuantes. Se consigna la pena de muerte, rebajas de las penas y prescripción de ellas. La pena de muerte es sentenciada para los traidores a la patria, previa a su degradación; a los conspiradores del orden constituido previa la declaración de infames, a los que se alzaren o rebelaren contra la República o el Supremo Gobierno, en condición de cabecillas, los que emprendieran cualquiera sedición o motín, los que desertaran en campaña o forzando con armas el cuartel o cuerpo de guardia. Recordemos que otro de los objetivos de la política garciana era la de eliminar el militarismo que se había arraigado desde el nacimiento de la república. Una de las herramientas era sin lugar a dudas la de endurecer las penas para quienes atenten a la disciplina militar.
Se tipifican otras faltas disciplinarias; entre ellas: el militar (de subteniente a capitán inclusive), esté o no en servicio activo, que contrajere matrimonio sin el permiso del Gobierno, sufrirá la pena de un año de prisión; el soldado que disparare el fusil, sin orden del que manda, será castigado con cincuenta palos; los que falsificaren algún despacho o cualquier otro documento militar, serán condenados a seis años de presidio.
El Tratado noveno habla de los tribunales, juzgados y juicios militares. Solo los militares que se hallaren en servicio activo gozarán del fuero de guerra en las causas criminales por delitos puramente militares; y en tiempo de campaña aún por delitos comunes. Se norma el Consejo de Guerra Ordinario para juzgar las faltas del personal de tropa, conformado por seis capitanes. Para juzgar las faltas de los oficiales se conforma el Consejo de Guerra de Oficiales Generales quienes sentenciarán en primera instancia de todos los delitos que se refieran al servicio. Las causas criminales por delitos comunes cometidos en campaña por cualquier individuo del ejército, sin distinción de graduación, se sentenciarán por un Consejo de Guerra Extraordinario compuesto por un general o coronel que lo presida, un teniente coronel o sargento mayor, de dos capitanes, dos tenientes y un subteniente. Si el acusado fuera un general, los dos tenientes y el subteniente serán reemplazados por tres generales.
Los consejos de disciplina compuestos por tres jefes y dos capitanes son los encargados de castigar correccionalmente a los oficiales y tropa. La Corte Suprema y las Cortes Superiores se convertirán en marciales. La primera se compondrá con dos generales o coroneles efectivos nombrados por el Congreso, y la segunda con dos coroneles o tenientes coroneles nombrados por el Ejecutivo. Estas cortes conocerán en segunda instancia de todas las causas criminales que pronuncien los consejos de guerra ordinarios y los consejos de guerra de oficiales generales. Lo especial de la profesión militar demanda leyes especiales.
El Tratado Décimo consigna disposiciones varias, entre ellas, las referidas al Colegio Militar reabierto por García Moreno. (…) La enseñanza de los cadetes debe comenzarse por manifestarles el honor y conveniencia que les resultará de conocer su profesión, y la poca fortuna que han de esperar en la milicia si no les acompaña su aplicación, inteligencia y espíritu: se les instruirá de las faltas del arma y su remedio, limpieza y conservación, y tirar al blanco”[32] (…) Los cadetes que se distingan por su buena conducta, y que hayan sido aprobados en los exámenes anuales, serán ascendidos a cabos y sargentos; y cuando hayan concluido el estudio de todas las materias comprendidas en el reglamento, serán promovidos a subtenientes o alféreces, y destinados a los respectivos cuerpos del ejército.”[33]
Finalmente, el Título IV de este Tratado dice:
Art. 1º. En el concepto de que de volverse a imprimir este Código sin licencia del gobierno, quedarían por descuido en la impresión, o por otros motivos, expuestas a variación, con equivocación de su verdadera inteligencia, las reglas que en él se prescriben; se prohíbe que en adelante se reimprima sin el respectivo permiso del gobierno; bajo la pena de perder los ejemplares, y de ser multado en la cantidad de quinientos pesos cualquiera que lo ejecutara.
Art. 2º. La impresión de este Código Militar se hará por cuenta del gobierno.
Art. 3º. Quedan derogadas las Ordenanzas del Ejército que han regido en la República, y, en cuanto se opongan a las disposiciones de este Código, se derogan también las reales órdenes dadas hasta el 18 de marzo de 1808 por el gobierno español.
Comuníquese al Poder Ejecutivo para su publicación y cumplimiento.
Dado en Quito, capital de la República, a catorce de agosto de mil ochocientos sesenta y nueve.
El Presidente de la Convención.- R. Carvajal. El Secretario.- Víctor Laso
Palacio de Gobierno en Quito, a cinco de marzo de mil ochocientos setenta.- Ejecútese. G. García Moreno. El Ministro de Guerra y Marina.- S. Darquea
El Código Militar fue impreso en los Estados Unidos, en la imprenta de Hallet y Breen, calle de Fulton, 58 y 60, en el año de 1871.
Este Código Militar que formaba parte del plan de gobierno de García Moreno, desde su primera presidencia, posiblemente no pudo  elaborarse, sino hasta 1870, debido a la complejidad que representaba la reorganización de la fuerza pública, junto con la transformación que se perseguía en la instrucción militar.
Reconforta la lectura de documentos como este, en el cual se encuentra las raíces de nuestra legislación. El conocimiento de su pasado siempre será importante para entender el presente y proyectar el futuro de la profesión. Hoy en día se habla de una nueva enfermedad  que la padecen especialmente los jóvenes, y que es el mal inverso del Alzheimer. (…) Solo les interesa el presente. Para estos jóvenes, el pasado es un lugar en ninguna parte, una gigantesca masa de conocimientos que puede quedar atrás como quien pasa una página.[34] Tengo la esperanza de que el mal no se propague en quienes ejercen la profesión militar. El pasado es una fuente importante que alimenta el conocimiento y fortalece la identidad del hombre, de la Institución, de la sociedad, del país. Su análisis evitará que se vuelvan a cometer los mismos errores, una y otra vez. Encontremos en su contenido las respuestas que nos puedan llevar, como Institución militar, a seguir siendo la columna vertebral de este país que se llama Ecuador.
XXX
Ensayo publicado en la revista “Presencia” No 31 de la Asociación de Generales y Almirantes.


[1] Nació en Guayaquil el 24 de diciembre de 1821. Hijo del español Gabriel García Gómez y de la guayaquileña Mercedes Moreno.
[2] El 12 de enero de 1824 fue bautizado en la iglesia de El Sagrario, en Quito, con los nombres de Luis Francisco Javier Antonio José. Hijo de José María de Salazar y Lozano y de Dolores Arboleda y Retana.
[3] Presidente electo del Ecuador, posesionado el 20 de enero de 1868
1.     [4] Manuel de Ascázubi y Matheu, político ecuatoriano. Nació en Quito en 1804 y murió en 1876. Fue Vicepresidente del Ecuador de 1847 a 1851. En ese período, también se desempeñó como presidente desde el  16 de octubre de 1849 al 10 de junio de 1850. Su hermana Rosa se casó con García Moreno. Wikipedia
[5] García Moreno. Hernán Rodríguez Castelo. Pág. 631
[6] Ibídem Pág. 632
[7] Nació en Ambato el 29 de enero de 1822, hijo de Pedro Alcántara Darquea y de Leonor Iturralde. Desempeñaba el cargo de Comandante General de Guayaquil.
[8] La Revolución de Quito. Historia Militar del Ecuador. Hernán Rodríguez Castelo. Pág. 118
[9] General Juan José Flores fundador del Ecuador. Crnl. Eduardo Romero Mendoza. Pág. 171
[10] Nació en Quito el 19 de marzo de 1809. Hijo del español Gabriel Fernández de Urbina y Olarte y de la ambateña Rosa Viteri. Jefe Supremo entre 1851 y 1856
[11] García Moreno. Hernán Rodríguez Castelo. Pág. 225.
[12] Ibídem. Pág. 228
[13] Ibídem. Pág.244
[14] Código Militar. Pág. 4
[15] Ibídem. Pág.6
[16] Ibídem. Pág.9
[17] Ibídem. Pág. 19
[18] Ibídem. Pág. 21
[19] Ibídem. Pág. 48
[20] Ibídem. Págs. 54 a 58
[21] Ibídem. Pág. 88
[22] Ibídem. Pág. 92
[23] Ibídem. Pág. 92
[24] Encargado de vigilar el aseo de las instalaciones de la unidad.
[25] Cabo que tiene a su cargo la distribución de suministros de determinadas unidades, así como el nombramiento del personal destinado al servicio de la tropa correspondiente.
[26] Ibídem, Pág. 112
[27] Término militar referido a la inspección que a principios de mes hacía el comisario de guerra para comprobar el número de individuos de cada clase que componen un cuerpo militar, y abonarles su paga. El comisario de guerra era un oficial que intervenía de necesidad en todos los servicios de la administración militar. El término se empezó a usar en el siglo XVI. (Wikipedia)
[28] Código Militar. Pág. 131
[29] Ibídem. Pág. 138
[30] Ibídem. Pág.140
[31] Ibídem. Pág. 164
[32] Ibídem. Pág. 274
[33] Ibídem. Pág. 275
[34] Sergio Dahbar. Artículo publicado en El Comercio de Quito.